Me siento haga usted de cuenta como quien tiene en la
mano una taza de café y se le cae y ve en el piso el líquido derramado que no lo
puede recuperar y la taza hecha pedacitos. Tampoco me
animo a barrer los trozos y tirarlos a la basura ni a limpiar el café como si
lo nuestro no hubiera existido nunca. No lo puedo creer ni hacerme el ánimo de
que ella no está y que luego de tantos años encontró amor en otra parte. Por
favor, qué hago.
OPINIÓN
Vivir una experiencia tan repentina y desorganizadora duele
demasiado, uno queda desconcertado, con la sensación de que nada puede hacer,
que todo está perdido, que aquello donde había cifrado su vida y sus esfuerzos
ya no existe y no halla por dónde comenzar porque todo está roto, hasta uno
mismo.
Es obvio que necesitas ayuda profesional y también que no
estás listo para recibirla, ¿cómo, si te sientes desmembrado? Cuando el dolor
es así de profundo nos ponemos a la defensiva como si dijéramos “que nadie se
me acerque, no me vayan a lastimar”. Y entonces, ¿qué se puede hacer?
Antes de iniciar cualquier otra acción reconstructiva,
digamos psicoterapia o asistencia a grupos de apoyo, te recomiendo que tomes
algunas sesiones de Reiki. Éste consiste en que tú tendido en una camilla, el
reikista te aplica las manos en determinados puntos que él sabe. Mientras tomas
las sesiones, procura no tratar de entender cómo esa técnica puede servirte,
quién la inventó o cosas parecidas, sólo centra tu atención en que una persona
está dedicándote su tiempo y cuánto consuelo puedes encontrar en ello. Si te
quedas dormido, no te preocupes, está bien.
Pasadas algunas sesiones, cuando puedas percibir tu
cuerpo completo: éste es mi rostro, mi cuello, mis brazos, mi tronco, mis
piernas... y lo percibas como un todo que trabaja en conjunto (no como una taza
hecha añicos), y comiences a sentir motivación para interesarte en qué le pasa
a ese cuerpo, quizá sobarlo y acariciarlo como a una criatura asustada que
necesita ser consolada, entonces quizá estés listo para ocuparte de ti y
conversar con alguien acerca de qué es lo mejor que puedes hacer para sentirte
bien y sano. Ahora todavía no.
En ocasiones de grandes dolores lo mejor es bajar el
nivel de exigencias para con uno mismo. Nada de “yo debería de poder”, “parezco
un cobarde” o expresiones por el estilo que hacen más pesada la carga de la
experiencia. Soltarse y dejarse ayudar en la medida que uno puede recibir la
ayuda, sin forzarnos ni atosigarnos con teorías o ideales, hace que poco a poco
emerjan nuestros recursos naturales y se pongan a nuestro servicio. Pero no hay
que tener prisa. Las prisas son exigencias. Ve despacio, con cuidado, con
cariñito, acompañando el proceso que estás viviendo como si tú fueras un
testigo y no el protagonista, confiando en el proceso de la vida y en la
capacidad del cuerpo de autorreparar sus heridas también cuando son
emocionales.
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