lunes, 31 de octubre de 2011

QUÉ PUEDO HACER POR TI, QUERIDA

Tengo 10 años de casada y en ocasiones se me viene la sensación desagradable de que quiero marcharme de aquí, escapar. Tenemos dos niños y luego pienso que ellos no se lo merecen. Me sucede por las mañanas. Ayer tuve una reunión de trabajo con dos compañeros y al volver a mi casa, otra vez. No imagino nada de a dónde iría, solamente me parece que voy a abrir la puerta y desaparecer, que luego llegan los de mi familia y nadie se da cuenta de que yo ya no estoy. Me pongo a hacer algo para distraerme, pero después de que me pasa quedo como extrañada de mí, con culpa, me siento irresponsable y pienso qué mal que no disfrute lo que tengo. ¿Por qué me pasa esto?
RESPUESTA
Preguntas por qué sientes deseos de marcharte sin saber a dónde ir, y yo me pregunto qué vuelve más interesante saber un porqué y no lo qué sucederá contigo después. Quizá esto último ya lo sepas. ¿A dónde va uno sin preparativos previos, sin equipaje ni planes? ¿A cuál sitio arribaremos con sólo traspasar una puerta, y luego desaparecemos?
Añades que llegan los de tu familia y nadie se da cuenta de que tú ya no estás. ¿Igual que si se hubiera marchado una sombra?, ¿un fantasma?, ¿alguien menos visible que el perro?
Tú sabes que podemos pensar cosas, unas comprobables y otras no, y si llegamos a creerlas ya no hay diferencia entre ellas; se convierten en convicciones que influyen en nuestra vida, igual que si nos constaran. Quizá estés convencida de que eres perfectamente transparente en casa. Tal vez piensas que luego que no estés, te extrañarán. Nada de esto te consta, pero ¿lo crees?
Cuando estés leyendo mi respuesta, imagino que advertirás lo inusual de la situación; yo, escribiéndote sin conocerte, recomendando que vayas urgentemente a psicoterapia, y tú leyendo mi respuesta, quizá pensando que no es para tanto, que tus pensamientos de cruzar una puerta y desaparecer no tienen la importancia que yo les doy, puesto que no te conozco. Sin embargo, creo que no perderías mucho intentando descubrir en persona, no por correo, qué pasa dentro de ti que te lleva a concederte tan poca importancia, a pesar de ser madre. Tú sabes que una madre es más que un personaje importante para sus hijos; es su modelo, su referencia, quien los hace sentir bienvenidos en el planeta. Tal vez sea mejor que no busques algo para distraerte y evitar sentirte extraña de ti misma, sino detenerte amorosamente, mirarte en el espejo y preguntar: ¿qué puedo hacer por ti, querida?, ¿qué necesitas?

lunes, 17 de octubre de 2011

QUE ES EL ALMA

Leo sus artículos con gusto y no me los pierdo. Felicidades. En algunos de ellos usted usa expresiones que me quedan oscuras, como “el alma lo sabe”, “pregúntale a tu alma”, “en lo profundo del alma”... ¿A qué se refiere?, ¿qué es el alma?
RESPUESTA
Gracias por tu felicitación. Mi respuesta deberá ser demasiado resumida.
La palabra “alma” ha tenido muchas acepciones. En el pensamiento judeo-cristiano-greco-latino, el ser humano estaba compuesto de cuerpo y espíritu; es decir, de una porción palpable y otra no palpable. Los griegos llamaban a esta última “psique”, y de allí tomó su nombre la psicología, que significaba “estudio o conocimiento del alma”. Esta alma estaba cerca de ser un espíritu individual, uno para cada hombre, creado sólo para él. En ocasiones, éste y el cuerpo peleaban, porque el segundo tenía tendencias malas, y el primero, solamente buenas. Cuando el hombre moría, el alma se apartaba, dejando al cuerpo cadáver, y ella continuaba en una existencia autónoma, afortunada o desafortunada, de acuerdo con las acciones hechas durante la vida del cuerpo y en compañía de éste.
Pasó mucho tiempo. La ilustración elevó lo científico al rango de criterio único de la verdad, y la ciencia positivista declaró que sólo podía ser objeto de su estudio lo que se pudiera pesar y medir. Muchos estudiosos, interesados en que la Psicología fuera considerada científica, optaron por descartar el espíritu y buscaron herramientas para medir la porción no física del ser humano. En el intento, el alma (psique) pasó a ser un conjunto de actividades intelectuales y afectivas que se manifestaban en conductas, y el ser humano ya no fue cuerpo-espíritu, sino ente-bio-psico-social.
Pasó más tiempo, disminuyó la fobia contra el espíritu y la filosofía de la época opina que, al ser excluida la relación del ser humano con lo infinito, se estaba mutilando al hombre, y surge de nuevo el alma, ahora como una conexión, en lo más profundo de nuestro ser, con Algo Más Grande e Inabarcable, origen y orden de la vida. Esta alma, participación del espíritu, contiene las leyes que mantienen interactuando en armonía los diferentes órganos físicos y psicológicos. No es creada por la conciencia humana, sino que está por encima de ella, independientemente de que reconozcamos o no su presencia y autoridad. Yo la imagino como recadera entre el Espíritu y los cuerpos, encargándose de que el ADN forme un organismo y no un esperpento y manteniéndolo en funcionamiento.
El alma ordena y exige obediencia. Cuando ella no está ya presente, aun si los órganos se mantuvieran en su sitio, tendríamos un cadáver y no una persona. Los médicos pueden tratar de retenerla, incluso lograr que un cuerpo funcione mediante máquinas y aparatos, pero llega el momento en que deben reconocer su impotencia e inferioridad respecto a ella, que conmina atenerse a sus reglas, o se marcha.
Cuando yo digo en algún artículo: “el alma lo sabe”, “pregúntale a tu alma”, “en lo profundo del alma”, es como si dijera: “Pregunta al Espíritu, de donde proviene todo conocimiento”, así no me meto en filosofías. Me refiero a acudir a una sabiduría superior que los seres humanos no podemos abarcar. Así, cuando obtenemos una respuesta, ésta es correcta, pero no significa que sabemos todo lo que el Espíritu sabe.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com o al teléfono 7 63 47 28

lunes, 10 de octubre de 2011

PREVENIR, MÁS QUE LAMENTAR

Ahora vivo sobrio, pero antes de que así fuera, bebí durante diez años. En ese tiempo radicaba en los Estados Unidos. Tres veces me detuvieron conduciendo ebrio, la última me condenaron a tener sesiones de instrucción y consejo acerca del alcoholismo y a realizar trabajo social. Esta condena cambió mi vida. Actualmente radico en México y pienso que aquí podrían establecerse programas para mitigar el problema de los conductores borrachos, que tantas vidas cuesta, ya que las personas en ese estado, al sentirse bien por la bebida, creen falsamente que están capacitadas para conducir, no se dan cuenta de los errores que cometen, y a veces pagan una multa como única consecuencia de una conducta que no sólo es peligrosa para sí mismas, sino que pone en riesgo a sus semejantes. Pagar una multa resulta insuficiente como prevención de los accidentes y demás problemas sociales y familiares que ocasiona el conducir con alta concentración de alcohol en sangre. Mi correo es para sugerir, a través de tu columna, la conveniencia de que las autoridades competentes realicen una campaña masiva de prevención, tanto informando a la ciudadanía de los datos científicos y estadísticos que hasta ahora se conocen, como impulsando la formación en la responsabilidad de adultos y jóvenes a través de la escuela y de grupos y asociaciones especializados. ¿Qué opinas al respecto, y si estás de acuerdo en que el alcoholismo es un peligro cada vez mayor para los jóvenes?
RESPUESTA
Me encanta recibir toda clase de aportaciones a esta columna y por supuesto me gustará si tu idea llega a las personas correctas. Estoy de acuerdo en que es mejor prevenir que lamentar, en que los adolescentes de nuestra comunidad se ven expuestos al alcohol desde edades muy tempranas, y que muchos regresan manejando a sus casas, después de haber consumido bebidas alcohólicas. Tengo entendido que los accidentes de tráfico ocupan el primer lugar como causa de muerte en adolescentes, y un alto porcentaje de éstos son causados por el consumo de alcohol y drogas. Pero no es la juventud la única víctima reconocida, también otros rangos de edad están sufriendo estragos por el consumo desordenado de bebidas espiritosas.
Para establecer un programa preventivo, el alcohol, en oposición a las demás drogas, cuenta con la ventaja de estar legalizado; por lo tanto, las autoridades pueden, dentro de la ley, proponer y aplicar tanto medidas punitivas como de salud; es decir, hacer investigación, implementar tratamientos adecuados a las condiciones locales y destinar recursos para paliar el problema. En cambio, la droga, por ser delitos tanto su posesión como su consumo, tiene una sola alternativa: la cárcel, de muy dudosa eficacia para reinsertar individuos a una vida social sana.
Agradezco tu aportación y me alegra que hayas pensado en este espacio para publicarla.
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lunes, 3 de octubre de 2011

My FarmVille

Hay a un juego que le llaman Mi Granjita al que jóvenes y no tan jóvenes le dedican horas, los he visto que andan nerviosos que porque se les pueden morir sus animales o deben cosechar, eso les oigo decir. En mi casa se juntan mis hijos con sus parejas y no hablan de otra cosa, que si tú me mandas un huevo y yo te doy fertilizante. Me gustaría saber si tiene algún efecto psicológico o por qué se entusiasman tanto jugándolo. Yo les digo que es una nueva adicción, y se enojan.
RESPUESTA
Conozco el juego que mencionas, sé en qué consiste sólo con escuchar las conversaciones que ocasiona. Las personas parecen haber ingresado en un club que posee un lenguaje particular e intereses recíprocos, y mutuamente se ayudan a progresar. Sólo esto sería suficiente para explicar la motivación: los participantes se experimentan pertenecientes a un grupo donde los miembros se comportan amigablemente: “¿Qué necesitas?”, “Yo te lo surto, avísame cuando te conectes”, “¿Ahora qué vas a sembrar?”, “Mis vacas ya tuvieron crías”, “¿Cuántas?”, “¡Qué bien!”. Dentro de un mundo individualista como es el nuestro, la granja hace vivir (virtualmente) la experiencia de tener vecinos interconectados y cooperativos que te fertilizan tus terrenos y tú los de ellos, además de proporcionarte “experiencias” que puedes aprovechar. ¡Un paraíso de amor! Pero no es todo.
Aparte de experimentarse pertenecientes en la “vida real”, la granjita les permite sembrar, cosechar, tener animales que no comen y dan a ganar dinero, con el que pueden hacerse de cosas: gallinero, corrales, tractor, sembradora, cosechadora, adornos… Si han fertilizado a tiempo, las plantas se ven grandes y bonitas. Si aparece un huevo dorado o un elotito en el muro, el primero en tomarlo recibe dinero, gasolina… en suma, ¿quién podría sentirse pobre o perezoso con tan buena marcha “en el negocio”? Y el trabajo es virtual, con un clic se siembra y con otro se cosecha; es decir, que el sembrador o cosechador está cómodamente sentado frente a la computadora, sin sudar una gota de sudor, soñando con grandes negocios, mientras la vida real transcurre igual que siempre, porque el jugador no ha realizado el informe o cocinado ni pagado el pagaré de la hipoteca, y sin darse cuenta ya se le fueron dos o tres horas útiles para sus labores.
Como al inconsciente es fácil engañarlo, puesto que no distingue entre la realidad y la fantasía, es posible que este juego satisfaga (temporalmente) las necesidades de pertenecer, ser amistoso, vivir en un mundo ordenado, tener un negocio que da a ganar y además hace el bien (alimenta) a otros seres humanos, y permite obtener maestrías. ¡Todos los ideales cumplidos, virtualmente! Sin embargo, en algún momento debe llegar la realidad a imponerse con sus exigencias, y entonces también es posible que la persona sufra un desencanto, inclusive cierto grado de confusión y frustración.
En mi opinión y resumiendo, este juego pone de manifiesto cuáles son las necesidades que quisieran ver satisfechas las personas que lo juegan: vivir en un mundo armonioso y próspero donde los humanos cooperaran para hacerlo hermoso y productivo; es decir, una gran necesidad de amor y cordialidad. Y también esta ilusión: que los retos y problemas se resolvieran haciendo clic en un botón y no fuera necesario hacer esfuerzos físicos o mentales.
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