martes, 3 de diciembre de 2013

PAPY, MAMY, ¿CÓMO SE HACEN LOS NIÑOS?


¿Alguna vez te sonrojaste frente a esta pregunta? ¿Sí? ¿Te gustaría saber por qué te sucedió? Porque en tu familia también se sonrojaban. Los niños, con su inocencia, tienen la capacidad de poner a la vista nuestros “secretos” familiares más escondidos.

Aparentemente no es ningún secreto que, durante siglos, para los “sabelotodos” de Occidente ha sido “vergonzoso” que el requisito fundamental para hacer a los niños sea una relación sexual entre un hombre y una mujer. ¡Pero sí es secreto! La prueba está en que al tener que hablar del tema nos sonrojamos, como si nos hubieran pescado en falta, como si tuviéramos la tentación de corregirle la página a Dios y hacerla más “decente”, cosa que no hemos podido lograr (aunque estamos a punto de que sí, la ciencia casi descarta a los padres, puede sustituirlos con donadores); pero mientras esta “maravilla” no sea la costumbre, ¿quisiéramos, al menos, no ser los encargados de enterar a los niños del "horror" de que un día papá y mamá se abrazaron con todo el amor que eran capaces en ese momento, y debido a ese amor surgió su vida?

Para un niño pequeño es posible pensar que “de la nada” surge un “algo” en la panza de mamá y que allí crece. Con este pensamiento mágico, la importancia del padre se “desvanece”; nadie lo necesita para nada. Ahí es el punto donde surge la pregunta. El pequeño no imagina que está haciendo una reflexión muy grande y  preguntándose lo mismo que un adulto: “¿de dónde vengo?”. Intuye que viene de algún lado y que su padre tiene alguna importancia. Entonces acude con las personas que “lo saben todo”: sus papás, y les pregunta lo que desea saber. Ellos pueden responderle con la verdad, o transmitirle la prohibición que recibieron de sus propios padres sobre el tema. ¿Un niño pequeño es capaz de comprender que viene de papá y de mamá?, ¿Qué papá lo fabricó primero en su cuerpo, pero incompleto?, ¿y que debió entregarlo a  mamá para que ella lo completara y lo cuidara, también en su cuerpo, hasta que fuera capaz de respirar por sí mismo?

Nos hemos creído el cuento de que ya hicimos la revolución sexual porque ahora en todas partes se habla de sexo; sin embargo, no podemos ver que nos saltamos olímpicamente el deseo y el sentimiento, que les quitamos importancia y éstos no se incluyen en la información que se da en las escuelas. ¿El deseo y el sentimiento están ausentes también en nuestras mentes?, ¿desaparecieron?, ¿son vergonzosos?, ¿o sólo están reprimidos, usando el lenguaje de Freud?

Actualmente existe una gran reticencia para reconocer que los papás son igual de importantes que las mamás, y más reticencia aún para confesar que  el deseo de papá también fue fundamental para que naciera el hijo. Muchas personas ni siquiera conocen el término “voluptuosidad”, y se niegan a conceder que ésta jugó un papel protagónico en ambos padres para que engendraran una vida. ¿Es posible que nosotros, habitantes del siglo XXI, sigamos considerando bochornoso hablar de sexo, como lo fue por siglos?, ¿que también nosotros incluyamos al deseo sexual como parte de los “despreciables bajos instintos”? ¿Qué sigamos atribuyéndolo al hombre y no a la mujer? ¿Qué consideremos la paternidad masculina como algo accidental y suprimible? Si las respuestas fueran afirmativas, ¿explicarían, en parte, por qué muchas mujeres de hoy prefieren ser madres solteras y criar a sus hijos ellas solas?, ¿y que algunos padres se olviden con facilidad de los hijos que han engendrado? Se termina el espacio. El querido lector deberá completar este artículo inconcluso.

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