martes, 27 de agosto de 2013

INTELIGENCIA EMOCIONAL


Nuestras actividades intelectual y afectiva son “dos piernas” que nos sostienen y mantienen funcionando. La intelectual colecciona datos y habilidades para procesarlos; la afectiva, emociones, sentimientos y actitudes. En el lenguaje diario, atribuimos la primera a la cabeza y la segunda al corazón; mencionarlas como “piernas” sólo lleva la intención de verlas como sostén y posibilidad de llegar a donde queremos.

En ocasiones, estas dos “piernas” no están de acuerdo entre sí; un jovencito saca buenas calificaciones, pero lo expulsan porque riñe con sus compañeros. Un gerente lleva su empresa a logros espectaculares, pero acosa a las secretarias y quiere acostarse con todas ellas. Para ambos, la “pierna afectiva” es fuente de problemas. Y lo opuesto: Un jovencito es muy popular entre sus compañeros, pero no estudia ni entrega trabajos a tiempo, sus maestros hablan con él y él les promete cosas que nunca cumple, porque no puede, le faltan conocimientos. Una secretaria es afectuosa y se hace querer de todo mundo, pero no sabe discernir entre un cargo y un abono y mezcla todo haciendo un revoltijo que nadie entiende. Para estos dos, la fuente de problemas es la “pierna intelectual”. El psicólogo Daniel Colleman llama “Inteligencia emocional” a la capacidad para hacer que estas “dos piernas”, la intelectual y la afectiva, marchen de acuerdo y sin sabotearse una a la otra.

Generalmente, Los padres estamos dispuestos a grandes sacrificios y desembolsos para que nuestros hijos tengan la mejor educación académica. Que sepan cosas. Que adquieran habilidades. Que su “pierna intelectual” esté fuerte y poderosa. No así con la afectiva: con frecuencia nos sentimos confundidos ante ella y en lugar de buscar ayuda para también fortalecerla, lo que buscamos son culpables: el hijo mismo, la pareja, la televisión, los maestros o un largo etcétera. Una vez “localizado el culpable”, deploramos nuestra mala suerte sin hacer nada. Y si alguien nos menciona recursos que podrían mejorar la situación, como psicoterapia, talleres, diplomados o un buen libro de ayuda, decimos: “No me sobra tiempo”, o “¡está muy caro!” Posiblemente esta indiferencia se deba a que vivimos en un mundo materialista donde lo que no se ve, no existe. También puede ser impotencia; adivinamos que nosotros solos no seremos capaces de solucionar el asunto, porque está demasiado enredado o porque ya lleva mucho tiempo en casa, quizá varias generaciones. Pero cuando la persona en cuestión cae en una crisis nerviosa incapacitante, entonces sí desembolsamos grandes cantidades en su recuperación.

Todos podemos cooperar para que en la familia haya inteligencia emocional. He observado que en el Diplomado de Constelaciones Familiares que impartimos, predomina la presencia de alumnos relativamente jóvenes; pocos adultos mayores asisten, no obstante que son ellos los que han pasado la estafeta a las generaciones siguientes -con todo lo que esto implica para el desarrollo afectivo- y también son ellos quienes pueden “otorgar permiso” para que hijos y nietos tengan inteligencia emocional. La influencia de abuelos y abuelas dentro de la familia es impresionante, y lo mismo su poder para deshacer nudos y enderezar entuertos afectivos. Posiblemente algunos piensan que su papel se ha vuelto secundario e incluso que sienten relegados; sin embargo, ellos pueden trabajar como nadie a favor de todos los miembros de su familia, y cuentan con el tiempo que a los más jóvenes hace falta. Un abuelo o una abuela que ordena su propia mente en orden a la reconciliación, automáticamente introduce orden y reconciliación en su familia, porque somos como vasos comunicantes: lo que se agrega en uno, se extiende a los demás.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.

 

 

 

 

lunes, 19 de agosto de 2013

CONSTELACIONES FAMILIARES Y ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS


En su libro “Diario de un alma”, Su Santidad Juan XXIII escribió que, para él, Alcohólicos Anónimos era el mejor descubrimiento del siglo XX; AA estaba demostrando que curaba a sus miembros del alcoholismo, aunque personas ajenas opinaran que no era posible que ex alcohólicos reunidos se sanaran unos a otros, sobre todo porque no poseían formación profesional sobre la conducta. Hoy, en todas las naciones del mundo existen grupos AA que brindan atención gratuita a quienes la soliciten.

Sin que yo aspire a tener la formidable autoridad de Juan XXIII, tengo la visión de que Constelaciones Familiares es otro magnífico invento o descubrimiento del siglo XX, con un futuro similar al de AA: pronto, en todas partes del mundo habrá grupos constelando y reconciliando a las personas consigo mismas y con su origen.  

Me gusta encontrar similitudes y diferencias entre ambos movimientos: los dos se auto-definen independientes de toda religión, tendencia política e instituciones, sin ser enemigos de ellas; cada grupo conserva su autonomía, pero es alimentado con literatura, teoría y experiencias de otros grupos por un centro que continúa investigando; sus fundadores no son “gurúes” que exijan obediencia o impongan dogmas, solamente exponen hechos observables que pueden ser confirmados con la experiencia; ninguno de los dos establece pre requisitos académicos, sociales y culturales para la admisión, aunque obviamente éstos tendrán influencia en los resultados, y los grupos se reúnen por afinidad entre sus miembros; ambos movimientos confían y respetan el proceso individual del desarrollo, proporcionan recursos a la persona y se mantienen fuera  de su historia; es decir, no asumen por nadie la responsabilidad que le pertenece. Y entre las diferencias más evidentes está el método: en Constelaciones Familiares hay un consultante, lo cual es distinto a “subir a tribuna”; se utilizan los representantes para establecer una comunicación que podríamos llamar “plástica” o “perceptiva” entre el consultante, miembros de varias generaciones de su sistema familiar, y el facilitador; esto no existe en AA. El objetivo en AA es liberarse de una adicción; en Constelaciones, sacar a la luz aquello que obstruye el flujo natural del amor y, de ser posible, remover el obstáculo.

En Constelaciones Familiares, el sistema familiar es lo esencial, lo que nos otorga identidad, el primer sitio donde amamos y en el que aprendemos las maneras de relacionarnos con nosotros y con el mundo; por tanto, es en la familia donde ha de manifestarse nuestro desarrollo y tendremos oportunidad de amar con un amor que también es espiritual. Ésta es la actitud que se favorece en Constelaciones Familiares; los “cómo” siguen perteneciendo a la psicoterapia, y el cuidado directo del cuerpo físico, a la medicina.

El próximo 6 de septiembre iniciaremos nuestro diplomado en Constelaciones Familiares. Está dirigido a personas que desean trabajar a fondo su actitud hacia sí mismas y toda su familia, aunque ésta no asista o no le interese saber; que desean una reconciliación interior y con sus sistemas familiares, de manera que su descendencia reciba con mayor amplitud el amor que necesita. Al despejar obstrucciones en uno solo de los miembros de una familia, todos los demás resultan beneficiados.

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lunes, 12 de agosto de 2013

PERDÓN VENENOSO


Recibí esto por Facebook: “¿Qué impide el restablecimiento de una relación? El perdón. El perdón es un veneno, separa, uno se sitúa por encima del otro”. ¿Tú qué opinas? Yo no estoy de acuerdo; en mi experiencia, el perdón me sanó, pero es un proceso muy largo que no acaba del todo, pues el resentimiento se puede reavivar con cualquier circunstancia y constantemente uno tiene que estar alerta para manejar esos sentimientos y desligarse de ellos.

RESPUESTA

Está complicado, ¿verdad?  Habla de restablecer una relación; existía un intercambio satisfactorio entre dos y uno de ellos comete un error que lastima al otro.

Opino que hay de perdones a perdones. Muchos no debían ser llamados así. Una mujer descubre que su esposo le robó una joya y la regaló a su amante, se siente profundamente herida y dice al marido: “Eres un desgraciado, pero te quiero tanto que te perdono”. ¿Es verdad? Y supongamos que ella hace lo que se considera clásico en el perdón: echar el asunto al olvido y seguir mostrándose tan cariñosa como antes; ¿favorece con esto que se amen y respeten?, ¿o autoriza un desequilibrio en el que carga con la responsabilidad de que funcione la pareja, y él obtiene permiso tácito para tener amante y darle en regalo objetos que pertenecen a la esposa?

Otras veces, el llamado perdón es una manera de no asumir la propia responsabilidad y atribuirla a otro. El “bueno", sintiéndose impecable, dice al “malo”: "Te perdono". Al hacerlo, se ubica en superioridad.  Salieron de compras y se les olvidó el niño en el súper. “Descuidada, ni pareces su madre; pero te perdono”, dice él, olvidando que ambos deben cuidar del pequeño y arrogándose el derecho de pronunciar unas palabras que también merecen un “siento haberte hablado de esa manera”. El “perdonador”, que se ubica en el rol de víctima, está desempeñando el de victimario. Su “perdón” no ayuda al restablecimiento de una buena relación, más bien la envenena.

Toda relación es una interacción en la que damos y recibimos. Si se detiene el dar y recibir, la relación termina. Las hay de “cumplido va y cumplido viene” y de “insulto va e insulto regresa”. Son duraderas. También las hay donde uno da de más que no pueden durar; el que recibe de más debe corresponder, o irse.

Lo anterior sucede así por la ley de Compensación. Cuando recibimos un regalo bonito, nos sentimos comprometidos a devolver algo similar, e igual si es feo: un desprecio, un insulto, una traición... tenemos necesidad de compensarlo. Si se “perdona" u “olvida”, el intercambio se detiene o se vuelve cojo: “Lo perdono, pero no quiero volverlo a ver”, “Lo perdono, pero todavía me duele”, o “Lo perdono, pero algo se rompió”…

¿Cómo restablecer el intercambio amoroso después de una ofensa grave o leve? Debe corresponderse a lo recibido. Dejar sin compensación la injusticia pone en riesgo el amor. Igual que cuando se nos da algo bello damos algo bello y un poquito más y el otro siente el impulso de también corresponder, haciendo que la interacción de cosas buenas continúe, cuando se trata de algo feo porque nos dolió, debemos corresponder con algo que le duela al otro, pero un poquito menos (para que la interacción no se vuelva de cosas negativas, como en las relaciones tormentosas), de manera que la cuenta quede saldada. Saldar una cuenta nos deja sin el impulso de volver a cobrarla (re-sentimiento), y puede reanudarse el dar y recibir positivos.

En el Diplomado de Constelaciones Familiares se estudia la creatividad y el amor que se requieren a la hora de "cobrar una cuenta", de modo que el “pago” sea un escalón que eleve al otro hacia nuestro nivel, o nos haga descender al suyo, y sea posible conservar una relación entre iguales.

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lunes, 5 de agosto de 2013

HERENCIA Y EXPERIENCIA


Aquella novia con la que me casé, procreé dos hijos y pensé envejecer juntos, ya no existe, hace siete años tuvo un cambio de orientación sexual y el consiguiente quebranto de nuestra unión; su pareja es una lesbiana rica y su terapeuta, que aprueba esta relación, su íntima amiga. Yo hace tres meses que no veo a mi hijo, de nueve años, desde la mañana siguiente a la noche en que éste llegó llorando a tocar a mi puerta, pidiéndome quedarse conmigo. Su madre golpeaba mi portón con una piedra formando un escándalo y el niño me decía: “Papá, ¿por qué me tocó esta mamá?, ¿por qué me tocó esta vida? ¡Yo no tengo la culpa! Papá, yo soy tímido con los malos. Papá, ya no quiero ir a esa escuela, tú me metes a otra, por favor, papá”. Le di de cenar, lo acompañé a hacer la tarea, se durmió (yo no, hasta la fecha tengo insomnio), lo llevé a la escuela y cuando fui a recogerlo, no me lo entregaron. Su madre cambió de domicilio para evitar que el niño vuelva a escapar. Pienso que para un padre, el ver a su hijo no es un derecho, ¡es un deber!

Creo que estás consciente de la extremada dificultad para emitir una opinión y que ésta necesariamente será incompleta.

En tu relato muestras tu amor y preocupación por tu hijo; también: desencanto, sentido de haber sido traicionado, desprecio por la trayectoria de tu ex mujer, coraje contra la terapeuta que aprueba esta relación lésbica, impotencia para hacerla que cambie, desesperación por no ver a tu hijo, sensación de ser víctima de una injusticia, convicción de que ella está utilizando al niño para castigarte, terror de que ella siga haciéndole un daño irreparable… podría continuar describiendo los contenidos de tu corazón, pero voy a centrarme en el elemento más débil de la tríada: el niño, que depende de la herencia y de la experiencia para desarrollarse bien.

Por herencia, él es 50% tú y 50% su madre; ustedes están en su interior y no hay manera de modificarlo. Tu hijo es la encarnación del amor que existía entre ustedes en el momento de la concepción, cuando olvidaron todo para estar juntos; de ese amor nació y lo inmortaliza, aun si antes o después se convirtieran en enemigos. Y la experiencia: padre y madre son el principal medio ambiente del hijo: pueden vivir juntos o separados y llevarse bien o mal. El hijo es receptivo y configura su personalidad internalizando la paz o la guerra, de modo que un 50% suyo ama u odia al otro 50%, dando lugar a una buena autoestima, o a una mala. Los problemas escolares y sociales toman significado de la manera como ustedes los interpreten, sus reacciones son la plataforma de lanzamiento de toda actividad mental del niño, ahora y en el futuro. Los contenidos de tu corazón, y los de la madre, son el medio ambiente que el niño interioriza, sin que pueda evitarlo.

Tu papel de padre es fundamental para tu hijo. Así como su madre le proporciona una imagen de sí y de cómo debe relacionarse consigo mismo, tú serás quien lo invite a tomar el riesgo de abandonar el nido e introducirse -con o sin éxito- en el mundo exterior, social y de trabajo. También le enseñarás en qué consiste ser varón y de qué manera se relacionan los hombres con las mujeres. Esto jamás podrá enseñarlo una madre; nosotras no sabemos lo que es ser hombre, siempre los vemos desde afuera.  

Temo que sientas que mi opinión se anduvo por las ramas, porque en ningún momento me referí a los “cómo hacer”. Si deseas aprender estos “cómo”, te invito al Diplomado en Constelaciones Familiares. Dura dos años y está configurado para lograr reconciliaciones profundas consigo mismo y en la propia familia.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com ,  o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.