Entenderé por fe una aceptación gratuita de
la veracidad de tal o cual fenómeno.
Vivimos de fe, porque la
mayoría de nuestras creencias versan sobre objetos que no hemos visto ni experimentado.
Por ejemplo, no puede constarnos la veracidad de ninguna de las siguientes
teorías, ya que no estuvimos presentes, pero podemos creer en ellas:
1) el origen del universo
fue un bing bang;
2) al universo lo creó
Dios;
3) el universo es eterno porque
la materia no se crea ni se destruye;
4) el universo material que
vemos no existe como tal y las partículas “materiales” son en realidad
"estados vibracionales".
La que sea nuestra
elección acerca de cuál teoría creer de las anteriores, sería un acto de fe, lo
opuesto de saber, porque el saber consiste en presenciar, experimentar o
estudiar aquello en lo cual creemos.
También en el estudio
interviene la fe en cuanto que confiamos en que tal o cual persona es honesta y
nos dice la verdad acerca de sus descubrimientos. Necesitamos la fe en los
conocimientos de otros porque es demasiado reducido lo que alcanzamos a conocer
de primera mano a lo largo de la vida.
La fe funciona basada en
sí misma, en múltiples detalles de fe. Si alguien para mí muy confiable (que le
tengo fe) me dice que algo es verdadero, le creo (fe) y en esa creencia voy a
basar muchos de mis sentimientos y conductas.
La fe, entonces, como
aceptación gratuita de una veracidad, tiene en nuestras vidas una influencia
enorme. Una rotura de esa fe es algo tremendamente doloroso y amenazante. Si tengo
fe en mis padres, amigos, maestros, pareja, vecinos, en las instituciones, los medios
de comunicación, las redes sociales, el gobierno… y un desengaño me hiciera perder
la fe en ellos, se abriría en mi mente y corazón un hueco muy grande.
Por supuesto que no es
igual de grande el hueco si perdiera la fe en mis padres, por ejemplo, que en
las redes sociales. ¿Qué hacer para llenar este hueco?
Como ya vimos, necesitamos
de fe. Si mi fe hacia un objeto se derrumba, me urge encontrar algo más en qué
depositar mi fe, mi confianza, porque sin fe y confianza no puedo vivir.
¿En qué tener fe, por
ejemplo?
Quizá lo mejor sea algo cercano,
tan cercano como yo mismo, tener fe en mí, en mis intenciones, en lo que hago;
cerciorarme de lo que sucede en mi interior y lo que reflejo al exterior. Si
tengo fe en mí y en mi bondad, difícilmente dudaré que existe la bondad humana,
porque yo formo parte de la humanidad y he experimentado en mí el deseo de
hacer el bien. ¡Ciertamente no voy considerarme la mejor persona del mundo, la
única buena, debe haber otras también buenas!
Una vez re-orientada mi fe
hacia mí mismo, es muy probable que yo sea alguien confiable; que no inventa
memes y mensajes falsos o mentirosos que aterroricen a la población, sino que
se conduce con verdad y trabaja para que la gente recupere su fe en sí misma, o
en lo que guste, pero que tenga fe. Y si pueden creer en mí como persona
honesta, eso les hará bien.
En los días posteriores al
sismo han circulado multitud de versiones que igual ayudan a nuestra fe como la
destruyen; imágenes acerca de la bondad de la gente y sobre la avidez de gente
que no sólo obstaculiza los rescates y la distribución de víveres, sino que
miente. ¿Qué puede suceder con nuestra fe? O se desmorona, lo cual sería nocivo,
o se re-orienta, y esto nos daría paz y tranquilidad.
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