lunes, 28 de diciembre de 2015

FELIZ AÑO 2016



Llegó 2016. Bienvenido. Es un placer poder desearles a todos feliz año nuevo y comprobar que seguimos con vida. Aquí estamos, respirando.
A fin de dar una cordial bienvenida al año que inicia, dejo ir con amor y gratitud los acontecimientos ocurridos en 2015 y antes. Sé que están presentes en mí sólo como recuerdos y lecciones. Pido al Universo me permita comprender que son pasado y me disponga a vivir con alegría lo que me espera. Pido también me permita contemplar lo que me ha sido dado para el camino, disfrutarlo, aprovecharlo y agradecer que mis necesidades están satisfechas: he tenido alimento, vestido, casa, familia, amigos, créditos, oportunidades de trabajar, ayudas de toda clase y encuentros de toda clase. El Universo conspira a mi favor, cuento con su benevolencia. Nada urge, todo ocurre en el momento perfecto. Me he desarrollado como he podido, he ganado un poco, perdido un poco, llorado un poco, reído un poco… Todo está bien en mi mundo. La vida continúa y he llegado a 2016. Gracias. Seguiré viva el tiempo que me corresponda, y al final, me iré con placer de este planeta que me hospedó por tantos años. Este es el momento de vivir, por eso continúo respirando.
A todos mis queridos lectores que han tenido la amabilidad de seguirme un año más, muchas gracias. Les deseo paz y felicidad plenas. Seguiremos en contacto. Y al Periódico a.m. que me ha dado la oportunidad de llegar a ustedes compartiéndome su público, gracias. Le deseo como institución y a cada uno de sus colaboradores que este nuevo año sea de gran expansión espiritual y material. Gracias, gracias, gracias y muy feliz año.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , al teléfono 7 63 02 51 o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.


miércoles, 23 de diciembre de 2015

NOCHE DE PAZ



“En Navidad, hasta los países que están en guerra hacen una tregua, porque es Noche de Paz”, nos contaban las madres del colegio cuando yo era niña. Sus historias describían el poder del Niño de Belén que movilizaba estrellas, ángeles, pastores, Reyes Magos e incluso a los corazones más empecinados, los cuales accedían a lograr la paz de la tierra aunque fuera sólo por una noche. Excelentes narradoras, enhebraban nuestra imaginación para bordar en ella un mundo maravilloso donde todos los niños amaban a sus padres y eran amados por ellos, éstos se querían entre sí, los hermanos a los hermanos, a los vecinos y a toda la humanidad formando, por momentos, una gran familia que se alegraba expresando unos a otros los mejores deseos, ¡un mundo de paz!
¡Oh, la paz! ¡Cuánto la deseamos! Pero es muy cara. También la guerra es cara, con costos distintos. Se dice que sólo el ser humano ha podido inventar la guerra (ejércitos disciplinados, con armas y entrenados para aniquilar a otros de su misma especie), y solamente el humano puede construir la paz. Porque la paz se construye, con mucho esfuerzo y dedicación. Hay quienes la confunden con la tranquilidad, pero no son lo mismo. ¿Dónde encontramos personas tranquilas? Posiblemente en la playa, leyendo un libro, mirando un atardecer, disfrutando el sentirse libres de las presiones del trabajo o de la casa; es decir, relajadas y temporalmente sin motivación para esforzarse en tarea alguna. Entonces, ¿los objetivos, ideales, obligaciones, empeños… son opuestos a la tranquilidad? Sí, para lograrlos es indispensable un cierto grado de estrés. ¿Son opuestos a la paz? No; ésta abarca y contiene en sí toda clase de fuerzas, impulsos, corrientes, sentimientos o como se llamen, incluso opuestos.
Hablemos de la paz, la paz verdadera, la que sólo puede darse después que los protagonistas de un conflicto, una pelea o una guerra, son capaces de contemplar los daños y la destrucción que mutuamente se han infligido, experimentar el dolor y la culpa propios y del adversario, y sin negar ni olvidarse de lo ocurrido, deciden comenzar de nuevo, dejar de hacerse daño, convivir y sanar.
¿Es fácil? ¡No! Cercano a lo imposible, por lo menos respecto a los grupos. Sin embargo, tratándose de parejas, ¡qué deseable sería que después de días, semanas o más tiempo de combate, heridas mutuas, traiciones, errores, equivocaciones… ambos pudieran tomar la decisión de volver a comenzar desde el presente, recuperarse, sanar y convivir! No se trataría de olvidar, negar, disimular ni justificar nada; tampoco se pretendería hacer justicia porque siempre cada uno siente que ha sido el más ofendido, el más dañado, y la justicia se volvería enemiga de la paz. El asunto sería tomar cada uno su parte de responsabilidad y decidir; esto es, elegir para el presente y el futuro, otra clase de patrones en su relación.
También la verdadera paz consigo mismo, la paz interior, es cara. Sólo después de contemplar los daños y la destrucción que nuestras partes en conflicto ocasionan mientras se hacen la  guerra unas a otras, de qué manera nos han saboteado y perjudicado, entonces experimentamos ya no la sed de justicia y de castigarnos por no haber logrado ajustarnos a un ideal, sino la culpa y el dolor profundos por habernos traicionado a nosotros mismos. Tomamos esa culpa y ese dolor más las partes en guerra como nuestros, los miramos con amor, les damos carta de ciudadanía y les pedimos que convivan y se pongan al servicio unos de los otros. En ese momento somos unidad: personas que dejan de estar en guerra consigo mismas y en lugar de eso se aman y aceptan tal cual son, con su historia, destino, errores, aciertos, defectos y virtudes, se abrazan y dicen: “Así fue y así soy. Está bien. Comencemos de nuevo con lo que hay”.
Deseo a todos mis lectores la paz verdadera.
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SALUD, DINERO Y AMOR



“Tres cosas hay en la vida, salud, dinero y amor, el que tenga estas tres cosas que le dé gracias a Dios”. ¿Lo habías oído antes? Todos hemos recibido estas tres cosas, son regalos. Posiblemente las conservamos, o no. ¿Qué hicimos para que sucediera? Lo que aprendimos en la niñez, aquello que nos dijeron que debíamos hacer (o el extremo opuesto), y el resultado lo tenemos en nuestras manos.
Quizá fuimos niños que llegaban a casa con sietes, ochos y nueves de calificación y papá o mamá nos decían: “¡Qué bien, sigue adelante, vas a aprobar el curso!” y nos sentimos satisfechos. O dijeron: “¡Mal, no son dieces!”. Entonces, con nuestras notas ante los ojos, tomamos decisiones vitales que más tarde serían hábitos para reaccionar frente a los logros y dones de la vida: tomarlos y disfrutarlos, o considerarlos insuficientes. Salud, dinero y amor no escapan de este “rasero”. ¿Cómo estás?, nos preguntan. “Bien”, contestamos. Y a veces pensamos: “pero…” Es probable que no contemos nuestras cuitas y temores para no abrumar a los demás, sólo recordamos: “Siempre ando cansado, aumenté dos tallas, me está dando gastritis… el dinero no me alcanza, necesitaría un aumento, me abruma la mensualidad del coche, no he podido comprarme un Iphone… mi pareja es buena pero no como la soñé, mi suegra me trata bien y me cae mal, los vecinos son educados y yo no les hablo…” O sea: nada es suficiente, en nada otorgas ni recibes un diez.
Y a lo mejor el Niño Dios o los Santos Reyes nos trajeron una linda muñeca o un trenecito de muchas piezas, y papá o mamá dijeron: “Son para que juegues porque te has portado bien”, y jugamos; o tal vez comentaron: “No sé por qué te hicieron estos regalos si eres respondón, desaplicado (o alguna otra característica indeseable)”, “no saques el tren de su estuche si tu papá no está presente, porque descompletarías las piezas y lástima de juguete tan bonito”, “Yo te guardo tu muñeca para que no se arruine, te diré cuándo puedes jugar con ella”. Y con nuestros maravillosos regalos ante los ojos, aprendimos: “No los toques, siéntete culpable por jugar o antes pide permiso”. Con salud, dinero y amor quizá nos pasará algo similar: “Nunca como tacos ni comida de la calle, vaya a enfermar… tengo dinero ahorrado, pero no gasto y trabajo como si no me alcanzara para mañana… quiero a mi pareja y no se lo digo, se vaya a malacostumbrar”. Es decir: no te es permitido tomar y disfrutar lo que tienes, aunque lo valores.
“El que tenga un amor, que lo cuide, que lo cuide; la salud y la platita, que no la tire, que no la tire”. Podemos arruinarlos, como cuando de niños le arrancamos la pierna a la muñeca o lanzamos el trenecito contra el piso. Un buen coraje es capaz de hacer que tiremos por la borda aquello que queremos mucho. Luego lloramos.
No nos dimos cuenta en qué momento asimilamos tales programaciones. Aunque no sean nuestra culpa, ahora que somos grandes podemos elegir seguir siendo como nos enseñaron o dar un pequeño giro. Pequeño, porque con hábitos muy arraigados es mejor ir despacio. Haz una prueba respondiendo para ti: ¿Cómo te pareció el 2015?, ¿te merece un diez?, ¿valoraste y disfrutaste el estar vivo en él?, ¿apostaste, tomaste riesgos, ganaste y perdiste, reíste y lloraste, surfeaste en las olas que forman salud, dinero y amor, o procuraste mantenerte al margen? ¿Cómo te gustaría vivir el 2016? Deseo que elijas vivirlo plenamente y feliz.
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