En psicoterapia, esta pregunta suele aparecer luego de un
relato en el que estuvieron presentes “mi mamá no aprueba que... mi papá se
enoja por... mi hermana detesta... mis amigos opinan...”
Y tú, ¿qué piensas?
En la familia suele darse gran variedad de pensamientos y
opiniones. En nuestro mundo actual con redes sociales, más aún; estamos en
contacto con multitud de ideas venidas de todas partes. A veces damos “like” a
las que nos gustan y, aparentemente, dejamos ir las demás sin que nos afecten;
sin embargo, no es exactamente así, las ideas suelen comportarse como las gotas
de agua; de tanto golpetear logran hendir la roca. La repetición constante de
alguna se convierte en verdad en nuestra mente, aun si fuera mentira. Es el usual
“todo el mundo piensa así”, “todo el mundo lo hace”.
¿Y tú, qué piensas?
Por ejemplo, una idea que ha permeado el pensamiento
contemporáneo sin casi darnos cuenta es la prohibición a hablar de moral.
Detente un momento y observa qué sientes al leer esta palabra: “moral”. Lo que
está bien y lo que está mal hacer. ¿Sentiste la tentación de dejar de leer?
¿Pensaste: “ahí viene un sermón”?, o ¿es publicidad para la “cartilla moral”
que ha publicado el gobierno?
Nada de lo anterior es mi intención. Mi tema es: ¿Tú qué piensas?
¿Crees que tu pensamiento es importante?
El único sitio donde jamás perderemos la libertad, si no
queremos, es el pensamiento.
Lo anterior suena paradójico: mucho se habla de los
“grilletes mentales”, de que hemos tomado los pensamientos, sentimientos y
costumbres de nuestros padres como por ósmosis y los pusimos en nuestra cabeza igual
que un sombrero, al derecho o al revés, para aferrarnos a ellos o para
rechazarlos, pero siempre como base, lo cual no parece libertad, sino robótica,
programación, ¿entonces?
La libertad de cada persona está en el “¿tú, qué
piensas?”.
No respondas lo que decía tu papá, tu mamá, tu maestra,
tu profesor o el pensador más prestigioso que conoces, sino lo que tú piensas,
lo que has elegido pensar.
Tus pensamientos son la base de tu libertad, no sólo
porque son secretos y nadie puede conocerlos si no los expresas, también porque
puedes elegirlos y controlarlos; es decir, puedes pensar lo que quieras.
Es cierto que a veces nuestros pensamientos son como un
río crecido que nos arrastra y parece ganarnos. De hecho, puede embrollarnos y
al final nosotros sentir que no podemos pensar lo que queremos, que hemos
perdido el control de ellos, el poder sobre ellos. Es el caso de las obsesiones
y las enfermedades mentales: la persona se derrota ante lo que piensa, cree que
debe obedecer en lugar de mandar, y dice: “Hay voces que me ordenan esto o lo
otro”. Y esas voces son pensamientos, están sólo en su mente.
También es cierto que damos cabida a pensamientos que no
nos gustan o que nos hacen daño. Siguen siendo pensamientos y podemos pensar
sobre ellos, nosotros como testigos, y determinar si queremos seguirlos
pensando o cambiarlos por otros. Por eso es vital el: Yo, ¿qué pienso?, ¿qué
quiero pensar?
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