Todos amamos ¡qué alivio! Unos más y otros menos. Unos con
un tipo de amor y otros con otro. De manera natural buscamos el contacto y la
unión porque necesitamos amar y ser amados. Hay distintos amores.
Uno es el amor carnal, erótico, de alcoba, entre una pareja,
y otro es el amor no carnal ni erótico que se da entre padres, hijos, hermanos,
amigos, etc. El primero llega a su tiempo, generalmente en la adolescencia; el
segundo se vive desde antes de nacer, en familia y en grupos, con la convivencia.
El amor carnal es poderoso, generalmente súbito, pletórico
de emociones fuertes, con pensamientos obsesivos de unión y felicidad que
involucran el cuerpo, la mente y el espíritu; propicia actividad intensa,
sensación de omnipotencia, de que todo es posible y no le importan las reglas;
vive celos por la exclusividad; hay caricias íntimas en la realidad o la
fantasía, y a lo mejor la concepción de una vida nueva. Dura poco, tal vez dos
años o hasta su plena satisfacción, luego decae y puede volver a surgir,
parecido a la necesidad de alimento: se siente hambre, come uno y deja de
sentirla, luego vuelve a tener hambre.
El amor no erótico ni carnal también involucra el cuerpo,
la mente y el espíritu pero de otra manera: hay besos y abrazos y cercanía
física en juegos y actividades de camaradería y de cuidado de uno por el otro o
los otros; se tiene conciencia de que se ama a esas personas, de que existe un
lazo que las une y el deseo espiritual de todo bien para los amados. Pero no es
súbito sino cotidiano; tiene emociones fuertes mas no avasalladoras; la
felicidad está en el presente, en la convivencia y no sólo en pensamientos del
futuro o de algo por realizar; es compartido y no exclusivo; tiene pocos
altibajos, ni grandes alturas ni grandes bajadas, más bien se mantiene estable;
nunca recurre a las caricias íntimas sexuales. Este tipo de caricias son la
línea divisoria más clara entre el amor erótico y no erótico, aunque ambos son
amores.
El amor erótico puede contener también las características
del no erótico como un valor agregado; es decir, cuando la persona ha vivido
este tipo de amor filial, fraternal y de amistad de una manera tan positiva que
ha pasado a formar parte de su bagaje personal, de su carácter. Entonces tiene
más probabilidades de llegar a un compromiso.
El amor erótico llega solo, a su tiempo. Si una experiencia
de este tipo es impuesta o adelantada, el jovencito tiene una reacción que se
ubica entre estos dos extremos: o la vomita, o se enamora. Quiero decir que no
puede soportarla con agrado y tal vez quede desacomodada en su alma; pero si sí
la acepta, cae en el enamoramiento porque “el primer beso que diste nunca lo
vas a olvidar”. Los niños y adolescentes tienen el alma tan limpia de estas
experiencias que la primera les llega muy hondo.
El amor erótico, carnal, llama la atención, es evidente y
por siglos ha generado opiniones de toda clase, desde considerarlo el único que
merece el nombre de amor hasta lo opuesto, que para nada es amor. Se oye decir:
“Nací de un gran amor” o “Me engendraron sin amor”, “Soy hijo de una mala
pasión”. Quienes así hablan no dejan claro si se refieren al amor erótico o al
no erótico; es decir, a que en el bagaje de sus progenitores abundaba o faltaba
el segundo, el no pasional que hemos venido mencionando. También se queda uno
con la duda de si consideran al atractivo erótico como algo despreciable, no
digno de ser tomado en cuenta y que no merece ser llamado amor. Pero lo que es,
es; la Naturaleza respalda este tipo de atracción como amor erótico, tenga o no
características del no erótico, y si
engendra hijos, éstos son hijos del amor.
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