lunes, 26 de noviembre de 2012

ETERNAMENTE MADRE


Dios no nos escogió para sacarnos la lotería; Él nos escogió para llevarse a dos angelitos en la familia: un nieto que nació muerto y un hijo, en un accidente. Mi hijo. Querido por su esposa, hermanos, primos, tíos y amigos. Hizo su paso por la vida. Muy querido mi hijo. Quiero dar las gracias a familiares y amigos que llenaron de flores y presencia el velorio. Gracias.  Me dicen que él va a renacer en un nieto. ¡Imposible! Estoy renuente a que Dios no nos haya escogido para sacarnos la lotería, sino para quitarnos a ellos. Beso su foto y lloro. Mi pregunta es: ¿qué pasa si yo quiero tener sus cenizas en mi casa?

RESPUESTA

Estás muy triste. Mucho muy triste. El hijo que llevaste en tu vientre y diste a luz, dejó el planeta inesperadamente. Tuvo corta vida. Hubieras querido que te sobreviviera. Tu amor lo busca. Besas su fotografía. Si supieras cómo, le darías la vida de nuevo, como en otro parto. ¿Te dolió el primero? Éste te duele todavía más. Cada parto es una separación; de traerlo adentro, debió salir a respirar y enfrentar la vida. Ahora, de tenerlo cerca, debe irse a donde no lo ves, y continuar. Lo peor es que no sabemos cómo es allá; sin embargo, tu hijo sigue necesitando tu apoyo, que tu amor lo aliente a proseguir y encuentre lo que debe encontrar. A esto le hemos puesto nombres: paz, luz, eterno descanso, cielo… Igual a cuando tu hijo estaba en la tierra y lo llevaste por primera vez a la escuela, que posiblemente aguantaste las lágrimas para que no te viera triste y pudiera adaptarse a algo que tenía que vivir, y lo animaste a que hiciera amiguitos y obedeciera a la maestra, aunque te hubiera gustado que se quedara contigo y a nadie quisiera más que a ti. De hecho, no te importaba el bienestar de esa maestra, sino el de tu hijo; para ti ella era una servidora a quien más le valía querer a tu retoño. Luego, en la primaria o secundaria y después, querías que tu hijo aprobara los cursos. Más tarde, cuando se casó, querías que fuera feliz, a pesar de que su corazón albergaba nuevos amores. Lo entregaste, y te dolía; sin embargo, lo entregaste, porque eso era lo mejor para él. Hoy, su destino ha determinado que el tiempo aquí de tu hijo concluyó y debe pasar a otra etapa, también necesita tu apoyo.   Cierto que no se le preguntó si quería, ni a ti tampoco, porque la existencia no pregunta, conduce. También esta vez tienes que alentarlo a que siga adelante, sin atoramientos. Quizá, cuando beses su fotografía, quieras decirle: “Te amo, hijo, siempre te amaré. Ahora estás muerto y tu tarea es distinta. Pasaste de grado. También allá busca tu lugar, rodéate de amor, sé feliz. Tu mamá te apoya desde aquí para que lo logres. No te detengas. No te distraigas. Sigue adelante”.

Quizá la lotería para la que Dios te escogió no era de dinero; el premio que sacaste fue ser tú la madre, que tu hijo naciera de ti y te dijera: mamá. Tomaste el premio; él te reconoció como su madre y tú a él como tu hijo. Ambos saben que eso no termina jamás; siempre serás tú la madre, y el siempre será tu hijo. Donde quiera que él se encuentre, estarás apoyándolo. El premio que sacaste en esta lotería no se ha consumido, todavía te exige darle ejemplo de cómo se adapta uno a su destino; tú al de seguir viviendo por un tiempito más, el que te toque; él al de ir por delante y encontrarse con Dios. Mientras estés apoyándolo a continuar, poco importa si decides tener sus cenizas contigo o ponerlas en un sitio de honor; pero si tenerlas te significara retenerlo, renuncia a ello, podrías distraerlo y no estar a la altura de tu misión de madre.

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lunes, 19 de noviembre de 2012

TOMAR O RECHAZAR LA VIDA


En relación con la vida, podemos tener uno de estos movimientos básicos: de apertura y de retracción; o en unas zonas uno y en otras, el otro.

En el movimiento de apertura somos como los niños que quieren crecer, cumplir años, amar, ser amados, tener montones de amigos, ser populares, aprender, conocer el mundo; todo les interesa y todo les maravilla. Posiblemente a esto se refirió Jesucristo cuando dijo: “Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos”.

Con el movimiento de retracción somos como viejos acabados; o sea, que creen que ya crecieron todo lo que pueden tolerar; odian cumplir años, están decepcionados del amor,  esconden su cuerpo y sus arrugas, se encierran en casa, tienen pocos o ningún amigo, esperan que nadie los quiera y ser un estorbo, el futuro los aterroriza, añoran el pasado y desdeñan el presente.

Cada uno de estos dos movimientos puede ser una programación aprendida en la niñez, o el resultado de modificaciones introducidas más tarde, a través de la experiencia. He escuchado a personas que dicen: “Yo era muy alegre, y se me quitó”. También lo opuesto: “Yo me deprimía, y ahora me siento feliz”. Esto significa que dichos movimientos son modificables.

Observando nuestras actitudes y reacciones, podemos saber si nos encontramos orientados hacia la apertura o la retracción; es decir, hacia la salud o la enfermedad. La vida nos hace constantes invitaciones a vivirla, ya sea a través de éxitos, atoramientos o decepciones.

En la apertura, un éxito se toma con alegría y naturalidad y se agradece; en la retracción, no se le toma y se le buscan defectos para justificar por qué no fue aceptado: no es suficiente, no era lo que me había propuesto, nadie lo tomó en cuenta, me da una imagen indeseable… Por ejemplo: alguien recibe una herencia. Puede alegrarse, disfrutarla y agradecerla, y también puede decir: qué poquito me dejó, esperaba más; son bienes muy feos, ni para venderlos están bien; ahora todos me tienen envidia y piensan mal de mí; si me vuelvo rico voy a corromperme; y tantas expresiones más de no aceptación del regalo que ofreció la vida.

En la apertura, un atoramiento es un reto; en la retracción, una prueba más de lo mal que está el mundo, los humanos y uno mismo. Continuando con el ejemplo de la herencia, digamos que se prolonga el juicio y ésta no puede llegar a las manos del heredero, quien puede pensar: tendré la oportunidad de aprender algo sobre leyes; ahora me ejercito en resistir y sobreponerme a una dificultad; o también: tengo mala suerte; todos son unos tramposos que quieren despojarme; el mundo está corrompido; yo soy un tonto que no sabe hacer bien las cosas.

En la apertura, la decepción es una iluminación que acerca a la realidad; en la retracción, un hecho que confirma que es mejor mantenerse alejado y no exponerse al dolor del desencanto.  En nuestro ejemplo de la herencia, imaginemos que se descubre que no existía o que la persona fue excluida por el testador. Puede pensar: Estoy viva y fuerte, he vivido sin ella y puedo seguir haciéndolo; ahora tengo oportunidad de saber si amaba al muerto o solamente a sus cosas; o también: ya sabía que no hay qué esperar nada de nadie;  es mejor no hacerse ilusiones que luego se rompen; vale más solo que mal acompañado.

La apertura a la vida significa estar disponible para los acontecimientos que ésta presenta, de cualquier índole, sin sentirse excepcional ni víctima de una injusticia, y decir como Amado Nervo: ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! La buena noticia es que esto puede aprenderse.

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martes, 13 de noviembre de 2012

SER ABUELOS


Mi hija me dio la noticia de que está esperando su primer hijo, o sea, me convertiré en abuela. Me alegra pero, aquí está el pero, no me agrada desempeñar un rol para el que no me siento preparada. Quiero decir, que no me siento tan vieja y temo no estar a la altura de lo que puede esperarse de mí, sobre todo porque estoy en el proceso de un divorcio reciente, pienso que mis problemas corresponden a una etapa más joven que la de ser abuela.

RESPUESTA

Los abuelos de hoy no se parecen a los de hace algunas décadas. En primer lugar, muchas veces son más jóvenes y con una vida más intensa que aquellos. A veces trabajan de tiempo completo y no siempre tienen el ideal de tejer chambritas y sentarse a esperar a los hijos y nietos junto a la chimenea. Tienen vida propia, a la que se suma la experiencia de recibir un bebé de su sangre, del que no serán los responsables directos de su crianza y educación.

Estoy segura de que ya te alegra ver la continuación de la vida y cómo los genes de tu familia siguen trotando hacia adelante. Cuando nazca tu nieto o nieta, buscarás en él o ella los rasgos físicos que te son familiares. También sentirás temor de que tu hija y yerno flaqueen o de alguna manera no atiendan a ese bebé como tú consideras adecuado. Es el deseo de protegerlo y darle lo mejor, que nace del amor natural por la propia progenie. Posiblemente sentirás que tu punto débil es el divorcio, porque te hubiera gustado que tus nietos nacieran dentro de un sistema familiar estable, y tu transición entre ser pareja y convertirte en soltera te afecta a ti y también a la familia. ¿Verdad que la vida no siempre es como la habíamos imaginado? ¿Y a cuál vida debemos adaptarnos, a la ideal o a la real?

Como abuela, entregarás lo que eres a tus hijos y nietos. Compararte con ideales y encontrarte falta o sobrada, constituiría un bache para tomar la realidad con amor. Tú, con tus logros, errores, aciertos y desaciertos, eres “lo que hay”, “lo que está ahí” para apoyar a tu hija y nieto en la difícil e importantísima tarea de introducir a éste en el planeta; ejemplificarás ante ellos lo que es convivir con la realidad tal como es. Requeriste años y gran variedad de eventos para optar por las decisiones que has tomado, y en cada una de ellas subyacen determinados valores, que estás defendiendo con tu manera de vivir. A veces, condiciones  de mucho peso nos obligan a elegir un valor por encima de otro, cuando éstos se ponen en conflicto.  Son elecciones difíciles. La llegada de esta vida nueva tendrá mucho peso en tus decisiones futuras, porque el amor natural (que contiene la fuerza de la Naturaleza) tiene mucho qué decir en lo que hacemos.

Sólo me resta felicitarte por esta nueva etapa que trae consigo muchas más satisfacciones de las que ahora puedes imaginar. También retos. No tendrás oportunidad de aburrirte.

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martes, 6 de noviembre de 2012

TODO YO


Odio admitir que cada vez me parezco más a mi madre; ella dejaba que todo mundo se le recargara y cuando íbamos a visitarla tenía una serie de quejas para contarnos, de personas con las que había sido “buena” y le pagaban con ingratitud. Me está pasando igual, mi marido y mis hijos se recargan en mí, no ayudan, y cuando lo hacen, quieren que les dé en la mano lo que necesitan, que un lápiz, una hoja, bolsa para la basura o cualquier cosa, según ellos porque no saben dónde está, y me sale peor si la sacan por sí mismos, dejan todo tirado y tengo que volverlo a acomodar. Además trabajo y aporto dinero. No sé cómo llegué a esto, me siento agotada y como una bombita de tiempo.

RESPUESTA

Estás agotada y eres una bomba de tiempo. ¿Cuánto faltará para que explotes? Tu familia se niega a ayudar; posiblemente todos ¿tú incluida? creen que la obligación de mantener la casa en orden es solamente tuya. No quieres que esto continúe igual, te asusta, porque en la persona de tu mamá pudiste comprobar que no funciona; ella ha sido demasiado buena con los demás y abusaron de su actitud. Te preguntas cómo con tanto poder, el de ser madre y además aportar dinero, te encuentras en estas circunstancias.

Algunas situaciones que ocurren dentro del hogar tienen su origen en la ideología social predominante en la familia. ¿Podría ser tu caso? Las jóvenes de esta época necesitan preguntarse si quieren seguir una moda del pensamiento que les exigirle ser exactamente opuestas a sus madres y al estereotipo de cómo eran las mujeres de generaciones anteriores; es decir, en lugar de abnegadas, dependientes y sumisas, ser autosuficientes y jamás necesitadas de apoyo, especialmente del de un varón. Parece que es moda pensar que ellas pueden hacer todo solas, en ocasiones hasta tener hijos, mantenerlos y educarlos (literalmente, con inseminación artificial, como madres solteras o divorciadas, o como casadas que cargan toda la responsabilidad); pero ¿en verdad está mejor una mujer que no quiere apoyarse?, ¿que lo hace todo sola?, ¿que nunca pide lo que le hace falta?, ¿que utiliza su poder en dar y dar sin reclamar nada, hasta convertirse en el eje que todos necesitan para sobrevivir?

En las décadas de “liberación femenina”, mi generación y las anteriores lucharon para que las mujeres tuviéramos los mismos derechos que ellos. Nuestro éxito fue indiscutible: entramos a todos los ámbitos del mundo laboral, ganamos dinero y cooperamos con los gastos de la casa; pero faltó algo: estaba ausente el concepto de autoridad y responsabilidad compartidas. Las generaciones actuales siguen trabajando en favor de la familia. En lugar de vivir vueltas hacia atrás y asustarse, creyendo que forzosamente repetirán las situaciones que hicieron sufrir a sus padres o abuelos, o de pretender hacer lo diametralmente opuesto, muchas están inventando nuevas formas de relacionarse. La paternidad compartida es cada vez más frecuente. Se está abriendo paso la idea de que volverse pareja es formar un equipo, en el cual, unas veces toca a uno dar más y otras recibir más, y es necesario llegar a la compensación para que ambos y los hijos vivan una interacción satisfactoria.

Sentirte agotada y como una bomba de tiempo es información; tu alma está gritando que te urge compartir tu poder y responsabilidad con toda la familia. Si piensas que te es imposible, busca asesoría profesional en psicoterapia. Mientras tanto, quizás quieras repetir en tu interior: “En esta familia nadie se recarga en nadie; nos apoyamos mutuamente y nos hacemos cargo de la felicidad común”.

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