sábado, 24 de diciembre de 2016

NAVIDAD TRADICIONAL



NAVIDAD TRADICIONAL
La Navidad es una tradición y en cada lugar o época se celebra distinto. Se llama tradición a un conjunto de creencias y costumbres que se consideran valiosas y por tanto, se busca trasmitirlas a las nuevas generaciones para que a su vez, éstas las trasmitan a sus hijos como legado cultural. Las tradiciones forman parte de la identidad grupal.
Aunque las tradiciones se conservan, cambian; la celebración de la Navidad también. Era muy distinta por el tiempo en que León terminaba en La Calzada y la antigua casa de los señores Pons, hoy sede de este periódico, estaba en las afueras. Comenzaba con una novena, “las posadas”. Durante nueve días antes, parientes, amigos y vecinos se reunían para rezar el rosario cantando, llevando velas y encendiendo lucecitas, mientras se cargaba en andas a “los peregrinos”, conjunto de pequeñas estatuas de José, María y un borrico. Dos veces se representaba el rechazo a la petición de alojamiento, pero a la tercera se les recibía con alboroto. Entonces se servían ponches y se entregaban “los aguinaldos”, de los que seguramente tomó el nombre la retribución en efectivo que hoy reciben quienes gozan de sueldo. Acto seguido, se rompían la o las piñatas y se tronaban “cuetes”, brujitas y palomitas. Como solían ser reuniones bastante numerosas, era frecuente que se cerraran calles y todo el vecindario se volcara fuera de sus casas a convivir.
Antes de que se construyera “El Eje” o Boulevard López Mateos, ya se habían introducido cambios en la novena: pocos rezaban el rosario, se limitaban a los cantos, pedir posada y romper la piñata, mas no abreviaron el tiempo de la reunión, sino que lo rellenaron con juegos y baile. Los más conservadores protestaban inútilmente contra tal “profanación”. En vano. Sin embargo, décadas después, posiblemente coincidiendo con el misterioso regreso social a la religión y la espiritualidad, resurgieron las posadas tradicionales con rezo del rosario; pero ya no eran con tanta gente ni en la calle ni una persona sola cargaba con todos los gastos, tenían que “hacer vaquita”, lo cual puede atribuirse al aumento del tráfico y del costo de la vida. Este año, no me tocó escuchar cánticos ni saber de algún sitio donde “dieran posada”; la tradición se conserva sólo en algunas pocas familias.
El último día de la novena se llamaba “Noche Buena”; la gente intercambiaba buenos deseos y presentes, generalmente de tamales, buñuelos o algún guiso, se reunían temprano para comerlos en familia, “arrollaban al Niño”, lo cual solía incluir “padrinos” que le compraban el vestido e invitaban la cena, se incluía la imagen del recién nacido en el nacimiento, un rato de ponche y tronar cohetes y  todos en familia se dirigían a la “misa de gallo”, que era a las 12 de la noche. De esto sobra poco o nada. El nacimiento ha sido sustituido por arbolitos con luces y otros arreglos temáticos; ya no hay misa de gallo sino de 10; son escasas las familias donde los abuelos tienen 30 o 50 nietos y éstos no se saben los cantos ni pueden salir a la calle a tronar cohetes. Ahora las familias se reúnen a cenar, intercambian regalos y se desvelan. ¿Se perdió la tradición? De ninguna manera, ha tenido un viraje; es fiesta menos religiosa y más conmemorativa de la familia y la fraternidad. El intercambio de regalos ya no se restringe a personas unidas por lazos de sangre o largos años de convivencia; se ha extendido a los sitios de trabajo, a los negocios y a servidores eventuales, como los “viene, viene” y los que recogen la basura, que lo encuentran a uno o tocan la puerta y piden: “¿Me da mi Navidad?”  
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com ,al teléfono 7 63 02 51 o en facebook.com/Psic-Ma-Dolores-Hernandez-Gonzalez



lunes, 19 de diciembre de 2016

NUEVO LIBRO



Emoción. Tenemos libro nuevo. Se titula: “Ocho cuentos. Ocho escritores”. Es un nacimiento que coincide con la Navidad. Misión cumplida, obra terminada, inicio de un futuro. Siempre será una alegría tanto entregar como recibir a un recién nacido.
Como he comentado en otras ocasiones, somos un grupo de escritores, tres hombres y cuatro mujeres, que contamos cada uno historias diferentes. En esta colección de cuentos narramos un cruce de fantasías y realidades, 8 originales relatos que muestran distintas caras de la vida y diversas emociones, fusionadas en un solo libro:

  • ·         el adolescente sin padres que busca a ciegas y con denuedo su lugar en la memoria, el tiempo y el espacio;
  • ·         la mujer cuya belleza dificulta su existencia y la arroja a un mundo de amor, dolor y desaciertos;
  • ·         el científico que se convierte en invisible, conoce a una hermosa mujer y todo se complica de un modo divertido;
  • ·         la joven esposa que dudando entre sentirse heroína o esclava voluntaria, abre su jaula y se experimenta culpable y desprotegida;
  • ·         el hombre que necesita discernir entre la realidad o la fantasía de un peligro aterrador;
  • ·         el “viajero” que es testigo de los rigores de la justicia y la fervorosa religiosidad de un pueblo;
  • ·         la sobreviviente a la guerra cristera que describe los sentimientos y creencias con que la gente de aquella época vivió su  epopeya;
  • ·         el alma humana que se pregunta si está dirigiéndose hacia un destino o ha detenido su trayectoria.

Por ahora, el libro está guardado, como envuelto en pañales, será hasta 2017 que lo presentemos en público.
La experiencia de escribir y la de ver publicada una obra, están relacionadas pero son distintas. En la primera, va uno sacando de la cabeza los propios pensamientos y volcándolos en papel, en un proceso que involucra tanto el gozo como el esfuerzo. Una vez que ya es posible mirarlos afuera, a veces uno siente que así son y nos gustan, pero otras, se encuentra con la necesidad de redondearlos, completarlos y hacerlos comprensibles. Es frecuente que durante el proceso de escribir y reescribir, las ideas evolucionen y la comprensión se amplíe; quizá una coma que debe ser insertada, suprimida o cambiada de lugar ocasione que la propia mente haga cambios y ajustes que resultan importantes para la propia vida. Por mi parte, estoy convencida que escribir sobre un tema es un método excelente para estudiarlo, porque el lenguaje escrito no es igual que el hablado; escribir requiere  precisión en el uso y orden de las palabras. Por ejemplo, no es lo mismo decir: “Dame eso que está allí”, que definir en una frase y con claridad a quién estoy solicitando  que me facilite, regale o preste qué clase de objeto que se encuentra a la vista. Detenerse a analizar la gramática del propio texto obliga a que la mente aclare, afine, pula, retoque, suavice o modifique un postulado. También ocurre que las creencias heredadas, en las que de otra manera jamás reflexionaríamos, queden expuestas al escrutinio de la conciencia y, muchas veces, uno siente que jamás había entendido lo que significaban.
La experiencia de publicar es distinta, toda gozo. El texto está terminado y se escogió una portada. Las presentaciones serán reuniones con personas interesadas que se alegrarán con nosotros por haber logrado cristalizar un anhelo. Abrazos, felicitaciones, brindis, conversaciones sobre el tema, augurios de que el escrito caerá en buenas manos y será leído con agrado. Bien, en espera del día en que recibiremos felicitaciones de amigos y conocidos, hoy felicito a los de mi grupo y a mí entre ellos. ¡Felicidades, qué bueno que terminamos este libro! También es un placer felicitar y desear a todos, amigos y lectores, una excelente Navidad. Gracias por su continuo apoyo.
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lunes, 5 de diciembre de 2016

NARCISISMO, AUTOESTIMA Y ASERTIVIDAD



Narcisismo, autoestima y asertividad son términos que tienen significados diferentes y con frecuencia son utilizados mal, de manera indistinta, uno en lugar de otro.
“Narcisismo” proviene del conocido mito de Narciso, joven bello y vanidoso, incapaz de amar a nadie, que se enamoró de su propia imagen reflejada en el espejo del agua.
El narcisismo es un impulso innato e instintivo a creer y sentir: “Yo soy valioso”. Nunca faltará verdad en esta afirmación, sólo que el narcisismo es a la autoestima lo que la arena y las piedras a un edificio; materias primas necesarias que precisan de elaboración y acomodo inteligente para que puedan ser aprovechadas.
El narcisista “olvida” o se desentiende del trabajo de elaboración inteligente que su narcisismo requiere y pasa a endiosarse de una imagen idealizada de sí mismo, no de su persona real (que no conoce ni acepta). Cree y no cree la imagen creada por su mente, sin embargo, intenta convencer a todos que es verdadera: presume de riquezas que no posee, triunfos que jamás obtuvo, cualidades que no ha ejercitado.  Es el caso de las personas que por vergüenza ocultan a su familia, el lugar donde viven, el trabajo que desempeñan, etc.; sin embargo, jamás quedará totalmente borrada la necesidad de sentirse valiosas, porque nada borra al instinto.
Como queda dicho, el narcisismo natural e instintivo es la materia prima con que se construye la autoestima o amor incondicional por sí mismo. La autoestima reconoce en cada ser humano un valor intrínseco que lo hace digno de amor. Tal reconocimiento no es tarea fácil; nacemos inmersos en millares de creencias que, aseguran, si no logramos determinadas características, no mereceremos amor ni nadie nos va a querer. “Deberías ser… más rico, con más títulos universitarios, más alto, más sociable, más valiente, más esbelto, más blanco, sin vellos, sin malos olores, más sumiso, más etc.”. Estos “deberías” no tienen qué ver con la autoestima, sino con la imagen mental que tiene uno de sí mismo o tienen los demás.
La autoestima nunca se ve afectada por los éxitos ni los fracasos, es un amor incondicional en reconocimiento del propio valor intrínseco. Cuando alguien exclama: “Me titulé y aumentó mi autoestima” está confundiendo el amor por sí mismo con un mejoramiento de su auto-imagen.
La autoestima hay que cultivarla, porque en cuanto uno se descuida vuelve a creer las numerosas mentiras que se nos inculcan y a caer en el desamor por sí mismo. Un buen ejercicio de autoestima es mirarse en el espejo, darse un abrazo y decir al mismo tiempo: “Te amo como eres, como estás, con todo lo que has hecho, lo que tienes y lo que no tienes”.  Entonces, así nos faltara un brazo o una pierna o hubiéramos perdido toda nuestra fortuna, estaríamos de nuestro lado y queriéndonos. Esto es autoestima incondicional.
La persona con autoestima es asertiva; es decir, sabe expresarse, dar, pedir, recibir o decir no cuando es conveniente, sin la intención de perjudicar a nadie, puesto que considera valiosos a todos los humanos. Está interesada en convivir e intercambiar, no en ser la mejor, dominar o sobresalir.  En cambio, la persona que no se considera valiosa opta por no defender sus derechos de forma activa: puede dar una respuesta agresiva cuando su foco de atención está puesto en las propias necesidades, o de sumisión cuando desea complacer a los demás. La asertividad se sitúa en un punto intermedio entre dos polaridades: la pasividad, que consiste en permitir que terceros decidan por nosotros, o la agresividad, cuando no somos capaces de ser objetivos y respetar las ideas de los demás. La autoestima incondicional nos mantiene siempre a flote y en equilibrio, aun en las situaciones más embarazosas. Nada como amarse uno a sí mismo.
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