lunes, 27 de febrero de 2012

MI HIJO SE NIEGA A COMER

Nuestro único hijo, de 5 años, siempre ha sido muy especial respecto a la comida, en cuanto empezó a tener poder de decisión eligió solo alimentos repetitivos, como sopa, pollo, leche, y se ha negado a probar otros alimentos, no come dulces ni toma refresco, pero porque él no los quiere probar. Nos pareció que sería más sano que comiera cosas nutritivas y lo fuimos dejando, pero tiene como un mes aproximadamente que cada vez come menos, pone pretextos como que le duele la garganta o el estómago, o le da asco la comida. El pediatra nos ha recomendado que no le demos las cosas que usualmente come, y cuando tenga hambre tiene que comer lo que sea, sin embargo algunos días hemos intentado y de todas maneras no funciona, también lo hemos presionado al no ponerle caricaturas o no llevarlo a lugares que le gustan, pero tampoco funciona, no le preocupan mucho los castigos, en esta semana me dijo que no quiere probar cosas nuevas porque le da miedo su sabor, y también me ha dicho que no quiere estar gordo. Lo malo es que a veces come y empieza a hacer como que va a vomitar, y a veces lo logra, yo sé que es algo que él está provocando, pero no sé cuál es la causa, él simplemente dice que no tiene hambre, y el pediatra dice que no hay ninguna razón para que no coma, que es un niño sano, sin embargo le ha dado vitaminas y su apetito parece no incrementarse, por lo que he pensado que tal vez sea algo psicológico, y me gustaría saber si sería adecuado tratarlo ó sólo es una etapa pasajera.
RESPUESTA
Tus palabras me dicen que eres una madre cuidadosa, que incluyes a tu esposo en las decisiones, que ambos están al pendiente de la alimentación de su hijo y que éste lo sabe. Harían falta más datos para determinar qué es lo que está ocurriendo y el tratamiento adecuado, porque existen muchas posibilidades intermedias entre la “normal” de que el niño esté pugnando por hacerse del control de los padres, hasta la más compleja de estar expresando que percibe el peligro de que la familia se desintegre.
Una de las formas que tienen los niños de ejercer poder es a través del alimento; logran poner a los padres inquietos, pendientes de qué comió y a qué hora y de ninguna otra cosa. Tú misma reconoces que desde que él tuvo poder de decisión eligió alimentos repetitivos, lo cual te pareció bien. La pregunta es: ¿qué le hace pensar que ahora “debe apretar las tuercas”?, ¿qué evento o situación le hace creer que él tiene la responsabilidad de aumentar la presión para que algo funcione como le parece correcto o conveniente?
A todos los niños les da hambre y les preocupan los castigos, porque su mayor temor es que mamá y papá dejen de quererlos (léase cuidarlos, alimentarlos y protegerlos de cualquier peligro). Algo muy poderoso debe estar ocurriendo que supera esta tendencia infantil y natural al egocentrismo y a dedicarse a crecer, que coloca a tu hijo en un puesto de presión y vigilancia. ¿Es posible que él tenga la función de padre de alguno de sus papás?, ¿de cuál de los dos?, ¿de ambos?, ¿hay algo que pudiera sugerirle la posibilidad que uno de sus progenitores se quiere marchar?, ¿y que atrayendo su atención a un problema serio (un hijo en peligro de perder la salud) él o ella olvide sus intenciones de ya no estar?, ¿de qué manera, en su cabecita, es necesario atarlos e impedir que se separen?
Como puedes ver, no es el niño quien necesita tratamiento -él está haciendo todo lo que puede para responder a una necesidad familiar que está en su mente-; en cambio, los padres sí, a fin de que identifiquen cómo son los mensajes que están emitiendo y por qué el niño los interpreta de la manera en que lo hace, y cambiarlos por otros que ayuden al pequeño a dedicarse a lo suyo: crecer y dejarse cuidar. Opino que negarle determinada comida y castigarlo para que coma de otra puede resultar violento y generar malos entendidos en el niño y en la relación padres hijo.

lunes, 20 de febrero de 2012

COMPETIR CON LA INTERNET

Tengo 23 años de casado. Hace unos tres años, por mera casualidad, topé en Internet con páginas del tipo bikinis y me quedé mirándolas, con tan mala suerte que me cachó mi esposa e hizo un problema muy grande. Ella es católica, de frecuentar los sacramentos, yo también, y no digo que haya estado bien lo que hice, pero no me la acabo. Le pedí perdón, y no se le olvida, nada más ve una imagen parecida en una revista o en la tele, comienza de nuevo a recordar que la decepcioné y le fallé. Ya involucró a los hijos y la situación sigue siendo muy bochornosa para mí. Recurrí a un sacerdote y me dijo que la llevara a hablar con él, pero ella se niega, no quiere sacerdotes ni terapeutas y entra en agitación por sus valores morales. Yo me siento culpable, me volví hipertenso y dejé de usar Internet, ya no sé qué más hacer.
RESPUESTA
Cualquier relación de 23 años posee una antigüedad que la hace valiosa; no es lo mismo que se presenten conflictos en una tan duradera, que en otra de reciente aparición. Seguramente han sobrevivido a otros conflictos aún más graves que el que me describes, porque durante más de dos décadas se les debieron presentar numerosas oportunidades para confirmar si desean vivir juntos. Esto por un lado. Por otro, se necesita sensibilidad para “leer” el mensaje que este “lenguaje” está comunicando.
Por lo que cuentas, puedo imaginar que tu esposa experimenta gran temor de perderte. ¿Qué pudo haber pensado? Quizá, que después de 23 años ella no tiene una imagen como la de las muchachitas que lucen su cuerpo en Internet, y tal vez nunca la tuvo, pues a ellas, además de ser jóvenes y perfectas, las ayudan con foto shop. Que su marido la está poniendo a competir una competencia perdida de antemano, ¡qué dolor y qué traición, ni que él se conservara eternamente joven! Que él busca esas imágenes para excitarse, porque ella ya no lo excita igual. Que a lo mejor él está buscando novedades, porque los hombres tienen una crisis después de los cuarenta y algunos comienzan a comportarse como adolescentes, aunque hagan el ridículo… y un millón de posibilidades más. La fantasía, cuando no se le da un jalón fuerte hacia la realidad, puede divagar como si se volviera loca.
Seguramente opinarás que ella hace mal en competir y pretender ganarles a estas figuras fabricadas a propósito para llamar la atención de los hombres, y tendrías razón, pero no podemos olvidar que cuando una mujer ama a un hombre, quisiera que él la viera como un dechado de perfección, aunque ella esté consciente que tal perfección no existe ni se la puede poseer. Si el conflicto ha durado tanto, y tu esposa se niega a ir con sacerdotes y terapeutas, quiere decir que su problema no es con éstos, sacerdotes y terapeutas, sino contigo; le hace falta que seas tú quien le asegure que la sigues amando tal como es, y que tu intención es vivir el resto de tu vida con ella.
Quizá quieras, en tu corazón y mentalmente mirándola a los ojos, decirle muchas veces algo como lo siguiente: “Siento lo sucedido. Me dolió que desconfiaras de mí y me condenaras. También me dolió, y mucho, que me desprestigiaras frente a nuestros hijos. Todavía sigue siendo importante para mí que me ames y me mires con buenos ojos. Por favor, tómame como soy, ámame, sujétame a ti, habla bien de mí con las demás personas y diles a nuestros hijos que yo soy su padre, el mejor padre que pueden tener, porque ningún otro puede ocupar mi lugar. Yo haré exactamente lo mismo contigo”. Y fíjate si puedes hacer exactamente lo mismo con ella, o si prefieres seguir resentido.

lunes, 13 de febrero de 2012

UN VIEJO AMOR

Tuve una novia a la que quise desde muy jóvenes. Por azares de la vida nos separamos, cada uno se casó y luego se divorció y recientemente volvimos a andar de novios. No de manita sudada, hubo más. Ella me decía lo bien que se le hacían mis abrazos, hablamos de casarnos, y un día ella me confesó que debía hacerse cargo de una irresponsabilidad que cometió porque estaba embarazada. Quedamos en no vernos más, pero rompimos el trato. Ella ya vive con alguien, y me llama, me cita, me pide favores, yo le digo que no iré y luego voy. Siento que tengo un amor demasiado grande, no sé si como dice la canción: la prefiero compartida antes que vaciar mi vida. ¿Qué me aconseja?
RESPUESTA
¡Ay, el amor! Nos vuelve otras personas, capaces de todo. Lo que en nuestros cinco sentidos no haríamos, enamorados no lo pensamos dos veces y toleramos cualquier peligro. Y si percibimos que podemos perder al ser amado, movemos cielo y tierra para retenerlo, ese movimiento incluye nuestras maneras habituales de pensar, esperar y exigir.
Es evidente que estás sufriendo mucho. Quisiera decirte algo que te consolara, pero no creo que exista una palabra que logre hacerlo. Necesitas llorar, porque has perdido algo que para ti era muy valioso. Lo has perdido, porque incluso si aceptaras “compartirla”, ya no sería igual; posiblemente conservarías la esperanza de que, con el tiempo, lograrías que ella te eligiera sólo a ti. Así es el amor erótico, al menos en nuestra cultura, tremendamente posesivo. Exige exclusividad, o degenera en fuertes sentimientos de otro tipo. Fuertes, digo. Apasionados. Peligrosos. En ocasiones, cuando el que ama no logra eliminar al rival o hacerlo que se retire, desbarata el triángulo eliminándose a sí mismo. Eso distingue al amor erótico de otros amores: no comparte.
Mi sugerencia es que busques ayuda profesional, para que te acompañe a sortear este escollo que te ha presentado la vida. Mientras tanto, quizá quieras repetir interiormente las frases siguientes, a ver si tienen resonancia en ti:
Te he amado mucho. Te di todo lo que pude darte, deseo que lo conserves como un regalo mío. Agradezco lo que tú me diste y lo conservaré en mi recuerdo. De lo que hubo malo entre tú y yo, tomo toda mi parte de responsabilidad, y en tus manos dejo tu parte. Fue glorioso. Ahora, con amor, te dejo que sigas tu destino.
Te deseo lo mejor.

lunes, 6 de febrero de 2012

PEREGRINACIÓN A SAN JUAN

¿Qué dice la psicología de ir en peregrinación a San Juan? Oigo a parientes y conocidos hablar de las penalidades que pasan en el camino y yo les pregunto: ¿para qué van? Unos contestan que por tradición o para acompañar a alguien que prometió una manda, y otros que por fe, pero qué dice la ciencia de esta costumbre.
RESPUESTA
No tengo conocimiento de algún estudio específico sobre la peregrinación a San Juan, así que recurriré a conceptos más generales.
La ciencia no estudia el espíritu, sólo el fenómeno religioso. Las investigaciones antropológicas señalan que en todos los tiempos y lugares han existido las religiones, y distinguen entre los actos públicos de culto y la experiencia privada y subjetiva de tener un encuentro con la divinidad. Desde este punto de vista, ir a San Juan es una práctica de culto público, en la que los individuos no necesariamente establecen lazos de unión con otros individuos como tales, sino con su clan; es decir, con una comunidad o grupo al que pertenecen. ¿Cuál? El grupo de los creyentes, o sea, de los que consideran loable realizar un esfuerzo casi sobre humano para llegar a su meta: el santuario de la Virgen. Este grupo puede abarcar a los ancestros que creyeron lo mismo.
Cada una de las personas que participan en dicho acto de culto público vive una experiencia subjetiva y particular, y sería imposible describirlas todas. Para unos, quizá, consista en poder decir: “¡Lo hice, aguanté!”, o: “Demostré amor a mi hijo (pareja, amigo, conocido) al no dejarlo ir solo”, “comprobé que todavía hay gente que tiene fe, o que profesa amor a su prójimo y desinteresadamente regala cosas como agua, alimentos, etc., a los peregrinos”, “pagué una deuda que tenía por un favor que recibí”, “el recorrido fue para mí una metáfora de vencer las dificultades en el camino de la vida”, “le recé a la Virgen en su santuario con mucha devoción”, “tuve una experiencia mística”, y tantas más posibles.
La subjetividad está siempre presente en toda actividad humana, también en la experiencia religiosa. El participar en una peregrinación podría permitir a la persona conocer cuál es su idea de la divinidad. Podríamos decir que, aun refiriéndose a un Dios único, existen tantos dioses como personas, porque cada cabeza es un mundo, y ninguno de estos mundos es idéntico a otro. Así que, observando las conductas, podemos saber un poco de cómo ese mundo subjetivo percibe a Dios y dónde vive. Van varios ejemplos:
Respecto a la manera de dirigirse a Él, algunos lo buscan como:
A un padre: Dame lo que necesito. Me porté mal, no me castigues. Le pido a la Virgen, porque tú eres más duro que Ella.
A un hijo: Haz esto, o dejaré de tener fe en Ti. Todo lo has hecho mal, corrige tus obras.
A un esposo o pareja: Te amo con todas mis fuerzas, tómame y entrégate a mí.
A un comerciante: Te ofrezco tal o cual a cambio de un milagro.
A un cómplice: Véngate de mis enemigos.
A un extraño: Vives en tu cielo y no te importo. Hay gente que cree en Ti, yo no soy de esos.
A un enemigo: Sé que puedes fregarme y mandarme al infierno.
A un misterio desconocido: Jamás lograré entender tus designios.
En cuanto a dónde vive, están los que al invocar a Dios miran hacia arriba, los que vuelven los ojos hacia sí mismos, y los que se ponen en marcha hacia alguna parte.
Debo terminar. El tema da para mucho más de lo hasta aquí descrito.

PEREGRINACION A SAN JUAN

¿Qué dice la psicología de ir en peregrinación a San Juan? Oigo a parientes y conocidos hablar de las penalidades que pasan en el camino y yo les pregunto: ¿para qué van? Unos contestan que por tradición o para acompañar a alguien que prometió una manda, y otros que por fe, pero qué dice la ciencia de esta costumbre.
RESPUESTA
No tengo conocimiento de algún estudio específico sobre la peregrinación a San Juan, así que recurriré a conceptos más generales.
La ciencia no estudia el espíritu, sólo el fenómeno religioso. Las investigaciones antropológicas señalan que en todos los tiempos y lugares han existido las religiones, y distinguen entre los actos públicos de culto y la experiencia privada y subjetiva de tener un encuentro con la divinidad. Desde este punto de vista, ir a San Juan es una práctica de culto público, en la que los individuos no necesariamente establecen lazos de unión con otros individuos como tales, sino con su clan; es decir, con una comunidad o grupo al que pertenecen. ¿Cuál? El grupo de los creyentes, o sea, de los que consideran loable realizar un esfuerzo casi sobre humano para llegar a su meta: el santuario de la Virgen. Este grupo puede abarcar a los ancestros que creyeron lo mismo.
Cada una de las personas que participan en dicho acto de culto público vive una experiencia subjetiva y particular, y sería imposible describirlas todas. Para unos, quizá, consista en poder decir: “¡Lo hice, aguanté!”, o: “Demostré amor a mi hijo (pareja, amigo, conocido) al no dejarlo ir solo”, “comprobé que todavía hay gente que tiene fe, o que profesa amor a su prójimo y desinteresadamente regala cosas como agua, alimentos, etc., a los peregrinos”, “pagué una deuda que tenía por un favor que recibí”, “el recorrido fue para mí una metáfora de vencer las dificultades en el camino de la vida”, “le recé a la Virgen en su santuario con mucha devoción”, “tuve una experiencia mística”, y tantas más posibles.
La subjetividad está siempre presente en toda actividad humana, también en la experiencia religiosa. El participar en una peregrinación podría permitir a la persona conocer cuál es su idea de la divinidad. Podríamos decir que, aun refiriéndose a un Dios único, existen tantos dioses como personas, porque cada cabeza es un mundo, y ninguno de estos mundos es idéntico a otro. Así que, observando las conductas, podemos saber un poco de cómo ese mundo subjetivo percibe a Dios y dónde vive. Van varios ejemplos:
Respecto a la manera de dirigirse a Él, algunos lo buscan como:
A un padre: Dame lo que necesito. Me porté mal, no me castigues. Le pido a la Virgen, porque tú eres más duro que Ella.
A un hijo: Haz esto, o dejaré de tener fe en Ti. Todo lo has hecho mal, corrige tus obras.
A un esposo o pareja: Te amo con todas mis fuerzas, tómame y entrégate a mí.
A un comerciante: Te ofrezco tal o cual a cambio de un milagro.
A un cómplice: Véngate de mis enemigos.
A un extraño: Vives en tu cielo y no te importo. Hay gente que cree en Ti, yo no soy de esos.
A un enemigo: Sé que puedes fregarme y mandarme al infierno.
A un misterio desconocido: Jamás lograré entender tus designios.
En cuanto a dónde vive, están los que al invocar a Dios miran hacia arriba, los que vuelven los ojos hacia sí mismos, y los que se ponen en marcha hacia alguna parte.
Debo terminar. El tema da para mucho más de lo hasta aquí descrito.