Está de moda hablar del maltrato
animal, concepto que se ha vuelto extremadamente subjetivo. Es un problema de
primer mundo que difícilmente se adapta al subdesarrollo.
Para mí, mal-tratar a un
animal significa relacionarse con él de una manera que no le corresponde o que le
daña. Pero esta definición requiere sub definiciones, como establecer cuál es
el lugar que le corresponde y qué le inflige daño. Como dije, nos movemos en una
subjetividad delirante y establecer un criterio de equilibrio universal es
punto menos que imposible.
El lugar que corresponde al animal: Los científicos elaboraron la escala genética que coloca al humano en la cima del desarrollo
y a los demás animales por debajo de él. Sin embargo, el hombre no siempre se
ubica en este sitio respecto a sus hermanos animales. Por ejemplo, hay lugares
donde las vacas son sagradas. Vi un documental de Luisito Comunica acerca de un
templo donde se venera a las ratas. Karl Logerfelt dejó su cuantiosa fortuna a
Felina Choopette, su gatita. He oído a personas repetir la frase: “Mientras más
conozco a los humanos, más quiero a mi perro”. Podrían multiplicarse los
ejemplos. ¿Llamaríamos a esto maltrato animal, en vista de que se les da un
trato que no les corresponde?
De acuerdo a la definición
que ofrecí más arriba, yo sí lo llamaría maltrato; pero aquellas personas cuyas
creencias las impulsan a hacer lo que hacen, no estarían de acuerdo. Y surge
una pregunta importante: ¿Quién tiene derecho a decretar que no se debe adorar las
vacas o las ratas, dejar herencia a los gatos, o considerar mejores a los
animales que a los humanos?
Hacer daño al animal: Es obvio que matarlo es hacerle daño, pero nos
gusta o necesitamos comer filetes. ¿Deberíamos volvernos todos vegetarianos
para que reses, cerdos y pollos no sean sacrificados? En el otro extremo están
los cazadores que matan no por hambre, sino por el placer de matar. Y esto se
vuelve más complicado cuando no se mata al animal, sino se le condena a vivir
en circunstancias adversas, como las gallinas y los cerdos que crecen en un espacio
en el que apenas caben y además se les inyectan hormonas para que engorden
rápido.
Las creencias de las
personas y las imágenes que éstas se han forjado de sí mismas y de los
animales, son la causa del trato que les dan y revela mucho de su propia
personalidad. No es lo mismo establecer una relación de intercambio con el
animal, a otra de “te doy lo menos posible y te extraigo lo más que pueda”.
Ambos tipos de relaciones provienen de la personalidad del humano.
¿Se daña a un animal
cuando se le pone a trabajar? Las creencias se revelan en las conductas y está
de moda considerar al trabajo no como un estado natural y provechoso, sino como
un tormento indeseable. Y si en las personas resulta una desdicha tener que
trabajar, en los animales es maltrato. Hace tiempo se prohibió utilizar
animales en los circos. Internet mostró fotografías de estos, apartados de sus
cuidadores, flacos y muriendo de hambre, puesto que no podían regresar a la
selva. ¿Les fue mejor que trabajando en el circo? ¿Debería prohibirse cualquier
trabajo peligroso y sufrido también a los humanos, o sólo a los animales?
A un hombre le prohibieron
usar su caballo como medio de transporte. En su familia todos trabajaban,
también los niños. Tempranito llenaban costales con tierra para las macetas y
el padre salía a venderlos, en su carro tirado por el animal. Un día, la carga
se recorrió hacia atrás, inclinó el carro y dejó al caballo suspendido entre
los dos maderos que lo sujetaban. La imagen salió en los periódicos como prueba
de maltrato. Se protegió al animal y el hombre y los niños debieron cargar los
costales.
¿Verdad que está difícil
establecer un criterio general, por la diversidad de opiniones?
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