El papá de una amiga murió hace más de un año y ella me
platica que, ya para morir, el señor dijo enfrente de todos que él había vivido
lo mejor que pudo y quiso hacerlo todo bien, también con sus hijos. Entonces mi
amiga sintió ganas de echarle en cara sus errores, pero se quedó con las ganas
debido a que él ya estaba muy débil y el médico les había dicho que le quedaba poco
tiempo. Ella siempre tuvo mala relación con su papá y ahora habla
constantemente de que está arrepentida de haberse callado, que debió decírselo
todo en vez de callarse. ¿Cómo puedo
ayudarla?
OPINIÓN
Te interesa ayudar a tu amiga. Imagino que la quieres,
deseas lo mejor para ella y tu intención es amorosa. He de advertirte que es
difícil, a veces contraproducente, querer ayudar a alguien que no lo solicita. Contraproducente
para el ayudado y para el ayudador. El que recibe la ayuda a veces se molesta e
incluso rompe con la relación, si el ayudador toma actitudes que lo empujen a salir
de su atascamiento o le dice cosas que no desea oír. Por su parte, el ayudador puede
tomar sobre sí una responsabilidad que no le corresponde, al comprometerse en solucionar
un problema que no le es dado resolver. Sin embargo, siendo como somos, interacción
de unos con los otros, puede pensarse que nos influimos mutuamente y sí podemos
dar una mano a un ser querido, con la manera de comportarnos con él.
Lo primero que necesitarás será dar prioridad a tu amiga,
a su dignidad y bienestar. Si deseas respetarla, has de tener presente que sólo
ella tiene autoridad para tomar decisiones en su vida, y que una muy importante
es la de elegir con qué tipo de interpretación quiere mirar su pasado:
culpa, arrepentimiento, rencor, amor o
lo que sea. Sólo ella. Y que tiene derecho tanto de acertar como de
equivocarse; tomar decisiones rápidas o
tardarse el tiempo que necesite para hacerlo; escuchar consejos u opiniones o
cerrarse a ellos y vivir como le parezca mejor.
Expresar sinceramente un respeto como el descrito es sanador en sí, y
opuesto a pensar o decir: “Es muy terca”, “no escucha”, “se aferra a sus problemas”, “no deja ir lo
que se tendría que ir”, etc., etc. Mejor algo como: “Está en su derecho al
pensar, decir o hacer lo que piensa, dice o hace”. La paciencia con los
procesos ajenos es una manifestación de amor difícil de lograr, pero muy
efectiva.
Luego, necesitarás mucha claridad sobre ti misma y tus
motivaciones para ayudarla: ¿De qué manera quisieras influir sobre ella? ¿Por cuáles
motivos? ¿Para lograr qué?
En ocasiones uno quiere ayudar a otro para ayudarse a sí
mismo, por ejemplo cuando un ser querido está cambiando de carácter o de
actitudes y nos hace la vida pesada. Por supuesto que nos gustaría encontrar
cómo hacer para que nos trate mejor, porque es feo vivir con una persona amargada.
En este caso, lo más adecuado es pedir
directamente lo que uno desea: “Por favor, no me hables así, me desagrada”. Si te fijas, para nada suena como “déjame
ayudarte”.
También es ayudarse uno mismo cuando el ser querido
parece disco rayado, dice lo mismo una y otra vez de manera obsesiva y
quisiéramos que dejara de hacerlo, porque es muy cansado escuchar veinte veces
la misma historia y peor aún si termina con: “¿Tú qué opinas?, ¿tengo razón, o
estoy mal?”. Decirle cortésmente: “Ya me lo has platicado antes y nunca he
querido opinar”, o “Para mí está bien lo que tú decidas, amiga, sé que estás
buscando la mejor solución”. En ningún momento suena a “déjame ayudarte” y el
ayudador no está tomando sobre sus espaldas la responsabilidad de hacerla que
cambie.
Mostrar, y sobre
todo sentir, confianza en que la persona puede solucionar sus problemas, es una
actitud sanadora en sí misma. Estar allí, junto a ella, sin juzgarla ni
presionarla, también lo es. Ambas actitudes requieren una fortaleza y un amor
excepcionales en el ayudador. ¿Te parece convincente?, ¿te gustaría que otras
personas se portaran así contigo, si estuvieras viviendo bajo mucha presión?,
¿qué reacción crees que tendrías ante alguien que mostrara fe y confianza en tu
capacidad?
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