Bienvenido a mi blog. Soy mujer, divorciada, madre, abuela y también psicóloga. Deseo que encuentres algo que te guste.
martes, 29 de abril de 2014
Junio a diciembre de 1999, en colaboración: Coordinadora del Transporte Urbano de la Ciudad, Centro Estatal del Conocimiento (ya desaparecido) y Clínica Pascua, dentro de las instalaciones de la Escuela de Artes y Oficios, (también derruida), que estaba ubicada en terrenos de lo que hoy es el poliforum y la Biblioteca. La totalidad de los conductores, casi 2000, recibieron capacitación psicológica con duración de veite horas, para modelar sus actitudes. Fue impartida por un equipo de psicólogos. El taller que se elaboró a propósito se denominó "ARMONIZACIÓN CONTIGO MISMO".
Los trabajadores del volante llegaban puntulamente a su taller conduciendo su autobús, que estacionaban en los patios de la Escuela de Artes y Oficios.
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lunes, 28 de abril de 2014
TRAICIÓN DEL SER AMADO
¿Qué pasa si una persona ama con un amor que no termina y sufre la traición del ser amado? ¿Cómo puede curarse tanto dolor? ¿Cómo puede volver a entregarse en otra relación y vencer el miedo a sufrir otra vez?
OPINIÓN
Así que amas con un amor que no termina, ¡felicidades! Amar con un amor que no termina y que tampoco se convierte en odio, rencor, resentimiento o alguna otra emoción tóxica, indica un elevado desarrollo; nunca es gratuito ni casual. Reconocer que este amor ha sido algo sublime y le entregaste tu ser, constituye en sí una experiencia maravillosa; te ubica en lo que es la vida: la vida es vivir, estar vivos, y por lo tanto, expuestos a multitud de eventos que nos van configurando. Hoy, tú has dejado de formar parte de los que dicen: "No quiero morir sin haber amado”. Amaste y sigues amando. “Amor es el pan de la vida”, dice una canción. El que ama está nutrido y puede nutrir.
¿Cómo puedes curarte de tanto dolor? Haciendo que tu amor sea fecundo para ti. Abandonando la intención de que lo sea para tus hijos o el ser amado que te traicionó; eso si viene se te dará por añadidura. Importa que sea fecundo para tu persona. Puedes agradecer a la vida todas las buenas experiencias que te dio oportunidad de vivir, y si el amor te alcanza, también las malas; unas, porque con ellas comprobaste la calidad de tu corazón, que fuiste capaz de compartir, dar y recibir; las otras, que no te gustaron, porque te permiten saber en qué temas aún debes trabajar un poquito más; el lograr relaciones armoniosas y nutritivas es un arte que, como todas las artes, requiere duro y prolongado entrenamiento.
¿Cómo puedes volver a entregarte en otra relación y vencer el miedo a sufrir otra vez? Seguramente ya lo estás haciendo, en amistades y otras interacciones humanas. No solamente en pareja existe el riesgo de hacerse uno ilusiones y después desilusionarse, al topar con la realidad; en todo tipo de contactos con personas y hasta con cosas puede suceder. No hay manera de que te preserves de la desilusión ni sería deseable que la hubiera; la desilusión sólo significa que el pensamiento había vagado por la zona de la creatividad, creando un mundo que no existía más que en la imaginación, pero datos nuevos destruyeron el castillo de naipes. Entonces solemos reaccionar en un punto entre estos dos extremos: alegrarnos por estar aprendiendo, o sentirnos terriblemente decepcionados, al grado de perder el sentido de la vida. Dicho de otro modo, la desilusión es paso forzoso hacia la sabiduría. En mi libro “Lo mejor de lo peor”, de Trillas, dedico todo un capítulo a este tema, se llama “Desengaño”. Te deseo que logres amar lo que estás viviendo.
“Psicología”
es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o
sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com
, al teléfono 7 63 02 51 o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.
martes, 15 de abril de 2014
VACACIONES
Al menos por
tres días y para casi todos, la Semana Santa es tiempo de descanso laboral. Nos
preparamos con gusto a disfrutarlo y cada uno decidimos qué haremos durante ese
tiempo que nos pertenece solo a nosotros. Es una oportunidad para saber qué es
lo que más nos gusta o importa. ¿Reunirnos con la familia?, ¿con amigos?, ¿con
Dios?, ¿con el alcohol?, ¿con nosotros mismos?, ¿con la Naturaleza? De
cualquier manera, viviremos experiencias de relación: consigo mismo, con
semejantes, con el medio ambiente o con la divinidad. Y esta experiencia no nos
dejará como estábamos.
Unas
vacaciones nos transforman, salimos de ellas con algo nuevo, para bien o para
mal, dependiendo de lo que ansiábamos vivir, si pudimos vivirlo y si el haberlo
vivido nos pareció satisfactorio, o un desencanto. Quizá preparamos un viaje en
grupo, en él nos acercamos unos a los otros y volvemos con el alma nutrida de
caricias verbales o no verbales, o lo contrario: la cercanía resultó excesiva,
el demasiado tiempo juntos nos llevó a conocer facetas ocultas propias o de
nuestros acompañantes, rompemos las relaciones y volvemos sin dirigirnos la
palabra. He conocido a personas que luego de un viaje no quieren saber nada de
parientes o de antiguos amigos, a veces por años.
Unas
vacaciones Nos muestran qué tanta capacidad tenemos para el gozo, la paz y la
calma que proporciona la falta de rutinas, o si necesitamos una rígida
estructuración del tiempo y sentirnos con multitud de cosas por hacer, porque
sin ellas nos percibimos como un tren sin ferrovía, en peligro de una
catástrofe.
Las vacaciones
nos desaceleran; no hay lonches y mochilas de niños que preparar bajo la
presión de que si llegan tarde les cerrarán la puerta de la escuela, ni tenemos
que checar tarjeta a la entrada del trabajo; sin embargo, no siempre les
permitimos desacelerarnos. Entonces nos es imposible despertar más tarde y
necesitamos presionar a todos y a nosotros mismos, porque a lo mejor no
hallamos mesa en el zoológico o si no nos levantamos de madrugada nos
perderemos la diversión; nos imponemos un itinerario tan apretado que ni el
patrón más negrero nos cargaría. Una vez terminada la vacación, nos encontramos
más estresados y agotados que al comenzarla.
Las vacaciones
pueden ponernos en contacto con Dios; tenemos tiempo para orar, meditar,
asistir a los servicios de nuestra comunidad religiosa… También aquí podemos
hacer grandes descubrimientos y saber si acostumbramos sentirnos respaldados
por La Fuerza, o nos percibimos antagónicos a Ella, quizá perseguidos,
amenazados, abandonados o indiferentes; si podemos considerar como oración cada
paso, cada respiro, cada placer o dolor, cada intercambio con nuestros hermanos
humanos… o creemos que la oración es un proceso arduo y difícil, que tal vez
con nosotros no va.
Las vacaciones
nos dan algo que no nos deja como estábamos. Deseo a todos felices e
inolvidables vacaciones.
“Psicología”
es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o
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martes, 1 de abril de 2014
TERMINÉ MI NOVELA
Pues bien, después de más de cuatro años, terminé de
escribir mi novela EL QUE SE FUE A LA VILLA. Estoy contenta. Es una historia de migración, pues todos
los personajes emigran, ya sea de su tierra natal, clase social, antigua
familia o pensamientos acostumbrados. Algunos buscan el cambio, otros lo
detestan, pero éste igual se presenta aunque no lo llamen, obliga a cada uno a
encontrarse consigo mismo y contemplar su ser. De buen o mal grado, todos son enfrentados
a lo difícil, complejo y adverso que lo nuevo suele traer consigo, dentro de un
escenario fronterizo que no es campo ni corazón de la ciudad, no pertenece a
las clases bajas ni a las altas, no es de avanzada y tampoco de la retaguardia,
sino una clase media que la alta considera baja y que en muchos aspectos vive
mejor que los privilegiados por la fortuna. Todos los miembros de esta familia
se ven comprometidos a tomar decisiones que les facilitarán instalarse en el
nuevo territorio, o sentirse faltos de pertenencia. Además, el relato involucra
a México y su historia como protagonista de la narración
Terminar un libro da mucha
satisfacción, permite mirar atrás y ver cumplidas las diversas fases del
proceso creativo: dejar que la imaginación vuele, mire la realidad desde muchos
ángulos y engendre cosas nuevas; dar forma, ilación, estructura y verosimilitud
a estas imágenes creadas; sacar de la mente y trasladar al papel los resultados
de los procesos anteriores; y por último, tener el valor de mostrar a otros la
propia visión. Ninguna es fácil, pero descubrirla ante los demás tiene un grado
especial de dificultad; estoy segura de que en muchos armarios existen
escondidas obras de arte que sus autores no se atrevieron a exhibir. ¡Huy! Uno
está consciente de que no a todos les va a agradar en la misma medida; algunos
quizá lo digan, otros lo piensan y no falta quien siente la necesidad de
arremeter en contra de lo expresado; sin embargo, siempre será valioso para el
propio desarrollo hacer acopio de fortaleza y mentalmente decir: “Esta es mi
obra, así pude hacerla. Deseo que guste, pero si no, de todas maneras contiene
lo mejor de mí y es mi logro”.
Terminar otra novela
también me permite mirar más atrás aún, cuando publiqué mi primer libro: “Quién
entiende a las mujeres”. Recuerdo la gentileza del Periódico a.m., que me hizo
una entrevista. La reportera, muy joven, me preguntó: “¿Por qué comenzar a
escribir a esta edad?”. Yo tenía unos cincuenta años. Inicialmente me sonrojé
con su pregunta y tardé un poco en responder; indagaba en mi interior los
motivos por los que no había comenzado antes y me disculpaba ante mí misma
pensando que había tardado más de diez años en completar aquel mi primer libro,
luego caí en la cuenta de que aun así no era una jovencita al comenzar y que nuestra
cultura adora la juventud. Con la velocidad del pensamiento retrocedí hasta el
año en que fue fundada la carrera de periodismo en la Universidad La Salle,
UBAC en aquel tiempo, por los hermanos y el Ing. Enrique Palos. Fui de la
primera generación. Muy buenas las clases, pero deserté porque sentí que no
tenía nada que decir; me faltaba vivir y reflexionar. “Hasta ahora se me dio”, respondí.
Tardé varios años más en asumir que las vocaciones pueden surgir en cualquier
edad, y en la madurez son doblemente valiosas; ahora escribir da mucho sentido
a mi vida, precisamente en una etapa que se caracteriza por la necesidad de insertarse
activamente en ella, en lugar de esperar y “dignarnos” aceptarla, como cuando, por
la juventud, es la vida quien nos empuja y envuelve en todos los aspectos.
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