lunes, 27 de mayo de 2019

TOMAR O EXIGIR


“¡No necesito de nadie!” y “¡todos deberían ayudarme!” son actitudes extremas e igualmente nocivas para la propia felicidad, pues acarrean soledad y desdicha seguras. En cambio, reconocer serenamente que necesitamos de los otros, y saber pedir sin exigir concediendo al otro la posibilidad de responder sí o no, favorece la armonía en las interacciones.

La vida nos da cosas bonitas y feas. Igual las personas. Así como no podemos vivir sin vida, tampoco viviríamos sin los otros. Desde al nacer fueron precisos los genomas de un hombre y una mujer, que mamá nos gestara y diera a luz, luego, que nos cuidara. Si a ella no le fue posible hacerlo, otra persona tomó su lugar, o habríamos muerto. Estos “otros” contribuyeron a nuestra existencia, y la historia no acaba aquí. 

Ya nacido, todo humano se configura como humano a través del contacto, así adquiere la cultura y su identidad dentro de ella. Una vez adquirida ésta, sólo en interacción con otros puede seguir sintiéndose y comportándose como humano. Un anacoreta, como por ejemplo, san Simeón el Estilita, del siglo IV, que pasó más de 40 años en lo alto de una columna en el desierto de Siria, tenía conductas de estatua, de santo o de ave, pero no de humano. Imposible saber si él se sentía mejor o peor que los demás humanos de su tiempo ni los motivos por los que huyó de ellos, y tampoco cómo hizo para lograr que le llevaran alimento o ropas. ¡Después de todo, necesitaba de los otros!

En nuestros días, este santo real o imaginario no sería considerado como un ideal a seguir, aunque existan individuos que se aíslan y su único contacto con sus semejantes es virtual, o nulo. Dejemos a estos ejemplares en su soledad, sin indagar qué tan felices o desdichados se sienten.

Nuestra necesidad de los otros se dispara cuando enfermamos. Rebelarnos o ponernos de mal humor sólo conseguirá que se nos haga más pesada la situación y a los otros también. Es mejor tomar con gratitud que exigir de mal modo la ayuda que se nos brinda, y muy malo buscar culpables en quienes vengar lo que nos pasa: “Mira como me tienes de enfermo, me estás matando a disgustos!”. También en lo feo, es un arte saber tomar las cosas como vienen.

Si podemos tomar lo que nos toca, bonito o feo, podemos continuar nuestra vida como humanos contentos. Si no, la continuaremos como humanos amargados. 

A veces, a uno le parece monstruoso tomar lo que es: una mentira, una traición, una deslealtad, una negativa... Uno se siente ofendido, dolido, furioso y muchos sentimientos más. Nadie puede evitar toda la vida encontrarse con esto. Duele. Desconcierta. Enoja. Hace que la persona olvide que debe estar consigo misma, amándose, cuidándose, vigilando el equilibrio bioquímico de su organismo, su propia salud física y su paz.

Para terminar, no es lo mismo pedir que exigir. Tampoco es lo mismo necesitar algo que pedirlo. Suele costar trabajo decir “por favor” y “gracias” incluso cuando pagaremos un dinero por lo recibido. Sin embargo, es una realidad que solos no podemos sobrevivir y que así como necesitamos del zapatero, el fontanero, el médico, el terapeuta, el abogado, el periodista, más nos hacen falta, nos dan y acompañan nuestros familiares, amigos y seres queridos. Es excelente vivir agradecidos con quienes nos asisten en la labor de ser humanos.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o al teléfono 7 63 02 51

lunes, 13 de mayo de 2019

LAS ETIQUETAS


Yo asistí a la marcha del domingo. Al pasar, algunos nos decían cosas: “ahí van los fifís”, “se les acabaron sus lujos, jaja”. Se me hizo incómodo y me pegó que se sienta una división tan marcada que no era partidista sino de clases, por lo que veo López Obrador nos los montó encima. Digo, no hice el gran descubrimiento al ver que de la noche a la mañana resultamos enemigos los que no lo somos; yo trabajé en una cadena internacional donde tanto los dueños como los empleados ganábamos bien y estábamos contentos. No sé si en la naturaleza humana está el poner etiquetas. ¿Cómo se puede evitar que si te cae una etiqueta tengas que tener de enemigos a los que no piensan como tú?

OPINIÓN

Efectivamente, el ser humano pone etiquetas (nombres) para clasificar y comunicarse: planta, animal, cosa, persona, virtud, defecto, bueno, malo... Así conoce o cree conocer lo que etiquetó, aun si no es cierto. Uno se siente más cómodo etiquetando porque lo desconocido asusta.

Aparte de clasificar y poner orden, las etiquetas pueden usarse para desordenar y destruir.
Las etiquetas más comunes y nocivas son “nosotros” y “ellos”. “Nosotros” designa a las personas que uno considera iguales o conocidas y con las que se siente identificado; “ellos” son “los malos”, los distintos porque que no piensan igual, enemigos. Esta última etiqueta otorga permiso u ordena atacar, excluir e incluso matar a los supuestos enemigos. “Justifica” el bullyng.

En el bullyng también se usan etiquetas para ridiculizar a un diferente: estúpido, nerd, marica, mugroso, marginal... Si la víctima decide sufrir con ellas, le desgracian la vida.
Se está poniendo de moda el bullyng político, llamar a “los otros” rikin canallín, chairos, prianistas, chayoteros, fifís, primores y tantas etiquetas más que sirven para expandir una filosofía polarizadora muy peligrosa. Si ya de por sí es grande el descontento, el bullyng puede hacerlo explosivo. Alguien lo suficientemente astuto podría capitalizar este hervidero de emociones para aumentar su poder y dominio. Este punto merece un estudio especial a fin de no entrar en el juego.

¿Cómo se puede evitar que si te cae una etiqueta tengas que tener de enemigos a los que no piensan como tú? 

Manteniendo la propia libertad de elección. Decidiendo uno vivir como le parece mejor y correcto sin afectar a otros, y utilizar el “nosotros” con el mayor número de personas. Pero he aquí la gran dificultad que se debe afrontar:


Hay una fuerte y sutil propaganda de corte estatista que permea la imaginería mental mediante la confusión y distorsión de las etiquetas o conceptos; “fraternidad”, “igualdad” y “amor universal” son interpretados como lucha de clases, guerra al patriarcado, hegemonía de los oprimidos, muerte al capitalismo, fin de la propiedad privada, colectivismo y otros por el estilo. Se cambia de “malos”; antes “los malos” eran los políticos y los empresarios corruptos, ahora son los “fifís”. La etiqueta “explotador” está fagocitando a las de trabajo, ahorro, poseer casa propia o fundar una empresa, lenta e inexorablemente va haciéndolas pasar de valores a antivalores. 

Es paradójico que luchar por el propio bienestar se vuelva condenable y lograr los propios objetivos se vea como delito y, en cambio, se considere virtud atenerse a que el estado los proporcione.

Urge que el Presidente y los casi 120 millones los mexicanos que somos, dejemos la confusión y el bullyng y sembremos ideas que sirvan y convenga cosechar. Que apostemos a la convivencia pacífica en lugar de a la violencia y la exacerbación de los conflictos. También AMLO lo dijo al criticar un cartel de las marchas que no le gustó: «No a la hipocresía, no al racismo y no al clasismo, cosas como esa nos ayudan a entender que (en México) aún hay mucho atraso». Tal vez ya está pensando en abandonar el bullyng.

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