martes, 21 de febrero de 2017

FRASES CURSIS EN INTERNET



Circulan y se comparten por internet montones de frases cursis que aburren y hacen sentir como que si no me va bien y no soy rico se debe a que no tengo autoestima, que piense de mí que soy maravilloso, que para el humano no hay límites y todo ese rollo. ¿No son frases de megalomanía, delirio de grandeza?

OPINIÓN

Todas las personas intuimos de manera instintiva lo mucho que valemos, de ahí que a ninguna nos gustan el desprecio y la humillación. Nos enojamos si alguien quiere hacernos sentir menos, porque en alguna parte del alma sabemos que todos los humanos tenemos igual valor e igual dignidad, ya se trate de un niño, un estudiante, un maestro, un graduado de algo, un ama de casa, un vendedor de seguros o el presidente de la república. Esto no es megalomanía, sino humildad. 

La  humildad es la verdad; nadie es más ni tampoco menos. Obviamente, cuando hablamos de este valor, no nos estamos refiriendo a lo grueso de sus carteras ni al monto de sus logros, sino a algo más profundo y no material. ¿Qué será?

Busquémoslo por omisión. Aparentemente es obvio que no todos somos iguales. En lo material y para la sociedad, sí hay personas mejores que otras: es mejor una persona rica que una pobre; una cultivada que una grosera; una generosa que una tacaña; una respetuosa que una delincuente. Sin embargo, ante lo no material y más profundo, todas conservamos nuestra igual dignidad de personas. Esto no es megalomanía pero sí la base de una autoestima por la cual podemos decir sin mentira y a pesar de cualquier cosa: merezco amor, soy maravillosa, etc. Se trata de una autoestima instintiva, real, que nunca disminuye y que muchas personas rechazan llamándola egoísmo; pero el rechazo es otro tema.

Lo más profundo y no material nos ha sido dado, no es resultado de nuestro esfuerzo; se trata de la vida y aquello misterioso por lo cual podemos tener conciencia de nosotros mismos.

Ahora voy a darte la razón: Sin referirnos a lo profundo y no material, sí es megalomanía decir que somos maravillosos, que no tenemos límites o que poseemos recursos infinitos, ¿dónde estaría lo maravilloso entre tanta violencia y corrupción?, ¿dónde estaría lo infinito si cada uno termináramos donde acaban nuestra propia piel y nuestro tiempo? Sin “algo más grande” que nos respalde, nos veríamos reducidos al nivel del animal o del insecto, que también poseen excelentes y complejas estructuras biológicas que los mantienen vivos pero no pueden saberlo: no tienen conciencia de sí mismos ni dejan herencia cultural.

Me gusta comparar a nuestro cuerpo y mente con una computadora magnífica y poderosa que sabe hacer muchas cosas bien, pero si permanece encerrada en sí misma, sin conexión a internet, tiene un límite de lo que puede abarcar. En cambio, conectada a la red (lo que equivaldría que los humanos nos conectemos con el espíritu), sus capacidades se ven multiplicadas por un número desconocido de veces, tiene acceso a datos que están en el otro lado del mundo o que pertenecen a otras épocas, puede transmitir las ideas de su creación hasta confines que nunca sabrá qué tan alejados están, y tantas cosas más. 

También pienso que hay personas que viven conectadas con el espíritu pero no quieren admitirlo y se llaman a sí mismas ateas sólo porque no creen en él. Se me figuran a alguien que hace un buen trabajo con datos extraídos de internet, y luego argumenta que los obtuvo solo.

Resumiendo. En mi opinión, las personas somos maravillosas, infinitas, plenas de recursos y dignas de todo amor porque nos respalda “algo más grande”. Desconectada nuestra conciencia de esto, podríamos pensar que diferimos poco de otros mamíferos a cuyo reino pertenecemos y que la existencia sirve para perpetuar la especie y conseguir comida y abrigo.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com en facebook.com/Psic-Ma-Dolores-Hernandez-Gonzalez

martes, 14 de febrero de 2017

NO ME SIENTO EN MI LUGAR



Hace más de un año que terminé carrera y me pasa en los trabajos como si lo que sé no sirviera, no aplica, no cacho y como si me vieran con burla. Esta última vez yo no renuncié, me aplicaron recorte de personal, pero es feo que uno quiere y no la hace. En serio que en todas partes me voy sintiendo mal, como fuera de lugar, no de ahora, desde en la escuela, como que yo no soy yo o qué tendría qué hacer. ¿Por qué sucede que alguien no se siente bien en ninguna parte, como que en todos lados anduviera fuera de lugar?

OPINIÓN

La vida tiene un lugar adecuado para cada uno de nosotros. Encontrarlo es vital. En ese lugar nos sentimos bien y productivos. Que tú estés viviendo la terminación de un proyecto vital y el inicio de otro, no significa que estés fuera de lugar o que tú no seas tú, sólo estás creciendo. Pero puede ser que tu mirada y tu atención estén en otra parte que no eres tú, contemplando una imagen ideal tuya y no a ti, no te ves.

El lugar de cada persona nunca se pierde, está dentro de su propia piel. Puede ir al norte o al sur, a la ciudad, la montaña o la playa, y siempre permanecerá dentro de sí, siendo lo que es. Si se gusta o no a sí misma, será otro asunto; de todas maneras es quien es y está en su lugar.

Es obvio que si una persona gusta de sí misma y establece consigo una relación bonita, no necesita pelear con lo que ve ni trata de escapar; en cambio, si no se gusta y preferiría irse lejos de sí misma o cambiarse por otra persona, su relación será tormentosa y conflictiva. Sin embargo, sigue siendo quien es.

¿Y por qué hay personas que no se gustan? Porque no se aceptan a sí mismas ni a su historia. Imaginan (erróneamente) que con no aceptar algo, esto cambiará. Pero los hechos no cambian, puesto que son hechos y lo hecho, hecho está. Nosotros sólo podemos cambiar la manera de mirarlos. Si se nació en palacio o en choza; de padres ricos y magníficos o de padres pobres o delincuentes; con cuerpo sano y completo o con una enfermedad hereditaria o congénita; como hija única o en medio de una familia numerosa; eso jamás cambiará. Son hechos. 

El primer paso para que la persona se sienta bien dentro de su piel consiste en aceptar con amor los hechos de su historia, sean como sean. Decía Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”.

¿Y si no puede?, ¿si los hechos de su historia son tan terribles que siente que jamás los perdonará? Entonces, como los hechos no cambian, la persona va a desperdiciar el breve tiempo de su vida peleando consigo misma, diciéndose cosas desagradables, pensando mal y criticando todo lo que hace y le toca en suerte. En otras palabras, haciendo miserable su existencia. Éste será su patrón para todas sus relaciones.

Luego, desde dentro de su propia piel y con los patrones que acostumbra, la persona se relaciona con otras personas. Qué bien si las encuentra amistosas pero no todas han de ser así, y qué bien si la apoyan pero no puede esperar que todas lo hagan. Aquí entran los patrones: si sabe cómo convivir con lo desagradable sin dejar de ser feliz y amorosa, nadie podrá hacerle un daño verdadero. Podrán despreciarla, despedirla, robarle sus pertenencias… pero ella flotará sobre la adversidad como pelota inflada sobre el agua.

Volviendo a tu caso: tal vez necesites mirar con más amor tus hechos y tu historia y decirte palabras bonitas: “Me felicito porque terminé con éxito mi primer proyecto de vida (la carrera) y ahora me dispongo a poner en marcha el segundo: mi acomodo laboral. Puedo hacerlo y vencer las dificultades que seguramente se me presentarán. Me amo y permanezco de mi lado”.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com






martes, 7 de febrero de 2017

UNO NO SABE LO QUE NO SABE



Me han preguntado si los relatos en mis libros son reales y si me sucedieron. Siempre la respuesta es “no”, porque no escribo autobiografía, aunque en esta columna me he permitido un par de excepciones. Ésta es una de ellas: voy a compartir algo que me sorprendió.

Hace unos días viví un encuentro con mis compañeras de la primaria. A algunas no las había visto desde tiempos de la escuela. No deja de ser impresionante volver a estar con ellas y escuchar sus recuerdos. Éste me impactó de manera muy especial: 

Las madres nos habían llevado de paseo a un rancho donde llenaron con agua un gran depósito al que nos dieron permiso de entrar, como si fuera una alberca. Mientras oía el relato, iba recordándolo todo. La madre me preguntó si yo sabía nadar y respondí que sí. No mentí, era pequeña y creía que daba lo mismo chapotear en la tina que saber nadar, así que apenas bajé dos escalones de aquella improvisada alberca sentí que todo giraba y me fue imposible conservar el equilibrio. 

“Yo vi una trenza flotando, la jalé y te saqué”, contó una compañera. 

Era verdad, hasta que volví a escuchar el relato comprendí la grandeza del acto de esta compañera y la importancia que tuvo para mí. Me sorprendió que en mis recuerdos quedó más grabada mi sed y el agua fresca que ese día nos ofrecieron los anfitriones a las niñas formadas en fila. ¿Cómo fue que yo di mayor importancia a eso que al hecho de haber sido salvada de morir? 

Me pregunto en cuántos otros acontecimientos puede uno estar teniendo errores de apreciación, sin saberlo. 

Pensé en la poca objetividad que pueden tener nuestros recuerdos en la formación de la autoimagen y si en realidad elegimos lo importante para configurarla.  

Suele ocurrir que cosas que en su momento vimos como pequeñas y triviales, o grandes e importantes, pasados los años las miramos de manera distinta. También, que nunca descubramos lo trascendental de determinados minutos, como me habría sucedido si no hubiera asistido a la reunión, o mi compañera no hubiera recordado el incidente que he contado. 

Uno no sabe lo que no sabe. 

Quizá un evento está guardado en el inconsciente pero no sube a la conciencia, o la pereza de revisarlo y modificar la visión ocasione que uno lo siga mirando como la primera vez, con los mismos sentimientos de la niñez, adolescencia o juventud, aunque la edad confiera, según dicen, más sabiduría. 

Volver los ojos desde el presente al pasado puede ser muy sanador. Mirar los acontecimientos permaneciendo en el presente, sin repetir  los sentimientos antiguos ni dejarnos envolver por ellos, sino reconociendo los de hoy modificados ya por la experiencia. 

Doy las gracias a mi antigua compañera de escuela por haberme ayudado en aquel momento. 

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com  o en facebook.com/Psic-Ma-Dolores-Hernandez-Gonzalez