lunes, 29 de mayo de 2017

EL EGOÍSMO DE LOS PEQUEÑOS



Llamamos “egoístas” a quienes se importan tanto ellos mismos que se anteponen por encima de lo que sea. La palabra es una condenación implícita. Y “altruistas” a los que renuncian a su propio interés a favor de los otros. Solemos considerar esta segunda opción como virtud, aunque dudo que en todos los casos lo sea.

Un ejemplo típico de “solo yo importo” es un recién nacido, quien aun poseyendo una fuerza vital impresionante lo necesita todo; que lo cuiden, alimenten y mantengan en condiciones de sobrevivir. En apariencia cuenta sólo con su llanto para lograr que lo atiendan y puede mantener despiertos a todos los que estén a su alrededor. No le importa si mamá o papá están cansados, enfermos o con hambre; la satisfacción de sus necesidades es primordial y debe llegarle de afuera, del grupo que lo cuida, porque no puede sobrevivir por sí mismo.

El ejemplo padre-madre e hijo también sirve para demostrar la importancia del grupo y la conducta altruista; sin unos adultos que sacrifican sus propios gustos y necesidades, ningún bebé podría sobrevivir. Pero no es exacto que el bebé cuenta sólo con su llanto, en realidad lo sostiene el amor de sus cuidadores. Amor, deseo e intención de hacer que la vida crezca. Cuando este ingrediente básico está presente en la conducta altruista, la hace maravillosa. 

Hemos estado hablando de bebés y sus padres, situación en la que el egoísmo del pequeño y el altruismo de los grandes están más que justificados, pero ¿acaso es deseable que el bebé siga siendo pequeño y necesitado para siempre? ¿Y que los grandes acudan siempre a resolverle sus necesidades? 

Es cierto que el individuo solo, a cualquier edad, sin relaciones, es incapaz de satisfacer todas sus necesidades, pero también es cierto que a medida que se vuelve mayor debe obtener la cooperación de los otros mediante un intercambio lo más justo posible. Es decir, que para él será mejor no recurrir al altruismo de los demás. ¿Por qué?

En el altruismo subsiste la relación de un pequeño necesitado y un grande que lo provee. 

Sólo el amor (intención genuina de ayudar a que la vida crezca) puede hacer que el altruismo sea sano; sin esto, tiende a crear “pequeños egoístas” de cualquier edad que esperan que alguien les resuelva la vida. Existen parejas y trabajos “en equipo” donde uno de los integrantes se conserva infantil y otro u otros llevan la carga que él no toma.  ¿Quién es pequeño y quién grande? Pequeño es el que puede con poco o nada, y grande quien tiene poder suficiente para llevar doble peso.

Por lo general, una relación pequeño-grande no dura o se deteriora; sin embargo, un motivo oculto puede ocasionar un acuerdo tácito entre ambas partes para mantenerla.  Quizá uno dé a cambio de prestigio, para ser considerado el bueno de la película y el otro acepta el rol de malo. Que dé a cambio de sentirse superior. A cambio de poder. De dominio. De obediencia. De votos. De contribuciones. De esclavitud. En ninguno de estos casos sería sano el altruismo. Alguien dijo: “Mejor que darles pescados, es enseñarlos a pescar”.
 
Mirados con atención y en la edad adulta, el egoísmo de los pequeños y el altruismo de los grandes resultan más complementarios que antagónicos: a uno que se niega a tomar sus responsabilidades corresponde otro que finge ayudar para sacarle provecho.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o en facebook.com/Psic-Ma-Dolores-Hernandez-Gonzalez



martes, 23 de mayo de 2017


Pensamiento lineal y sistemico from Dolores Hernández González

Presentación de Power Point realizada para el diplomado de Constelaciones Familiares, espero que la disfruten.

Les dejo con todo cariño un enlace traído del baúl de los recuerdos.

Cada semana tengo la fortuna de publicar un artículo o respuesta a preguntas del público en el mejor periódico de mi localidad.

Les invito a leerlo porque además esta pregunta es de lo más interesante. Me preguntan acerca de una cadena que pretende desprestigiar a las constelaciones familiares. Les dejo el enlace:



lunes, 22 de mayo de 2017

RE-SENTIMIENTOS



La Afectividad es el color de la vida, materia prima necesaria para hacer de la propia existencia una obra de arte. En cambio, la inteligencia es el orden, la armonía, la comprensión y el acomodo de las tonalidades del afecto. 

Unos colores sin orden ni armonía son sólo manchones. Un orden sin color ni armonía es rigidez, crueldad, injusticia, opresión, despotismo.

En los conocimientos antiguos, al equilibrio entre afectividad e inteligencia se le llamaba sabiduría; en los nuevos, Inteligencia Emocional.

Pensar mucho y sentir poco es frío. También objetivo, brillante, calculador, rígido, severo, exacto e intransigente como una computadora. Los que piensan demasiado prefieren el orden, la disciplina y la “racionalidad” al sentir. Sus razonamientos pueden llevarlos a grandes éxitos materiales, a la elaboración de ideales y teorías científicas, también a un grave alejamiento de la realidad, porque al no atender a lo que sienten, ignoran la reacción interior y subjetiva que ofrecen los sentidos ante los datos. 

Los muy intelectuales son los más difíciles de convencer de que les falta el equilibrio del que hablamos.

Sentir mucho y pensar poco se parece a una paleta de pintor que escurre colores en el piso,  muebles y todo cuanto toca. Colorido exuberante y revuelto que nunca alcanzará la belleza de un cuadro bien logrado ni podrá extasiar a su pintor o a quienes lo contemplen; por el contrario, les ocasionará bochornos, arrepentimientos, dolor, vergüenza, necesidad de pedir perdón y, en casos graves, aislamiento. 

Hay diversas maneras de sentir mucho. Algunas personas dicen “yo soy muy sentida” y se refieren a que todo las lastima. Generalmente tienen buena sensibilidad; es decir, un excelente equipo de percepción: buenos ojos, oído fino… (a lo mejor un tercer ojo) y lo que sienten o perciben es correcto, pero… les falta una firme intervención de la inteligencia para que se confeccionen “cáscara” o métodos de protección que disminuyan su vulnerabilidad o riesgo de ser heridos. O para que aprendan y  desarrollen estrategias de convivencia que prevengan o mitiguen los roces. O tal vez para apartarse de una relación dañina o de un sitio insalubre. 

Otra manera de sentir mucho es guardar re-sentimientos, lo cual significa que un evento que ya pasó, sigue estimulando la afectividad como si fuera presente. Re-sentir significa volver a sentir. El recuerdo “usurpa” el presente y ocupa su lugar. La persona toda se vuelca sobre aquel hecho antiguo, lo re-vive, reacciona ante él, le busca soluciones y, lo más importante, olvida las responsabilidades y problemas de hoy. Sólo una enérgica intervención de la inteligencia puede devolver su orden al tiempo, llevar la atención de la persona hacia el presente y hacerla que examine si para ella es conveniente la reacción emocional que está teniendo.

Estos son algunos ejemplos de resentimientos. “Cuando era niña mi maestra me humilló enfrente de todos y ahora soy vergonzosa”, “antes de nacer yo, mi tío le robó su herencia a mi papá y ahora yo lo odio”, “hace unos siglos EEUU le robó la mitad de su territorio a México, por eso detesto a los gringos”, “en la conquista los españoles fueron brutales e injustos con los indígenas y por eso hoy estamos acomplejados”. 

¿Crees que si alguien dedica su energía a re-sentimientos de este tipo, puede ver mermada la energía que necesita para enfrentar los acontecimientos de hoy?
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