martes, 25 de junio de 2019

LA INFIDELIDAD DUELE


En respuesta a una pregunta, paso directamente a dar mi opinión. 

Estás desesperada porque no sabes si pensar que ya terminó el amor que sentía tu esposo por ti, o si luchando obtendrías una nueva oportunidad para ti y tu familia. Agregas: “A veces siento que él sabe lo que quiere y no se anima a decírmelo”. Luego describes la devastadora experiencia de enterarte que mientras tú esperabas a su hija, él andaba con otra mujer, lo mucho que te duele, que reaccionaste corriéndolo de la casa y tus hijos quedaron muy tristes. ¡Experiencia extremadamente difícil y dolorosa! Por favor considera buscar ayuda profesional, es demasiado pesada para solucionarla tú sola.

Quisiera decir algo que te consolara pero no es consuelo lo que estás necesitando, sino inteligencia y cálculo, porque este dolor lo vas a sufrir por algún tiempo sin posibilidades de evadirlo. 

Cuando menciono inteligencia y cálculo me estoy refiriendo a que para solucionar un problema es necesario comprenderlo y calibrar bien las medidas que se van a tomar, sus costos y ventajas y el resultado final. Esto quiere decir que necesitas tener una idea clara de lo que te propones obtener, porque hay infinidad de opciones. Veamos sólo tres.

Opción 1: DESQUITARTE, vengar tu dolor y hacer que él sufra lo mismo. Se puede llevar a cabo de dos maneras: con amor o con odio. 

a.    CON AMOR es describirle todo lo que está ocasionando sin rodeos y sin evitarle sufrimientos ni culpas, dejándolo que “se fría en su propia salsa”, es decir, en las consecuencias naturales de sus elecciones. Sin embargo, cuidas que el daño sea un poquito menor al que él ha ocasionado y cuidas a tu familia, hasta que tu propia alma sienta que “están a mano”, lo cual puede suceder o no. 

b.    CON ODIO es ocasionarle sufrimientos de cualquier tipo, tengan o no que ver con la ofensa al compromiso y sin proteger a nadie, incluida tú misma o los hijos de ustedes. Termina en guerra sin ganadores, todos perdedores.

Opción 2. PERDONAR, dejar pasar lo ocurrido sin consecuencias, olvidarlo y seguir adelante como si nada. El pretexto es irrelevante: los hijos, la economía, la religión, el miedo a la soledad, la necesidad sexual, el amor… De antemano te advierto que ésta es una solución mentirosa que convierte a las familias en escenarios teatrales donde todos mienten acerca de sus sentimientos. Este tipo de perdón nada tiene que ver con el perdón auténtico y sanador.

Opción 3. CRECER ESPIRITUALMENTE, DESARROLLO HUMANO. Tomar los hechos como retos y oportunidades para evolucionar y expandir la armonía interior, ejercitando tu confianza en un Poder Superior que está a cargo y te brinda asistencia a fin de que conviertas la adversidad en bendiciones. Es de mucha ayuda pedir asistencia humana profesional, insistir en amarte a ti misma e incluir al Espíritu en la ecuación.

Observa que en ningún momento mencioné que intentes convencerlo de lo buena que eres o cuánto lo amas, empeñarte en hacerlo que cambie, ayudarle a solucionar sus problemas o cargar con su culpa. Nada que tú hagas es responsable de las acciones de otra persona. Si hizo lo que hizo es porque quería. 
Quizá tú estés de acuerdo en que el matrimonio debe ser libre y convenir a los dos, pero el compromiso con los hijos es para toda la vida.

Un cambio de tema: Presentaré mi nuevo libro titulado “RELATOS DE AMOR, VIDA Y MUERTE”, el próximo día 3 de julio a las 6:30 p.m, en las instalaciones de este PERIÓDICO A.M. Será un placer para mí que mis lectores me acompañen. Gracias.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com

lunes, 17 de junio de 2019

DÍA DE LOS PAPÁS


Este domingo se conmemoró a todos los padres, presentes y ausentes, honrados y vituperados, reconocidos e ignorados, amados y despreciados. Todos ellos han contribuido a pasar la vida, que la humanidad continúe existiendo y que sea como es. En ese día, muchas personas pudieron abrazar a su padre y decirle “felicidades”, congratulándose mutuamente por el hecho de compartir caminos. Para otras, fue un día de nostalgia por esa figura importante que tal vez ya no está en el planeta o no se encuentra presente.

La fiesta del padre de ninguna manera tiene en nuestro país el mismo peso que la fiesta de la madre. Debería tenerlo, pero demasiadas circunstancias ocasionan que no sea así, y en el horizonte no se percibe un cambio en este sentido; la reciente glorificación y reconocimiento de la mujer (por cierto muy merecida) parece opacar el brillo del hombre. Parece. En realidad, él sigue con su brillo propio, se le reconozca o no.

A veces creo que los padres mismos no asumen su propia importancia y se sienten incómodos al recibir la honra que les toca. Muy pocos dirían al hijo con orgullo: “No sólo tu madre te llevó en su cuerpo, antes yo te llevé en mis testículos”. Es que el pensamiento cultural acerca de tener sexo alcanza a salpicar la figura paterna; en occidente, durante siglos, antes que las relaciones sexuales fueran glorificadas, se las consideraba algo depravado y secreto de lo que nadie podía sentirse orgulloso ni presumir. Todavía puede ser que personas piensen que este tema no debería ser mencionado en un periódico. Pero es un tema digno. A alguien que dijera: “Yo no tengo papá”, podríamos responder sin temor a equivocarnos: “¡Por supuesto que lo tienes, que no esté presente es otro asunto!”. 

Se le conmemore o no, la importancia social del padre es indiscutible, en cualquier sentido que se la vea. Él es el contrapeso que libera al hijo del poder de la madre, lo saca del nido y lo introduce en el “mundo de afuera”, ya sea laboral, relacional, intelectual, político... Es falso que una mujer pueda ser a la vez padre y madre. Lo intentará, si no le queda otro remedio, pero le será imposible llenar eficazmente el hueco que deja vacante el otro progenitor. Su poder de madre se volverá poco menos que invencible, o estallará bajo la enorme presión de desempeñar un doble papel.

Nuestra sociedad está absolutamente necesitada de buenos papás que guíen y acompañen al hijo, sobre todo en su difícil transición de niño a adulto, sin dejarse deslumbrar por teorías que afirman que da igual ser hombre que mujer, padre o madre. No es igual; los hombres nunca van a parir ni a convertirse en mamás; siempre serán lo que ya son. Precisamente la aportación de sus características masculinas de vigor físico, racionalidad, visión amplia y objetiva, así como la necesidad de encontrar realización afuera de su cuerpo, en lo que hacen, material, visible y perdurable, lo que sociedad y familia precisan. Esto de ninguna manera significa que ellos no tienen vida interior, ni que sean torpes en labores perecederas como cuidar o alimentar que también son importantes. 

A veces me pregunto si la confusión actual respecto de los sexos no responde a la ausencia, lejanía, timidez o falta de confianza de los hombres al sentirse poco reconocidos, como está poniéndose de moda. Mucho se ha dicho que “el siglo XXI es el siglo de la mujer”, ¿y el hombre qué, lo dejamos fuera del tiempo? Hace falta con urgencia que el hombre solidario (no el macho dominante que pretende ser servido y siempre sacar ventaja) tome su lugar y defienda su territorio; que no desaparezca de la escuela, la fábrica, la oficina, la universidad, la vida pública, los mítines, las discusiones filosóficas y psicológicas. Es triste comprobar que cuando se convoca para algo, la gran mayoría de asistentes son mujeres. ¡Hombres, no se vayan! ¿Dónde están?

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lunes, 10 de junio de 2019

EL DESEO DE MEJORAR


El deseo de mejorar es innato e indestructible en el ser humano. Personas próximas a morir suelen decir: “En cuanto yo mejore un poco voy a...”. 

El impulso a mejorar nos mantiene con vida y cuidando de nosotros mismos; por él trabajamos en satisfacer nuestras necesidades fisiológicas, vamos con el médico, tomamos una pastilla o un remedio de la abuela. Por él pensamos en un mejor futuro y cuidamos nuestra situación económica, nuestro prestigio, nuestras relaciones y el estado de nuestra conciencia moral. Incluso un suicida pone fin a su vida para mejorar; que un dolor termine o se acabe una situación que le parece insostenible. A veces, uno hace cosas locas esperando mejorar, ya sea porque se le nubla el entendimiento o porque no descubre otra opción más adecuada. 

Los estudiosos de la conducta aceptan más cada día el axioma de que para identificar la motivación profunda de un comportamiento o un síntoma, se debe  localizar la intención positiva o deseo de mejorar.

Lo anterior contiene un cambio radical en la manera de mirar y definir a los seres humanos. Hubo un tiempo en que se nos describía como intrínsecamente crueles, corruptos, injustos e inclinados a lo indeseable. Con frecuencia parecemos ser así, mas ello no es prueba de nuestra maldad intrínseca, sino de la ceguera, tontería o nublazón del pensamiento que nos hacen equivocar la escala de valores. “La bolsa o la vida” dice el asaltante que aprecia más dicha bolsa que una existencia. 

También es nublazón del pensamiento imaginar que cualquier mejora de uno, se realiza a costa de otro. Un vecino se siente robado porque su vecino estrenó camioneta; el empleado, porque a la compañera le dieron un ascenso; el actor, porque otro actor recibió más aplausos... O alguien argumenta que es infeliz porque otro no cambia: el adolescente dice que él no es mejor porque sus padres no mejoran; los esposos desean que su pareja mejore para poder mejorar; la suegra sufre y regaña porque la nuera no quiere mejorar; los hijos o algún otro miembro de la familia se imponen sacrificios en su “deber” de reformar a un cónyuge infiel o inestable, un progenitor rígido o desamorado, un abuelo alcohólico, un hermano vago ¡para que la familia mejore! 

Siempre deseamos la mejoría, pero quien basa dicha mejoría en lo que otros hagan, vivirá angustia inútil, expectativas frustradas y desilusiones. La verdadera mejoría se da en cada uno y para cada uno, de ahí salta al exterior; lo cual no significa que necesariamente los demás van a verse mejorados a causa mía aunque no tomen lo que yo ofrezco. Solo cada uno puede hacer algo en beneficio de sí mismo.

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lunes, 3 de junio de 2019

LAS NARRATIVAS


Los humanos contamos historias acerca de lo que creemos y sentimos y hacia dónde tenemos dirigida la mirada. Se trata de auténticos relatos con protagonistas y antagonistas, escenarios, nudos y desenlaces, descritos con muchas o con pocas palabras. Las siguientes son narrativas muy breves:

“Se aprovechan de mi nobleza”, Chespirito.

“Dios es producto de la imaginación humana”, Hume.

“Primero es comer que ser cristiano”, refrán popular.

“Me amo y respeto a mí mismo”, Louise L. Hay.

Si observamos con detenimiento, cada expresión de éstas nos permite conocer mucho de cómo es la persona que habla y qué piensa de sí misma y de su mundo. Con base en lo que dice podemos hacer inferencias, acertadas o no, acerca de cómo es su comportamiento en determinadas situaciones. 

Cuando hablamos, estamos relatando nuestra experiencia subjetiva, en relación con un mundo subjetivo, del cual hemos extraído creencias subjetivas que crean en nosotros expectativas subjetivas. Cada uno de nosotros es único.

Las narrativas son destino y no porque hayan sido escritas por unos dioses misteriosos o porque se deban cumplir inexorablemente, sino porque cada humano se esfuerza para que las suyas se hagan realidad, le gusten o no y le convengan o no; hay ocasiones en que preferimos tener razón (es decir, conservar una narrativa conocida) que proteger un amor, un dinero o la salud.

La simple descripción de las narrativas las mantiene en pié. También les da oportunidad de que sean reflexionadas y modificadas. En este último caso, la persona puede obtener una narrativa nueva, luego se encauzará en hacerla realidad. 

Hay narrativas que son verdaderas maldiciones. Hechizos, podríamos llamarlas, porque cuando su poseedor al fin tiene éxito en volverlas realidad, nadie sale ganando. He aquí tres ejemplos:

“El matrimonio es la tumba del amor”.

“Piensa mal y acertarás”.

“De los parientes y el sol, mientras más lejos, mejor”.

Es difícil poner en duda las propias narrativas, y más difícil aún que uno voluntariamente olvide lo que sabe, deje de basarse en la experiencia y se mantenga abierto a algo nuevo. Hacerlo se llama método fenomenológico: ver, oír, sentir, retener el juicio, intentar comprender el sentido completo de lo que se muestra y permitir que la mente piense ideas nuevas. De este proceso brotan la creatividad y la libertad, la cuales pueden ser lo más hermoso y lo más detestable que produzca el ser humano; como humanidad hemos inventado cosas maravillosas y horribles. Sin embargo, necesitamos inventar si queremos evolucionar, o seríamos robots que repiten las narrativas que otros nos contaron.

Cuando leemos un libro, nos ponemos en contacto con la narrativa del autor, quien describe el mundo que ve o imagina y está en su cabeza. Ahora yo me encuentro a punto de publicar un libro con cinco narraciones de ficción y estoy consciente de que, no obstante ser invenciones, están relacionadas con temas que traigo en mi mente. Cuando salga y le haga una presentación, me encantará invitar a mis lectores.

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