PREGUNTA:
Me divorcié hace dos años y vivo una agonía. ¿Cómo puedo
salir de la relación con mi ex? Yo sé que juntos no la hacemos, sin embargo lo
extraño noche y día. Seguimos viéndonos, ocasionalmente tenemos relaciones
íntimas que me emocionan como a una quinceañera, también siento ganas de
golpearlo y reclamarle que sea incapaz de comprometerse, lo digo porque tiene
novia y de todos modos me busca. Me siento como loca, temo afectar a mis hijos.
OPINIÓN
Veo que amas a tu ex y quisieras golpearlo. Tu corazón está
roto y dividido en sentimientos opuestos. Sientes que enloqueces y temes por
tus hijos… Haces bien en llamar a esto
agonía. Agonizante es alguien que vive muriendo sin poder morir, a veces por
tiempo prolongado. Junto con el paciente, los familiares y cuidadores están
expuestos al dolor y sobresalto de no saber si se marchará o se pondrá bien, y
cuánto falta para que ocurra una cosa u otra. A veces, todos saben que si el
enfermo sanara, sufriría secuelas tan graves que sería poca la diferencia.
Dices que tú y él, juntos, no la hacen. Agregas que tiene
una nueva relación y de todos modos te busca. ¿Verdad que te ocasiona gran dolor?
Pero es un dolor soportable. Si fuera insoportable, ya estarías afuera de ese
infierno. Éste es el punto: puedes soportarlo, has desarrollado una super
capacidad para convivir con el sufrimiento.
Lo que sigue va a sorprenderte mucho: tú no tienes la culpa.
Es muy probable que antes de ahora hayas vivido situaciones parecidas en las
que la avidez y la frustración, el éxito y la derrota, el amor y el odio,
estuvieron inseparablemente unidos. Se llama DOBLE VÍNCULO. Observa hacia atrás los eventos importantes
de tu vida, debieron ser así o no podría explicarse ésta tu super capacidad
para soportar tan horrible padecimiento y además, anhelarlo. Ambos extremos son
como ingredientes indispensables en tu programación inconsciente.
Tu situación y la que
viven tus hijos es similar; seguramente ellos desean mucho tener papá y mamá,
desbaratar el divorcio de ustedes, verlos unidos, vivir en el mismo domicilio todos
los miembros de la familia teniéndose amor, y cada vez que sus deseos parece que
serán cumplidos, en sus corazones están presentes el recuerdo de los daños, el
abandono, la culpa por lo que hicieron o dejaron de hacer que llevó a la
ruptura de la pareja… Ellos no tienen ni tendrán la culpa de lo que pasa,
tampoco si en el futuro se ven envueltos en una relación igualmente caótica,
fascinante y desencantadora como la que vives tú. Ni tú tienes la culpa. ¿Acaso
tus padres?
Es inútil buscar culpables, sería más provechoso comprender
que, sin que lo quisiera nadie, el patrón para relacionarse ha pasado de una
generación a otra como un pendiente sin resolver. Cuando llega el momento, los
jóvenes en turno van tomando el encargo de solucionarlo en sus propias vidas.
¿Todos? No. Aún no tenemos conocimientos suficientes para predecir quiénes lo harán, igual que tampoco
sabemos cuáles genes recesivos y dominantes habrán de manifestarse.
Sólo con tratamiento podrás superar la división que te
obliga a conjuntar los extremos opuestos. También allí experimentarás la
oposición de querer sanar y seguir resistiendo. A veces es más fácil rendirse
al sufrimiento que encarar las soluciones. Te dejo una frase para repetir: “Me
amo como soy, y con amor me dispongo a realizar los cambios que la vida me
exige”.
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