martes, 26 de agosto de 2014

NO ES CULPA MÍA


Hay ocasiones en que la expresión “no es culpa mía” es irresponsabilidad, y otras, la única manera de salir de un embrollo insoluble. Importa saber discernir unas de otras.

Todos tomamos las decisiones que en su momento parecen acertadas, optando por “lo mejor” o “lo menos peor”; pero a veces estamos desprevenidos o nos fallan los cálculos y, posteriormente, vemos que cometimos un error por el que nosotros o alguien más debe sufrir. ¡Cuánto nos duele equivocarnos! Para evitar que nos duela, con frecuencia decimos “no es mi culpa”, aunque lo sea; buscamos dis-culpas. Podemos encontrar alguna muy persuasiva, que deje a todos convencidos de nuestra inocencia, pero el alma sabe la verdad: somos culpables de haber actuado de un modo distinto al que nos inculcaron. Tenemos dos opciones: 1) Decir o pensar: “Sí, lo hice, soy responsable y asumo las consecuencias”, o 2) “No es culpa mía, este dolor no es mío, las consecuencias no son mías, me quieren culpar injustamente, soy víctima”. En este caso, la “victimez” abre las puertas a toda clase de malestares, porque las consecuencias han de venir, nos gusten o no, y gastaremos nuestra energía en negar lo que es.

Las situaciones en que la expresión “no es mi culpa” es verdadera y sanadora, se refieren al destino.  Un ejemplo extremo: imaginemos a una mujer cuya abuela murió en el parto de una niña, que sobrevivió. Por supuesto que nadie quería matar a esta abuela, solamente sucedió, pero la familia se ve sometida a dolor y tensión terribles y tal es el medio en que la criatura debe crecer, necesitada de que alguien se haga cargo de ella y la consuele. Sería muy sanador si la pequeña pudiera decirse a sí misma: “Esto no es culpa mía”. En fin, creció, se casó y tuvo a su hija, la mujer que habíamos imaginado al principio, a la que la madre, sin querer ni darse cuenta, hace partícipe de su dolor, desolación y desconocimiento de cómo es una buena madre, puesto que no lo experimentó en sí misma. También para la nieta sería muy sanador que pudiera decir: “Esto no es culpa mía, este dolor pertenece a mis abuelos y a mi madre”. Del destino nunca tenemos la culpa, sin embargo, seguimos siendo responsables de todo cuanto nuestra mente y nuestro cuerpo hagan, en el sentido de que vivimos consecuencias de felicidad o infelicidad.

Esto pertenece a la práctica de Constelaciones Familiares, por eso digo que en ellas podemos modificar actitudes. Si la nieta logra no solo comprender, sino sentir el dolor que ella está llevando y que no le pertenece, y a través de representantes lo devuelve a los dueños, los abuelos y la madre, con todo el amor que es capaz, puede experimentarse libre de un trauma que sucedió mucho antes que ella naciera.

A propósito de Constelaciones Familiares, nuestra sesión gratuita del viernes pasado estuvo muy bien, con lleno completo. Lo único que sentí fue que personas se quedaron afuera, porque solamente las que habían llamado y reservado pudieron entrar. Para reparar un poco esta contrariedad involuntaria, este viernes 29 haremos otra sesión abierta, sin costo, de entrada libre, a condición de que antes llamen al 763 02 77 y reserven su lugar. Y a quienes vinieron y me manifestaron tanto amor, muchas gracias, sus palabras todavía nutren mi alma.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.

 

lunes, 18 de agosto de 2014

CONSTELACIONES FAMILIARES


La evidencia suele estar frente a nuestros ojos antes que podamos descifrarla. Por ejemplo, la gravedad existía antes que fuera “descubierta” y se le calculara una fórmula matemática; pero siempre cualquier cuerpo existente necesitó un piso que lo sostuviera o caía hasta encontrarlo. La explicación científica no agregó ni quitó nada a lo que era un hecho, solamente satisfacía a los científicos. No tenemos explicación científica para todas las cosas.

En una sesión de Constelaciones Familiares se pidió a la consultante que eligiera una representante para su mamá. Lo hizo, y ésta sin más se tendió en el piso. “¿Tu madre duró tiempo enferma?”, preguntó la facilitadora. “Sí”, respondió la interrogada estupefacta, y añadió: “Le dio una embolia cuando yo nací y casi siempre estuvo en cama, después de mí tuvo otros cuatro hijos”.

Cuando uno ve cosas así en una constelación, el raciocinio parece pedalear en el aire. No puede creer lo que está mirando pero no encuentra argumentos en contra, y  para completar el cuadro, el alma del consultante parece decir: “Sí, sí, así es”, muchas emociones de todas clases toman un acomodo nuevo y el rostro quien hizo la consulta resplandece.

Todavía no existe la fórmula matemática que explique cómo sucede que personas que no conocen a quienes representan, pueden captar a través del cuerpo y sus movimientos hechos y emociones de los que no tenían noticia. Ni siquiera intentaré describir las numerosas hipótesis que han intentado darle un matiz científico al fenómeno, más bien me interesa señalar que Bert Hellinger lo convirtió en una eficaz herramienta para la reconciliación de la persona consigo misma, su origen y su historia; es decir, con las cosas como son, y con el destino como es.

Posiblemente se preguntarán: “¿Por qué llamarlas Constelaciones?, ¿tienen algo que ver con los astros?”.  El nombre es una analogía, en el sentido de que la persona es vista inmersa y en relación con los sistemas a los que pertenece: familia, grupos, ciudades, naciones, etc. de la misma manera que un planeta o una estrella tiene un lugar definido, con una órbita y una trayectoria, dentro de una constelación formada por cuerpos celestes. Esto significa que a nadie se le considera solitario, sino en relación consigo mismo, su entorno, su historia y la historia antigua de antes que naciera, como resultado de acontecimientos que a veces ni conoce. Y "reconciliación" significa asentir a la propia ubicación y funcionar armoniosamente dentro de ella.

El próximo viernes 22, de 10 a 14 horas, tendremos una sesión abierta de entrada libre de Constelaciones Familiares. Asiste, experimentarás cosas nuevas, ya sea constelando a tu familia, ayudando a otros como representante o aprendiendo de lo que contemplas. Comprobarás por ti mismo que somos mucho más que nuestro cuerpo físico, inteligencia y sentimientos; también somos relaciones y Espíritu. ¿Dónde será? En San Sebastián 408, Col. La Martinica. Aparta tu lugar llamando al 763 02 77

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , al teléfono 7 63 02 77 o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.

 

 

jueves, 14 de agosto de 2014

ANIMAL RACIONAL E IRRACIONAL


Se dice que “el hombre es un animal racional” y sabemos que esta definición es incompleta: una gran porción de nosotros es irracional, los sentimientos, y nos hacen decir: “Yo no debería sentir lo que siento (no es lógico, no me conviene, me hace daño), pero me es imposible dejar de sentirlo”, “este impulso es superior a mis fuerzas”…

Los sentimientos siguen sus propias leyes. “El corazón tiene razones que la razón no entiende”. Como ya dijimos, son nuestra parte irracional y su influencia en lo que hacemos es indiscutible. ¿Quién no conoce a alguien que arruinó un buen negocio en un arranque de ira?, ¿o que se enamoró de la persona que menos le convenía? Los ejemplos podrían multiplicarse.

Ya en otras ocasiones hemos visto que nuestra vida mental tiene dos piernas: la intelectual y la afectiva, y que si éstas no marchan en armonía una con la otra, algo malo sucede: nos sentimos mal, nerviosos, frustrados, sufriendo, tal vez enfermos. Y que la armonía entre ambas “piernas” es más bien excepción que regla, porque culturalmente y durante siglos se ha otorgado gran importancia al desarrollo intelectual, mientras en el campo afectivo permanecemos casi analfabetas; no solo desconocemos buena parte de nuestros sentimientos, sino que con frecuencia nos avergonzamos de que existan, cuando nuestro intelecto no los admite como algo deseable, ni como objeto de estudio.

Nos gusta creer que la razón es capaz de gobernarnos bien la vida, y que si logramos identificar  y definir la equivocación que nos ha estado ocasionando problemas, eso bastará para corregirla. No siempre resulta así: continuamos cometiéndola, a pesar de conocer sus consecuencias y saber que nos hace daño, porque cabeza y corazón son dos mundos diferentes, como la tierra firme y el mar  o estar dentro de alguna alberca; así de diferente es pensar que sentir.

Para el reacomodo de muchos asuntos afectivos se necesita ubicar nuestra conciencia en el ámbito de lo irracional. Esto generalmente nos ocasiona un terror parecido al que sentiría quien por primera vez se lanza al agua; el culto al intelecto nos hace temer por nuestra cordura y creer que haremos el ridículo. Sin embargo, no se aprende a nadar manteniéndose seco, hay que entrar dentro del agua, sentir la diferencia, moverse y aprender cómo respirar.

El próximo viernes 22 de agosto, de 10 a 2, tendremos una sesión de este “sumergirse en lo irracional”; es decir, de Constelaciones Familiares. Las personas que asistan comprobarán por sí mismas la diferencia enorme que hay entre lo intelectual y lo afectivo, y conocerá algunos de los ejercicios que se realizan en nuestro Diplomado para aprender a reducir la brecha que existe entre cabeza y corazón y establecer vías que comuniquen a ambos. Están todos invitados, es abierta al público, la entrada es libre, los esperamos.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares

 

 

 

 

 

lunes, 4 de agosto de 2014

RIVALIDAD ENTRE HERMANOS


Soy viuda y tengo tres hijos hombres, solo el mayor sigue casado, los otros dos se apartaron de sus parejas y regresaron conmigo a vivir. Uno, el más chico, ha tenido más mala suerte, casi toda la vida vivimos juntos, menos cuando se fue con su primera pareja y ahora con la segunda. Yo lo veo que quiere volver, pero como no se lleva con el de en medio, que también está conmigo, me dice que  lo prefiero más que a él y por eso no se trae a su mujer y a su hija a la casa. Yo los quiero mucho a todos, me preocupa verlos sin dinero, a todos los ayudo cuando puedo, deseo que estén bien y también pienso que no me gustaría quedarme sola, lástima que no son hermanables entre ellos. De chicos lo eran, ahora ya de grandes es cuando se volvieron como muy fijaditos uno con otro y conmigo, se enojan y eso no me gusta. ¿Qué puedo yo hacer para que dejen de pelear y vivan en sana paz?

OPINION

Entiendo que tu deseo más grande es que tus hijos y tú puedan convivir en paz, como familia que se quiere y apoya, te duele verlos peleando entre ellos y contigo y quisieras encontrar una manera de unirlos para que se ayuden mutuamente, o por lo menos no se hagan la vida más pesada. ¿Voy bien?

Solemos pensar que nada más cuando pequeños los hermanos luchan entre sí por ser el favorito de la mamá, pero a veces tal competencia perdura también cuando ya están grandes y tienen su propia familia. Tus hijos te quieren mucho, solo que no han dado el paso que les permita saber que cada uno es amado por ti de una manera individual, que tu amor no se divide y nunca vas a dejar de ser mamá de todos ni de quererlos. Cada uno te quiere solamente para él, aunque no sé si esto les pasa a los tres, a dos, o al más joven. Esto lo sabes tú.

Para los niños es muy difícil abrir espacio a un hermanito nuevo y compartir a la mamá con él; sin embargo, es una exigencia de la vida que lo haga. Junto con eso aprende a convivir con otros seres humanos en un espacio común y se vuelve sociable y tolerante.  Tus primeros hijos sí tuvieron esta oportunidad, quién sabe si lograron superarla y son ahora compartidos, pero el último no, porque no debió sufrir el dolor de ser desplazado por otro hermano, así que necesita ahora de grande, voluntariamente, hacer un espacio en su corazón para los demás y compartir con ellos tu cariño.

¿Y tú, qué puedes hacer? Primero, entender que luchan por obtener tu amor y hacerles ver que cuentan con él. Todos, cada uno de acuerdo con su personalidad. Luego, cuidarte de favoritismos. Las mamás solemos tomar como favorito al que consideramos que tiene peor suerte, pero esto no lo ayuda sino que lo convence de que está mal y es un “pobrecito”. Tú nunca estarás sola, tus hijos siempre te buscarán como a su madre. Si accedieras a las claras o veladas exigencias del menor, de que te pronuncies a su favor sobre su hermano, no solo cometerías una injusticia con éste, sino que condenarías al más joven a renunciar al éxito y los esfuerzos personales, porque su mayor éxito consistiría en “ser tu dueño”.

Te recomiendo que hagas una Constelación Familiar sobre el tema, verías si mi opinión es o no acertada.

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