lunes, 15 de noviembre de 2010

LA MENTE RIGE LA VIDA

Pienso que estoy amargada, desde en la prepa me llegaron a decir lo mismo, no sé si me sugestioné o qué otra explicación hay. No la terminé y me salí a trabajar. Mis hermanos y hermanas ya todos se casaron, soy la penúltima, tengo 27 años y me gustaría también casarme, pero no creo que nadie se aviente con mi carácter, es que he sido maltratada desde niña también por mis padres, mi papá nada más me hacía caso cuando mi mamá me acusaba de algo. Ya no nos dirigimos la palabra. Mi mamá siempre ha dicho que es difícil vivir conmigo, dice que estoy enojada con la vida, a veces pienso que tiene razón. ¿O será depresión lo que yo tengo?
RESPUESTA
Si lo piensas, debe ser cierto.... para ti. La mente rige la vida de cada persona. Lo que creemos en el interior, igual se da en el exterior, y si no, hacemos que suceda, poniendo más atención a los acontecimientos que confirmarán nuestros pensamientos. Es parecido a cuando queremos comprar un coche de determinado color y modelo, desde el momento en que lo elegimos, descubrimos en el tráfico muchos iguales, como si de repente la gente hubiera elegido lo mismo. Sin embargo, no es que ayer hubiera menos y hoy más, sino que estamos poniendo atención selectiva.
Juzgar que estás amargada es un pensamiento, una creencia. “No sé si me sugestioné”, dices. Sí, te sugestionaste. Según refieres, la imagen de ti misma proviene de oír opiniones ajenas: en la escuela me dijeron, mi madre dice...
Es normal que, de niños, aprendamos a pensar de nosotros mismos todo lo que dicen otras personas, especialmente los padres. Pero crecemos. De grandes, tenemos oportunidad de examinar y comprobar qué tanta verdad había en lo que nos dijeron. También podemos cambiar y ser distintos, o elegir continuar pensando igual, sin investigar, e inclusive llegar a creer que los pensamientos que tenemos son nuestros. No lo son, fueron inculcados.
Imagino que te preguntarás: ¿Y qué puedo hacer?
A todos nos toca vivir lo mejor posible y tomar en serio la propia vida, a pesar de los errores de los padres. Se toma en serio si decimos: Yo me encargo. Yo pienso lo que deseo pensar. Yo creo lo que quiero creer. Yo trabajo por lo que ambiciono lograr. Yo obtengo lo que necesito y no me hayan dado.
Lo anterior suele ser difícil, sobre todo si la costumbre de pensar mal de sí mismo está muy arraigada. Para eso sirve la psicoterapia profesional, ayuda a cambiar la manera de ver la vida. Significa que, aun si el medio ambiente no cambiara (si tu mamá u otras personas siguieran pensando igual), tú tendrías nuevos pensamientos y creencias, te comportarías de manera distinta y confiarías en ti misma. Creo que valdría mucho la pena que cambiaras tus gafas negras y usaras otras que distorsionen menos tu visión, unas que te permitan contemplar tu realidad.

APOYARSE EN FAMILIA

Perdí a mi bebé y ya no sé qué hacer para sacármelo de la mente, pienso que se podría haber salvado porque le avisé a tiempo a la doctora que no sentía que el bebé se moviera, pero ella dijo que esperáramos y no hizo nada. A la semana volví a consulta y fue cuando me dijo que el bebé ya estaba muerto, todavía me dejó dos días más antes de hacerme un legrado. Yo sentía y siento mucha desesperación, a veces quisiera demandarla y luego digo para qué, no me han de devolver a mi bebé. Yo sé que estoy mal porque sigo preguntándome por qué esto y por qué lo otro, tengo otros dos hijos que le doy gracias a Dios por ellos y pienso que de ahí voy a sacar fuerza. Es que no sé qué hacer para terminar este capítulo de mi vida.
RESPUESTA
Estás pasando por el duelo de tu bebé. Los duelos son dolor por una pérdida, y la tuya es muy grande. Como duele tanto, quisieras terminar de una vez y que se te olvidara. No es posible, a los duelos hay que darles su tiempo. Igual que cuando se sufre una cirugía, se requieren cuidados especiales para lograr la recuperación.
A veces, ante los acontecimientos dolorosos, nos distraemos de lo esencial, pensando: “Podría haber sido de otra manera... si la doctora hubiera... si yo hubiera... ¿por qué me sucedió a mí?”.
Lo esencial es que eres la madre de un bebé que murió, y no tuviste oportunidad de mostrarle todo tu amor, no en vida de él, ni teniéndolo en los brazos; pero todavía puedes decirle muchas cosas, como: “Hijito, yo soy tu mamá. Te extraño. Hubiera querido que vivieras y tenerte cerca. No se pudo. De todas maneras formas parte de esta familia. Tu papá se llama (dices su nombre). Tienes dos hermanitos que se llaman (dices los nombres). Todos sufrimos por tu ausencia y deseamos que, en donde estés, te encuentres bien. Te mandamos nuestro amor y aceptamos tu destino. Nosotros seguiremos un tiempo más con vida, porque así es nuestro destino”. O tal vez quieras presentarlo a tu gran familia, a los abuelos y bisabuelos de tu hijo, y digas: “Este niño forma parte. Por favor, tómenlo y acójanlo, es uno de los nuestros”. De esta manera, podrás tomar fuerza de tus ancestros y no de tus hijos; ellos más bien necesitan tomarla de ti y de su papá.
Sería provechoso para ti y para tu familia que hablaran de lo que sienten. Como es difícil, porque todos temen enterarse de cuánto es el dolor de cada uno, y están aguantando lo más que pueden para no empeorar las cosas y no lastimar a los demás (así es, aun cuando llegara a parecer lo contrario), les recomiendo que tomen terapia profesional en conjunto, a fin de que asimilen la pérdida y estrechen sus lazos afectivos. Si no se tiene un cuidado especial, o se le resta importancia a una experiencia de este tamaño, pueden llegar a sentirse solos cada uno, y a disminuir la confianza de que recibirán apoyo mutuo en familia.
Deseo que este evento les ayude a descubrir cuánto se aman y de qué maneras pueden cuidar unos de los otros.

lunes, 1 de noviembre de 2010

DESENCANTO AMOROSO

Cuantas veces has creído estar en el lugar correcto, en la hora precisa,
en el instante inolvidable que jamás llegó ni llegará, cuando te entregas con tu corazón sin recibir lo que tú sientes, sólo tristezas y desencantos. Qué triste es que un amor grande llegue a su fin. El desencanto es su tumba... y ni para llevarle flores. Vivir sola en tus adentros, es mejor que guardes ese deseo que te hace vibrar. Todo tiene un límite y en este caso creo que se rebosó la copa, miro hacia todos lados y todo se ha ido, o todo sigue, pero no sigue igual, ya nada es igual ni volverá a serlo nunca, y debo afrontarlo. Duele.
RESPUESTA
Gracias por tu correo, muy lindo. Has sido capaz de imprimir belleza al desencanto, que no es agradable. Reflejas sentimientos que todos hemos tenido alguna vez, cuando alguien muy amado nos muestra un rostro que no le conocíamos. Sufrimos. Quisiéramos encontrar la receta que lo (o la) haga cambiar, que lo (o la) modifique y transforme como nosotros necesitamos que sea. El dolor de comprender que nuestros anhelos no pueden ser cumplidos es muy grande, tan grande como las expectativas y las emociones que invertimos en la relación. Sin embargo, el desencanto no es la tumba del amor, sino la cuna de un amor distinto, más grande y realista.
Sublime es poder amar como tú has amado. Como estás amando. Tú lo dices: cuando te entregas con tu corazón. La experiencia es extremadamente valiosa y bella. Luego, siempre, viene el desencanto, inclusive si los amados logran consumar su amor, casarse, vivir juntos, tener hijos… porque la fantasía vuela e imagina una felicidad sin fin… que no existe. A lo más, la felicidad está formada por destellos, fugaces, que si hay suerte (y tenacidad), se repiten con frecuencia.
No hay experiencia más retadora que amar profundamente, ya que implica soñar y entregarse, pero también ser capaz de retomarse y volver a ser sí mismo o sí misma. Te encuentras en la segunda parte, la de recoger tu corazón y seguir entrenándolo para un segundo amor, más amplio y consciente, que se entregará con medida y se recuperará de los desencantos.
Este tema es mi favorito y le dediqué un libro, quizás lo conoces o te guste leerlo, “Biografía del amor”. Está a la venta en Porrúa, Gonvil y otras librerías. En él describo el proceso como el amor evoluciona. Me despido deseándote paz interior.

lunes, 18 de octubre de 2010

VIVIR LA PROPIA VIDA

Leí recientemente en su columna sobre una lesbiana que abandonó a sus hijos. Según entendí, usted opina que el padre debería enseñar a los hijos a honrar a esa madre que los abandonó. Mi pregunta es dónde está lo honorable en lo que hizo y porqué tienen ellos que liberarla de toda responsabilidad, no obstante que están siendo afectados en su desarrollo. ¿Acaso no tienen que aprender a distinguir lo que está bien de lo que está mal? Yo nunca estaré de acuerdo en que se considere lo mismo una familia de padre, madre e hijos y un “matrimonio” de personas del mismo sexo, como ahora se nos pretende hacer creer.
RESPUESTA
Gracias por expresar tu opinión. Cuentan de un gran líder de la ilustración que alguien lo confrontó, diciéndole que no estaba de acuerdo con lo que él pensaba y hacía, y respondió algo como esto: “Tampoco yo estoy de acuerdo con usted, pero daría mi vida por defender su derecho a pensar y expresarse libremente”.
En tu aportación descubro dos temas: 1) lo cuestionable de mi respuesta a la situación de una madre lesbiana que deja a sus hijos por seguir su orientación sexual, y 2) los matrimonios entre personas del mismo sexo. Escribiré sobre el primero, pues nunca he publicado acerca del segundo.
Comenzaré por repetir que cuando me dispongo a contestar una pregunta, me concentro en identificar para quién o quienes será mi respuesta, y de qué manera podrían superar aquello que les obstaculiza tomar plenamente su vida. En el caso que refieres, un padre preguntó cuál sería la mejor actitud para con sus hijos, pues la madre se había marchado en pos de algo que ella consideró le convenía.
No es difícil imaginar el dolor de la familia ante el hecho, lo difícil es salir del trauma y volver la mirada hacia la propia vida. El mayor riesgo es no poder modificar el foco de la atención y quedar paralizados mirando aquello que duele, y por tanto, olvidar que cada cual tiene sus propias responsabilidades y asuntos qué resolver. Aconsejar que padre e hijos se detengan a analizar si el hecho estuvo mal o bien sería redundante, ellos ya están haciéndolo, sin necesidad de que alguien intervenga. Había que aportar algo nuevo.
Lo nuevo consistió en recordar que cada persona puede vivir solamente lo suyo. Que ninguno podemos liberar de sus responsabilidades a nadie, puesto que le pertenecen. Tampoco vivir la vida de otros, ya que nos es imposible comer, dormir, aprender o morir en su lugar. Y no nos es dado cargar con las equivocaciones o méritos ajenos sin ser intrusos. Quien enfoca su atención en los proyectos y acciones de los demás, no atiende a los propios.
En este caso, honrar significa reconocer la capacidad y el derecho de una persona para decidir, inclusive si consideramos que comete un error, y dejarla experimentar tanto el hecho como las consecuencias, sin inmiscuirnos con la intención de mitigar o aumentar dichas consecuencias, ya sea juzgándola, compadeciéndola, justificándola, castigándola, sufriendo en su lugar o cargando de alguna manera lo que ella debe cargar y asumir.
Lo anterior va más allá de lo que usualmente hemos aprendido y plantea una fuerte exigencia de crecimiento tanto en el padre como en los hijos; pero, de darse, los dejaría fortalecidos y libres. Solamente ellos pueden decidir si la respuesta los convence o no.

lunes, 11 de octubre de 2010

RESISTENCIA A COMPROMETERSE

¿Qué les pasa a los jóvenes que no quieren compromisos? Uno de mis hijos va para los 30 años y dice que siempre será soltero, que mejor va a tener un hijo o dos con alguna mujer que quiera. Yo le dije: “Piénsate lo de tener un hijo, porque en cuanto haya niño, te va a dar igual estar casado, arrejuntado o como quieras estar... la ley, una vez que nace un niño, es abusiva contra el hombre, estés en la situación que estés”. Eso le dije y no supe qué efecto le hizo, pero me queda la espina de que se trata de algo fundamental. No sé si haya una intervención de mi parte que le sirva.
RESPUESTA
Estás preocupado por tu hijo. Quisieras tener para él todas las respuestas. Quizás te gustaría poder contestarle como cuando era niño y te preguntaba por qué esto o porqué lo otro y te sentías satisfecho, incluso si llegaba a desesperarte.
Hoy sigues teniendo muchas respuestas para él, si bien no todas, pues algunas deberá encontrarlas él mismo. Y los diálogos entre ustedes siguen realizándose como en aquel tiempo de la infancia, en parte con palabras y en parte con hechos. Juzgo que lo que aquí planteas pertenece a la primera categoría, la de las palabras, de lo contrario, ya estarías frente al hecho de ser abuelo sin boda previa.
Algunas preguntas se formulan como tales y otras parecen afirmaciones categóricas: “No me casaré jamás”. Cabe la posibilidad de que él esté preguntándote: “¿Qué opinarías de mí si me quedara soltero para siempre, y sólo tuviera un hijo o dos por ahí, con la mujer que así lo aceptara?”.
Captaste bien que se trata de algo fundamental, y le diste dos respuestas. La primera, clara e indiscutible: Piénsalo bien, porque ya sea que estés casado, arrejuntado o como quieras estar, será tu hijo. Y la segunda, algo más ambigua: La ley es abusiva con los hombres.
Me pregunto si con esta última quisiste suavizar o enfatizar la primera, la cual evidenciaba la responsabilidad que tu hijo adquiriría al convertirse en padre. Si tu intención hubiera sido quitarle peso, fue un esfuerzo inútil, ya que la paternidad es un compromiso que cambia la vida radicalmente, no tanto porque lo dicen las leyes humanas, sino porque así es. Pero si lo que hubieras deseado sería que él recapacitara en que la ley reconoce compromisos, obligaciones y derechos en los padres varones, tal vez disminuiste la fuerza de tu argumento llamándola abusiva. Esta palabra, “abusiva”, significa que es injusto y arbitrario lo que instituye.
Preguntas si hay una intervención de tu parte que le sirva a tu hijo. Creo que ya la estás teniendo, al responder con sinceridad lo que piensas. También, al exponer tu situación y buscar nuevas opiniones que esclarezcan las tuyas. Así ampliamos nuestros conocimientos los humanos, preguntando aquí, consultando allá, y permaneciendo flexibles para analizar con calma lo que vamos encontrando. Te deseo lo mejor.

lunes, 4 de octubre de 2010

MI AMIGO MURIO EN UN ACCIDENTE

Un amigo de la escuela tuvo un accidente y murió. Me afectó demasiado, me siento extraña, como fuera de mí misma, sin ganas de nada ni siquiera salir, no creo que sea miedo si acaso un poco, es que no es justo, él tenía 20 años igual que yo, es horrible, me la paso viendo fotos y correos que me mandaba, o nuevos que no contesto. Quisiera que alguien me dijera algo que me ayude o qué se hace en estos casos.
RESPUESTA
En estos casos se siente lo que tú sientes y se llora mucho. Dicen que el tiempo ayuda y es cierto, porque todo pasa y esto también pasará, pero pensarlo no te consuela. En el fondo, cuando ha habido mucho afecto, no se desea terminar de inmediato con el sufrimiento, es como un tributo para el ser querido, así que te toca sufrir intensamente durante una temporada. Sin embargo...
Es mucho lo que puedes y necesitas hacer. Puesto que te sientes extraña y fuera de ti misma, te urge volver, “sentirte en casa”. ¿Dónde estamos en casa? En ese sitio que sabemos nuestro, conocido y confortable que nos hace sentirnos a salvo. La dirección de dicho lugar no es terrenal o humana, sino espiritual. Se trata de lo más profundo del propio ser, de la propia alma. Bien afianzados en ella, si nos es preciso abandonar relaciones e iniciar otras nuevas, cambiar de rumbo, mudarnos de domicilio o de país, o cualquier cosa igualmente fuerte, seguiremos donde debemos estar: en nosotros mismos, en casa, a pesar del dolor y del estremecimiento. Quizá quieras repetir en tu interior: “Yo soy (tu nombre completo con apellidos) y estoy aquí”. Esto para volver en ti. Y agregar: “Querido (el nombre de tu amigo que dejó este mundo), tú estás allá. Te tocó partir antes que a mí. Gracias por todo lo que en vida me diste. Seguirás viviendo en mi corazón. Haré algo bueno en memoria tuya”.
Suele suceder que cuando alguien tiene un destino inesperado, como tu amigo, intuimos su dolor y el de su familia y, por cariño, quisiéramos poder hacer algo en su favor. Por supuesto que no sabemos qué, pues tales dolores son personales y es imposible que nadie los sufra en lugar de otro. Tampoco podemos aliviarlos. A veces, atinamos a rezar por su consuelo o a escuchar su pena. Esto sirve. También a ti te serviría conversar lo que sientes, hasta disiparlo. Se dice que “lo que no se conversa, se imprime”. ¿Quién desearía que se te quedaran impresas para siempre las dolorosas sensaciones actuales? Llegará el día en que vuelvas a la alegría de tu juventud, si buscas con quién platicar, inclusive si fuera con un psicoterapeuta. Y pide abrazos a quien tengas confianza y quiera dártelos, sin que sean eróticos. Estos últimos tienen el riesgo de hacerte confundir los enormes sentimientos que ya tienes, con un apasionamiento. Espera un poco, para que cuando digas “te amo” sea verdadero, y no el producto de una confusión. Te deseo paz.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com o al teléfono 7 63 47 28

lunes, 27 de septiembre de 2010

UN EJERCICIO LIBRE

Tengo 43 años, soltero. Este viernes salí de compras y compré bastantitas cosas. Cuando llegue a casa no me atreví a decir a nadie lo que compré, el chiste es que me torné aturdido, confuso y me sentí mal porque casi me acabé el dinero que traía. Luego, salió a relucir una frase que me gusta: No es controlándote como lograrás controlarte. Es que soy partidario de Vivirlo, para dejarlo (trascenderlo). Saqué una frase de este tema que dice: Los vicios se viven; luego, hasta entonces, se dejan. Practicar esta filosofía es peligroso, puede quedarse uno atascado en el proceso… pero ahí voy, yo, al pasito. Y es que sí, me sentí mal de excederme en gastos; pero luego luego me ubiqué en mi actitud: no es diciendo “no lo vuelvo a hacer”, “me llevaré menos dinero” o “voy a controlarme”. Soy partidario de fluir y no limitarse. Obviamente, ser así me trae problemas; pero sería mayor el problema si me evito, si evito la manifestación libre, fluida, sin trabas, de mi personalidad. Me acordé de otra frase: Tengo la actitud adecuada: no tengo actitud alguna. Claro, soy un “fracasado”, inútil, menso; pero mi esencia es fuerte y vivo mi esencia, creo que eso es finalmente lo que importa, ¡con todas las personas! Es acercándote a la luz del fuego, como lograrás algún día no quemarte.

RESPUESTA
No me haces preguntas. Tu correo me inspiró lo siguiente, quién sabe si te agrade:
Bueno, te fuiste de compras, gastaste más de lo que querías, lo disfrutaste, después te sentiste mal, aturdido y confuso y diste inicio a un diálogo interior:
- No es controlándote como lograrás controlarte – dijo la parte de tu personalidad que le gustan las frases.
- Soy partidario de vivirlo, para dejarlo (trascenderlo)- afirmó tu yo, pues habla en primera persona.
- Los vicios se viven; luego, hasta entonces, se dejan- dogmatizó la de las frases, universalizando su argumento.
- Practicar esta filosofía es peligroso, puede quedarse uno atascado en el proceso – opinó otra de tus personalidades, la cautelosa.
- Pero ahí voy, yo, al pasito – dijo tu yo.
Aquí me hace falta introducir otra voz, ¿cuál?, que pregunte:
- ¿Al pasito hacia dónde?
- Me sentí mal de excederme en gastos, pero de inmediato me ubiqué en mi actitud: no es diciéndome “no lo vuelvo a hacer”, “llevaré menos dinero” o “voy a controlarme”... ¡No! Yo soy partidario de fluir, de no limitarse – afirma tu yo.
- ¿Cero límites?, ¿y entonces, qué pasa? – pregunta la voz introducida, que sólo en apariencia es inaudible, ya que el yo le contesta:
- Ser así me trae problemas. Pero sería mayor el problema si me evito, si evito la manifestación libre, fluida y sin trabas de mi personalidad.
- ¿Te gustan las emociones fuertes, eh?, ¿vivir en el peligro? – interroga la parte de tu personalidad recientemente incluida.
- Tengo la actitud adecuada: no tener actitud alguna. – interrumpe la de las frases.
- Claro, soy un fracasado, inútil, menso...
- ¿Quién dijo eso?, ¿el yo?, ¿alguien se lo ha dicho, o piensa así de sí mismo?, ¿acaso existe otra voz que no tiene voz, como yo? – vuelve a intervenir la personalidad menospreciada.
Nadie la escucha.
- Pero mi esencia es fuerte. Vivo mi esencia y creo que eso es finalmente lo que importa ¡con todas las personas! - continúa el yo en primera persona.
- No hay reglas; incluso la regla de que no hay reglas - interviene la de las frases con aplomo.
- ¿Es eso verdad?, ¿cómo lo sabes? – insiste la voz sin derechos.
- La verdad es para unos cuantos; si fuera para todos, no sería verdad – concluye la de las frases, y agrega: - Es acercándote a la luz del fuego como lograrás algún día no quemarte.
- Espero que así sea – murmura la voz que nadie oye.

FIN

CAPITALIZAR LO QUE ES DE UNO

Hace un año me divorcié, fue difícil. Al principio me enfoqué a buscar una pareja para llenar el vacío que me dejó la relación anterior, pero hice un alto y mejor me ocupé de trabajar mi duelo. Fue muy doloroso el proceso, pero creo que estoy saliendo. Ahora siento que ya estoy preparado para iniciar otra relación.
¿Qué sugerencias me puedes dar para poder relacionarme con amistades y conocer una mujer e iniciar una relación? ¿Cómo debo empezar? Ya que estando casado siempre me enfoqué a mi familia y descuidé conocer personas, y siento que a mi edad es complicado, tengo 40 años y soy un poco tímido.
RESPUESTA
La respuesta clásica a tu pregunta sería: “Sal de tu soledad e inscríbete en un curso de lo que sea, un club, un partido político, un maratón, cualquier grupo, o ponle un collar a tu perro y sácalo a pasear, para que conozcas gente que conoce gente y puedas establecer contacto...”.
Repito que la anterior sería la respuesta usual y posiblemente la has practicado ya, pero tú sabes que no es suficiente estar dentro de una multitud para sentirse acompañado y llenar el vacío interior, ya que éste no puede ser llenado de cualquier manera. Si imaginamos la vida como un rompecabezas, sólo la pieza adecuada encaja en el hueco que falta. Hay mucho trabajo previo que hacer.
Lo primero es dejar de percibirte vacío y con un hueco qué necesita ser llenado. Las sensaciones de soledad y de carencia ahuyentan a la gente. Lo contrario es sentirte pleno y abundante. ¿De qué? De amor, experiencia y cosas qué ofrecer. ¿Cómo se logra esta plenitud?
En tu alma, necesitas reconciliarte con las mujeres. La primera y más importante es tu mamá, pues para ti, ella las representa a todas. Podrías, interiormente, inclinar tu cabeza ante su imagen y decirle: “Te honro, y en ti honro a todas las mujeres”. Esto significa que tal como ella sea o haya sido, la tomas en tu corazón para amarla. Con esta actitud, expulsarías cualquier resentimiento, rencor y exigencia y te llenarías de amor.
Aparte, en tu alma, necesitas reconciliarte con tu pareja anterior y todas las que hayas tenido. Son tu fuente de experiencia. Podrías visualizarlas y decir a cada una: “Gracias”. Con ello, estarías honrando lo que has vivido, en lugar de percibirlo como desgracia o causa de inseguridad, complejos o culpabilidad, y te percibirías rebosante de experiencias positivas que forman parte de tu riqueza. Una persona así, que irradia amor y sabiduría, es atractiva para cualquier ser humano, pues le permite sentir que es bienvenido y puede surtirse de todas las cosas bellas que guarda en el interior.
Te encuentras en el final de un capítulo de tu vida e inicio de otro. Tu pasado es tu capital, lo que te hace rico. Cuando hayas tomado con amor todo lo tuyo, estés pleno, y sepas compartir tu plenitud, sin darte cuenta estarás practicando lo que al principio llamé “respuesta clásica”, en un maravilloso y estimulante intercambio de bienes.

lunes, 13 de septiembre de 2010

LO POSITIVO DE LA CULPA

Me siento culpable porque durante los últimos seis años de vida de mi madre me fui al D.F., según yo siguiendo el amor, pero además de que resultó falso como ella me lo advirtió, yo, por tratar de arreglar lo que no tenía remedio, a ella no le puse atención ni vine a verla, hasta que estuvo grave y murió. Mis hermanos me reprocharon, tal vez con razón, que la empujé a la muerte, ella nunca se hizo a la idea de que yo viviera con un hombre que tenía otra familia. Luego que mi mamá nos dejó, terminé con esa relación, pero no tengo tranquilidad y además no sé cómo explicarle a mi hija, ahora de 9 años, todo lo que pasó, por qué nos vinimos y nunca ha vuelto a ver a su papá. Mi pregunta es qué puedo yo hacer, porque la niña no tiene culpa de nada.

RESPUESTA

Te sientes culpable. La culpa mueve, nos pone inquietos. Los perezosos y los deprimidos son personas que no quieren tomar sus culpas. Permanecen paralizados, como casas sin energía eléctrica, en la que no funciona el refrigerador, la lavadora, la plancha… y tampoco se puede oír música o ver televisión. Al negar su culpabilidad, quedan aparentemente quietos, escondidos detrás de la impotencia y del sentirse víctimas. Pero no les es dado renunciar al poder que los arrastra. Porque lo tienen, es irrenunciablemente suyo, y lo usan -no puede ser de otra manera-, sólo que en su propia contra, para destruirse, ya que una culpa no resuelta conduce al auto castigo y a la expiación.

En cambio, las personas que toman su culpa, sin negarla ni evadirla, reciben con ella un poderoso manantial de energía; pueden reparar el daño, asumir su responsabilidad y crecer más grandes que el problema, superarlo.

Tú no niegas tu culpa, sólo te falta permitirle que sea el manantial de tu energía. ¿Qué quiero decir? Que por mucho que te hayas equivocado, inclusive si fuera cierto que empujabas a tu madre a la muerte, son este tipo de acciones fuertes y dolorosas las que más nos obligan a crecer, al menos para soportarlas. Y si abandonamos la necesidad de sentirnos perfectos o impecables, nos convierten en seres humanos seguros y valerosos, puesto que fuimos capaces de sobrevivir a algo que nos ocasionó gran dolor.

Pues bien, sobreviviste a dos penas grandes: la de desilusionarte de tu amor y la de que tu madre haya muerto. Puedes sobrevivir a más cosas. Puedes convertir tu culpa en la fuente de tu energía, y con ella, armada de este valor, reconocer que tu hija necesita de su padre. Puedes permitir que lo ame y tenga deseos de verlo. Puedes dejarla libre y sin la necesidad de ver las cosas como tú las ves. Creo que le harás bien si, en lugar de inculcarle que es hija de la culpa, le dices que lo es de aquel amor que una vez unió a sus padres y luego no pudo mantenerlos juntos, salvo dentro de ella, pues él y tú conviven en su cuerpo, donde jamás podrán separarse, pues ella es mitad tú y mitad su papá, conjuntados en una vida nueva y distinta. Serás lo suficientemente fuerte para respetar el derecho sagrado de tu hija de sentirse digna de la vida que recibió.

lunes, 23 de agosto de 2010

ESTILOS DE AMAR

ESTILOS DE AMAR
Todavía, con casi 30 años, me toca estar pidiendo permiso y escuchando sermones. Me gusta viajar, conocer personas y lugares y divertirme, lo cual hace que mi madre enloquezca. La última vez, cuando por fin terminó su perorata, le dije, “mamá, ya estoy lo suficientemente vieja para cuidarme sola, cuando era chica tenía que hacerle caso a todo el mundo, y ahora que estoy grande tengo igual que escuchar a todo el mundo y que me digan lo que tengo que hacer y decir. Si quieres una hija aburrida, búscate otra, porque yo no pienso dejar de vivir, sólo por hacer las cosas que tú quieres que haga”. Obviamente, nunca he podido hacer que entienda mi punto de vista y me responde con otro sermón como de cura el domingo, pero aplico mi mecanismo de defensa y al final le digo, “Madre, cuando esté en cada ciudad te llamo y te aviso que estoy bien, si eso te hace feliz, y cuando regrese te voy a contar lo increíble que me fue y te envío todas las fotos”. Tampoco la hago feliz, pero al menos no peleo más de la cuenta con ella. Le digo que le hago la vida más entretenida. Ahora está buscando otro recurso para detenerme: enfermar. Pienso que los papás se hacen más viejos y con ello, sus sermones son más largos y sus recursos más retorcidos. ¿Qué opinas?
RESPUESTA
Mi opinión es que tú ya decidiste lo que quieres hacer, cómo quieres vivir y de qué manera interpretarás los acontecimientos que se te presenten. Imagino que si mis palabras sirven para afianzarte en tu decisión, pensarás que soy una sabia, y si no, las considerarás “un sermón como de cura el domingo”. De todas maneras te diré la imagen que me formé al leer tu escrito.
Veo que estás ejerciendo tu derecho para decidir y saberte responsable de tus actos; es decir, para afrontar las consecuencias que tus decisiones traigan consigo.
Ignoro qué tan cierta y grave es la enfermedad de tu madre. También ignoro si es un recurso para detenerte. Lo que me pregunto si alguna vez la acompañaste con el médico, si a él le preguntaste su opinión y te cercioraste de que las cosas son como tú las ves, a fin de no exponerte a concluir a la ligera que “los papás se hacen más viejos y con ello, sus sermones son más largos y sus recursos más retorcidos”. Pienso: ¿todos?, ¿siempre? Las generalizaciones tienen el peligro de ser inexactas.
También me pregunto qué sitio piensas que ocupa el amor en tu corazón y cómo lo expresas. Todos tenemos amor, es una necesidad natural de sentirnos vinculados con otros seres humanos. La forma de satisfacer dicha necesidad natural es distinta en cada persona.
Leyendo tu escrito, no pude formarme una imagen clara de tu estilo personal de vivir el amor. Quizá tomar fotos y enviárselas a tu madre sea tu manera de mostrarle amor y sentirte vinculada. A lo mejor crees que amar consiste en que dos personas piensen lo mismo, y expresas tu amor intentando convencer a tu mamá de que adopte tus pensamientos. Quién sabe si para ti el amor consista en dejar libre a la otra persona para que piense y actúe como le parezca conveniente, y esperes de tu mamá que, si te quiere, no te amarre, ni tú a ella. Si éste fuera el caso, necesitarías dar lo mismo que pides y permitir que tu mamá piense y actúe como le parezca conveniente, y no darte el lujo de censurar las maneras elegidas por ella.
Como has podido ver, no es mucho lo que puedo aportar. Me despido deseando que la vida te sonría y te sientas plena de amor, siempre.

lunes, 16 de agosto de 2010

LA PAZ

Tengo 39 años. Me casé joven, al terminar la prepa. Mi ex era dos años menor que yo. Nos casamos muy enamorados, con el deseo de que nuestro matrimonio fuera para toda la vida. Solamente duró 20 años. Me salí de la casa con la finalidad de darnos un espacio y hubiera un cambio positivo, lo cual mi ex aprovechó para promover el divorcio. La desconocí porque en este inter decía que me quería mucho. Interpuso una demanda con pensión alta. Hizo muchos trinques con su abogado para quitarme propiedades. Lo que me desconcertó emocionalmente es que ahora tiene una relación con una lesbiana y su actitud es de libertinaje.
Mi pregunta es, ¿qué debo hacer para adquirir mi tranquilidad personal y la de mis hijos, y sanar el dolor que me causa este problema? ¿Cómo debería ser la relación con mi ex? Porque le tengo coraje.
RESPUESTA
Todo divorcio es un evento sumamente doloroso, del que nadie sale intacto. Se destruye un mundo para dar paso a otro. Muchas personas se quedan atoradas en el primero, reduciéndose a lamentar que “un tifón” arrasó con lo que más querían; en cambio, otras se dedican a ver qué quedó y qué pueden hacer para sobrevivir de la mejor manera posible. Tu pregunta acerca de cómo sanar el dolor y adquirir tranquilidad para ti y tus hijos, me hace pensar que eres de estos últimos, tienes fortaleza y estás creciendo. Al parecer, dentro de la aflicción tan grande que tienes, no pierdes de vista que tú y ellos necesitan paz.
Nota que cambié la palabra “tranquilidad” por la de “paz”. Una persona tranquila no tiene emociones fuertes y mucho menos encontradas, posiblemente se encuentra tumbada en una playa o viendo televisión. En cambio, quien tiene paz, ha logrado reconciliar los opuestos y darles un lugar en su interior, como cuando dos ejércitos que pelearon, mataron y saquearon pactan terminar la guerra y convivir. Necesitarán de gran fortaleza y claridad mental para poner rienda a los recuerdos y contener los sentimientos, pues un descuido basta para que regresen las hostilidades y la destrucción.
Las guerras suelen arrastrar y afectar también a los que no quieren participar en ellas. Ésta que vivieron tú y tu ex, es de ustedes dos. Ambos están heridos y sufren dolor. El dolor hay que llorarlo, solo así se mitiga. Los hijos de ustedes, que no son protagonistas, seguramente han participado en la refriega y tomado partido. Hay que sacarlos de ella a cualquier precio, o se dedicarán a vivir una vida que no es la suya, descuidando la propia. ¿Cómo?
Lo que te diré es muy difícil, pero necesario. Necesitas enseñarles a respetar y honrar a su madre. También, a respetarte y honrarte a ti. Que no se metan a juzgar quién de ustedes es mejor o peor, ni quién tiene la razón. ¡Fuera, no es su asunto! Vivan su vida y dejen la ajena.
Termino recomendándote hacer una Constelación Familiar, para acomodar el coraje que tienes, darle un buen lugar en tu corazón y transformar su energía en valor. El valor también destruye, pero solamente lo que debe ser destruido, es decir, los obstáculos para llegar a la meta. En tu caso, a la paz.

lunes, 2 de agosto de 2010

CRECER

CRECER
Leo sus artículos y me gustan. Me gustaría saber porqué en todas partes se habla de cambio: cambiar de hábitos, cambiar de manera de pensar, etc. Qué diferencia hay entre querer cambiarlo todo y ser inestable de carácter
RESPUESTA
El cambio es la esencia de la vida. Un antiguo filósofo, Heráclito, decía que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, pues cambia la persona y cambia el río, en un proceso continuo de nacimiento y destrucción al que nada escapa. Si esto es verdad, entonces no es que necesitemos cambiar, sino que cambiamos, y punto.
Ahora bien, ya que cambiamos aunque no hagamos nada, es preferible hacer algo para conducir este cambio hacia el crecimiento y no hacia la involución.
¿Esto es posible? En el cuerpo, sólo en determinadas edades; en la mente, siempre.
En el cuerpo, un bebé y un niño cambian hacia un mayor desarrollo; el maduro y el viejo, hacia un declinar que terminará en la muerte. La mente, por fortuna, puede crecer perpetuamente; no obstante, a veces también involuciona como el cuerpo. Para mantenerla en forma se necesita ejercitarla constante, firme y tenazmente con cambios dirigidos hacia la adaptación inteligente y armoniosa a las circunstancias. Esto es esencialmente opuesto a la inestabilidad de carácter, que consiste en que la persona no decide ni se hace cargo de dirigir su vida, sino reacciona a los acontecimientos de manera automática e impredecible. Imagino la diferencia entre ambos como el estilo de conducir un auto. En el primer caso, el conductor quiere llegar a un destino y se adapta a lo que encuentra; ve un bache o una curva y hace las modificaciones pertinentes en el volante, el acelerador o el freno, para pasarlos de la mejor manera; en cambio, el inestable de carácter no modifica nada, permite que el auto brinque o salga de la carretera y luego se queja o maldice su mala suerte, sin reconocer su colaboración en lo que está sucediéndole. Quiero decir que de todas maneras tuvo cambios, pero no hacia una mayor capacidad de adaptación.
Lo que necesitamos es crecer, no querer cambiarlo todo. Crecer es volvernos más grandes y poderosos que los retos y los problemas. Cuando éramos niños y llegamos al kinder, nos pusieron a hacer rayitas y bolitas. Para esa edad era una tarea bastante difícil, pero crecimos y sabemos hacer números, letras, sumar, restar y muchas cosas más... Aquellos retos ahora nos parecen pequeños. Así es cuando uno crece; lo que antes parecía muy pesado parece liviano, porque está capacitado para enfrentar retos cada vez mayores, y en el momento que éstos se presentan, no dice: “Pobre de mí, me ahogo con tantos problemas”, sino: “Puedo encontrar la solución”.
Me despido deseándote cambios felices, aun en las circunstancias más adversas.