martes, 3 de diciembre de 2013

PAPY, MAMY, ¿CÓMO SE HACEN LOS NIÑOS?


¿Alguna vez te sonrojaste frente a esta pregunta? ¿Sí? ¿Te gustaría saber por qué te sucedió? Porque en tu familia también se sonrojaban. Los niños, con su inocencia, tienen la capacidad de poner a la vista nuestros “secretos” familiares más escondidos.

Aparentemente no es ningún secreto que, durante siglos, para los “sabelotodos” de Occidente ha sido “vergonzoso” que el requisito fundamental para hacer a los niños sea una relación sexual entre un hombre y una mujer. ¡Pero sí es secreto! La prueba está en que al tener que hablar del tema nos sonrojamos, como si nos hubieran pescado en falta, como si tuviéramos la tentación de corregirle la página a Dios y hacerla más “decente”, cosa que no hemos podido lograr (aunque estamos a punto de que sí, la ciencia casi descarta a los padres, puede sustituirlos con donadores); pero mientras esta “maravilla” no sea la costumbre, ¿quisiéramos, al menos, no ser los encargados de enterar a los niños del "horror" de que un día papá y mamá se abrazaron con todo el amor que eran capaces en ese momento, y debido a ese amor surgió su vida?

Para un niño pequeño es posible pensar que “de la nada” surge un “algo” en la panza de mamá y que allí crece. Con este pensamiento mágico, la importancia del padre se “desvanece”; nadie lo necesita para nada. Ahí es el punto donde surge la pregunta. El pequeño no imagina que está haciendo una reflexión muy grande y  preguntándose lo mismo que un adulto: “¿de dónde vengo?”. Intuye que viene de algún lado y que su padre tiene alguna importancia. Entonces acude con las personas que “lo saben todo”: sus papás, y les pregunta lo que desea saber. Ellos pueden responderle con la verdad, o transmitirle la prohibición que recibieron de sus propios padres sobre el tema. ¿Un niño pequeño es capaz de comprender que viene de papá y de mamá?, ¿Qué papá lo fabricó primero en su cuerpo, pero incompleto?, ¿y que debió entregarlo a  mamá para que ella lo completara y lo cuidara, también en su cuerpo, hasta que fuera capaz de respirar por sí mismo?

Nos hemos creído el cuento de que ya hicimos la revolución sexual porque ahora en todas partes se habla de sexo; sin embargo, no podemos ver que nos saltamos olímpicamente el deseo y el sentimiento, que les quitamos importancia y éstos no se incluyen en la información que se da en las escuelas. ¿El deseo y el sentimiento están ausentes también en nuestras mentes?, ¿desaparecieron?, ¿son vergonzosos?, ¿o sólo están reprimidos, usando el lenguaje de Freud?

Actualmente existe una gran reticencia para reconocer que los papás son igual de importantes que las mamás, y más reticencia aún para confesar que  el deseo de papá también fue fundamental para que naciera el hijo. Muchas personas ni siquiera conocen el término “voluptuosidad”, y se niegan a conceder que ésta jugó un papel protagónico en ambos padres para que engendraran una vida. ¿Es posible que nosotros, habitantes del siglo XXI, sigamos considerando bochornoso hablar de sexo, como lo fue por siglos?, ¿que también nosotros incluyamos al deseo sexual como parte de los “despreciables bajos instintos”? ¿Qué sigamos atribuyéndolo al hombre y no a la mujer? ¿Qué consideremos la paternidad masculina como algo accidental y suprimible? Si las respuestas fueran afirmativas, ¿explicarían, en parte, por qué muchas mujeres de hoy prefieren ser madres solteras y criar a sus hijos ellas solas?, ¿y que algunos padres se olviden con facilidad de los hijos que han engendrado? Se termina el espacio. El querido lector deberá completar este artículo inconcluso.

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lunes, 25 de noviembre de 2013

ANIVERSARIOS


Días de festejo. Primero, de los 35 años de nacimiento de la Escuela de Psicología de la Universidad de Guanajuato, y luego, del grupo que cumplió 30 años de haberse graduado; ambos acontecimientos muy importantes para mí. Fui invitada por mis exalumnos. Muchas gracias y qué alegría. Por circunstancias personales, solamente pude asistir al segundo y fue una noche de las que se graban en el alma y jamás se olvidan.
Concurrieron los cumpleañeros de graduación con sus familias, ¡una gran fiesta! Comenzamos con misa de agradecimiento, celebrada por un compañero de estudios, el padre Carlos Hernández Talavera, él puso el toque de espiritualidad y también nos hizo recordar pequeñas anécdotas que nos transportaron a aquel tiempo y nos permitieron comprobar cómo cambian las mentalidades con los años. 
Por increíble que ahora nos parezca, en ese entonces se permitía fumar en el salón de clases de las preparatorias y universidades. Betos, así le llamábamos a este compañero, se quejaba constantemente y suplicaba a los fumadores que no sometieran a los demás al suplicio de inhalar el humo en un espacio cerrado, pero nadie le hacía caso. “Se van a arrepentir”, les advertía, y lo cumplió. Un fin de semana lo pasó en su rancho atendiendo vacas y cerdos y el lunes se presentó a clases con los zapatos y la ropa sucios de estiércol, así ocupó su lugar. Las protestas fueron inmediatas: “Oye, hueles muy mal, y aquí está muy encerrado”. “Ni modo. Yo les pedí que no fumaran, ahora nos vamos a aguantar nuestros olores unos con otros”. Muy asertivo desde entonces, en la fiesta recordamos la anécdota con hilaridad.
También recordamos a los que ya se fueron: Carmelita Badillo Murga, la fundadora, a quien todos teníamos especial cariño y que nos influyó con su manera amorosa de tomar la vida, a Guillermo Bello Albo, Serafín Estrada Gallegos y Guillermo Muñoz. Pedimos a Dios por ellos.

Este grupo ha permanecido unido y en contacto en parte por la actividad de Mayra Aguirre Almeida y Chava Escobar González, que convocan a los compañeros y han logrado reunirlos en diecisiete ocasiones. Ellos prepararon el festejo. Cenamos riquísimo y mientras tanto exhibieron un video con fotografías del tiempo de la escuela y posterior, organizadas humorísticamente, del cual nos obsequiaron el CD a cada uno. Y Mario Zaragoza nos regaló, también a cada uno, una botella de tequila grabada con el logo de Psicología y el escudo de la Universidad. Luego me llamaron al micrófono y me entregaron un reconocimiento como cofundadora de la carrera. Sentí que se volcaba sobre mí tanto el cariño que todos le habían tenido a Carmelita Badillo, que ya no está entre nosotros, como el que generosamente dan a mi persona. Mi corazón golpeteaba de felicidad. De ahí fuimos a tomar la foto, nos abrazábamos unos a otros alegrándonos de ser psicólogos y de estar vivos y juntos. En ocasiones como ésta, la alegría se enseñorea de todos. Yo me sentía como si estuviera haciendo depósitos de dicha en mi alma, que me han de servir cuando la vida me traiga situaciones duras, como es su costumbre. Luego bailamos. ¡Qué bonito! Y se finalizó la velada con la interpretación de música de mariachi.

Hoy hago patente mi gratitud tanto a los organizadores como a los asistentes por esos momentos tan gratos y por el afecto que me demostraron. Su magnanimidad para conmigo da testimonio de la nobleza de sus corazones. ¡Mil felicidades a todos y les deseo que la vida siga siendo generosa con cada uno, como todos lo están siendo con sus semejantes! Y gracias, muchas gracias.

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martes, 19 de noviembre de 2013


CONFECCIONA TU ÁRBOL GENEALÓGICO

Todos nosotros hemos nacido de un acto de amor de papá y mamá. En ese momento de emoción con el que nos engendraron, no sospechaban el monto de problemas que estaban a punto de legarnos de manera inconsciente; todo nudo que ellos no lograron desbaratar, pasó intacto a nuestra personalidad, e igual nosotros pasaremos a nuestros hijos aquellos que no vimos o no atinamos a solucionar. No es exagerado decir que nuestra familia se perpetúa en nosotros, tanto en los cuerpos como en las cualidades y patologías que heredamos de nuestros padres y ellos a su vez heredaron de los suyos. Una lúcida incursión en nuestro árbol genealógico tiene posibilidad de actualizar o curar muchas de ellas. Confeccionar nuestro árbol genealógico nos ayuda a percatarnos de la enorme influencia que la historia familiar ejerce sobre nosotros. ¡Qué maravilla que ahora contemos con tantos recursos para sanar! Éste es uno de ellos.

¿Es difícil confeccionarlo? De ninguna manera; basta con tomar papel y lápiz y dibujar a cada uno de los miembros según su lugar. Se acostumbra utilizar un cuadrado para representar a los hombres, y un círculo para las mujeres. En el nivel inferior están los hijos; en el que sigue para arriba, los padres y todos sus hermanos; en el siguiente superior, los abuelos; y así hasta donde logres investigar. Lo más probable es que encuentres grandes sorpresas, por ejemplo, que tienes hermanastros o tíos que fueron excluidos y nadie quiere mencionar, o repeticiones de destinos, enfermedades, fechas que coinciden, decisiones con la apariencia de haber sido elegidas que son reproducciones de otras que tus ancestros tomaron antes que tú…

La actitud con que hagas tu árbol es importante. Si lo que deseas es sanar, entonces vas a hacerlo con humildad, sin juzgar ni entrometerte en responsabilidades ajenas; pero si te presentaras como la eminencia acusadora y dispuesta a mandar al infierno a todos los transgresores de alguna norma, en lugar de sanar te cargarías con eventos y culpas que no te corresponden. Ésta es una actividad que debe ser realizada con amor y compasión hacia afuera y hacia adentro; es decir, a los demás miembros de tu sistema familiar y a ti mismo. La actitud más adecuada es la de querer pasar del “Familia, te odio” al “Familia, te quiero”. ¿Por qué es importante?

Entre otras cosas, porque en la sociedad actual de constante mutación, en la que nos desplazamos de una ciudad a otra, de un país a otro, de unas costumbres a otras; donde las creencias se acumulan por el bombardeo de los medios sin que tengamos tiempo de clasificarlas y elegirlas; cuando la familia está recibiendo transformaciones importantes y coexisten las clásicas con las recompuestas, monoparentales u homosexuales, nos urge ubicarnos y encontrar nuestra esencia, nuestro lugar, y éste reside en nuestra genealogía. Allí nacimos y se conformaron nuestra personalidad y carácter. Sus influencias siguen estando presentes, así hayamos emigrado hasta el fin del mundo. Si tomamos con amor cualquier característica, evento o suceso de nuestra familia, automáticamente nos encontraremos amándonos a nosotros mismos, pues somos elementos de ella; lo contrario, no amarla ni tomarla nos condena a rechazar el lugar que nos corresponde y sentirnos sueltos y sin identidad.

Una vez que hayas confeccionado tu árbol genealógico, podrás estudiarlo. Con amor, tendrás oportunidad de iluminar el pasado, el de tus antepasados, iluminando tu presente. Porque dentro de nosotros, todos los que ya se fueron siguen viviendo.

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martes, 12 de noviembre de 2013

DECIR “NO” ENFERMANDO


Hace tiempo que tengo gastritis, últimamente se me ha agravado y mi médico opina que es de origen nervioso, me aconsejó que buscara qué cosas me ponen tensa. Creo que es mi trabajo, tengo una compañera que siempre me pide ayuda, casi todos los días debo quedarme tiempo extra sin pago para terminar cosas que ella no hace por andar platicando, con todo mundo habla y si uno se descuida, nos pone a unos contra los otros. ¿Por qué hay gente así?, ¿cómo puede una protegerse de las malas lenguas?

OPINIÓN

Te sientes amenazada por esa compañera, piensas que puede decir cosas malas de ti con tus compañeros y ponerlos en tu contra. ¿Le has hecho confidencias íntimas?, ¿ha sido tu amiga, o la has tratado como tal? ¿En verdad deseas ser su amiga? Pienso que no.

El trabajo es un buen sitio para conseguir amigos. También enemigos. Lo primero es deseable; lo segundo, no.

Primero voy a imaginar lo peor, que le hiciste confidencias a esta compañera o de alguna manera se enteró de algo que te perjudica. Yo me pregunto si estás segura de que el ayudarla con su trabajo ha mantenido su boca cerrada, o si de todas maneras ya lo contó. En lo personal, dudo de que tengas el poder de controlar sus conversaciones; si ella quiere publicar tus secretos, lo hará o lo hizo, independientemente de que le ayudes o no. Si ya lo hizo, no te ha pasado lo que temes. Lo que sí está pasando es que te tiene bajo su poder, hablando o sin hablar. ¿Deseas salir de ese dominio?

La situación te está brindando información muy valiosa acerca de ti; quizás seas de las personas que no saben decir NO, y la única manera que tienen de hacerlo es enfermando. Pero a decir NO se aprende y existen miles de formas, algunas rudas y otras diplomáticas. Como no creo que estés interesada en conseguirte una enemiga, probablemente optarás por la diplomacia.

Para iniciar tu estrategia de negarte a vivir bajo el dominio de esta compañera, haz un inventario de con qué cuentas. Por ejemplo: haz sido capaz de mostrarte amable, no obstante tus temores. Esto indica que puedes contener tus sentimientos. Llevas aprendida una mitad del camino para ser dueña de ti. Otra cosa es que tú misma te hayas dado órdenes que no te benefician, pero de ninguna manera desdice el hecho de que cuando le pides algo a tu ser, éste obedece. Eres tu dueña. Sólo tienes que modificar lo que ordenas. La otra mitad consiste en darte buenas órdenes. Por ejemplo, puedes decirte a ti misma: “Soy mi dueña y la única con derecho para juzgarme. Opto por el amor cada vez que me miro. Lo que otros piensen de mí, es asunto de ellos; me miran como ellos pueden ver y yo no soy responsable de sus pensamientos”. Puede haber muchísimas otras afirmaciones que reconozcan tu autoridad y tu poder sobre tu persona y tu historia.

Una vez que asumas el poder y la autoridad sobre ti misma, que son tuyos y te corresponden, podrás decir libremente SÍ o NO, según te convenga, porque el dominio lo tendrás tú. ¿Qué tanto te motiva sentirte una reina dentro de tu territorio?, ¿y conducir tu vida como tú quieres? Sólo es cuestión de que aceptes ser tu propia dueña.

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lunes, 4 de noviembre de 2013

SACRIFICARSE POR EL BIEN DE UN HIJO


Tenemos un hijo de 27 años que se graduó y no se ha titulado. Yo pensé que los desembolsos para con él acabarían una vez que terminara su carrera, pero ya va para dos años que no encuentra trabajo y anda con una depresión que lo tiene sin gusto por nada, dice que en vano tanto sacrificio y yo pienso igual. Nadie imagina qué tanto nos hemos sacrificado su madre y yo para que ellos tengan educación y todo lo que necesitan, y ahora nos sentimos tristes de verlo que anda tan apurado como si no fuera a haber para comer al día siguiente, y eso que todavía no tiene familia propia y nosotros lo apoyamos, no tanto como quisiéramos, pero es algo. Hemos tenido algunas desavenencias cuando pide dinero. Yo le doy y estoy seguro de que su madre le da también, porque nos da miedo que vaya a perder su autoestima, pero se enoja cuando no le alcanza, por eso me permito pedirle un consejo, se lo agradeceremos.

OPINIÓN

A los jóvenes les ha tocado una época difícil; otros de su misma edad también tienen carrera y los puestos parecen no ser suficientes; en la escuela les inculcaron que el dedicarse a algo que no es de su profesión equivale a fracasar, lo mismo si cobran baratos sus servicios. También los papás de ellos tienen expectativas que al no verlas realizadas, los angustian. Es duro para todos, pero así es el mundo en que les corresponde vivir y no se ve en el horizonte una solución satisfactoria para este problema.

Ustedes se han sacrificado de muchas maneras para que su hijo se eduque. Todavía no terminan. Ahora tendrán que hacer nuevos sacrificios para que él comprenda que ha llegado el momento en que se hará cargo de sí mismo. Los nuevos sacrificios no serán de la misma índole que hasta ahora, la vida les pide otro, distinto, posiblemente más doloroso: renunciar al ideal de que el muchacho los considere los mejores y más abnegados padres. Si hacen lo que les voy a decir, es probable que su hijo piense de ustedes que son malos padres o que ya no lo quieren, por eso digo que este sacrificio es peor que los anteriores; los papás siempre ambicionamos que nuestros hijos piensen que somos buenos y cariñosos.

Van a tener que dejar que su hijo resuelva su situación como pueda, lo cual puede significar que  acepte un trabajo menos remunerado del que esperaba, en un área que no es de su especialidad, quizá con jefes desagradables, o qué se yo. Ustedes, en lugar de intervenir para salvarlo y consolarlo, se retraen y le disminuyen la cantidad que le dan de mesada, sin hacerle reproches, inclusive si él les reclama de mal modo o se pone grosero, y buscan palabras suaves: “Hijo, estamos más viejos, ya hicimos todo lo que pudimos, ahora no podemos”, o “no nos alcanza, todavía faltan tus hermanos”, o algo por el estilo. Sentirán que les duele en el corazón que él pueda pensar que son ustedes tontos, egoístas, chochos o tantas cosas que se le pueden ocurrir. Este sacrificio no les será agradecido por su hijo durante un tiempo corto, quizás ni en uno largo; está acostumbrado a que ustedes renuncien a muchas cosas para que él disfrute de otras. Por lo tanto,  le parecerá injusto que lo traten como a un graduado de 27 años y no como a un hijo de familia que tiene derecho a que se le atienda y se le ahorren las molestias. Opino que sería muy provechoso que acudieran a psicoterapia de apoyo, para que se mantengan firmes y que la magnitud del sacrificio no los lleve a rendirse. Hay veces que amar duele, ¿no es así?

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lunes, 28 de octubre de 2013

CONTRATOS DE HONOR


Tengo 40 años y dos hijos de 6 y 2. En mi juventud amé a un hombre que resultó ser un maltratador, del que salí huyendo. Re hice mi vida y me casé con un hombre muy bueno, pero nada más casarnos caí en una depresión que me llevó a las puertas del suicidio. Logré salir con gran esfuerzo y ayuda profesional. Tuve a mis dos hijos. Pero no era feliz. Había en mí como una pesadumbre que me impedía disfrutar de la vida. Amo a mis hijos, no hay nada que me haga tan feliz como estar con ellos, el padre de mis hijos es la mejor elección que he podido hacer como padre de mis hijos, pero como pareja echo de menos un poco de pasión. No se enfada nunca... parece que tiene la piel de elefante... Estamos juntos por los niños.

Hace dos años me enamoré otra vez – con la misma intensidad que en mi juventud-  y viví un romance con un hombre también casado, algo muy hermoso e íntimo, conocí el amor, la ternura, la intimidad, y él también. No le estaba robando nada a mi marido, con él jamás hubiera sido posible ese tipo de intimidad. Todo terminó cuando la mujer de mi amante lo descubrió. El padre de mis hijos no se enteró de nada. Está como dormido. Nuestra relación está como dormida. Pero es suave, como una siesta, y es de agradecer en según qué circunstancias. Sí pasamos una crisis cuando mi amante rompió conmigo, pues yo estaba triste y como ausente, creo que él intuyó algo y me dijo que de ese hombre no quería hablar, solo quería mirar hacia el futuro. 

 

OPINIÓN

 

Te has enamorado dos veces: de un maltratador incapacitado para amarte, y de un casado e incapacitado de otra manera para responder a tus expectativas. No dices amar al padre de tus hijos, sino que al casarte tuviste una depresión que por poco te llevaba al suicidio. Te recuperaste, dices, y en el trabajo conociste a tu segundo amor, con quien viviste algo muy íntimo y te sentiste viva. Pero el romance tenía obstáculos: él era casado y tú también. Puedo imaginar el dolor y la frustración que viviste y estás viviendo. Nada agradable. El dolor y la frustración son mensajes del alma, dicen que algo no armoniza con su contexto y que no has podido lograr lo que ambicionas.

 Aseguras que no le robabas nada a tu marido, sin embargo no puedes omitir el ver que, mientras sigas casada, tu palabra está empeñada. Casarse es firmar un contrato de honor, pues solo la propia palabra lo respalda. Los contratos de honor no se rompen; se renegocian, o destrozan a quien los repudia. ¿Es  importante es para ti poder confiar en la palabra de otro? ¿Y en la tuya? Se trata de tener fe, no en religiones, sino en el sentido de la vida.

 Cabe preguntarse si tu matrimonio era un contrato de honor, o de mentira (si los firmantes no tenían propósito de cumplirlo). Un contrato de mentira enferma a quienes los firman, porque todos queremos ser honorables y tenemos un juez interior muy severo. ¿Cuál fue tu intención al casarte?, ¿y la de tu esposo? ¿Buscaban responsabilidad, congruencia, sinceridad y amor? ¿Se comprometían desde el alma a vivir como esposos? ¿O cubrían alguna apariencia para ser considerados honorables desde afuera, por un público espectador? ¿Solamente querían tener hijos? ¿Casarse los salvaba de algo? ¿Lo relacionas con tu depresión?

A veces nos metemos en situaciones de mentira sin percibirlo del todo, tenemos miedo y el miedo nos lleva a aceptar lo que en otras circunstancias rechazaríamos. Pero el alma no acepta la mentira y lucha sin descanso para “desenredar los enredos”. No le importa si con estallidos o  desengaños, ella empuja a las personas a que vean las cosas como son; cualquier experiencia le es útil para lograr que alguien crezca más grande que el obstáculo y obtenga claridad. A ti te está enfrentando con la necesidad de definir lo que hiciste y lo que haces. Lo que sea que mires, te va a doler.

 Lo que hiciste: ¿Tu matrimonio fue contrato de honor, o si hubieran sido sinceros, deberían haber firmado dos contratos, uno por lo sexual (cada cual por su lado), y otro por la convivencia diaria y el apoyo a los hijos? ¿Esto último sí era auténtico y conserva su valor? ¿O tampoco? Van a tener necesidad de saberlo.

 Supongamos que sí era de honor y te esforzaste por cumplirlo, pero no pudiste y tampoco te animaste a decir tu verdad: “No puedo”. Probaste con alguien más. ¿Aprendiste lo que te hacía falta, o sólo deseas poder decir: “No es mía la culpa, aquí está la prueba, yo sí soy capaz y mi pareja no”? La motivación de sentirnos sin culpa es la ruta más corta para ser irresponsables;  en cambio, “desenredar un enredo” y mirar la verdad, trae salud. Estoy sugiriendo que hay maneras diversas de contemplar y capitalizar un mismo acontecimiento, ya ocurrido.

 Es un hecho que se instalaron mentiras entre tú y tu esposo y éstas han provocado una revolución que exige orden; o se les da un acomodo que merezca la palabra FIN, o continuará el drama y tal vez la tragedia.

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martes, 15 de octubre de 2013

EQUILIBRIO ENTRE EL DAR Y EL TOMAR


Me siento afortunada porque desde hace un año soy novia de un hombre que tiene casi cuatro años divorciado. Él es noble, generoso, entregado, confiable, inteligente y, lo más importante, me ama. Como mujer, yo dejo que él caballerosamente pague todo lo que implica nuestras salidas cotidianas; pero, en cuestiones extraordinarias, como viajes, yo propuse solventar los gastos por partes iguales.  E igual sería si llegáramos a formalizar lo nuestro; no me parece justo ni digno de mí, como profesionista que trabaja, “recargarse” en el hombre que ama, especialmente cuando él tiene un compromiso con dos hijos menores a quienes les solventa todos sus gastos. No tengo problema con eso, por el contrario, el  hecho de que sea un padre responsable y amoroso es una de las cosas que más admiro en él. Sin embargo, creo que su ex mujer abusa cargándole desde el regalo de Navidad para las maestras hasta los gastos de los niños cuando ella va a visitar a su novio al norte del país. Yo no he tocado el tema todavía porque no sé qué debo hacer.  Lo más importante para mí es respetarlo como padre y no ser injusta con él…pero ¡tampoco quiero serlo conmigo!   Me siento confundida.    A veces pienso que no debo meterme, ya que es su dinero y son sus hijos; otras veces, quiero plantear que si él no involucra a su ex esposa, quien también es profesionista que trabaja, con los gastos de quienes también son sus hijos,  no está creando un ambiente justo en el que pueda tener en el futuro una relación sana con otra pareja.

RESPUESTA

Tienes muy claro que deseas amar y respetar a tu novio tal como es: un hombre con un compromiso previo hacia sus dos hijos. Lo admiras por responsable. También crees que su ex mujer abusa de él. No sabes si debes intervenir en esa parte de su relación con su primera familia que piensas te afecta, en el sentido de que a él le quede poco espacio económico disponible para ti. ¿Voy bien? Y temes que por comprensiva puedes pasar a ser injusta contigo.

Al parecer estás consciente de que un hombre o una mujer divorciados tienen ya ocupada buena parte de su corazón y sus recursos, y ofrecen a la segunda pareja mucho menos de lo que en su momento pudieron ofrecer a la primera, cuando estaban libres de compromisos previos. Y que esta segunda pareja debe honrar y respetar a la primera y todo lo sucedido y por suceder entre ellos, bueno y malo, para tener éxito en su relación, porque si se lo apropia y lo carga, sufre de una inútil ocupación de su fuerza. Es un gran reto y una oportunidad para trascender tus propios límites, reto para el que estás disponible: mirar a tu novio como adulto capaz de enfrentar sus propias broncas.

Adquirir un compromiso en estas condiciones conlleva una carga adicional para ambos. En cuanto al tiempo y lo económico, tú quedas en situación de dar más de lo que él puede dar; y él, en la de tener que inventar maneras de compensarte. Respecto a experiencias del desarrollo, él ha tenido más y más variadas: ya estuvo casado, tenido hijos y vivido una separación; tú no. ¿Es riqueza para compartir contigo? Depende del cristal con que lo mires; puedes sentir que sí, o que no.

¿Es importante el equilibrio entre dar y tomar? Mucho. En cualquier relación, salvo en la de padres a hijos, cuando uno da de más y el otro recibe de más, el receptor debe irse; las “deudas” afectivas lo abruman, no puede “pagarlas” y huye, en busca de una situación dónde sentirse menos presionado. ¿Qué lo presiona? Primero, la sensación personal de no poder estirarse hasta donde lo que da sea suficiente para compensar lo que recibe; luego, que el otro le esté cobrando, abierta o tácitamente, con palabras o con su insatisfacción. Algunos encuentran otra “solución”; el receptor se ubica como “el hijo”, así se comporta, y el “dador” como madre: lo provee, educa, corrige, advierte, protege, gobierna, etc.

Quién sabe si ustedes estén dispuestos a tratar abiertamente este asunto del equilibrio y llegar a negociaciones. Ahora, y muchas veces en el futuro.

 


 

martes, 8 de octubre de 2013

ESTÁ BIEN TENER MIEDO


Hasta qué punto uno como padre de familia debe preocuparse o bien ocuparse de los miedos de sus hijos. Mi hija de 5 años le tiene miedo al "Torito", en cuanto escucha el ruido del tambor o del látigo, se pone hasta pálida y corre a esconderse. Le pregunté por qué le da miedo, me dijo que porque usan máscaras feas. Yo lo veía normal hasta que comenzó a preguntarme qué día de la semana era, esto porque cada lunes que hay mercadito, "El Torito" pasa pidiendo dinero a las casas, con su ruido y todo lo que conlleva. Para calmarla le dije que quienes hacen el "Torito" son personas que así trabajan, incluso conoció a un niño que usa una máscara como parte del "Torito", pero sigue con su miedo y es de estar preguntando todos los días si será el día del "Torito", eso ya no me agrada, no creo que sea normal. Usted podría darme un consejo para saber qué decirle a mi hija y así ayudarla a superar este miedo.

RESPUESTA

Amas a tu hija y deseas darle recursos para que enfrente sus temores. Ya le explicaste que quienes hacen el torito son personas que trabajan usando máscaras y no le pareció suficiente; en su edad, para ella no hay diferencia entre un tornado y la llegada del Torito. ¿Cuáles son los métodos que utilizamos los mayores para enfrentar un miedo? He aquí algunos.

1.       Reconocer y validar el temor; es decir, que de la misma manera que sería inoportuno mentirse uno mismo con: “No tengo miedo, debo ser valiente”, también tu hija necesita aprender a reconocer sus sentimientos tal como son. El miedo es una información subjetiva de que percibimos una amenaza. Puedes decirle: “Veo que tienes miedo. ¿Es mucho?, ¿mucho, mucho?”, a lo que ella probablemente responderá que sí, y tú: “Está bien tener miedo”. Su sentimiento ha sido validado.

2.       Hacer algo activamente para protegernos de la amenaza y volver a sentirnos seguros. Decírselo: “Bien, tenemos que protegernos, ¿qué se te ocurre?”, y escucharla. Supongamos que contesta: “Dile al torito que se vaya, que ya no venga”; deberás contestarle la verdad: “No puedo hacerlo, a muchas personas les gusta y va a seguir viniendo”. El mensaje es: “El mundo no se adapta a nosotros, somos nosotros los que debemos adaptarnos al mundo”. Es probable que ella misma diga qué la tranquilizaría: ponerle seguro a la puerta, irse a su recámara, que alguno de sus padres permanezca con ella… Es importante no hacerle promesas que luego resulten falsas; tenemos el antecedente de que no creyó tu explicación de que se trata de personas inofensivas con máscara.

3.       Hacer el evento predecible. ¿Cuándo va a ocurrir? En este caso, los lunes. Puedes usar un calendario para que tu hija aprenda los nombres de los días de la semana, describiendo cuáles actividades realizan en cada uno y poniendo una señal en “el día de hoy”. “Aquí estamos, hoy no hay torito, llegará hasta el lunes, ¿cuántos días faltan?”.

4.       Elegir y poner en práctica la conducta más adecuada para protegernos. Supongamos que la niña sugirió ponerle el seguro a la puerta: darle el doble encargo de saber cuál es el día en que vendrá el torito y que ella misma deslice el pasador. Inclusive podrá permanecer vigilando que nadie lo abra, y si necesitan hacerlo, asegurarse de que quede bien cerrado. Esto lleva oculto el mensaje de que es mejor hacer algo, que entregarnos al terror y a la impotencia.

Esta asistencia que das a tu hija tiene gran importancia para que en el futuro sea activa y asertiva, en lugar de miedosa y propensa a la huida, o sentirse víctima de las circunstancias. Quizá un día te lo agradezca, lo más probable es que no, pues difícilmente podrá descubrir con cuánto amor la atendiste.

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martes, 1 de octubre de 2013

EL ESPÍRITU


Soy terapeuta de Constelaciones y deseo consultarte lo siguiente: Una clienta estuvo casada con una persona a quien secuestraron y dieron muerte, ella sólo fue a recoger las cenizas cuando le indicaron. Estuvo en terapia y después de un tiempo se volvió a casar, desde mi punto de vista sin haber terminado el duelo, porque ahora transmite a su hijo su angustia y temor a la desaparición. El niño tiene tres años y es hijo del primer esposo. A mi juicio, ella debe terminar el duelo, lo que implica revivir toda la situación, pero aquí está mi duda: ella está amamantando al segundo bebé que solo tiene tres meses, ¿no saldría afectado el bebé, ya que él por medio de la leche absorbería todas las emociones de ella? Me gustaría tener tu opinión al respecto. Gracias.

RESPUESTA

Gracias por tu confianza. Mi opinión es que todas las emociones de la madre, todas, pasan a ambos hijos, el niño y el bebé, sin que ella conscientemente haga nada para transmitirlas. ¿Se puede evitar que las pase? No; forman parte de la personalidad de la madre, entendida ésta como el resultado de su historia y la de su familia. Al entregarse a sus hijos, va todo incluido.

¿Qué es lo deseable? Que la madre pudiera asimilar los hechos mirándolos con los ojos del Espíritu, que ama a todos por igual. Su constelación sería de movimientos del Espíritu: mirar al perpetrador con amor y reconocerlo como parte de su sistema. Sólo de esta manera podría ella fluir con su historia y transformar el tipo de emociones que transmite a sus hijos: de amor y no de odio, miedo, resentimiento o deseos de venganza.

Pienso que el asunto es fuerte, un auténtico trauma que ocasiona sentimientos de miedo e impotencia que son reales y adecuados a la situación. Una terapia convencional difícilmente justificaría la actitud de “amar al enemigo”; solamente una que se base en el Espíritu. Y mientras tu cliente no se eleve sobre el nivel “mundano”, en el que todo se maneja como causa y efecto y lo normal es tomar las providencias necesarias para que el evento no pueda repetirse (logro imposible, porque tal seguridad no existe, y en cambio la angustia y el estrés se ven acrecentados con cada medida de protección que, después de todo, puede resultar insuficiente); repito, mientras ella no se eleve sobre lo “normal” y pase al nivel del Espíritu, es imposible diluir la experiencia traumática. En cambio, a nivel espiritual, ella podría asimilar lo ocurrido apoyándose en Algo más Grande, de donde viene toda vida, que la sostiene a ella y a sus hijos, a fin de que los años que les toque pasar en este mundo sean buenos, no obstante lo vivido e incluso a causa de lo vivido. Mirando las cosas con ojos del Espíritu, a ella le será posible agradecer al primer marido todo cuanto vivieron juntos, que le haya dado un hijo, ahora de tres años, saber que desde donde él está sigue cuidando de su pequeño, pedirle que mire con buenos ojos que ella y el niño sigan vivos, luego, tomar la vida con amor y con ese amor transmitirla a sus hijos, para que puedan vivirla bien, y libres. También podrá tomar con amor a su nuevo marido, ella libre del trauma, y evitar que este hombre pague lo que no debe. Éste sería el orden que imagino en una constelación con movimientos del Espíritu, pero tú sabes que las constelaciones ocasionan sorpresas y no podemos saber qué rumbo tomará en la realidad.

Te agradezco la confianza y deseo que sigas experimentando tu labor como fecunda, hermosa y de alcances incalculables. Por si te interesara, hemos iniciado un grupo de actualización para terapeutas en Constelaciones Familiares. Nos reunimos tres horas una vez al mes, vemos teoría, técnicas y casos como el que presentas. Siempre es bueno contar con un grupo de apoyo en donde seguir actualizándonos. Te deseo lo mejor.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com  o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.

 

 

 

martes, 17 de septiembre de 2013

AUTOESTIMA VOLUNTARIA


Tengo 30 años y me considero una persona con una autoestima "media", ya que no siempre me atrevo a expresar mi opinión, me cuesta trabajo tomar decisiones y no soy capaz de establecer relaciones de amistad duraderas. Mi familia era muy criticona y burlona conmigo por mi aspecto físico, mi mamá aun lo sigue siendo, creo que también tiene baja su autoestima. Quiero romper esa cadena generacional y que mi niña no sufra de lo mismo, que goce de una alta confianza en sí misma y para ello debo tenerla yo también. He mejorado mucho a través de la lectura y de la ayuda de mi esposo, él sí goza de una buena autoestima, pero aún tengo ese huequito que falta por llenarse y constantemente me estoy autocriticando. ¿Qué consejos o ejemplos me puedes dar para aumentar mi autoestima?

RESPUESTA

Cuando dices “autoestima media”, imagino que te refieres a que eres como somos la mayoría de los humanos, que no siempre nos atrevemos a expresar nuestra opinión, nos cuesta trabajo tomar decisiones y establecemos muy pocas relaciones duraderas; es decir, con la familia, que aunque tuviera enredos nunca se destruye, y con escasos amigos muy cercanos, los demás son más bien conocidos o compañeros, aunque los llamemos amigos. También imagino que no te gusta “ser del montón” y crees que, autocriticándote, un día lograrás volverte ¿perfecta?, ¿super-humana?,  ¿sobre-natural? o cómo se diga que no eres como los demás hombres. ¿Voy bien? Y que tu aspiración es que tu hija sí sea, desde ahora y para toda su vida, la perfecta super-humana o sobre-natural que a ti te ha sido negado ser. Y que tu esposo ya es, en tu imaginación, un perfecto super-humano o sobre-natural. Eso entiendo.

Mejor vamos a replantear tu pregunta: mi mamá es criticona, yo soy criticona sobre todo conmigo misma y no quisiera que mi hija fuera como somos mi mamá y yo... ¿Voy mejor, o todavía no? Quién sabe. Bueno, creo que preferiré un poco de teoría.

Las ideas que tenemos sobre nosotros mismos y sobre cualquier otra cosa, son ideas; es decir, conclusiones intelectuales que a veces sí y a veces no, concuerdan con la realidad. Muchas ideas pueden ser descabelladas, como: tengo que ser perfecta, si no soy perfecta (o bonita, delgada, simpática, etc.) no merezco ser amada y podríamos poner millones de ejemplos más. Estas ideas, por ser conclusiones que obtenemos a lo largo de la vida, difícilmente pueden ser cuestionadas por nosotros mismos; son nuestras creencias y las expresamos diciendo: “yo creo que…” Al parecer, así somos los humanos.

Diferente a las ideas es nuestra parte afectiva. Ésta “reacciona” a los eventos con emociones y sentimientos. ¿Cómo? Comparando cada hecho con dos “modelos” que tenemos grabados adentro, uno que proviene de la biología y el otro de las ideas. Por ejemplo: voy caminando, tropiezo y me lastimo una rodilla. La biología informa con dolor físico: aquí hubo un raspón. Las ideas me dicen multitud de cosas: que soy atolondrada, imprudente, ridícula... Mi parte afectiva toma en cuenta todo lo anterior y reacciona con emociones: Pobrecita de mí, cuánto me duele el raspón (compasión o conmiseración); Fíjate, tonta (perfeccionismo lastimado); Todos me vieron (vergüenza, culpa) y tantas posibilidades más. Aquí lo importante es distinguir entre ideas y emociones; o sea, entre pensamientos y afectos. Las imágenes sobre nosotros mismos pertenecen al pensamiento, y la autoestima pertenece a los afectos.

Volviendo al primero y segundo párrafos, supongamos que el patrón allí descrito existe en alguna persona, aunque no seas tú. Estaríamos hablando de imágenes, ideas o pensamientos. La  persona en cuestión sólo podría liberarse de todo eso decidiendo en su interior: “Aunque soy imperfecta, de todas maneras elijo amarme y ser siempre mi propia mejor amiga”, entonces tendría autoestima, sin necesidad de llegar a la perfección que su sistema de ideas le exige. Conclusión: la autoestima buena o mala depende de la ELECCIÓN VOLUNTARIA de tener amor u odio hacia uno mismo (afectividad), y no de la buena o mala autoimagen (intelecto) que nos hayamos forjado.

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martes, 10 de septiembre de 2013

CAMINAR EN CÍRCULOS


Mi madre me golpeaba de tal y tal manera que yo ahora estoy enfermo por esos traumas pasados y siempre tengo miedo de que se me vayan las personas que quiero; pero pensando que tengo derecho a algo aunque sea poco, no me detuvo que mi esposa, entonces novia, se casara conmigo por interés o a lo mejor no, no lo sé con seguridad. Ahora sí que me detiene el miedo a que me engañe. Un amigo me enseñó cómo hacer que el teléfono de ella me avisara dónde anda y me enteré de que miente, dice que va a un lado y está en otro, dice que no sale y sí lo hace, y yo me siento con ganas de no sé qué hacer, necesito algo, una estrategia o cómo cambiar para que ella sienta que quiere quedarse porque quiere.

RESPUESTA

Explicas que estás enfermo por traumas pasados y debido a ellos quedaste con miedo de que las personas queridas se te vayan. Esto debe ocasionarte un dolor muy grande. Y que no estás seguro de que tu esposa se casó contigo porque quería hacerlo, sino por interés de algo que tienes tú y a ella le falta; o sea, no crees que te ama o por lo menos lo dudas. Ahora la vigilas, imagino que sin ella darse cuenta, y has descubierto que tiene miedo de decirte a dónde va y qué hace. ¿Qué sucedería si te lo dijera? ¿Estarías de acuerdo, o se lo impedirías? Y quieres cambiar. ¿Hacia dónde? No dices que quieras sanar tus traumas, sino encontrar una forma de hacer que tu esposa modifique sus sentimientos y deseos. ¿Crees que esto sea posible? No, y si lo fuera, ¿sería deseable que tú manejaras su corazón como si fuera un auto, que da vuelta hacia donde tú giras el volante? Porque en el muy remoto caso de que esto pudiera hacerse realidad, todavía podrías cuestionarte: ¿Me ama porque quiere, o porque yo la estoy obligando? Es un círculo vicioso sin salida, y observa qué deseo tan grande tienes tú de que las personas puedan hacer algo porque desean hacerlo.

Cuando tenemos un trauma, quiere decir que un acontecimiento se ha quedado fijo en nuestra mente y tiñe todos nuestros pensamientos. Es decir, que no pensamos con libertad, sino que todo parece encaminado a repetir aquella situación que tanto nos dolió y sufrirla otra vez, y otra, y otra, aunque las circunstancias sean distintas y no la estén provocando; somos nosotros mismos quienes acomodamos el escenario e interpretamos los acontecimientos de manera tal que puedan ocasionarnos el mismo dolor de nuevo. Inclusive nos mentimos a nosotros mismos para lograrlo, porque estamos atorados y patinando en un mismo hecho. No hacemos lo que queremos. No pensamos lo que queremos. No sentimos lo que queremos. Nuestra atención está puesta en repetir y volver a repetir lo que no queremos. Observa: tú le pusiste truco al teléfono de tu esposa, tarde o temprano ella se va a dar cuenta o tú se lo dirás, ¿qué hará ella cuando lo sepa? Si no te pega como hacía tu mamá, por lo menos te va a castigar duramente, quizá dejándote de hablar o enojándose. Listo. Trauma repetido. Es importante que busques tratamiento, a fin de que recuperes tu libertad para pensar.

Hoy es miércoles segundo de mes, nos toca charla informativa de entrada libre. Será a las 8pm. La daré yo con el tema “El corazón en México”. Invito a todos, me alegrará que asistan. San Esteban 408, La Martinica. También el próximo miércoles 18 me toca dar el tema “Ecología de la mente”, pero éste va dirigido exclusivamente a personas entrenadas en Constelaciones Familiares.

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martes, 3 de septiembre de 2013

TOMAR UNA DECISIÓN


Soy soltera, de 28 años, tengo pareja, soltero también él y no vivimos juntos. A mi edad, accidentalmente salgo embarazada y he comenzado a tener problemas con mi pareja, él me culpa, porque no planeábamos esto. Yo tampoco entiendo cómo pudo pasar, pienso que no fue una decisión de ninguno de los dos y que no estamos listos para tanta responsabilidad. No sé qué hacer. Él opina que debemos abortar y a mí me espanta igual acceder y no acceder, no puedo imaginarme como mamá, cambiaría toda mi vida, y tener que decirles a mis padres  y luego las murmuraciones y que yo lo obligue a él a una responsabilidad que no desea, pero yo sola me parece imposible.

RESPUESTA

¿Tú sabes qué empuja al vapor a subir hasta las nubes?,  ¿y al agua para que corra siempre hacia abajo? Hay fuerzas, las entendamos o no, que conducen el universo. Entre ellas está el instinto. Si este poderoso impulso no nos empujara, nunca tomaríamos cargas tan enormes como tener hijos o formar una familia, no tendríamos fuerza para enfrentar un parto ni motivación para entregarnos a satisfacer necesidades de otros seres que no somos nosotros mismos. Quiero decir que somos empujados también por dentro, no solo por la gente, la costumbre o el deber. Dices que este embarazo no fue decisión de ustedes dos, y yo me pregunto entonces de quién fue. ¿Del instinto? Él está al servicio de la vida y te ha hecho una invitación a un cambio drástico en tu existencia. ¿La aceptarás? No lo sé. ¿Trataré de influir en ti para que te inclines por el sí o por el no? Creo que en lo más profundo y secreto, tu decisión ha sido tomada. Cuando es así, atendemos sólo aquellos consejos u opiniones que coincidan con lo decidido. También podemos cambiar de elección, pero desde adentro. Desviaré mi respuesta hacia otros puntos que me llaman la atención en tu relato.

Utilizas las palabras “acceder o no acceder”, en este caso, a la opinión de él, de abortar. ¿Son palabras justas? ¿Significan que él decide y tú lo sigues? ¿Estás pensando que la responsabilidad es sólo suya? Porque ambos son adultos, no solamente él, ni solamente tú.

Más adelante incluyes entre tus temores: “que yo lo obligue a él a una responsabilidad que no desea”. ¿Crees que alguien puede obligar a otro a que se sienta y comporte como persona responsable? Si obligar fuera posible, el sujeto obligado seguiría siendo irresponsable, y en el momento en que la amenaza o la presión desaparecieran, hará lo que quería y no le fue permitido.  Me pregunto si piensas que la responsabilidad no es inherente para él y para ti, sí. ¿Acaso opinas que los hijos son sólo de las madres?

Estas situaciones en que la vida nos pone en la necesidad de tomar decisiones importantes marcan un hito en nuestro desarrollo; cambiamos. El cambio es hacia una mayor o menor armonía con nosotros mismos. Te deseo que tu armonía aumente cada día.

El próximo viernes 6 comenzaremos nuestro Diplomado de Constelaciones Familiares, para la reconciliación de las personas con su origen y su historia. Pido a los lectores que nos deseen éxito.

 

 

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martes, 27 de agosto de 2013

INTELIGENCIA EMOCIONAL


Nuestras actividades intelectual y afectiva son “dos piernas” que nos sostienen y mantienen funcionando. La intelectual colecciona datos y habilidades para procesarlos; la afectiva, emociones, sentimientos y actitudes. En el lenguaje diario, atribuimos la primera a la cabeza y la segunda al corazón; mencionarlas como “piernas” sólo lleva la intención de verlas como sostén y posibilidad de llegar a donde queremos.

En ocasiones, estas dos “piernas” no están de acuerdo entre sí; un jovencito saca buenas calificaciones, pero lo expulsan porque riñe con sus compañeros. Un gerente lleva su empresa a logros espectaculares, pero acosa a las secretarias y quiere acostarse con todas ellas. Para ambos, la “pierna afectiva” es fuente de problemas. Y lo opuesto: Un jovencito es muy popular entre sus compañeros, pero no estudia ni entrega trabajos a tiempo, sus maestros hablan con él y él les promete cosas que nunca cumple, porque no puede, le faltan conocimientos. Una secretaria es afectuosa y se hace querer de todo mundo, pero no sabe discernir entre un cargo y un abono y mezcla todo haciendo un revoltijo que nadie entiende. Para estos dos, la fuente de problemas es la “pierna intelectual”. El psicólogo Daniel Colleman llama “Inteligencia emocional” a la capacidad para hacer que estas “dos piernas”, la intelectual y la afectiva, marchen de acuerdo y sin sabotearse una a la otra.

Generalmente, Los padres estamos dispuestos a grandes sacrificios y desembolsos para que nuestros hijos tengan la mejor educación académica. Que sepan cosas. Que adquieran habilidades. Que su “pierna intelectual” esté fuerte y poderosa. No así con la afectiva: con frecuencia nos sentimos confundidos ante ella y en lugar de buscar ayuda para también fortalecerla, lo que buscamos son culpables: el hijo mismo, la pareja, la televisión, los maestros o un largo etcétera. Una vez “localizado el culpable”, deploramos nuestra mala suerte sin hacer nada. Y si alguien nos menciona recursos que podrían mejorar la situación, como psicoterapia, talleres, diplomados o un buen libro de ayuda, decimos: “No me sobra tiempo”, o “¡está muy caro!” Posiblemente esta indiferencia se deba a que vivimos en un mundo materialista donde lo que no se ve, no existe. También puede ser impotencia; adivinamos que nosotros solos no seremos capaces de solucionar el asunto, porque está demasiado enredado o porque ya lleva mucho tiempo en casa, quizá varias generaciones. Pero cuando la persona en cuestión cae en una crisis nerviosa incapacitante, entonces sí desembolsamos grandes cantidades en su recuperación.

Todos podemos cooperar para que en la familia haya inteligencia emocional. He observado que en el Diplomado de Constelaciones Familiares que impartimos, predomina la presencia de alumnos relativamente jóvenes; pocos adultos mayores asisten, no obstante que son ellos los que han pasado la estafeta a las generaciones siguientes -con todo lo que esto implica para el desarrollo afectivo- y también son ellos quienes pueden “otorgar permiso” para que hijos y nietos tengan inteligencia emocional. La influencia de abuelos y abuelas dentro de la familia es impresionante, y lo mismo su poder para deshacer nudos y enderezar entuertos afectivos. Posiblemente algunos piensan que su papel se ha vuelto secundario e incluso que sienten relegados; sin embargo, ellos pueden trabajar como nadie a favor de todos los miembros de su familia, y cuentan con el tiempo que a los más jóvenes hace falta. Un abuelo o una abuela que ordena su propia mente en orden a la reconciliación, automáticamente introduce orden y reconciliación en su familia, porque somos como vasos comunicantes: lo que se agrega en uno, se extiende a los demás.

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lunes, 19 de agosto de 2013

CONSTELACIONES FAMILIARES Y ALCOHÓLICOS ANÓNIMOS


En su libro “Diario de un alma”, Su Santidad Juan XXIII escribió que, para él, Alcohólicos Anónimos era el mejor descubrimiento del siglo XX; AA estaba demostrando que curaba a sus miembros del alcoholismo, aunque personas ajenas opinaran que no era posible que ex alcohólicos reunidos se sanaran unos a otros, sobre todo porque no poseían formación profesional sobre la conducta. Hoy, en todas las naciones del mundo existen grupos AA que brindan atención gratuita a quienes la soliciten.

Sin que yo aspire a tener la formidable autoridad de Juan XXIII, tengo la visión de que Constelaciones Familiares es otro magnífico invento o descubrimiento del siglo XX, con un futuro similar al de AA: pronto, en todas partes del mundo habrá grupos constelando y reconciliando a las personas consigo mismas y con su origen.  

Me gusta encontrar similitudes y diferencias entre ambos movimientos: los dos se auto-definen independientes de toda religión, tendencia política e instituciones, sin ser enemigos de ellas; cada grupo conserva su autonomía, pero es alimentado con literatura, teoría y experiencias de otros grupos por un centro que continúa investigando; sus fundadores no son “gurúes” que exijan obediencia o impongan dogmas, solamente exponen hechos observables que pueden ser confirmados con la experiencia; ninguno de los dos establece pre requisitos académicos, sociales y culturales para la admisión, aunque obviamente éstos tendrán influencia en los resultados, y los grupos se reúnen por afinidad entre sus miembros; ambos movimientos confían y respetan el proceso individual del desarrollo, proporcionan recursos a la persona y se mantienen fuera  de su historia; es decir, no asumen por nadie la responsabilidad que le pertenece. Y entre las diferencias más evidentes está el método: en Constelaciones Familiares hay un consultante, lo cual es distinto a “subir a tribuna”; se utilizan los representantes para establecer una comunicación que podríamos llamar “plástica” o “perceptiva” entre el consultante, miembros de varias generaciones de su sistema familiar, y el facilitador; esto no existe en AA. El objetivo en AA es liberarse de una adicción; en Constelaciones, sacar a la luz aquello que obstruye el flujo natural del amor y, de ser posible, remover el obstáculo.

En Constelaciones Familiares, el sistema familiar es lo esencial, lo que nos otorga identidad, el primer sitio donde amamos y en el que aprendemos las maneras de relacionarnos con nosotros y con el mundo; por tanto, es en la familia donde ha de manifestarse nuestro desarrollo y tendremos oportunidad de amar con un amor que también es espiritual. Ésta es la actitud que se favorece en Constelaciones Familiares; los “cómo” siguen perteneciendo a la psicoterapia, y el cuidado directo del cuerpo físico, a la medicina.

El próximo 6 de septiembre iniciaremos nuestro diplomado en Constelaciones Familiares. Está dirigido a personas que desean trabajar a fondo su actitud hacia sí mismas y toda su familia, aunque ésta no asista o no le interese saber; que desean una reconciliación interior y con sus sistemas familiares, de manera que su descendencia reciba con mayor amplitud el amor que necesita. Al despejar obstrucciones en uno solo de los miembros de una familia, todos los demás resultan beneficiados.

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lunes, 12 de agosto de 2013

PERDÓN VENENOSO


Recibí esto por Facebook: “¿Qué impide el restablecimiento de una relación? El perdón. El perdón es un veneno, separa, uno se sitúa por encima del otro”. ¿Tú qué opinas? Yo no estoy de acuerdo; en mi experiencia, el perdón me sanó, pero es un proceso muy largo que no acaba del todo, pues el resentimiento se puede reavivar con cualquier circunstancia y constantemente uno tiene que estar alerta para manejar esos sentimientos y desligarse de ellos.

RESPUESTA

Está complicado, ¿verdad?  Habla de restablecer una relación; existía un intercambio satisfactorio entre dos y uno de ellos comete un error que lastima al otro.

Opino que hay de perdones a perdones. Muchos no debían ser llamados así. Una mujer descubre que su esposo le robó una joya y la regaló a su amante, se siente profundamente herida y dice al marido: “Eres un desgraciado, pero te quiero tanto que te perdono”. ¿Es verdad? Y supongamos que ella hace lo que se considera clásico en el perdón: echar el asunto al olvido y seguir mostrándose tan cariñosa como antes; ¿favorece con esto que se amen y respeten?, ¿o autoriza un desequilibrio en el que carga con la responsabilidad de que funcione la pareja, y él obtiene permiso tácito para tener amante y darle en regalo objetos que pertenecen a la esposa?

Otras veces, el llamado perdón es una manera de no asumir la propia responsabilidad y atribuirla a otro. El “bueno", sintiéndose impecable, dice al “malo”: "Te perdono". Al hacerlo, se ubica en superioridad.  Salieron de compras y se les olvidó el niño en el súper. “Descuidada, ni pareces su madre; pero te perdono”, dice él, olvidando que ambos deben cuidar del pequeño y arrogándose el derecho de pronunciar unas palabras que también merecen un “siento haberte hablado de esa manera”. El “perdonador”, que se ubica en el rol de víctima, está desempeñando el de victimario. Su “perdón” no ayuda al restablecimiento de una buena relación, más bien la envenena.

Toda relación es una interacción en la que damos y recibimos. Si se detiene el dar y recibir, la relación termina. Las hay de “cumplido va y cumplido viene” y de “insulto va e insulto regresa”. Son duraderas. También las hay donde uno da de más que no pueden durar; el que recibe de más debe corresponder, o irse.

Lo anterior sucede así por la ley de Compensación. Cuando recibimos un regalo bonito, nos sentimos comprometidos a devolver algo similar, e igual si es feo: un desprecio, un insulto, una traición... tenemos necesidad de compensarlo. Si se “perdona" u “olvida”, el intercambio se detiene o se vuelve cojo: “Lo perdono, pero no quiero volverlo a ver”, “Lo perdono, pero todavía me duele”, o “Lo perdono, pero algo se rompió”…

¿Cómo restablecer el intercambio amoroso después de una ofensa grave o leve? Debe corresponderse a lo recibido. Dejar sin compensación la injusticia pone en riesgo el amor. Igual que cuando se nos da algo bello damos algo bello y un poquito más y el otro siente el impulso de también corresponder, haciendo que la interacción de cosas buenas continúe, cuando se trata de algo feo porque nos dolió, debemos corresponder con algo que le duela al otro, pero un poquito menos (para que la interacción no se vuelva de cosas negativas, como en las relaciones tormentosas), de manera que la cuenta quede saldada. Saldar una cuenta nos deja sin el impulso de volver a cobrarla (re-sentimiento), y puede reanudarse el dar y recibir positivos.

En el Diplomado de Constelaciones Familiares se estudia la creatividad y el amor que se requieren a la hora de "cobrar una cuenta", de modo que el “pago” sea un escalón que eleve al otro hacia nuestro nivel, o nos haga descender al suyo, y sea posible conservar una relación entre iguales.

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