Tengo 30 años y me
considero una persona con una autoestima "media", ya que no siempre
me atrevo a expresar mi opinión, me cuesta trabajo tomar decisiones y no soy
capaz de establecer relaciones de amistad duraderas. Mi familia era muy
criticona y burlona conmigo por mi aspecto físico, mi mamá aun lo sigue siendo,
creo que también tiene baja su autoestima. Quiero romper esa cadena
generacional y que mi niña no sufra de lo mismo, que goce de una alta confianza
en sí misma y para ello debo tenerla yo también. He mejorado mucho a través de
la lectura y de la ayuda de mi esposo, él sí goza de una buena autoestima, pero
aún tengo ese huequito que falta por llenarse y constantemente me estoy
autocriticando. ¿Qué consejos o ejemplos me puedes dar para aumentar mi
autoestima?
RESPUESTA
Cuando dices “autoestima media”, imagino que te refieres
a que eres como somos la mayoría de los humanos, que no siempre nos atrevemos a
expresar nuestra opinión, nos cuesta trabajo tomar decisiones y establecemos
muy pocas relaciones duraderas; es decir, con la familia, que aunque tuviera
enredos nunca se destruye, y con escasos amigos muy cercanos, los demás son más
bien conocidos o compañeros, aunque los llamemos amigos. También imagino que no
te gusta “ser del montón” y crees que, autocriticándote, un día lograrás volverte ¿perfecta?, ¿super-humana?, ¿sobre-natural?
o cómo se diga que no eres como los demás hombres. ¿Voy bien? Y que tu
aspiración es que tu hija sí sea, desde ahora y para toda su vida, la perfecta super-humana o sobre-natural que a ti te ha sido negado
ser. Y que tu esposo ya es, en tu imaginación, un perfecto super-humano o sobre-natural.
Eso entiendo.
Mejor vamos a replantear tu pregunta: mi mamá es criticona,
yo soy criticona sobre todo conmigo misma y no quisiera que mi hija fuera como
somos mi mamá y yo... ¿Voy mejor, o todavía no? Quién sabe. Bueno, creo que preferiré
un poco de teoría.
Las ideas que tenemos sobre nosotros mismos y sobre
cualquier otra cosa, son ideas; es decir, conclusiones intelectuales que a
veces sí y a veces no, concuerdan con la realidad. Muchas ideas pueden ser
descabelladas, como: tengo que ser
perfecta, si no soy perfecta (o bonita, delgada, simpática, etc.) no merezco ser
amada y podríamos poner millones de ejemplos más. Estas ideas, por ser
conclusiones que obtenemos a lo largo de la vida, difícilmente pueden ser
cuestionadas por nosotros mismos; son nuestras creencias y las expresamos
diciendo: “yo creo que…” Al parecer, así somos los humanos.
Diferente a las ideas es nuestra parte afectiva. Ésta
“reacciona” a los eventos con emociones y sentimientos. ¿Cómo? Comparando cada hecho
con dos “modelos” que tenemos grabados adentro, uno que proviene de la biología
y el otro de las ideas. Por ejemplo: voy caminando, tropiezo y me lastimo una
rodilla. La biología informa con dolor físico: aquí hubo un raspón. Las ideas me
dicen multitud de cosas: que soy atolondrada, imprudente, ridícula... Mi parte afectiva
toma en cuenta todo lo anterior y reacciona con emociones: Pobrecita de mí, cuánto me duele el raspón (compasión o conmiseración);
Fíjate, tonta (perfeccionismo
lastimado); Todos me vieron (vergüenza,
culpa) y tantas posibilidades más. Aquí lo importante es distinguir entre ideas
y emociones; o sea, entre pensamientos y afectos. Las imágenes sobre nosotros
mismos pertenecen al pensamiento, y la autoestima pertenece a los afectos.
Volviendo al primero y segundo párrafos, supongamos que el
patrón allí descrito existe en alguna persona, aunque no seas tú. Estaríamos
hablando de imágenes, ideas o pensamientos. La persona en cuestión sólo podría liberarse de
todo eso decidiendo en su interior: “Aunque
soy imperfecta, de todas maneras elijo amarme y ser siempre mi propia mejor
amiga”, entonces tendría autoestima, sin necesidad de llegar a la
perfección que su sistema de ideas le exige. Conclusión: la autoestima buena o
mala depende de la ELECCIÓN VOLUNTARIA de tener amor u odio hacia uno mismo
(afectividad), y no de la buena o mala autoimagen (intelecto) que nos hayamos
forjado.
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