lunes, 29 de agosto de 2011

TAMBIÉN ME DIVORCIARON

Me llamó la atención tu columna porque vivo una situación similar, también me divorciaron, y como bien dices, en su momento me dolió hasta el alma perder lo que consideraba un buen matrimonio. Hoy lo veo de forma distinta, disfruto mi vida tal como es, mi trabajo, familia, amigos, y ante todo, mis hijos.
Caso contrario es lo que veo con mi ex, da la impresión de que ella no supera la situación y me culpa por todo tropiezo o situación adversa, por amigos sé que en redes sociales describe mis supuestos maltratos con ella y mis hijos, donde siempre figuro como un maleante, un villano… ¿Por qué me culpa?, yo no la puse donde está ni le deseo ningún mal, es más, rara vez es un tópico en mis conversaciones, aunque no siempre la puedo evadir, tenemos en común dos hijos.
No entiendo por qué no vive y deja vivir. La principal causa del divorcio fue porque al casarnos jóvenes le faltaron cosas por hacer, ¿por qué simplemente no las vive?, ahora no puede decir que yo soy quien la limita.

RESPUESTA
Dos cosas me llaman la atención en tu correo: que en el mismo plazo y provenientes del mismo matrimonio, uno logra disfrutar la vida y el otro no. Impresiona que el menos feliz sea precisamente aquel que tomó la decisión, pues la frase “me divorciaron” hace pensar que tú no deseabas que ocurriera. ¿Qué pasa en estos casos?, ¿por qué el de la iniciativa, a simple vista el más audaz, pasado el tiempo se encuentra dolido, aparentemente atorado en un evento al que pensó dar solución, y necesitado de encontrar un culpable?
Ambas situaciones, la tuya y la de tu ex, son ejemplos de resultados muy distintos de un mismo acontecimiento: divorciarse. Entiendo que tú vives satisfactoriamente y ella, al parecer, no. Podemos pensar que a los dos les dolió hasta el alma perder un buen matrimonio, pues todos cuantos se casan lo hacen aspirando a que la unión les ayudará a cumplir sus anhelos, sean éstos los que fueren en sus mentes. ¡Y no sucede! La desilusión y el desencanto lo inundan todo. Comienza una temporada de buscar remedios y soluciones, mediante los métodos que cada uno acostumbre y otros nuevos: piden, suplican, exigen, ordenan, acusan, culpan, amenazan, etc., con palabras y acciones. ¡Tampoco sucede! La convivencia se torna insoportable, algo debe ocurrir para ponerle fin. Sobreviene el divorcio.
¿Es verdaderamente el fin? A veces, sí; cuando la media naranja renuncia a lo que pudo haber sido y no fue y asume que debe aprender a vivir como media naranja; pero a veces no, una de las mitades no puede hacerse el ánimo a ser completa como mitad, lo cual es terriblemente doloroso y problemático, porque se experimenta mutilada, víctima inocente de la otra parte que no se acopló ni se quedó. Pierde de vista que tampoco ella pudo acoplarse ni quedarse, y es sincera al decir lo que piensa: la culpa de todo la tienes tú.
Ahora bien, tú ya recuperaste gran parte de tu plenitud, puesto que organizas tu vida a partir de lo que tienes y así la disfrutas, falta que renuncies a “lo que pudo haber sido y no fue” posterior al divorcio; es decir, a la ilusión de que ambos serían excelentes colaboradores y buenos amigos en aquello que todavía tienen en común: los hijos. De la misma manera que te despediste de las ilusiones que te forjó el matrimonio, te haría bien desprenderte de las actuales y nuevamente decir: ¡Así es, con esto debo vivir, ser feliz, y enseñar a mis hijos a serlo! ¿Crees que te será posible?






lunes, 22 de agosto de 2011

ME DIVORCIARON



A mí me divorciaron y veo a mis hijos cada vez que la mamá quiere, porque se los llevó a otra ciudad y si quiero verlos me pide dinero. No me parece justo que la ley la proteja a ella y a mí no. ¿Qué opina?
RESPUESTA
Tu pregunta es breve e intensa. Entiendo que por parte tuya hubieras deseado que jamás ocurriera el divorcio y la familia estuviera junta, en el mismo domicilio. El hecho de que no sea así, ¿qué te ocasiona? No lo dices, pero se intuye que experimentas una pérdida enorme, pues no sólo te ves obligado a renunciar al ideal de la familia perfecta, en la que tu lugar y funciones serían honrados y respetados, sino que también se te niega la cercanía física de los demás miembros del grupo familiar. Por supuesto que no lo deseabas. Desprenderse de un ideal, de lo que pudo haber sido y no fue, en ocasiones parece imposible, duele como si las entrañas fueran arrancadas sin anestesia. A veces la vida es muy dura, ¿verdad?
Me pregunto, dentro de esta dolorosa relación en la que papá y mamá siguen midiendo sus fuerzas uno con el otro, qué pasa con los hijos. Porque a ellos no les toca tomar las decisiones trascendentales de la familia, sino obedecerlas: viven donde se les indica, asisten a la escuela que se les asigna, visten lo que se les da, comen lo que les es ofrecido, etc. ¿Qué estará pasando en sus corazones, al verse privados de la cercanía de papá?, ¿de qué manera interpretan lo que ocurre?, ¿ven amor en que su padre “pague” por verlos y tenerlos cerca?, ¿o acaso piensan que si no es por la fuerza, papá no suelta un peso para su manutención? Son preguntas cuya respuesta solamente tú puedes investigar, porque los pensamientos de los niños no necesariamente coinciden con la realidad, pero influyen en ellos como si los hubieran comprobado personalmente. Quizá encuentres conductas o palabras que preparen el retorno voluntario de tus hijos a ti, inclusive si fuera necesario esperar algún tiempo para que esto ocurra. Puedes estar seguro de que sucederá, porque eres el padre. Ojalá que ese momento te encuentra libre de rencores y disponible para acoger amorosamente a tus hijos.
Respecto a la ley, es posible que ésta haya sido hecha con la intención primordial de proteger a los niños, y en seguida, también a los padres. La ley es lo mínimo indispensable en la relación padres-hijos, y amenaza con castigos si se la transgrede. Sin embargo, pienso que limitarse a lo legal no es suficiente para cuidar de un ser querido. Casi siempre, el corazón dicta hacer un poco más de lo que ella exige, no por temor al juez, a la demanda o a la cárcel, sino por amor y generosidad. Puedes ser generoso, siempre y cuando vigiles que el amor y la generosidad no te lleven al olvido de ti mismo, pues cuidarte es tu principal responsabilidad.
Deseo que encuentres métodos de seguir siendo feliz, dentro de las circunstancias que la vida te ha deparado.





lunes, 15 de agosto de 2011

MIEDOS NOCTURNOS

En mi caso particular tengo una duda. Mi esposo permite que nuestro hijo de 6 años duerma con nosotros cuando se despierta con miedo y va a nuestro cuarto, pero últimamente la hermanita, de 3 años, ya también va y somos cuatro en la misma cama. La última vez los levanté y los llevé a sus cuartos, lloraron fuerte y mucho rato, después cuando se callaron yo no me podía dormir porque me sentí incomprensiva y cruel. ¿Qué se hace cuando los niños tienen miedo por las noches?
RESPUESTA
Tu hijo de seis años tuvo miedo alguna noche, despertó asustado, fue con ustedes en busca de consuelo y seguridad y tu esposo le permitió que se quedara a dormir. Al parecer, esto no resolvió el miedo, porque ha vuelto a suceder, y ahora la pequeña ¿imita la conducta del mayor?, ¿también tiene miedo?, ¿no quiere ser la única en la familia que duerme sola?, ¿le parece que quieren más al hermano y de ahí el privilegio de dormir con los padres?, ¿quiere restablecer la justicia y ser considerada igualmente hija? No sabemos lo que pasa en las mentes de estos niños, es necesario indagarlo. ¿Cómo? De dos maneras: investigando si ocurre algo que los asusta, para suprimirlo o resolverlo, por ejemplo: un programa de TV, una conversación, una riña, un cambio, alguna dificultad en la escuela, etc., y preguntándoles a ellos directamente de qué se trata: “Anoche tuviste miedo, ¿a qué?”
A veces el niño sabe la respuesta, pero otras no tiene idea y comienza a inventar eventos o seres. En ambos casos, es importante esperar a que termine de hablar y no apresurarse a dar opiniones como: ¡Eso no existe, no es posible que te asuste!, ¡Deja de inventar!, ¡estarías tonto si creyeras en tonterías! Por el contrario, hay que escucharlo hasta el final sin interrumpirlo, haciéndole saber que se le está poniendo atención, con expresiones como: ¡ah!, ¡oh!, ¡ya veo!, ¡comprendo!, ¡eso asusta! Cuando el niño haya logrado nombrar el objeto de su miedo, seguir preguntándole detalles: “¿Cómo es?, ¿de qué tamaño?, ¿tiene color?, ¿se mueve?, ¿en dónde lo has visto?, ¿también yo podría verlo?, ¿quieres que vayamos juntos a ver si está?
Generalmente, los pequeños aceptan que la madre “se enfrente” a lo que los asusta. Mamás me han contado lo que hicieron: “le dije al “monstruo” con voz fuerte que dejara de molestar, o se las vería conmigo”, “fuimos mi hijo y yo a comprar una estampa del ángel de la guarda y la pegamos en la puerta del armario, para que no dejara pasar nada malo”, “instalamos un regulador de la intensidad de la luz, y el cuarto no queda totalmente a oscuras”…
Apoyar a los niños a enfrentar y superar sus miedos es importante, les brinda una actitud de lucha, en lugar de otra de huída. Estoy segura de que encontrarás la manera de dar a tus hijos el mensaje de que es mejor no vivir asustados. Pero si no se trata de miedo, sino del deseo de compartir el lecho nupcial con los padres, no creo que la pareja esté de acuerdo en renunciar a sus derechos a cambio de nada bueno.







lunes, 8 de agosto de 2011

MIEDO DE MORIR

Desde que me enteré que estaba embarazada, comencé a sentir extrañamente miedo por morir, como todo es sabido lo único seguro que tenemos es morir. Mi miedo comenzó de menos a más pues ahora que ya tengo a mi bebé mi miedo aumentó, al grado que todos los días tengo miedo a morir y me la paso pensando en el futuro de mi hija, ya que he visto como niños huérfanos sufren mucho con sus madrastras o padrastros. Mi angustia es tal que ya hasta le dije mi última voluntad a mi esposo, que si él llegara a casarse al yo morir, deje a mi hija con mis padres, pues la mayoría de los casos que conozco, las parejas de los viudos nunca quieren a sus hijos y los maltratan. Por favor le pido un consejo para volver a tener calma en mi alma y no pensar en la muerte todos los días, a todas horas.
RESPUESTA
Primero, felicidades por tu beba, ya eres madre. Y estás muy consciente del miedo que sienten las madres: ¿estaré allí, presente, cuando mi hija me necesite?, ¿qué sucederá si no es así? Y como si estuvieras segura de que la respuesta es ¡no!, imaginas que vas a morir, porque solamente de esa manera dejarías a tu hijita sin tu protección. ¿Voy bien?
Déjame decirte que tu miedo tiene una base real, puesto que ya moriste. ¿Cómo? Engendrar, dar a luz, educar y acompañar a un hijo, que es la tarea más difícil y gratificante de la vida, cambia a los padres para siempre, de manera que éstos jamás serán los que eran antes de tener al hijo. ¿No es esto una verdadera muerte, aunque el cuerpo siga viviendo? Ya no existe la mujer soltera que cuidaba solamente de sí misma, ahora siempre estarán presentes las necesidades de tu hija. Si dejas de resistir a este cambio formidable y te das cuenta de que ya sucedió, las ideas de muerte no serán necesarias. Sin embargo, puede haber otros motivos que las sustenten. Quizá sea verdad lo que digo en el siguiente párrafo.
Tu hija tiene una mamá que la ama profundamente y desea protegerla de todo mal y dolor, no obstante saber que es imposible, ni siquiera deseable; imagínate que en verdad pudieras formarle una burbuja esterilizada, con la cual lograras evitar que los gérmenes y toda clase de experiencias dolorosas entraran en contacto con ella, y jamás enfermara, ¿le habrías hecho un bien? ¡No! Estaría tan falta de defensas, que se vería en problemas en cuanto saliera de su cárcel protectora. La habrías condenado al aislamiento, como se hace con los peores criminales; a la dependencia, como si fuera discapacitada; y a no tomar su vida en sus manos, como si nunca se la hubieras dado. ¡Por supuesto que alguien así estaría totalmente necesitado de su madre, a cualquier edad, porque no podría valerse por sí mismo! He conocido a padres que tienen hijos con parálisis cerebral u otros trastornos graves, y confiesan que su mayor miedo es morirse y dejar al hijo sin quién lo cuide. No es tu caso, ¿verdad?
A veces, no obstante solucionar lo anterior, los miedos persisten. Entonces sería recomendable hacer una Constelación Familiar, para saber a quién le pertenecen, entregárselos y quedar libre de ellos. Te deseo una feliz maternidad.




lunes, 1 de agosto de 2011

NO ME BESA

Tengo 5 años de casada y una hermosa niña de 3 años. Desde que me casé mi esposo limitó mucho nuestras relaciones sexuales porque no está de acuerdo con los anticonceptivos y no quería que me embarazara rápido. Después de 1 año decidió que quería un hijo y casi de inmediato me embaracé, durante el embarazo jamás quiso tener relaciones porque le daba miedo lastimar a la bebé, después fue cesárea y pasaron meses sin que me tocara porque quería mi recuperación total, después que la niña cumplió 1 año me operaron de apendicitis y aún cuida mi recuperación, ya tenemos casi 4 años en que no existe contacto físico entre nosotros. He hablado con él y le he preguntado si no me quiere, y dice que la niña y yo somos lo que más quiere en el mundo. Él es muy paciente y hogareño y nos da lo que necesitamos, sólo no quiere estar conmigo. Le dije que si íbamos con un psicólogo, pero me dice que si quiero vaya yo, porque él está bien. El hecho de no tener relaciones me hace sentir que no le intereso, no tiene demasiadas muestras de afecto para conmigo, a veces ni siquiera un beso... nos han preguntado que para cuándo encargamos otro bebé, y él siempre dice que me pregunten a mí, que yo no quiero porque tengo miedo, y el día que le reclamé que cómo íbamos a tener otro hijo, si él ni siquiera me besa, me dijo que entonces cuando me preguntaran les contestara eso, y para mí es humillante, cómo le voy a decir a los demás que no le intereso como mujer a mi marido? Esto ha bajado mucho mi autoestima, mi seguridad, y me pregunto si realmente yo soy quien está mal. Gracias
RESPUESTA
Así que no le crees a tu marido cuando dice que tú y tu hija son lo que más quiere en el mundo. Tampoco crees que le interesas, a pesar de que cuida tu recuperación hasta un punto que te parece excesivo. ¿Piensas que miente?, ¿examinas la posibilidad de que él esté ocultándote una verdad que no puede o no quiere reconocer, quizá le disgusta, podría lastimarlos a ti o a él o a alguien más, darle vergüenza o algún otro motivo?
Me pregunto qué es lo que en realidad tú crees y piensas. También me pregunto si la mencionada “verdad oculta” está tan oculta que de veras no la puedes ver, o si también tú prefieres mentirte porque no quieres o no puedes reconocerla, te disgusta, podría lastimarlos a él o a ti o a alguien más, te daría vergüenza, te sentirías humillada, perderías tu autoestima, tu seguridad y tal vez pensarías que eres tú quien está mal. ¿A qué me refiero?
Me refiero a que a veces ayuda decirnos: “Lo sé todo y también sé que tengo razón en lo que pienso. Lo he sabido siempre”. ¿Qué sucedería si te lo dijeras?
En ocasiones escuchamos decir: “Tengo un novio maravilloso que me respeta y jamás de los jamases ha intentado propasarse conmigo, estoy feliz de haberlo encontrado”. Quien así habla, sabe de lo que habla. Pero puede suceder que no sea el caso, y diga: “Cuando éramos novios, él era un torbellino, necesitaba yo de toda mi fuerza para contenerlo y que él tuviera las manos quietas; sin embargo, ahora, ni siquiera me besa”. Esto es distinto y cabe preguntarse: “¿Qué pasó?, ¿a dónde se fue aquella energía?, ¿cuándo y por qué ocurrió este cambio?”.
Cuando alguien se dice a sí mismo: “Lo sé. Lo sabía”, entonces puede decidir qué quiere hacer con su conocimiento. A lo mejor decide: “Me quedo y lo tomo tal como es”, o lo contrario: “Esto no lo puedo soportar, o cambia o lo dejo”, o un punto intermedio: “Me duele vivir como vivo y no deseo lastimarte ni imponerte mis normas de cómo deberíamos ser, ¿qué soluciones se te ocurren que quieras comentarme?, ¿crees que podemos hacer algo para que yo me sienta mejor?”.