lunes, 30 de julio de 2012

LO NUEVO


Leo con interés su columna porque me gusta, pero me extraña que hable de Constelaciones Familiares. Tengo entendido que son riesgosas, que usan el espiritismo al invocar a los muertos, abren puertas para energías malignas y pueden colarse espíritus del mal. ¿Es ético recomendarlas y exponer a las personas a estos peligros?, ¿usted las practica?

RESPUESTA

Gracias por leer mi columna y decir que te gusta, tus palabras alimentan mi alma.

Respecto a lo que te han dicho sobre Constelaciones Familiares, puedo asegurar sin que me conste que quien te dio estas opiniones jamás ha asistido a alguna. Con gusto te explicaré cómo son y de qué manera funcionan.

Las Constelaciones Familiares (CF) son una técnica de terapia breve; cada consulta dura alrededor de una hora y es una sola para un solo asunto. Difieren bastante de la psicoterapia considerada convencional. En ellas participa un consultante y un grupo de personas que se ponen al servicio de éste, incluido el facilitador.

¿Cómo funcionan? El consultante expresa el motivo de su consulta, y acto seguido se le pide que elija representantes, (por ejemplo para él, su papá y su mamá, inclusive si hubieran fallecido), de entre las personas del grupo, y que se siente a mirar y proporcionar información, pues él es quien la posee. Desde ese momento, tanto el consultante como los asistentes se dirigen a los representantes como si de verdad estuvieran presentes aquellos a quienes representan, con profundo respeto y amor.

Generalmente, se pide al consultante que los configure; es decir, que los coloque tal como imagina que es su relación, con esto expresa cuál es la situación actual entre ellos. Quizá coloca al padre o a la madre cerca o lejos, tal vez mirándolo a él o viendo hacia otra parte. Ésta es la primera toma de conciencia: el consultante los mira y afirma o niega si sucede de esa manera. Luego comienza lo nuevo.

Lo nuevo consiste en realizar todos los movimientos que son necesarios para que se restablezca la armonía entre las personas representadas, y  ellas puedan expresarse el amor que ya existe, pero que no puede fluir. A veces se requieren pocos movimientos, y otras, muchos. El consultante está mirando y percibiendo. Por dar un ejemplo, vamos a imaginar que la madre del consultante murió cuando éste era pequeño, y a él le hizo mucha falta. Durante la Constelación Familiar, “se re-escribe la historia”, madre e hijo pueden expresar cuánto les ha dolido la separación, lo mucho que deseaban estar juntos y cómo sus almas siguen unidas a pesar de la muerte. Lo importante es que el hijo pueda liberarse de la desventaja que le dio la ausencia de la madre y tome las ventajas que le proporcionó el hecho de seguir vivo. Se ha liberado el “tapón” que le impedía vivir plenamente, porque ahora su alma sabe que en la profundidad de su ser, el amor entre madre e hijo es eterno y él está amando; lo cual es distinto de vivir deprimido, rencoroso, con la sensación de que la vida le está debiendo y antes de tomarla debe cobrarle una cuenta.

Al final de la sesión se da lo que llamamos “imagen de solución”; es decir, cómo serán las relaciones si la persona permite que su alma realice, en la vida real, los movimientos que se hicieron durante su Constelación.

Y ahora te pregunto: ¿puede considerarse espiritismo al hecho de que se represente a una madre muerta, cuando el hijo necesita a un ser de carne y hueso para expresarle el dolor de su alma?, ¿es posible que entren las fuerzas del mal en donde la norma es el amor y el respeto? Se me ocurre citar una frase bíblica: “Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él”.

 “Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com o al teléfono 7 63 47 28




lunes, 23 de julio de 2012

DESTINOS QUE SE REPITEN


En todas las familias ocurren sucesos que las hacen estremecer. Por ejemplo, que uno de los padres muera cuando sus hijos son todavía pequeños. Los familiares sobrevivientes, que se ven sometidos a estados de angustia y dolor importantes, hacen todo cuanto está en su mano para sobrevivir y volver a la normalidad, pero durante un tiempo quedan incapacitados para darse entre sí el amor que necesitan, como lo necesitan. Su tarea más importante es mantenerse en la vida. No pueden distraerse con otra cosa, por urgente que sea. Más tarde, quizá sus hijos y nietos, que tal vez no recuerden lo sucedido, sólo se dan cuenta de que viven emociones que no tienen relación con la realidad que están viviendo: sienten desesperación aunque les vaya bien, ira injustificada, culpa irracional y cualesquiera otras. Y se preguntan: ¿Por qué no puedo disfrutar de mi bonanza, si tengo todo para ser feliz?, ¿Por qué estoy constantemente enojado sin motivo?, ¿de qué me siento culpable, si he tratado de obrar bien?

La respuestas pueden estar en las experiencias antiguas de nuestra familia, pues nos configuran aunque hayan ocurrido antes que naciéramos, porque nuestros padres nos dan no solamente lo que desean darnos, sino lo que son, su propia historia, de la misma manera que nosotros les damos a nuestros hijos lo que somos, es decir, nuestra historia. No es difícil entender que una abuela que experimentó el dolor profundo de ser huérfana estaba ensimismada, no pudo mirar a la hija tanto como ésta necesitaba y más bien buscó en ella a la madre que perdió; esta hija crece y a su vez tiene hijos, pero no puede mirarlos tanto como necesitan porque está ocupada siendo la madre de su madre; estos hijos se convierten en padres y de alguna manera buscarán repetir el destino de orfandad que recibieron sin pedirlo, tal vez negando la paternidad, desentendiéndose de ella, sufriendo incapacidad para amar a los hijos, viéndose obligados a vivir lejos de ellos, etc.; salvo que ocurra algo nuevo que restituya el orden y permita que la familia quede libre de este destino adverso que nadie desea perpetuar, pero que se ven empujados a reproducir.

La orfandad es sólo un ejemplo, puede haber una gran variedad de eventos que se repiten una y otra vez dentro de la misma familia, durante varias generaciones: abortos, muertes juveniles, accidentes, suicidios, migraciones, reveses económicos,  despojos de herencias, cárcel justificada o injustificada, fracaso continuo e inexplicable, segundos matrimonios, hijos perdidos y tantos más. Cada familia, si estudia su historia, puede descubrir qué hay de recurrente entre generaciones.

Esto que expongo proviene de la teoría de Constelaciones Familiares, técnica de reciente creación que es útil para hacer que ocurra algo nuevo dentro de un sistema familiar, de manera que sus miembros puedan liberarse de lo que llamamos “emociones adoptadas” y “destinos repetitivos”; es decir, de aquello que hemos tomado de nuestras familias por el simple hecho de pertenecer a ellas. El objetivo de Constelaciones Familiares, como en toda psicoterapia,  es  lograr que la vida de cada persona sea la expresión libre, creativa y armoniosa de su ser más profundo.








lunes, 16 de julio de 2012

AMABLE Y GENTIL


Me da alegría cuando las personas me llaman por teléfono a causa de esta columna y expresan su sentir. Esta semana  recibí la llamada de un caballero que me hizo ver por qué el libro de papel no morirá. Es imposible que muera, me dijo, porque uno lo abraza, lo huele, lo lleva consigo a donde quiere, lo saborea  y es algo firme que no desaparece ni se borra por haber hecho algo indebido en la máquina. Es como las fotografías impresas; se quedan, mientras que las electrónicas se pierden porque se descompuso la computadora, se compra otra nueva o  los CD caducan y ¡adiós!

En seguida me habló de los valores trascendentales que tampoco deberían morir, como el respeto, la sinceridad y el que la persona sea amable y gentil. Agregó: Soy un inadaptado a esta sociedad intransigente,  donde la gente no da las gracias ni dice con permiso. Tristeza me da alguien que no hace lo suyo y tampoco ofrece una amistad bonita, sino que en todo busca sexo, alcohol y droga.

Yo lo escuchaba y pensaba: realmente sería bonito que todos los humanos nos amáramos y ayudáramos unos a otros; nuestro planeta sería como un cielo de armonía. Y también pensaba: los seres humanos somos preciosos, capaces de las acciones más bellas y admirables; pero igual somos horrorosos, portamos la posibilidad de cometer los mayores crímenes. Todas las creaciones ocurridas a través de la historia han sido realizadas por la humanidad: culturas, filosofías, religiones, inventos, tecnologías, heroísmos, obras altruistas, instituciones, racismos, asesinatos, guerras…  ¿Podemos amar a la humanidad tal como es?

Como si él hubiera leído mis pensamientos, continuó: Yo estoy chapado a la antigua. Les digo que soy un caracol, no por conchudo ni baboso, sino porque traigo puesta mi protección. En mi soledad de viudo juego con mi perrito; él no pide nada, está siempre alegre, de buen humor, y si observamos con detenimiento, es el humano el que hace daño al animal y no al revés.

Sí, pensé, también podemos hacer daño, grave daño, tanto a los humanos como a los animales, a la naturaleza y a lo que se nos ponga enfrente, con acciones destructivas, cuando nos volvemos adoradores de otros dioses que no son el Dios Amor.

Gracias por la llamada. Cuando hablábamos no te hice la sugerencia que voy a hacer ahora: asiste a sesiones de Constelaciones Familiares. En esta técnica, el fundamento teórico principal es: Todas las personas amamos a algo o a alguien que tenemos presente en la mirada; pero en ocasiones esta mirada se dirige lejos del sitio adecuado para que el amor se entregue y se reciba, o existen tapones que lo obstruyen y pueden ser removidos. Y la pregunta central es: ¿Dónde quedó el amor?, ¿en qué punto se atoró, que no puede fluir y manifestarse? Ojalá te decidas a explorar “los conductos por donde circula tu amor” y pueda éste manifestarse y volver a ti multiplicado, también entre humanos y no solamente con tu perrito. Tienes mucho que dar y la humanidad te lo agradecerá, porque se ampliaría tu corazón y serías uno más de los que pasan la vida sembrando armonía, sin que les importe si la semilla brotará o no.



lunes, 2 de julio de 2012

EL PERDÓN


Alguien me llamó pidiendo que escribiera acerca del perdón y prometí hacerlo. “Lee la columna del próximo martes”, le dije. Doy preferencia a las consultas telefónicas, porque sólo a través del diario puedo hacerles llegar mi respuesta; en cambio, cuando se trata de un email, basta con un clic y mi contestación les llega.

Yo redacto en domingo el artículo que saldrá publicado el martes. Este domingo tengo en la mente  las votaciones, los votantes y los candidatos, también el compromiso de escribir sobre el perdón. Sé lo que voy a decir: que para mí perdonar es contarnos una versión nueva, distinta y verdadera del evento que nos está lastimando, de manera que no nos deje reducidos al papel de víctimas. ¿Por qué?, ¿acaso es malo ser víctima?  Para el amor propio, sí. También para la propia salud mental. Las víctimas son víctimas porque no pudieron defenderse, y tampoco sacar provecho de los acontecimientos. Si alguien me arroja una piedra y con ella me lastima una mano o un pie, me siento víctima; pero si descubro que dicha piedra es un diamante con el que me volveré rica, me siento afortunada.  Es decir, que si puedo encontrar la ganancia de haber vivido determinado evento, la interpretación del mismo cambia radicalmente. Generalmente, esta ganancia es en desarrollo humano y espiritual.

Dije más arriba que mi mente estaba en las urnas. Formada en fila para votar se me ocurrió pensar en si tengo algo qué perdonarle a nuestra historia, y me respondí: “¡Sí, muchas cosas! Ha sido sangrienta y en numerosos aspectos desafortunada; por ella tenemos pobreza, abusos, asesinatos, saqueos, muertes, corrupción…”, la lista iba extendiéndose. No sé si yo sea la única mexicana que en algún momento se ha sentido víctima de las decisiones de nuestros compatriotas, presentes y pasados. ¿Cómo perdonar?, ¿a quién o quiénes perdonar?

Pasé a votar, salí y seguí pensando: ¿Cómo puedo contarme la historia de mi Patria de manera que, siendo verdadera, me permita sentir afortunada de lo que me toca vivir en ella? Porque no me creo con derecho ni de pensar: “Hidalgo, Morelos, Guerrero, Iturbide, Juárez, Díaz, Madero, Carranza, Zapata, Villa y todos los que hicieron guerras, ¡yo los perdono!”. ¿De qué? Ellos dieron su vida (viviéndola o muriendo) por lo que creían. ¿Acaso yo soy deudora con ellos, inclusive de los que considero equivocados, porque ayudaron a configurar el tiempo que es mi tiempo, cuando yo ni siquiera había nacido? Sé que debo vivir con lo que soy, con lo que tengo, hoy. Se me atoraba el pensamiento y cambié a los más recientes y conocidos. ¿Me sentiría capaz de decirles en mi alma, honesta y verdaderamente, “Calderón, Fox , Cedillo, Salinas, De la Madrid… ¡yo los perdono!”? No. En primer lugar, no tengo autoridad; en segundo, ninguno de ellos está pidiendo mi perdón; sería ridículo presentarme ¿a dónde? y decir: “¡Los he perdonado!”

¿Y qué hay de sentirme afortunada?  Sé que mientras no me sea posible  contemplar y tomar con veracidad algo de la historia de México que sea beneficioso para mi desarrollo personal, estaré enredada en mil sentimientos que sólo me distraen de la felicidad. Necesito ver, agradecer, no ser víctima. De pronto me contemplo como una planta de grandes hojas cuya maceta es mi familia, y la sangre de los antepasados el abono del que ahora me alimento, y digo: ¡Gracias! ¿Será suficiente? Estimado lector, ayúdame a encontrar formas de contar la historia, que beneficien nuestro desarrollo humano y espiritual. Manda tus ideas a  psicologa.dolores@gmail.com o al teléfono 7 63 47 28