Mi terapeuta opina que estoy en un triángulo dramático. ¿Podría hablar algo del tema?
RESPUESTA
Si estás en un “triángulo
dramático”, quiere decir que en tu medio ambiente existe un conflicto, y tú has
recibido una “invitación” para participar en él; por lo tanto, tienes opción de
hacerlo desde alguno de los tres roles clásicos: víctima, perseguidor y salvador, o como persona responsable de sí
misma que no se deja enganchar.
Voy a poner un ejemplo:
Una abuela ama entrañablemente a su nieta. Durante una comida, el actor uno, la
pequeña, empuja intencionalmente el plato y anuncia: “Está feo”. El actor dos,
la madre, la reprende: “Esos no son modales”; el actor tres, la abuela,
interviene y convierte la situación en triángulo dramático al decir a la hija: “Tú
siempre desaprobándola, si no le gusta, dale otra cosa”. Ya está: ha puesto a
la hija en el rol de perseguidora, a la niña como víctima y ella misma es la
salvadora que viene a poner orden. Desde
ese momento, los roles pueden ser
intercambiados entre los tres protagonistas. Imaginemos que la hija se engancha
y contesta: “Y tú siempre desaprobándome a mí”; ha tomado el rol de víctima,
como si dijera: “Tú me haces daño”; por lo tanto, ahora la perseguidora es la
abuela. A la niña le toca ser salvadora; acepta el rol y dice: “Mi abuelita sí
me quiere (es buena)”. Así pueden continuar indefinidamente, lanzándose
acusaciones (perseguidor); doliéndose de ellas (víctima) y entrando al rescate
(salvador) al tomar partido. El
resultado es siempre enormes cantidades de dolor, resentimiento y frustración; crece
cada día la sensación de soledad e incomprensión y los participantes, aun queriéndose,
pueden tener la convicción de que se odian. Y solamente hay entre ellos un mal
hábito de interacción.
Es difícil escapar de un
triángulo dramático cuando ya se ha aceptado participar en él; sin embargo, es posible.
¿Cómo? Cada actor dedicándose a saber cuál es exactamente su responsabilidad, y
limitándose a vivir lo que le corresponde. En el ejemplo, la responsabilidad de
la niña es adquirir modales; la de la madre, enseñarlos y exigirlos; la de la
abuela, estar presente dándoles amor a todos por igual, sin opinar sobre los
métodos de educación, máxime si no se le pregunta.
El modelo del triángulo
dramático puede aplicarse en cualquier interacción, ya sea entre personas o
entre grupos. Una maestra llama a la mamá de un alumno y le informa: “Su hijo
hace esto y aquello”. La madre puede limitarse a su responsabilidad y
preguntar: “¿Qué solución sugiere?”, o decir: “Usted le tiene antipatía” o “sus
métodos son inadecuados”. Con las últimas expresiones, estaría haciendo una
invitación a participar en un triángulo dramático. En cuanto los otros dos
actores acepten, tendrán en marcha un conflicto sin fin. En grupos: Digamos que
un comité debe organizar una tómbola y pide al personal docente que les permita
entrar a los salones y solicitar obsequios. Uno de los maestros dice: “Van a
interrumpir, luego es difícil recuperar el orden”. Los miembros del comité pueden
respetar la responsabilidad de cada campo y preguntar: “¿Cómo sugiere que
hagamos?”, o invitar al triángulo
dramático: “Ustedes son maestros y no quieren a la escuela”. Si ellos se
perciben como víctimas de una acusación y responden como tales, no faltará otro
grupo o persona que sea invitado como salvador. En cuanto éste acepte el rol,
tendremos conflicto para rato entre comité, maestros y el grupo o persona que
quiso intervenir. “El que mete paz, saca
más”. Y ya sabemos que los roles se intercambian constantemente, así que pronto
circularán acusaciones cada vez más graves y defensas más desgarradoras.
Fuente: Stephen Karpman
describió este modelo por primera vez en 1968. Se utiliza en Análisis
Transaccional.