lunes, 28 de enero de 2013


CAMBIO SOCIAL

Estoy de acuerdo con lo que dice Carmen Aristegui: “Hay que hablar mal de México si queremos mejorar”, por eso pregunto: ¿cómo hemos ido perdiendo poder para promover la ciencia y la economía, que van de la mano? Yo creo que ha habido un quiebre en la educación; la escuela no responde a las necesidades de la población de todos los niveles, se ha vuelto un negocio. Conozco a doctorados que llevan 5 años sin trabajo; a jóvenes que dejan trunco el bachillerato y deben comenzar de nuevo porque los planes no permiten revalidar; madres de familia jóvenes tienen que esperar para tener ingresos, en lugar de que estudiando tengan un oficio: instalo un boiler y gano 400. Pero también está lo opuesto, que la gente no quiere aprender. Yo pensé en una posibilidad de hacer educación y conseguí 800 becas de fontanería. Invité a gente. “Otro ingreso más”, les decía. Asistieron 6 personas. Y dice uno: ¿qué pasa? Los cubanos tienen tres oficios; en la India existe la “universidad de los descalzos”, llamada así porque de día están con sus borregos y en la noche, de 8 a 10, van a clase; conozco mujeres de Vietnam que hacen tablarroca o son fontaneras, ¿y nosotros no podemos? Pero vienen los Tigres del Norte y se llena. Yo creo que dejar de estudiar es comenzar a morir. Me gustaría conocer su opinión al respecto.

RESPUESTA

Gracias por tu aportación. Está muy completa tu idea. Comparto contigo el deseo de que nuestra Patria esté cada vez mejor; pienso lo mismo que tú respecto a que dejar de estudiar y aprender es comenzar a morir; que la educación es importante y debe estar encaminada a que las personas se capaciten para satisfacer sus necesidades, en el mundo que les tocó vivir.  También admiro a los esforzados, ya sean de este País o de otros. ¿Cuál será mi aportación?

En esta columna hablo de Psicología. Un psicólogo, que también desea un cambio social, se dedica a promoverlo mediante el desarrollo de las personas, dentro de sus grupos; es decir, que sin menospreciar la importancia de las decisiones políticas, se enfoca a que los individuos  se “empoderen” –se llenen de su propio poder- para que sean capaces de satisfacer sus necesidades y relacionarse armoniosamente con su entorno, mediante el aprovechamiento de lo que poseen. Esto presupone la creencia en que cada uno dispone, ya, hoy, de todos los recursos necesarios para su desarrollo personal, puesto que la Naturaleza se los ha otorgado, y que su tarea como ser humano es hacerse responsable de descubrir, reconocer y utilizar su propia riqueza personal, independientemente de que otros decidan o no hacerlo.

Por supuesto que como psicóloga puedo concordar contigo: “Es cierto, hay un quiebre en la educación, y ésta no prepara al alumno a vivir en su mundo”, o “hay gente que no quiere aprender”; sin embargo, debo esperar a ser consultada por una persona o grupo específicos, para ponerme a su servicio y, junto con ellos, estudiar en cada caso las causas y las estrategias adecuadas.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , al teléfono 7 63 47 28 o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.

 

martes, 22 de enero de 2013

CULPABLE O RESPONSABLE


Todos queremos ser buenos. Ésta es una necesidad tan poderosa, que  cuando cometemos un error, sufrimos e iniciamos un proceso de “ajuste” que ocupa nuestros pensamientos. Nos decimos: “¿En verdad estuvo tan mal?, “No tenía otra alternativa”, “Espero que nadie lo sepa” y cosas por el estilo, encaminadas a devolvernos al estado de inocencia.

No queremos cometer errores. De hecho, nadie comete uno consciente y deliberadamente si cree que su acción resultará, para él,  más mala que buena. En todo error subyace una buena intención, inclusive en el delito: “Tendré más dinero si robo esa cartera”, “Mis familiares quedarán vengados”, “Obtendré el puesto eliminando a este competidor ”...

El concepto de lo que es bueno o malo nos fue inculcado; cada persona posee uno propio y suyo, del cual emanan creencias que rigen vigorosamente al individuo. No existe juez más severo que el que portamos dentro; compara cada impulso, deseo, pensamiento o acción con el código de paradigmas grabado en el interior de cada uno. No obstante, los humanos lo contrariamos, y a esto llamamos “errores” o “pecados”. Los cometemos grandes y pequeños, triviales y graves. Una vez cometidos, se tienen dos grandes alternativas, que encierran muchas otras: sentirse responsable, o culpable. ¿Cuál es la diferencia?

El que opta por la responsabilidad se dice a sí mismo: “Este error es mío, yo lo cometí, me corresponden las consecuencias”. Entre ellas está asumir la falta, resarcir el daño cuando hacerlo es posible y no ocasiona más daño, y convivir con la nueva imagen, de ya no inocente.

Quien opta por la culpabilidad, que como dije más arriba desea con todo su corazón ser bueno, comenzará a buscar métodos para liberarse de responsabilidades, principalmente permaneciendo en la inconsciencia, contándose mentiras, intentando modificar al juez o entregándose a la expiación inconsciente. Prefiere cualquier cosa, menos sentirse responsable. Su frase favorita es: “Yo no tuve la culpa”. Lo que sigue a esta decisión de seguir  percibiéndose inocente a pesar de todo, es un universo subjetivo de falsedad, angustia y enfermedad física o mental.

El código moral de nuestro juez interior no necesariamente está siempre en lo correcto, puede contener paradigmas absurdos que corresponden a la historia y creencias de la familia que lo compiló, como por ejemplo, la doble moral que tradicionalmente rige en nuestra cultura para hombres y mujeres. Sin embargo, beneficioso o nocivo, su tarea es comparar y dictaminar si hay incongruencia entre sus normas y las conductas.

Este juez es incorruptible, en el sentido de que con nada se le seduce para que olvide la incongruencia entre lo sucedido y el código del bien y el mal inculcado; él seguirá presionando de manera cada vez más poderosa, inclusive si la consecuencia es la muerte. Incorruptible, pero no inmodificable; el estado de conciencia tiene la facultad de fungir como poder legislativo que reforma, modifica o redacta nuevas leyes. Repito: desde el estado de conciencia; lo cual significa que el individuo se hace responsable también del contenido de su código. Esto difiere grandemente del estado de inconsciencia en la culpabilidad que busca, inútilmente, modificar al juez.

Cuando alguien decide promulgar una nueva ley, el implacable juez interno la somete a escrutinio y señala que tiene incongruencia con las grabaciones originales; por lo tanto, produce el acostumbrado sentimiento de culpa. Entonces, el legislador necesita asumir esa “culpa” y decirse: “Yo lo determino así”. Bert Hellinger, el creador de Constelaciones Familiares, afirma que sin culpa no hay desarrollo; es decir, que mientras se obedece incondicionalmente al código, sin traerlo a la conciencia y examinarlo, somos como robots pre programados que ejecutan sus rutinas a la perfección, en estado de inocencia, y de inconsciencia.

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martes, 15 de enero de 2013

CONSTELACIONES EN CONSULTA PRIVADA


Describiré una sesión de Constelaciones Familiares en particular, como yo las hago.

Primero, bajo hasta la recepción a recibir a mi cliente, con el propósito de que mi alma sepa que estoy a su servicio, él me contrata, por una hora va a ser “mi patrón”, y es quien posee la información que se necesita. Lo saludo, hago pasar y pido que tome asiento. En seguida, le sugiero que respiremos juntos unos instantes para centrarnos, él en sí mismo y yo en establecer contacto con su alma y la de su familia. Luego le pregunto cuál es el asunto que desea solucionar.

En ocasiones, el cliente está alterado o llorando. Tal vez comienza a hablar sin que le pregunte y quiere narrarme su infancia o detalles del problema. Entonces lo interrumpo. Con frecuencia le digo: “No me cuentes mucho; harás que yo vea las cosas como tú las ves, y deseas un cambio; deja que yo mire desde otro ángulo”. Si continuara llorando o de alguna manera alterado, me centro su actitud. Le sugiero: “Respira y toma tu fuerza. Tu dolor o tu ira o el sentimiento que tienes son la fuerza con que cuentas, los necesitas para sentirte fuerte”. Lo acompaño a respirar hasta que está sentado derecho, firme y con aspecto de grande fortaleza. Si sus sentimientos continuaran siendo abrumadores, lo invito a expresarlos. “Di el sentimiento que tienes, pero sin dramatismo; di tres veces: estoy muy triste (desilusionado, furioso, etc.); haz que salga desde tu alma, pero sin drama”. Esto es para que experimente que el sentimiento está bajo su dominio.

Hasta aquí pueden haber pasado diez o veinte minutos, según el cliente necesita. Yo estoy observando si él accede a ubicarse como una persona poderosa ante la vida y sus sentimientos, o necesita seguir entregándose a la indefensión y a tener lástima de sí mismo.  Pocas veces sucede que un cliente se aferre a sentirse víctima; sin embargo, ocurre y sé que no voy a hacerle ninguna constelación, porque no podrá tomar la información que resulte, sino que haría constantes intentos de acomodarla a su opinión y seguir pensando como pensaba. Le digo: “Eres el encargado de tu vida y de tu bienestar, el responsable de que, no obstante lo que alguien te diga o haga, puedas sobrevivir bien y ser feliz. Para lograrlo necesitas estar en tu fuerza”.

Ha sucedido que un cliente se niegue a tomar su fuerza o se moleste por mi “incomprensión y falta de empatía”, pues yo me niego a seguirlo a su falta de fuerza; en mi concepto, todas las personas poseemos en nuestro interior lo necesario para vivir lo que tenemos que vivir y solucionar. En estos casos, el camino a seguir es otro. Pero volvamos al cliente bien dispuesto y preparado para una constelación.

Vuelvo a pedirle que diga el asunto que desea solucionar. Solamente un tema, no dos ni tres.

Hay muchas alternativas para hacer la constelación, hablaré de una con figuras. Le presento la caja con muñecos y le digo: “Míralos. Están hechos de algodón y no tienen poderes de ninguna clase, son solamente herramientas para que tu alma hable y se proyecte. Todo lo que suceda con ellos lo tomaremos como lenguaje de tu alma”. Elijo quiénes van a ser representados y le pido que los ubique sobre una mesa. Por ejemplo, para una dificultad de relación entre madre e hija, uno para la consultante y otro para su madre. Pido al cliente que observe qué fue lo que expresó a través de las figuras. Hacemos cambios con ellas, ya sea porque él agrega datos o para explorar dimensiones nuevas, hasta llegar a lo que llamamos “imagen de solución”; es decir, que el alma del cliente, que ya sabe la solución, va expresándose libremente y logra que los muñecos queden acomodados como al cliente le gusta. A veces la sesión se excede unos minutos de los cincuenta que se acostumbra que dure.

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