Bienvenido a mi blog. Soy mujer, divorciada, madre, abuela y también psicóloga. Deseo que encuentres algo que te guste.
miércoles, 29 de enero de 2014
lunes, 27 de enero de 2014
¿NIÑOS O ADULTOS?
Han pasado varias décadas de cuando los niños “se veían, pero no
hablaban” y los padres podían decirles: “Quédate aquí quietecito y no te muevas
mientras yo…”, “estás castigado por diez minutos”, “no podemos comprar eso que
tú quieres”. Ahora los callados son los papás y a los hijos se les ha entregado
la autoridad de la familia, ellos son los jefes. Me refiero a que muchos padres
se sienten culpables por no comprenderlos, no darles todo lo que piden, no
protegerlos suficientemente de que sufran, tener ellos mismos conflictos como
pareja o no lucir aureola de santos ante sus pequeños. ¡Menuda exigencia se
imponen, de presentar a sus hijos una vida falsa!
Muchas cosas han contribuido a este cambio que, como todo, tiene
su parte positiva y su parte negativa. Es difícil llegar a un equilibrio entre
el exceso de dar y el exceso de exigir. Ya no existe el ambiente relativamente
seguro en el que se podía, sin temor a una catástrofe, mandar al hijo a la
tienda o la tortillería a comprar algo que necesitaba la familia, dejar que se
fuera caminando hasta la escuela o permitirle que saliera a jugar en la calle
con sus amigos. Tampoco se ve con buenos ojos que “trabaje” de aprendiz en el
taller del tío o ayude a sus padres con las labores de la granja; se considera
trabajo de menores. La consigna es protegerlo. ¿Es malo? De ninguna manera,
sólo que el exceso de “protección” está creando a jóvenes débiles, que se
sienten aterrorizados de entrar en el mundo laboral y perciben el trabajo como
un mal del que deberían poder sustraerse. Llegan a la edad productiva luego de
una época en la que los llevaron hasta la puerta de la escuela en auto o se les
proporcionó uno “para que
no caminen por la calle y no corran riesgos”; tienen celular, computadora,
Ipod, videojuegos y un montón más de aparatos electrónicos que no solamente no
pagaron ellos, sino que les atrapan su tiempo y atención y les presentan un
mundo consumista que, aparte de ser muy caro, es considerado como lo normal y
lo mínimo que deben tener para no sentirse desdichados. Y la vida sexual:
parece haber un complot para empujarlos a tener “sexo seguro” y ocultarles que
jamás es completamente seguro y siempre subyace el riesgo de un embarazo y
otros riesgos que poco o nada se mencionan. Muchos de nuestros jóvenes son
niños, en el sentido de que odian el compromiso y hacer algo por los demás.
¿Trabajar y sacrificarse por comprar y pagar una casa, o los gastos de una
familia? ¿Cuidar a un bebé que llora por las noches y de todas maneras
presentarse a trabajar? ¿Y mis necesidades y sentimientos, qué? Se preguntan, y
sienten que la vida los está tratando injustamente, que les sale debiendo.
Un niño es un ser indefenso que requiere del apoyo y protección
de sus padres, y un adulto es alguien que se encarga de su propia vida y,
además, puede proporcionar protección y apoyo a los seres que de él dependen.
En la actualidad, la adolescencia se ha prolongado necesariamente hasta los 25
o 30 años, en el sentido de que muchos jóvenes siguen dependiendo de los padres
para subsistir. Y lo más curioso es que no solo el joven piensa así, también
sus padres, que se sienten culpables si no siguen protegiéndolo y asistiéndolo
a esa edad. También ellos se sienten tratados injustamente por la vida y que
les debe, porque no les proporciona los medios suficientes para evitar toda
frustración a su “pequeño de treinta años”.
Me es imposible llegar a una conclusión en este corto espacio.
Queda en el aire una pregunta: ¿qué papel desempeña la frustración en el crecer
y adquirir fuerzas para la vida?
“Psicología”
es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o
sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.
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