lunes, 25 de septiembre de 2017

CÓMO FUNCIONA LA FE



Entenderé por fe una aceptación gratuita de la veracidad de tal o cual fenómeno.
Vivimos de fe, porque la mayoría de nuestras creencias versan sobre objetos que no hemos visto ni experimentado. Por ejemplo, no puede constarnos la veracidad de ninguna de las siguientes teorías, ya que no estuvimos presentes, pero podemos creer en ellas:
1) el origen del universo fue un bing bang;
2) al universo lo creó Dios;
3) el universo es eterno porque la materia no se crea ni se destruye;
4) el universo material que vemos no existe como tal y las partículas “materiales” son en realidad "estados vibracionales".
La que sea nuestra elección acerca de cuál teoría creer de las anteriores, sería un acto de fe, lo opuesto de saber, porque el saber consiste en presenciar, experimentar o estudiar aquello en lo cual creemos.
También en el estudio interviene la fe en cuanto que confiamos en que tal o cual persona es honesta y nos dice la verdad acerca de sus descubrimientos. Necesitamos la fe en los conocimientos de otros porque es demasiado reducido lo que alcanzamos a conocer de primera mano a lo largo de la vida.
La fe funciona basada en sí misma, en múltiples detalles de fe. Si alguien para mí muy confiable (que le tengo fe) me dice que algo es verdadero, le creo (fe) y en esa creencia voy a basar muchos de mis sentimientos y conductas.
La fe, entonces, como aceptación gratuita de una veracidad, tiene en nuestras vidas una influencia enorme. Una rotura de esa fe es algo tremendamente doloroso y amenazante. Si tengo fe en mis padres, amigos, maestros, pareja, vecinos, en las instituciones, los medios de comunicación, las redes sociales, el gobierno… y un desengaño me hiciera perder la fe en ellos, se abriría en mi mente y corazón un hueco muy grande.
Por supuesto que no es igual de grande el hueco si perdiera la fe en mis padres, por ejemplo, que en las redes sociales. ¿Qué hacer para llenar este hueco?
Como ya vimos, necesitamos de fe. Si mi fe hacia un objeto se derrumba, me urge encontrar algo más en qué depositar mi fe, mi confianza, porque sin fe y confianza no puedo vivir.
¿En qué tener fe, por ejemplo?
Quizá lo mejor sea algo cercano, tan cercano como yo mismo, tener fe en mí, en mis intenciones, en lo que hago; cerciorarme de lo que sucede en mi interior y lo que reflejo al exterior. Si tengo fe en mí y en mi bondad, difícilmente dudaré que existe la bondad humana, porque yo formo parte de la humanidad y he experimentado en mí el deseo de hacer el bien. ¡Ciertamente no voy considerarme la mejor persona del mundo, la única buena, debe haber otras también buenas!
Una vez re-orientada mi fe hacia mí mismo, es muy probable que yo sea alguien confiable; que no inventa memes y mensajes falsos o mentirosos que aterroricen a la población, sino que se conduce con verdad y trabaja para que la gente recupere su fe en sí misma, o en lo que guste, pero que tenga fe. Y si pueden creer en mí como persona honesta, eso les hará bien.
En los días posteriores al sismo han circulado multitud de versiones que igual ayudan a nuestra fe como la destruyen; imágenes acerca de la bondad de la gente y sobre la avidez de gente que no sólo obstaculiza los rescates y la distribución de víveres, sino que miente. ¿Qué puede suceder con nuestra fe? O se desmorona, lo cual sería nocivo, o se re-orienta, y esto nos daría paz y tranquilidad.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o en facebook.com/Psic-Ma-Dolores-Hernandez-Gonzalez



lunes, 18 de septiembre de 2017

UNA SOLUCIÓN CREATIVA



Una idea que es nueva y eficaz rinde muchos frutos buenos. Hoy me referiré a una que considero brillante y me tiene gratamente sorprendida: la iniciativa de hacer participar a los colonos en la seguridad de mi colonia, La Martinica.

Yo recibí la invitación por parte de conocidos a unirme a un grupo de WhatsApp llamado Seguridad Martinica. Así lo hice. Era obvio que la idea tenía ya cierto tiempo en marcha. 

A través de los mensajes recibimos instrucciones precisas, como: “Por favor reporten si algo les es sospechoso. Primero, caseta 763 32 07, segundo al 911 y tercero hagan del conocimiento en este whats. En ese orden.”

Los vecinos observamos las calles y otras casas cuidando unos de los otros. Hubo una ocasión en que alguien extraño comenzó a robar medidores de la luz y se hizo el reporte. En unos minutos estaba presente alguno de los coordinadores tomando fotografías y advirtiéndonos. Dejaron de suceder los robos de medidores.

Un hombre robó un celular a una mujer y los vecinos, en colaboración con la policía, lo detuvieron.

Los reportes son frecuentes: “Un tipo estaba caminando por el malecón y se sentó a mirar hacia la calle San Fernando”, “Hay un auto negro verde oscuro con placas tal y tal estacionado en la calle Tal”, “Esta es la fotografía del hombre que robaba baterías”…

A las personas que permanecen estacionadas o inactivas en la calle, se les pide que se identifiquen. Sucedió que yo invité a mi hermano a comer y él, que es muy puntual, llegó con 15 minutos de anticipación a mi domicilio. No quiso llamar enseguida, pues todavía no era la hora acordada, y permaneció en su auto revisando papeles y hablando por teléfono. Al poco rato, un policía le preguntó qué hacía y le pidió que se identificara, lo cual hizo y después me contó el incidente.

Quizá alguien pueda pensar que lo anterior es una molestia, pero en realidad tranquiliza saber que los vecinos también están pendientes como yo de que en la colonia no pasen cosas malas, que no haya nadie observando y estudiando los movimientos de los habitantes para después hacerles algún daño, y que contamos con un número de Whats para nuestros reportes. Más tranquilizador aún es comprobar que los coordinadores, doctora Illeana y licenciado René, responden a cualquier hora y están en contacto con la policía. Muchas gracias a ambos y un reconocimiento a su generosa labor.

Otro resultado que he observado es que los vecinos nos dirigimos a los policías con un respeto y agradecimiento que no eran acostumbrados. Con frecuencia, los mensajes dicen: “Gracias, oficial”, “gracias oficial y buenas noches”.

¿Por qué considero esta idea nueva y eficaz? Nueva, porque implica actividad. Ni de lejos se parece a la actitud pasiva de esperar que el gobierno o alguien más venga a resolver los problemas de la colonia, sino que involucra a los vecinos para que cuidemos de nosotros mismos, unos con otros. Nueva, porque en lugar de criticar y buscar culpables, vecinos se disponen a ponerse al servicio de otros vecinos y ayudan a que todos vivamos más tranquilos. Nueva, porque nos pone a unos en contacto con los otros, en contra de la actual tendencia de no conocer a los que viven en la misma calle. Nueva, porque no se critica ni rechaza los servicios de los policías, sino que se colabora con ellos.

Es poco probable que alguien piense que con esto hemos vencido a la delincuencia, pero si logramos disminuir el número y frecuencia de los atracos, los resultados pueden considerarse muy positivos. Nuevamente gracias y felicitaciones a quienes corresponde, por esta magnífica idea.

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lunes, 11 de septiembre de 2017

LENGUAJE CORPORAL


Nuestro cuerpo es el centro de comunicaciones más avanzado que existe, no solamente por la perfección de su cerebro, que procesa y traduce mensajes provenientes de los sentidos y de los órganos y emite órdenes a los sistemas corporales, sino que el cuerpo completo es emisor y receptor de señales con el exterior.

Es por todos conocido que las palabras constituyen solo el 10 ó  15% de la comunicación, y junto con ellas, el cuerpo emite mensajes que las apoyan o contradicen; así, no es lo mismo decir “bien, haz lo que quieras” con el ceño fruncido y los puños apretados, que con una mirada dulce y la sonrisa en los labios. El mensaje toma significados distintos del literal del discurso hablado por los signos corporales que lo acompañan.

Mas el cuerpo no solo expresa los sentimientos que la persona quiere manifestar, también aquellos que ella desearía mantener ocultos. Lo hace a través de las micro expresiones que logran salir al exterior antes que el control consciente las reprima, o de fuertes y prolongadas reacciones, cuando dicho control consciente resulta ineficaz para dominarlas. El cuerpo dice la verdad como un relámpago, o como una inundación. 

Todos hemos vivido la experiencia de sentir que no debemos exteriorizar determinada emoción y de pronto, un destello la pone al descubierto. Entonces buscamos la manera de encubrir aquella verdad inoportuna que “se nos salió” dándole otro significado, aduciendo que no habíamos entendido bien o cualquier otra cosa, el control consciente se hace cargo y nosotros nos sentimos “a salvo” de la intromisión que nuestro interior hizo con el exterior.  Y también hemos vivido la experiencia de que la emoción nos inunde y a pesar de nuestros esfuerzos por contenerla, ella siga desbordada, manifestándose, como cuando no podemos parar de llorar, gritar o soltar golpes.

En ocasiones, nuestro control consciente sí es lo suficientemente fuerte para impedir que emociones poderosas salgan al exterior de manera “sencilla”, es decir, como son, llorando, gritando, corriendo, peleando, etc., y las “metemos en cintura” prohibiéndoles volver a salir al exterior, entonces el cuerpo cambia de lenguaje, pero no deja comunicar lo que sucede allá adentro. Quizá en lugar de llorar para afuera, lloramos interiormente con un catarro, una gripe, un nudo en la garganta, una opresión en el pecho… O cuando nos “tragamos un coraje”, éste grita en una gastritis, un colon irritable, un tumor... Y si a nadie le contamos que algo nos rompió el corazón, tenemos taquicardias u otros males cardíacos. Los ejemplos podrían continuar hasta hacer una larga lista.

El cuerpo no solamente emite señales, también las recibe, ya sea por medio de los sentidos o de otras maneras que no están suficientemente estudiadas. Todos hemos percibido olores, sonidos, colores, sabores y texturas, pero posiblemente también te ha pasado que recuerdas a una persona que no has visto en mucho tiempo y a los pocos días te llama. Quizá alguna vez, antes de descolgar el teléfono, te pareció que un pensamiento te decía: es tal persona, y lo era. O platicando con alguien captas anticipadamente el mensaje y puedes completar sus palabras. O tienes una idea nueva que estás seguro de que a ti se te ocurrió, y abres un libro y allí la encuentras descrita. El cuerpo percibe señales que no están visibles, imagino que como la TV capta ondas que están en el aire y nuestros sentidos no las identifican.  En Constelaciones Familiares se ve que los cuerpos captan cosas que las mentes no saben. Que no tengamos aún una explicación satisfactoria de cómo pasa, no significa que no ocurra. Nuestro cuerpo es maravilloso y la central de comunicaciones más avanzada que haya existido nunca.

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LO QUE SOSTIENE UN PROBLEMA



Se llama problema a una situación nueva que exige cambios en las personas, a fin de que éstas se adapten y sobrevivan en la novedad.
En ocasiones la reacción es tan rápida y adecuada (solución) que a la novedad no se le llega a denominar problema. Por ejemplo, el clima de pronto se vuelve frío y las personas se abrigan o utilizan otras maneras de conservarse tibias. Contamos con innumerables “recetas” disponibles en nuestro cerebro para solucionar innumerables situaciones.
Cuando para un problema específico (situación nueva) las soluciones no son conocidas o no pueden utilizarse, por estar prohibidas o fuera del propio alcance, las personas se ven obligadas a inventar y probar con el ensayo y error, en su búsqueda del bienestar perdido.
El comportamiento más racional sería que, una vez aplicado un intento de solución, se comprobara si éste fue eficaz y en caso de que no, se aplicara otro distinto y otro y los que hicieran falta, hasta dar con el requerido. Pero he aquí lo que sostiene un problema hasta volverlo crónico, habitual, insoluble e incluso invisible: insistir con las “recetas” conocidas aunque hayan mostrado ineficacia y negarse al ensayo y error.  Los ejemplos pueden multiplicarse:
Una madre pellizca a su hijo cada vez que éste dice una mala palabra, y el chiquillo sigue siendo malhablado.
Una esposa riñe al esposo cuando éste se emborracha, y él sigue tomando.
Un cura amenaza a los fieles con el infierno, y éstos siguen cometiendo las mismas faltas.
Cuando de verdad se desea solucionar un problema, lo primero que se debe investigar es: ¿qué soluciones se han intentado ya?
Giorgio Nardone, en su libro “La intervención estratégica en contextos educativos” narra el caso de un alumno de secundaria con comportamientos vandálicos y agresivos como levantar las faldas de niñas y profesoras, lanzar objetos y correr dando gritos y chillidos. Las soluciones intentadas habían sido avisar a la familia, que reaccionó igual que había hecho la escuela, con castigos, los cuales exacerbaron la agresividad del chico; luego recurrieron al servicio socio-sanitario, cuyo consejo fue asignar un profesor de refuerzo. Esto pareció divertir al alumno y estimular su inventiva de cómo escapar de su “controlador” y engañarlo, su agresividad mostró una escalada impresionante. Se pensó en expulsarlo o darle el punto de pase para que abandonara la institución, lo cual no era solucionar el problema, sino turnarlo a la sociedad. A ese punto, la escuela culpaba a la familia y la familia a la escuela, pues los padres aseguraban que en casa su hijo actuaba de manera normal.
¿Hubo solución? Sí, una no usual sino inspirada en lo que hizo un soldado con un suicida que se había lanzado al agua: le apuntó con su rifle y gritó: “Sales de ahí o disparo” y el candidato al suicidio salió.
Nardone logró convencer al personal docente y a la familia que actuaran distinto: un lunes, al llegar el alumno e intentar iniciar sus desmanes, se encontró con el director, los maestros, compañeros y hasta los conserjes esperándolo en perfecta formación. El director, como representante de la institución, le dijo al micrófono: “Estamos todos listos para mirarte. Comienza a hacer el tonto, por favor”. El alumno, desconcertado, intentó huir y en la puerta encontró a sus padres, que dijeron lo mismo. La prescripción se repitió las veces necesarias: si el muchacho regresaba a la conducta antigua, toda la clase se detenía y le repetían la frase.
Yo me pregunto, por ejemplo, cuáles son los intentos de solución aplicados que están sosteniendo al narcotráfico y la inseguridad. De 1920 a 1933 hubo en EEUU la llamada Ley Seca que dio lugar a multitud de muertes, fortaleció mafias e hizo famosos a Al Capone y Elliot Ness. No se  veía solución posible porque supuestamente la prohibición salvaguardaba la virtud de la sociedad y la estabilidad de las familias. Se derogó la ley, se legalizó el alcohol y el negocio dejó de necesitar muertos. ¿A quién se le irá a ocurrir ahora una solución nueva, distinta y eficaz que acabe con el narcotráfico y la inseguridad?
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lunes, 4 de septiembre de 2017

VIVIR EN EL AMOR INCONDICIONAL



Agradezco al ing. L. Jaime Hernández L. el presente artículo. Dice así el ingeniero:
Leí con mucho interés su artículo el indestructible amor de las familias y he escrito algunas ideas  sobre el mismo tema, que le envío.
          El amor es en esencia indestructible en las familias y eso es verdad. Ni siquiera en su etimología, la palabra amor se puede separar en silabas con diferente significado, pues la palabra amor  en latín es simplemente amor en nuestra lengua castellana.
          Sin embargo, en su manifestación y en la actitud, el amor debería ser no solamente indestructible en esencia, sino incondicional en su vivencia dentro de nuestras familias.
          El amor que nace como una emoción y que lo transformamos al hacerlo consciente en un sentimiento, de manera directa se constituye en la motivación que nos anima a actuar siempre buscando el genuino bienestar propio y de los demás.
           Es el amor quien encuentra el primer obstáculo en la convivencia fructífera en familia, cuando no aceptamos a los demás tal como son. Es la palabra aceptación el eje, raíz y cimiento del amor incondicional, cuando aceptamos a los miembros de nuestra familia tal como son, reconocemos el derecho que cada uno de ellos tiene a ejercer su personalidad  tal cual es,  es decir, entendemos como personalidad la forma habitual de ser, actuar, sentir y pensar de cada uno de nuestros seres queridos.
          Es frecuente confundir la palabra aceptar como sinónimo de estar de acuerdo, y no; al aceptar simplemente reconozco el derecho de mis seres queridos a ser como son y a estar en donde están, a pensar cómo piensan y a actuar como lo decidan. En este último punto, es deseable que su actuar sea en forma responsable, y si no lo fuera, la propia persona es quien recibirá los efectos de su propia conducta, ya que la palabra responsabilidad significa dar respuestas, y es conveniente que éstas sean siempre orientadas al bien; siempre orientadas al amor.
          De manera más directa, al no aceptar a los demás como son, en realidad solo evidenciamos que nosotros mismos no nos aceptamos  tal  y como somos, ya que damos a los demás solo lo que tenemos, nadie puede dar lo que no tiene, en otras palabras; nuestras acciones son el espejo de nuestro interior, son una muestra de nuestro inventario personal construido fundamentalmente por nuestro sistema de creencias en general, las cuales dan vida a nuestros pensamientos y acciones, son éstas  las que nos hacen juzgar a los demás con el rígido pensamiento de lo que ellos deben ser, más que el de amarlos como son y aceptarlos sin condiciones.
          No amarlos incondicionalmente, es intentar de manera obsesiva que las conductas ajenas se adapten a mi forma de pensar, se adapten a la visión que yo tengo de vida y a la forma como creo que deben ser y actuar los demás.
          Al decidir aceptar a nuestra familia como es, en realidad estamos respetando no solo a las personas, sino que estamos respetando a ellas y a la parte que ocupan en nuestra realidad presente, por lo que solo con esta actitud podemos amar a nuestros seres queridos, no solo de manera indestructible, sino de manera incondicional, es decir; de manera plena, de manera que el vivir sea una experiencia vivida con amor... y en el amor.
Ing. L. Jaime Hernández L.
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