lunes, 27 de noviembre de 2017

Etnocentrismo, globalización y ecumenismo



Que un niño diga: “mi papá es mejor que el tuyo”, esencialmente no difiere a que un adulto afirme que su Dios, país, gobierno, iglesia, costumbres… son mejores que los de otros individuos o grupos.
El término “etnocentrismo” proviene de la Antropología y se refiere a la tendencia de considerar  lógicas y normales a las propias prácticas, y exóticas y poco entendibles a las de grupos ajenos . Por etnocentrismo etiquetamos como "raros" o "equivocados" a los individuos y grupos que piensan o actúan de manera distinta a la que nosotros acostumbramos, y nos es difícil apreciarlos.
Lo anterior ocasiona que un individuo o grupo se presuponga superior, y también es la materia prima para construir la propia identidad: ¿Quién soy yo? ¿A qué o a dónde pertenezco? ¿Estoy bien, o estoy mal?
En el otro extremo y muy de moda, están los términos “globalización” y “ecumenismo”, en los que subyace la creencia de que no hay mejores y peores, sino en distinto grado de desarrollo.
“Globalización” se refiere a un proceso de comunicación e interdependencia crecientes entre los distintos países del mundo. Este proceso es económico, tecnológico, político, social y cultural que une mercados, sociedades y culturas, a través de una serie de transformaciones sopciales, económicas y políticas.
“Ecumenismo” es un movimiento que busca la restauración de la unidad de los cristianos, es decir, de las distintas confesiones religiosas cristianas.
Estas visiones, que también ayudan a la identidad del individuo y del grupo como miembro del género humano, en ocasiones resultan demasiado amplias. Ya sabemos que en el continuum “yo-los demás”, si un sujeto no ha formulado una buena imagen de sí mismo, es incapaz de abrirse a otros, estimarlos y considerarlos sus semejantes; le urge sentirse superior (el complejo de inferioridad es un fracaso en sentirse mejor que otros). Dígase lo mismo de un grupo.
Cabe la pregunta: ¿nosotros, los mexicanos, preferimos más el etnocentrismo, o la globalización y el ecumenismo?
Es posible que igual estemos inclinados o defensivos ante alguna de estas tendencias. En teoría, podemos elegir una, pero en la práctica, apegarnos a ella sola es difícil; los hábitos y costumbres tienen peso propio; las tendencias sociales, también. Es el eterno reto de encontrar el equilibrio entre singularidad y pluralidad.
Hagamos una pequeña exploración:
¿Te gustaría que cada comunidad conservara su traje típico, o que vistieran según las modas que vienen de Europa y los Estados Unidos?
¿Desearías que se diluyeran las fronteras entre países, o que se sigan necesitando visas, impuestos de aduana, controles sobre exportaciones e importaciones?
¿Estarías de acuerdo con que todos los creyentes en Jesucristo formaran una sola iglesia? Y en caso afirmativo, ¿que el jefe de ella fuera nuestro Papa, o se eligiera a algún otro obispo, pastor, presbítero o como se les llame, proveniente de un grupo de los que ahora  se llaman no-católicos?
¿Cómo sería para ti dejar de llamar "sectas" a las agrupaciones cristianas que tienen ritos distintos para orar y predicar?
Algo debiste responder en tu interior a cada pregunta. Nos sucede parecido a cuando una pareja se casa; ambos están secretamente dispuestos a que prevalezcan sus propias costumbres, maneras de cocinar, vestir, educar a los hijos o pasar las vacaciones.
Lograr el necesario equilibrio entre defender el propio pensamiento y no volverlo dogmático; es decir, no considerarlo indiscutible y que los demás estarían mal si rehúsan acatarlo; y permitir que los demás nos enriquezcan con sus aportaciones sin convertirnos en “borrego del rebaño”,  necesita un buen trabajo de reflexión y grandes dosis de humildad para reconocer que también los otros tienen ideas funcionales, y no siempre son como las nuestras.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com ,en facebook.com/Psic-Ma-Dolores-Hernandez-Gonzalez

lunes, 20 de noviembre de 2017

EL PLACER FÍSICO



Al escuchar “placer físico”, muchos piensan en sexo, pero me voy a referir a otros placeres que proporciona el cuerpo, al cual le gusta moverse, percibir, descansar... En cada músculo y articulación está la posibilidad de hacer movimiento y experimentar deleite, lo mismo en cada sentido: los ojos gozan de seguir las luces; los oídos buscan sonidos; el olfato localiza aromas; la piel siente roces, temperaturas y texturas; la boca paladea sabores… ¿Y quién puede negar el agrado de una cama blanda y una almohada acogedora?
Placer, placer, placer. Vivir en placer continuo sería algo nada trivial, y posible. Numerosas y pequeñas cápsulas de él se ocultan en cada uno de nuestros movimientos y sensaciones, listas para ser descubiertas con el simple hecho de darnos cuenta de ellas.  
Recuerdo la anécdota del niño que se distraía durante las clases pensando en el postre que su mamá le había mandado para el desayuno, pero debía esperar hasta el recreo para comérselo. Sonó la campana, abrió su lonchera, sintió hacérsele agua la boca, dio la primera mordida, llegó un compañero a preguntarle algo, él le contestó, y cuando puso atención ¡ya se había comido todo el postre que tanto había deseado saborear, y no recordaba cómo fue! Su atención se había desviado hacia la plática.
El placer que no se reconoce es como si nunca hubiera existido. Para reconocerlo es necesario estar dispuesto a sentirlo, deleitarse, concederle importancia y ¡darse cuenta que ahí está! Muchas personas no pueden tener esta actitud gozosa, parecen más propensas a sufrir que a alegrarse. Es probable que quienes detestan el ejercicio físico hayan suprimido su sensualidad al grado que mover el cuerpo les parece una amenaza, o una tortura. O les premiaron en exceso la quietud (“es buen niño, muy tranquilo”) y sigan premiándose mentalmente por estar inmóviles.
Las personas estresadas olvidan que tienen placeres; su estado de alerta no es para disfrutar sino para permanecer en pie de lucha, intentando solucionar problemas, dándole vueltas a los asuntos en la cabeza. Les haría bien desviar su atención hacia esas pequeñas y constantes fuentes de complacencia como son caminar, sentarse, estirarse igual que los gatos, bostezar…; escuchar el viento, una música, una risa, el silencio…; comer un buen plato sintiendo en su boca el sabor, el movimiento de las mandíbulas, el deglutir… y tantas cosas más que se pueden gozar poniendo atención al cuerpo.
Los cachorros y los niños buscan el placer espontáneamente, juegan con lo que encuentran. Le das a tu perrito una botella vacía de plástico, de las del agua, y él se entretiene horas aventándola, persiguiéndola o quedándose quieto para escuchar el ruido que produce. He visto a niños pasar largos ratos manipulando su Slime (pronúnciese eslaim) que es una masa chiclosa y suave, sólo para sentirla entre sus dedos. Pero es triste que cuando los niños se vuelven grandes olviden cuánto les gustaba tocarlo todo, enterarse de todo, probarlo todo, corretear sin más sentido que moverse, jugar juegos fantásticos cuya única utilidad era divertirse.
¿Es importante experimentar placer todos los días? Sí, por supuesto, importantísimo. Y mejor si es intenso. Un atleta provoca que su cuerpo produzca hormonas que cambian el estado de ánimo y la manera de ver al mundo: las endorfinas son neurotransmisores similares a la morfina y la heroína que ocasionan una euforia como la de estar drogado; la serotonina inhibe el enfado y aumenta la sensación de bienestar. Estas dos ocasionan que se produzcan muchas otras hormonas que el cuerpo necesita.
Cuando asociamos una situación determinada con el placer, tendemos a repetirla. ¿Cuáles son tus placeres favoritos de cada día?
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lunes, 6 de noviembre de 2017

EL SIGNIFICADO DE LOS SUEÑOS



Me agrada mucho la petición de que hable del significado de los sueños, experiencias que vivimos dormidos y al despertar nos intrigan, sorprenden e incluso llegan a asustarnos. Abrimos los ojos y decimos: ¡Qué horror, menos mal, sólo es un sueño!, o: ¡Lástima, era un sueño, hubiera querido que fuera realidad!
Los sueños nos cuentan historias de un modo tan vívido que, mientras dormimos, las creemos reales. Tienen en común con el lenguaje el uso de los símbolos. Estamos tan acostumbrados a utilizar símbolos que ya no lo notamos.
Ejemplo de símbolo: decimos “mesa” y en general no nos detenemos a pensar que las letras m, e, s, a, no guardan relación con la plataforma de patas a la que nos estamos refiriendo. En algún momento de la historia hubo un convenio acerca de poner dichas letras en ese orden y darle el significado que hoy le damos.
En los sueños no hay convenios de que tal imagen significa tal o cual cosa; nuestro inconsciente elige los simbolismos de manera personal. Sin embargo, siendo nosotros tan semejantes con nuestros semejantes, no es de extrañar que los sueños expresen experiencias parecidas en las personas, con símbolos distintos. ¿Es difícil encontrar algo en común en clavar un cuchillo en un pan, arar la tierra, meter la llave en una cerradura, y una relación sexual?
Las palabras son símbolos; las imágenes de los sueños, también.
Usamos las palabras para pensar y comunicarnos con nuestros semejantes, y las imágenes de los sueños para pensar y comunicarnos con nosotros mismos. 
Un sueño es un proceso de pensar y un mensaje que el inconsciente envía a la consciencia para comunicarle algo. No lo manda en español ni en ruso, sino en imágenes concatenadas a través de una historia.
Las imágenes no necesariamente representan lo mismo que en la vida diaria; que alguien sueñe a la madre o a la novia no quiere decir que el sueño se refiere a ellas, sino a algo que ellas significan para el soñador: ¿amor?, ¿protección?, ¿tiranía?, ¿seguridad?, ¿ternura?, ¿deber?, ¿otra cosa?
Un método recomendado por la Gestalt consiste en anotar cada uno de los elementos del sueño. “Soñé que cocinaba una comida de apariencia apetitosa para mis hijos y ellos la comían, pero yo sabía que estaba podrida y les iba a hacer mal”. ¿Qué y quienes estaban en el sueño? Elementos o símbolos: una comida, hijos, yo.
Luego de anotados, hacer hablar a cada uno en primera persona y escribir lo que digan: “Soy una comida apetitosa que hago daño. Mi apariencia y contenido no se corresponden, son distintos y opuestos”. “Soy los hijos, necesitamos de mamá y confiamos en ella para que nos nutra”. “Yo soy mamá, cocino y nutro, me esfuerzo porque mi comida salga bien y se vea bien, pero no quiero desechar lo podrido y dañino, mejor lo pongo presentable”.
Terminado lo anterior, el soñante admite que el sueño es suyo y los símbolos utilizados, también. Cada elemento lo representa a él. Lee todo lo que dijeron los elementos del sueño como referentes a él mismo, ése es el mensaje que le manda el subconsciente.
Me despido deseando dulces sueños a todos.
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