lunes, 24 de abril de 2017

EL AMOR ERÓTICO



Todos amamos ¡qué alivio! Unos más y otros menos. Unos con un tipo de amor y otros con otro. De manera natural buscamos el contacto y la unión porque necesitamos amar y ser amados. Hay distintos amores.
Uno es el amor carnal, erótico, de alcoba, entre una pareja, y otro es el amor no carnal ni erótico que se da entre padres, hijos, hermanos, amigos, etc. El primero llega a su tiempo, generalmente en la adolescencia; el segundo se vive desde antes de nacer, en familia y en grupos, con la convivencia.
El amor carnal es poderoso, generalmente súbito, pletórico de emociones fuertes, con pensamientos obsesivos de unión y felicidad que involucran el cuerpo, la mente y el espíritu; propicia actividad intensa, sensación de omnipotencia, de que todo es posible y no le importan las reglas; vive celos por la exclusividad; hay caricias íntimas en la realidad o la fantasía, y a lo mejor la concepción de una vida nueva. Dura poco, tal vez dos años o hasta su plena satisfacción, luego decae y puede volver a surgir, parecido a la necesidad de alimento: se siente hambre, come uno y deja de sentirla, luego vuelve a tener hambre.
El amor no erótico ni carnal también involucra el cuerpo, la mente y el espíritu pero de otra manera: hay besos y abrazos y cercanía física en juegos y actividades de camaradería y de cuidado de uno por el otro o los otros; se tiene conciencia de que se ama a esas personas, de que existe un lazo que las une y el deseo espiritual de todo bien para los amados. Pero no es súbito sino cotidiano; tiene emociones fuertes mas no avasalladoras; la felicidad está en el presente, en la convivencia y no sólo en pensamientos del futuro o de algo por realizar; es compartido y no exclusivo; tiene pocos altibajos, ni grandes alturas ni grandes bajadas, más bien se mantiene estable; nunca recurre a las caricias íntimas sexuales. Este tipo de caricias son la línea divisoria más clara entre el amor erótico y no erótico, aunque ambos son amores.
El amor erótico puede contener también las características del no erótico como un valor agregado; es decir, cuando la persona ha vivido este tipo de amor filial, fraternal y de amistad de una manera tan positiva que ha pasado a formar parte de su bagaje personal, de su carácter. Entonces tiene más probabilidades de llegar a un compromiso.
El amor erótico llega solo, a su tiempo. Si una experiencia de este tipo es impuesta o adelantada, el jovencito tiene una reacción que se ubica entre estos dos extremos: o la vomita, o se enamora. Quiero decir que no puede soportarla con agrado y tal vez quede desacomodada en su alma; pero si sí la acepta, cae en el enamoramiento porque “el primer beso que diste nunca lo vas a olvidar”. Los niños y adolescentes tienen el alma tan limpia de estas experiencias que la primera les llega muy hondo.
El amor erótico, carnal, llama la atención, es evidente y por siglos ha generado opiniones de toda clase, desde considerarlo el único que merece el nombre de amor hasta lo opuesto, que para nada es amor. Se oye decir: “Nací de un gran amor” o “Me engendraron sin amor”, “Soy hijo de una mala pasión”. Quienes así hablan no dejan claro si se refieren al amor erótico o al no erótico; es decir, a que en el bagaje de sus progenitores abundaba o faltaba el segundo, el no pasional que hemos venido mencionando. También se queda uno con la duda de si consideran al atractivo erótico como algo despreciable, no digno de ser tomado en cuenta y que no merece ser llamado amor. Pero lo que es, es; la Naturaleza respalda este tipo de atracción como amor erótico, tenga o no  características del no erótico, y si engendra hijos, éstos son hijos del amor.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , al teléfono 7 63 02 51 o en facebook.com/Psic-Ma-Dolores-Hernandez-Gonzalez



lunes, 17 de abril de 2017

FELICES PASCUAS



Semana Santa y Pascua son fechas de eventos religiosos que se impregnaron de tal manera en la cultura occidental, que pertenecen a todos, piadosos y descreídos. Aun los que desconocen su significado resultan beneficiados con unos días de celebración que permiten un cambio de actividades.
Por ser temporada en que habitualmente se descansa, los autobuses van y vienen repletos a distintos destinos turísticos, parientes visitan a parientes, muchos llenan las iglesias o dedican esos días a la oración y la meditación, se organizan retiros espirituales y en fin, las horas se destinan a ocupaciones muy distintas a las de todos los días. El domingo de Pascua señala el regreso a lo material, lo cotidiano, y en el ámbito espiritual, la resurrección: un cuerpo físico que murió se reanima en lo material y vive de manera distinta a la anterior.
Al decir “felices pascuas” se expresa el deseo de que la persona tenga un paso o un salto de algo menos bueno a algo mejor. De la muerte a la vida. Del sufrimiento a la dicha. Del problema a la solución.
Todos deseamos una Pascua; es decir, dejar atrás lo doloroso y complicado y transcurrir la existencia entre alegrías y buenos momentos. Lo sabemos por lo que dicen las palabras. Cuando lo que nos sucede no concuerda con nuestros deseos, solemos decir: “esto no es vida”; y si nos agrada, decimos: “Esto es pura vida”. En este caso, “vida” es sinónimo de estar bien.
La Biblia nos cuenta la historia de un pueblo que no estaba bien porque vivía sometido a la esclavitud en un país que no era el suyo; que Dios lo sacó de ahí, lo liberó enviando a Moisés, y fue un evento tan trascendental que los judíos debían celebrarlo cada año y lo siguen haciendo. Luego, que Jesús consumó su sacrificio y liberación de la humanidad precisamente en las fiestas de Pascua. Esta fecha tradicional es un punto de convergencia entre todas las iglesias que conocemos en este lado del mundo: católica, protestantes y judía.
La fiesta de Pascua también da testimonio de que las religiones cristianas son hijas y deudoras del judaísmo, puesto que tanto la fiesta como los libros considerados sagrados, es decir, la Biblia, provienen de las costumbres judaicas. Este pensamiento es totalmente opuesto al que antiguamente incubaba mucha gente y pudo haber tenido qué ver con el antisemitismo  y el Holocausto: la idea de que deberíamos despreciar a los judíos porque ellos mataron a Cristo. Por el contrario, las personas que profesamos religiones cristianas, lejos de mirar con odio o con desprecio a quienes profesan el judaísmo, podríamos referirnos a ellos con gratitud, como a miembros de una religión madre que ha dado a luz a varias religiones hijas.
En fin, querido lector, deseo que vivas plenamente una Pascua en todos tus asuntos y éstos fluyan tal como si hubieran resucitado. Felices Pascuas.
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lunes, 10 de abril de 2017

SER HIJO Y TAMBIÉN SER LIBRE

¿Que debemos honrar a los padres? Mi madre me dijo que no deseaba tenerme, que cuando nací yo lloraba tanto que no los dejaba dormir, que era papá quien me cargaba y por causa mía se quedó algunos años en casa, luego se fue y nunca más nos buscó ni lo buscamos. También me ha dicho que nadie me va a querer porque soy mala y desagradecida. Posiblemente tuvo razón, porque cuando ella murió no sentí ganas de llorarla ni de avisarle a mi papá, de tanto daño que ella me hizo.
OPINIÓN
Tengo la impresión que debo investigar quién me habla de ti, si tú o tu mamá. ¿Sabías que en la mente guardamos imágenes de nuestros padres, y éstas siguen hablando ahí dentro, incluso si ellos ya estuvieran muertos?  Dicen cosas como “párate derecha”, “recoge tus cosas”, “eres una princesa (o un problema, un manojo de nervios, etc.) y al escucharlas, solemos pensar que son pensamientos nuestros y no algo que nos fue sembrado en la infancia. Son como grabaciones que reproducimos una y otra vez, como si de esa manera conserváramos con vida a los que nos dieron la existencia.
Honrar a los padres no es una orden sino un principio (algo que no puede ser cambiado). Todo hijo honra a los suyos de manera automática.
Biológicamente, honramos a nuestros padres con semejanzas: de la piel, los dientes, el pelo, la configuración del esqueleto, alguna propensión a enfermedades que nos heredaron a través de su ADN, etc. No es que escojamos parecernos, solamente sucede. Es como si dijéramos sin palabras: certifico que son mis padres.
Psicológicamente los honramos prolongando sus maneras de pensar, de sentir, de hablar y actuar; repitiendo su historia; pareciendo una mera continuación de ellos y no una vida nueva, independiente y distinta. No es que escojamos conservar sus pensamientos y sentimientos, solamente sucede. Damos testimonio de la fuente que procedemos: hablo español porque es mi lengua materna, mis costumbres certifican quiénes son mis progenitores.
Pero los humanos no somos sólo robots que ejecutan los mandatos que les han sido grabados, también tenemos conciencia y capacidad para elegir. La conciencia nos da oportunidad de abandonar el automatismo y tener libertad. Sólo desde la conciencia podemos apartarnos, disentir o asentir a lo que nos ha sido dado. También desde la conciencia podemos elegir una manera de honrar a nuestros padres que no nos perjudique.
Ya que de todas maneras somos hijos de nuestros padres, podemos ampliar nuestra conciencia agradeciéndoles haber sido la puerta por donde entramos a la vida, y luego trabajando para ser capaces de respetar su derecho a vivir, pensar y sentir como pudieron hacerlo, absteniéndonos de cargar con la responsabilidad de sus decisiones. Cada quién su vida y su modo de vivirla; los padres la suya y el hijo la que logre construir con sus esfuerzos.
Volviendo a ti. Imagino lo desagradable que debe ser honrar a tu madre repitiéndote una y otra vez sus palabras y creyendo sus afirmaciones como si fueran dogmas. Hay maneras menos sufridas de honrarla: reconociendo que los pensamientos de ella eran de ella; renunciando a considerarla profeta del Altísimo cuyas profecías debes tú cumplir; dándote cuenta de que ella solamente era tu madre, una humana capaz de engendrarte y darte a luz, lo cual hizo; reconociendo que como madre te entregó lo mejor que pudo darte, lo que ella era, sus contenidos internos. Si logras respetar la libertad humana, dejarás de sentir necesidad de juzgarla (aprobarla o condenarla) sino que dejarás con ella lo que es suyo.
¿Has pensado en que te sería útil acudir a psicoterapia para transmutar tu dolor en algo mejor?
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lunes, 3 de abril de 2017

PELEA ENTRE LOS PENSAMIENTOS



Se bromea que novio es el que no-vio; tan endiosado estaba con la mujer amada que de ella sólo veía lo que quería ver. Solemos pensar que fuera del enamoramiento sí podemos ser objetivos y conocer a las personas como son.
Hay un principio en PNL que dice: “El mapa no es el territorio”. Significa que no es lo mismo una imagen que la cosa en sí, ni aun tratándose de una muy buena foto. La foto es de papel,  electrónica o mental, pero si es de un río no moja, si es del sol no quema y si es de alguien amado ni siquiera garantiza que éste sigue vivo.
En la mente guardamos imágenes, resúmenes de lo que pudimos captar acerca de una persona o cosa. Generalmente son incompletas, pero nos relacionamos con ellas como si fueran totalmente verdaderas y conociéramos a fondo los pensamientos, sentimientos y circunstancias de las personas, las cosas y los acontecimientos. ¿Qué otra cosa podríamos hacer? Son lo que tenemos. Con ellas formamos una historia que nos contamos una y otra vez y, para nosotros, es absolutamente cierta. Esa historia constituye nuestra identidad personal, y decimos: “Soy esto o lo otro”.
Las imágenes son pensamientos. Si es verdad que nacimos para ser felices, algunas imágenes nos ayudan a serlo y otras nos impiden vivir, aunque sólo se trate de pensamientos. Por ejemplo, si tuve una niñez difícil, cuando me convierto en adulto ya nada de lo ocurrido durante esa niñez existe, sólo en el recuerdo, pero ése recuerdo puede arruinar lo que vivo hoy. Los recuerdos están en la mente, sólo en la mente, no tienen ya respaldo en la vida real, son pensamientos.
Las imágenes pueden armonizar o pelear entre sí. Es conmovedor cuando, en una constelación familiar, una persona nombra representantes de su padre o su madre, vivo o difunto, un síntoma o un problema, presente o pasado. Lo que está representado ahí son las imágenes mentales del consultante, a fin de que éste pueda contemplar los cambios que serían necesarios para que dichas imágenes logren convivir entre sí de manera armoniosa.
Si algo hay demasiado doloroso es que las imágenes mentales estén en pleito unas con otras.
Termino con un ejemplo sencillo de pelea entre imágenes mentales. Una señora de 80 años, poseedora de una salud física envidiable y poco común para su avanzada edad, sin problemas económicos, casada con su marido de toda la vida (quien la alienta a que salga al cine, a ver a sus hijos o a lo que quiera), de pronto sufre aparatosas erupciones en la piel. Va al médico y éste le diagnostica estrés. Me lo cuenta y se sorprende cuando le digo que tiene culpa respecto a su marido, porque las mujeres de su época fueron educadas a la abnegación (imagen mental) y ella sale pero se siente obligada a sentir remordimientos cuando no está en casa (imagen mental), y a sentir remordimientos por ella estar bien, quizá mejor que él (imagen mental), y remordimiento por no sacrificarse más para sanarlo (imagen mental), y quizá tendría remordimiento si sanara de su erupción y volviera a sentirse en perfecta salud. Ella me escucha y no lo niega ni lo afirma, pero es evidente que su realidad no respalda la lucha que vive, sino que ésta proviene de sus pensamientos, creencias y expectativas acerca de cómo debería ser una buena mujer de su edad. ¿Verdad que parece increíble que la falta de achaques provoque culpa?
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