Leí su publicación donde dice que hay que
dejar de cargar problemas ajenos, miedos inculcados, etcétera. Pero hay algo
que por más que intento que no me afecte no he podido estar tranquilo. No es un
miedo que traiga de mi infancia, es un miedo que tengo como padre. Me da miedo
mi país, su inseguridad, los asaltos, secuestros, asesinatos, y me quitan
la tranquilidad porque ya nos alcanzó esta realidad, ya no hablamos del país
vecino o de una ciudad alejada de nosotros, ya saltó a la vuelta de tu hogar,
secuestros a personas conocidas. Sé que yo no soy el del secuestro o el que
asaltó o mató a alguien, y me vienen a la mente sus palabras en donde la acción
de una persona no tiene por qué afectarme, pero en este caso me afecta en mi
paz en mi tranquilidad y en mi hijo; quisiera dejarle un país tranquilo y
seguro para vivir. ¿Cómo poder superar o dejar de sentir este enojo hacia la
gente que hace este mal?
OPINIÓN
¡Qué pregunta más difícil e interesante! Tienes
razón en que el ambiente actual no ayuda para que vivamos tranquilos y felices;
más bien es adverso. Produce personas asustadas y enojadas. Nuestra sociedad
está enferma de la enfermedad de la violencia. Nuestro país da miedo por su
inseguridad. No es que estemos inventando o exagerando ni que nuestros miedos sean
los delirios de un loco, sino que son muy reales.
Sabemos que cada uno de los pensamientos y
sentimientos que experimentamos modifican nuestro cuerpo en sus reacciones
electroquímicas y, por lo tanto, influyen en nuestra salud física y mental.
¿Nos resignaremos a enfermar, o haremos algo para permanecer sanos?
Por lo pronto, no hay señales ciertas de que
la solución al miedo y enojo que nos provoca la inseguridad vaya a provenir de
afuera, de la sociedad o del gobierno. Debe surgir de adentro, de la habilidad
de cada uno para luchar por la propia felicidad.
La felicidad no es fácil, hay que buscarla,
defenderla y cuidarla todos los días, día y noche, pero ¿cómo lograrla si
estamos enojados o asustados?
Con la paz interior. Necesitamos lograr esta paz, por amor a
nosotros y a nuestros seres queridos, o formaremos parte del problema. Si uno
sabe de un atraco o un secuestro y siente ganas de patear a los autores, ya se
contaminó de violencia, la trae adentro. Necesita limpiarse y soltarla: “Esto
no es mío”.
Si uno deja de cargar con culpas y miedos
ajenos y se enfoca sólo en sus propias responsabilidades, puede atender la de
encontrar la manera de ser feliz.
Cada persona puede preguntarse: ¿Cuál es mi
responsabilidad respecto a la inseguridad? Por ejemplo, cerrar mi puerta con
llave. No ser ostentosa ni presuntuosa. Rodearme de personas honestas y
conocidas, no pedir favores o préstamos o hacer negocios con delincuentes...
Eso en lo físico.
En lo mental: mantener mi mundo sin violencia
y con amor. Mi mundo soy yo y mis seres queridos. También los conocidos. Por lo
general, los pares se juntan: ratas con ratas, colibríes con colibríes,
pacíficos y amorosos con pacíficos y amorosos.
En lo espiritual. Quienes tienen fe en un
Poder Superior y hacen oración, poseen un recurso adicional: orar por la propia
paz y también por los delincuentes, pedir para ellos, con amor, la paz y la
sabiduría.
Por último: legar a nuestros hijos un país
tranquilo y seguro para vivir no está en nuestras manos. Vamos a dejarles lo
que hay más lo que somos; nuestro estilo y aprendizaje de cómo imponernos a la
adversidad en lugar de sucumbir ante ella.
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