martes, 30 de julio de 2013

ESTABILIDAD


Tenemos a mi nieto de 5 años porque su mamá es madre soltera, lo tuvo muy jovencita, de 17, ahora tiene 22 y trabaja, el papá desde un principio no quiso hacerse responsable. El niño primero estuvo en un kínder que lo tuvimos que sacar a causa de un viaje que después no se hizo; luego pasó al actual, está cursando segundo; para tercero debe volver a cambiar  porque no hay cupo en el que está. Mi pregunta es si le convendría más que lo metiéramos a terminar el kínder en una escuela grande, con primaria, para que ya no tenga más cambios, pero tiene la desventaja de ser grande y el niño no está acostumbrado a los grupos numerosos, o tal vez sea mejor regresarlo a donde hizo primero, que ya lo conoce, pero tendría que salir al terminar el año.

RESPUESTA

Describes cuánto desean el bien de tu nieto, los cambios de escuela que ha debido tener, que comprenden que el adaptarse a un nuevo grupo cada año puede afectar su proceso de socialización y estabilidad. Noto el amor y el cuidado que ponen en el niño.

Al decir “tenemos a mi nieto”, ¿a quiénes te refieres?, ¿a la mamá y a ti?, ¿a ti y tu esposo?, ¿a los tres?

Lo que da estabilidad a un ser humano es la familia, sobre todo la madre, luego sigue el padre, a continuación los abuelos, y por último, la escuela. Todos tienen algo que aportar y desempeñan papeles importantes en que un niño sepa que tiene su propio lugar, uno que nadie más puede ocupar y que en el futuro se llamará identidad, destino o vocación. La madre y el padre son los fundamentales, por eso me pregunto: ¿qué opina la mamá respecto al cambio de escuela?, ¿y el papá?

Sin profundizar en la situación de que el padre no está presente para ocupar su lugar, me referiré a los que sí están: tu hija, madre del niño, tú y tu esposo. Ustedes representan la estabilidad para tu nieto. Las situaciones de afuera cambian: un año tendrá una maestra y después otra, se hará de unos amigos, los dejará y adquirirá otros, terminado el kínder lo dejará para ir a primaria, luego a secundaria y en fin, que no existe la estabilidad total, pero sí la continuidad; es decir, la familia, a la que uno pertenece para siempre. Siempre. Siempre. Hasta en los apellidos del propio nombre está presente. Si nos faltara un apellido, nos fue negado, pero es nuestro. Lo que es, es y será aunque alguno de todos muera. Aunque se vaya a otro lado. Los padres son padres y los hijos son hijos. Eso es lo que uno es, un ente en constante modificación que no deja de ser uno mismo. Esto es lo estable.

Quizá estés pensando que no respondo a tu pregunta de si a tu nieto le conviene un kínder u otro. Esa decisión, buena o mala, debe tomarla tu hija, porque ella es la madre del niño. Tanto él como ustedes deben conformarse con lo que ella decida, incluso si no les gustara, porque de este modo estarán respetando su lugar de madre. Te repito que estos lugares no cambian, y si uno intentara forzarlos a cambiar, no lo lograría, pero introduciría una profunda inestabilidad emocional. Lo mismo si uno quisiera suplir a la madre y hacer por el hijo lo que ella debe hacer; eso atenta contra la estabilidad. Junto al respeto de los lugares en familia, lo del cambio de escuela pasa a ser poco importante; total, si una escuela no es buena para un alumno, se cambia de escuela, ¿pero de familia?, ¿puede uno cambiarse?, ¿y los lugares en la familia, pueden modificarse? Nunca; aunque uno se cambiara de nombre. Aunque renegara de los padres que lo trajeron a la vida. Aunque se fuera al otro confín de la tierra para huir de los conflictos con ellos, los llevará consigo a donde vaya. Eso no cambia, es lo estable.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.

 

 

martes, 23 de julio de 2013

ESCRIBIR


Soy de las personas que tienen inclinación a escribir, lo hago con más facilidad que hablar, y no estoy refiriéndome a talento (uno mismo no puede asegurar que lo tiene) sino a inclinación, y podría cambiar esa palabra por “necesidad”. Hace años que asisto a los talleres que de redacción que da Lula Prado (espero se note en mis textos).

Estos cursos me gustan, además de mejorar la manera de expresarme, han sido una oportunidad de entrar en contacto con personas que considero maravillosas, con las cuales he establecido una amistad que nutre mi alma y me hace sentir contenta.

¿Escribir es una adicción?, ¿una pérdida de tiempo?, ¿una terapia?, ¿un lujo para personas desocupadas?, ¿una necesidad del alma? Quienes sentimos el impulso de expresarnos garrapateando palabras sobre un papel o tecleando en la computadora, podemos responder a estas preguntas, con una respuesta que es para cada cual. Para mí es también una terapia.

Muchas personas piensan que las psicoterapias deben ser siempre angustiosas y que todo contacto sincero consigo mismas, necesariamente debe causar dolor. Yo creo que esto no siempre es verdad; tenemos innumerables experiencias cuyo recuerdo es grato, y son tan nuestras como las dolorosas. A mí, escribir me pone en contacto conmigo misma y también me permite la fuga, cuando la demasiada conciencia no es lo más atractivo del momento.

Estoy convencida de que ponernos en contacto con la persona que fuimos y que una vez tuvo 5, 10, 15 años… es una experiencia altamente sanadora, inclusive si no tenemos la intención de que lo sea. El niño o niña y el jovencito o jovencita viven todavía dentro de nosotros, quizá olvidados y hasta castigados, como si el adulto, que también vive en nosotros, les dijera: “Tú cállate, los niños se ven pero no se oyen”, “no tienes lugar, la vida es una cosa seria”, “¡Ya, compórtate!”.

Mirar, tocar, tomar y amar al niño o niña que fuimos y somos no es algo teórico que se realice con sólo decidirlo, se necesita la experiencia de acercarnos, sentirnos y permitir que esa parte nuestra se exprese. Tal cosa puede ocurrir escribiendo. ¿Escribiendo qué? Anécdotas sueltas que quizá ya nadie recuerda y que, puestas en el papel, suelen desatar gran cantidad de reflexiones y sentimientos; o situaciones que jamás sucedieron, fantásticas, tan poco reales como cuando jugábamos a ser el policía, el ladrón, el médico o el cantante de moda. La creatividad proviene del niño o niña que llevamos adentro. Quizá nos descubramos regañando a la pequeña personita de la historia, o experimentando placer de volver a verla. Quién sabe si descubramos nuestra preferencia por ser exigentes, severos, complacientes, despectivos, mimosos o petulantes frente a aquel niño o niña.  Posiblemente nos percatemos de que elegimos recordar sólo experiencias dolorosas, sólo tristes, sólo alegres, o variadas; quizá nos atrapemos pensando que aquello que vivimos a nadie le importa y es ridículo estar relatándolo. Lo mejor de todo es asumir que tanto el relato como los sentimientos que evoca son nuestros, nos pertenecen y configuran nuestra fisonomía y personalidad, aun cuando lo que describimos exista solamente en la fantasía. Porque esa fantasía es nuestra. Se alimenta de nuestro inconsciente, cuyo contenido está en espera de que lo tomemos con amor.

Lula comienza cursos cada año, por el mes de agosto. Si tú, querido lector o lectora, sientes gusto por escribir, date la oportunidad de estrechar el contacto contigo mismo escribiendo, Lula te enseñará cómo dejar libre al artista que vive en ti y luego invitará al crítico, tú mismo, para que coloque puntos y comas en tu escrito. Para mí ha sido una experiencia sensacional que se ha prolongado varios años.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , al teléfono 7 63 02 51 o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.

 

 

martes, 16 de julio de 2013

¿QUEREMOS SER MONÓGAMOS?


Mi esposo y yo tenemos tres hijos y 16 años de casados que no han sido fáciles, siempre he hecho lo que él me pide por llevar la fiesta en paz, pensé que me ganaría su respeto y agradecimiento por ser "tan buena esposa" y creo que ocurrió todo lo contrario, y ahora me siento demasiado mal porque he recibido llamadas que no les hago caso, me dicen que él me es infiel y es cuando empiezo a dudar si sus hijos y yo nos merecemos esta traición de su parte. No quiero creerlo, sería el colmo. Ahora él me ha agarrado un odio que ya no puede disimular, llega tarde oliendo a alcohol, empezó a salir de viaje solo, según él de trabajo, y nunca me quiere llevar con él. Me quería morir y hasta ahora no le he dicho nada. No sé qué hacer, tengo miedo y confusión porque siento que lo amo todavía. ¿Debo reclamarle y que me confiese la verdad?

RESPUESTA

¡Cuántas cosas estás descubriendo por ti misma! Creías que cediendo en todo ganarías el respeto de tu hombre, y compruebas que no fue así. Te sacrificaste para llevar la fiesta en paz, y él “te ha agarrado odio”. Esperabas que los dos fueran fieles a su compromiso matrimonial, y sospechas que él no lo es. Te querías morir, y estás escribiendo una consulta para saber qué es lo que te conviene hacer. Observa cómo la vida nos fuerza a cuestionar nuestras ideas y expectativas mediante acontecimientos que percibimos como catastróficos. Posiblemente, si éstos no sucedieran, ninguna necesidad tendríamos de analizar y corregir nuestras creencias; seguiríamos con ellas intactas, e intactas se las inculcaríamos a nuestros hijos. Pero topamos con los eventos y éstos se vuelven “crisis existenciales”, en que debemos exponer ante la mirada de nuestra conciencia todo lo vivido y aprendido, ésta lo repasa, lo estudia, lo selecciona y muchas creencias y expectativas antiguas ceden su lugar a creencias y expectativas nuevas. Es como crecemos  y la humanidad evoluciona.

Me preguntas: ¿debo reclamarle y que me confiese la verdad? Posiblemente también aquí necesites un cambio; de la expectativa: “yo le reclamo y él confiesa”, a esta otra: “yo le pregunto si entre nosotros sigue siendo válido el contrato de mantener una relación monógama, o existe la posibilidad de cambiar de planes”. ¿Cuál es la diferencia? Muchísima.

Cuando el cónyuge fiel obliga al infiel que confiese su falta, o este último la confiesa espontáneamente, equivale a: “Nuestro contrato de monogamia ha sido cancelado, ¿te vas, o aun sabiéndolo, te quedas?”. Elegir le toca al que había hecho lo posible por cumplir con el contrato; el otro ya eligió, aunque no hubiera estado consciente de lo que ponía en riesgo, y aunque no haya pensado en separarse de su esposa e hijos.

Cuando el cónyuge fiel pregunta al infiel si piensa cumplir con su compromiso de monogamia, o más bien desea que ambos queden libres, el segundo suele caer en cuenta de muchísimas cosas: Que está mintiendo y faltando a su palabra; que si abandonaran la monogamia también el otro estaría en libertad para tener una nueva relación, ya fuera viviendo separados o en la misma casa; que a pesar de que la familia es indestructible, porque los padres siempre serán los padres y los hijos, hijos, eso no significa que serán una familia armoniosa, y todos deberán enfrentar el hecho de que algunos de sus miembros resultarán lastimados.

A veces, aun conscientes de todo lo anterior, las familias deben separarse y toca a todos los miembros apoyar a los otros para que se recuperen lo más pronto posible de su pena.

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