lunes, 25 de junio de 2018

LO QUE UNO NO SABE, LO INVENTA


Según la famosa Ventana de Johari, no lo sabemos todo de nosotros mismos. Hay una parte, la abierta, que yo la veo y los demás también (el rostro, el cuerpo, lo que hablo...); otra, la secreta, sólo yo la conozco (mis pensamientos); la ciega, los demás la ven y yo no (la nuca, la espalda, aquello que me niego a reconocer); y la inconsciente, que ni yo ni los demás conocemos acerca de mí. 

En vista de que nos es imposible conocernos en totalidad, inventamos para llenar los huecos que quedan entre lo que sabemos y lo que no sabemos. A lo inventado solemos dar el nombre de ficción.

Ficción es una capacidad -exclusiva del ser humano- de imaginar cosas que existen y que no existen. En la mente reproducimos imágenes de bosques, lobos, cestas, casas y abuelas que sí existen; pero también las inventamos, como en Caperucita Roja o los super-héroes que van a salvar al mundo. La ficción es el inicio de toda creación, y también del conocimiento.

Las ficciones no son mentiras, sino acuerdos tácitos de creer en algo que no por fuerza debe ser así. Dichos acuerdos los hace uno consigo mismo, o varias personas entre sí.
Ejemplos. De ficción conmigo mismo: Tengo mala (o buena) suerte. Ficción con otros: El rojo significa alto y el verde siga. El dólar vale más que el peso. El Río Bravo es la frontera entre México y EEUU. Un lugar para bailar se llama antro y no disco. Todas estas cosas son acuerdos, inventos, ficciones. Podrían haberse inventado de otras maneras. 

Cada uno tenemos una ficción de nosotros mismos, una historia, un cuento que nos contamos de cómo somos, y también la tenemos acerca del mundo. Afirmaciones como yo soy muy creyente, yo no creo en nada ni en nadie, la tierra es plana, la tierra es redonda y gira alrededor del sol, son relatos acerca de nosotros mismos o del universo. Creencias en sí. 

Con el tiempo y la repetición, algunas ficciones individuales se han vuelto colectivas y nos es imposible librarnos de ellas, sobre todo cuando llevan siglos de haber sido establecidas. Nos vemos forzados a creerlas o al menos practicarlas, o nos convertiríamos en extraños. Así sucede con inventos como el registro civil o el matrimonio. Supuestamente, el primero nos da identidad personal (¿acaso no existimos si no estamos anotados en el libro?), y el segundo confiere mayor fortaleza al vínculo creado entre dos personas (¿acaso garantiza que jamás se divorciarán?). Son consensos humanos que con la práctica se volvieron instituciones.
Ya encarrilados en esto de la ficción, sería muy conveniente que inventáramos cosas que nos dieran provecho y no lo contrario, ya que luego vamos a creerlas y seguramente a practicarlas. Si mucha gente nos imitara, con el tiempo nuestro invento se convertiría en costumbre y tal vez en institución.
De las ficciones que ya están inventadas, muchas no son demasiado útiles; la prueba está en que la humanidad tiene graves problemas sociales y algunos aseguran que está enferma. Valdría la pena hacer buenos inventos nuevos, que sustituyeran los antiguos. ¡En verdad a la humanidad le hacen falta personas que inventen buenas ficciones que ayuden a resolver los problemas actuales! Podríamos ser nosotros. Tener buenas y nuevas ideas sobre educación, política, transporte y tantos temas más. Tenemos la capacidad de inventar.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o al teléfono 7 63 02 51

martes, 19 de junio de 2018

DIÁLOGOS INTERNOS


Soy una mujer divorciada. Entablé una relación desde hace 6 meses con un hombre 14 años mayor que yo, casado.... No quería ilusionarme pero creo me enamoré. Él nunca me prometió dejar a su familia ni yo se lo pedí jamás, nos veíamos y la pasábamos muy bien, nos mensajeamos todos los días. Él es un hombre bastante ocupado, tratábamos de vernos por lo menos 3 o 4 veces al mes, pero ya llegó un punto en que a veces él no responde mis mensajes y también yo me he puesto a pensar en la situación y creo no es sano para nadie pero en especial para mí, porque comienzo a sentir esa necesidad de saber de él a todas horas... No sé qué hacer para resolver esta situación, me urge su consejo..... Con él he vivido cosas increíbles nuevas para mí, sensaciones, hemos hecho locuras juntos, pero no me gusta esto que estoy sintiendo...... Espero me pueda aconsejar

OPINIÓN
Siempre que uno va a tomar cualquier decisión, suele tener diálogos internos de los que apenas si se da cuenta. Puedo imaginar los tuyos al principio, más o menos así: 

Estoy divorciada, joven, con necesidades... Esta oportunidad que se me presenta no conlleva riesgos; él es 14 años mayor que yo, está casado y no piensa abandonar a su familia... ¿qué de malo puede suceder? 

Y te enrolaste.

Luego de 6 meses de mensajes diarios y de verse varias veces al mes, tus diálogos internos parecen haberse modificado a: 

Con él he vivido cosas increíbles y nuevas para mí, sensaciones, locuras juntos... pero no me gusta esto que estoy sintiendo, esta situación no es sana para nadie, en especial para mí. A lo mejor, tampoco para él, pues ya no responde a todos mis mensajes y yo comienzo a sentir la necesidad de saber de él a todas horas. ¿Qué haré?

Según yo, la respuesta a ¿qué haré? ya ha tratado de emerger en tu mente, pero te asusta continuar con tu diálogo interior.

¿Qué detiene nuestros diálogos? Alguna creencia, ¡pueden ser tantas!, lo mismo absurdas que cercanas a la realidad.

Por ejemplo: “No hay hombres de mi edad que estén necesitando una relación cercana y satisfactoria”. Los hombres no quieren compromiso. Es difícil que alguien me quiera. Siempre me equivoco escogiendo hombres.  Si no tengo un hombre me voy a morir. No tengo nada que ofrecer. Y podríamos seguir.

Las creencias son sólo pensamientos. Mejor dicho, hábitos, caminitos conocidos para pensar. Con quitar alguna creencia, muchas cosas cambian.

Si, por ejemplo, en lugar de pensar: No hay hombres de mi edad que estén necesitando una relación cercana y satisfactoria, se piensa: Debe de haber hombres que, como yo, necesitan una relación cercana y satisfactoria, la persona se dispondría a encontrar alguno así. O también podría no sentir la más mínima motivación para eso.

En tu diálogo podrías preguntarte si tú en realidad deseas o no adquirir un compromiso. Si imaginas que una relación estable puede ser también divertida o la piensas muy seria y aburrida. Si crees que puedes aportar alegría y vitalidad o más bien esperas que eso sea la contribución de la otra persona.

Sobre todo, en el momento presente, importa que permitas que fluya tu diálogo interior y  escuches qué tan atractivo es para ti continuar con la relación actual, aunque primero debas convencer a tu hombre de contestar todos tus mensajes, aumentar las atenciones que te brinda puesto que han aumentado tus requerimientos, y cambiar las reglas del juego porque ya no está siendo algo casual para ti, sino que lo piensas todo el día. Tal vez te guste la perspectiva de también cambiar la premisa de que él no iba a abandonar a su familia. 

Un diálogo así te permitirá vislumbrar cómo es -más o menos- el camino que ustedes tienen por delante. 

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lunes, 11 de junio de 2018

EL BIENESTAR DEL INDIVIDUO, O EL DEL GRUPO


Según sean nuestras creencias, las personas privilegiamos que se busque primero el bienestar de la sociedad, o primero el del individuo. Mis abuelos contaban que cuando don Porfirio recibió el país, recién acabada una guerra, proliferaban los asaltantes en pueblos y caminos. Él decidió que, por el bien común, eso iba a terminar; mandó soldados para atraparlos y fusilarlos sin juicio. 
Al movimiento nazi lo motivaba la idea de que era más importante preservar a la raza que a sus miembros; por lo tanto, los “defectuosos”, es decir, los no blancos, los judíos, los gitanos, los homosexuales, los enfermos mentales y los discapacitados, debían ser dejados sin atención o eliminados, según el caso, para que sólo aquellos ejemplares de humanos que hicieran avanzar (y no involucionar) a la humanidad, tuvieran hijos. Hoy, con un pensamiento similar, abogaríamos por que se erradicaran los pobres, los pordioseros, los drogadictos, los secuestradores, los asaltantes, los corruptos, o algún otro grupo que incomode a la sociedad.
Singapur es famoso por su orden y organización. Ahí están estipulados castigos que van desde multas, vara o cárcel si se es homosexual, se masca chicle, se tira basura en la calle, se cruza en lugares no señalados para peatones, se deja sucio un baño público, se come en el metro o se comete vandalismo. Para los narcotraficantes hay pena de muerte.
Estos son ejemplos en los que la felicidad social se privilegia sobre la individual. 
Durante milenios, ni los gobiernos ni la gente consideraron la felicidad individual como un tema de importancia; todo mundo debía someterse sin más a los decretos de los más fuertes, los gobernantes. Sólo en los últimos tres siglos, el pensamiento individualista ha tomado vigor y desencadenado pugnas políticas y judiciales para establecer si debe concedérsele más peso a la estabilidad social, o más a los derechos humanos. 
En nuestra sociedad mexicana a veces se da preferencia a la felicidad individual sobre la social, y el individuo es renuente o se niega a pagar impuestos, cooperar para obras filantrópicas, someterse a normas, dejarse mandar por alguien más, comprometerse a largo plazo, llegar puntual a una cita, cumplir un convenio, conformarse con el propio sueldo, dejar pasar la oportunidad de recibir “una mochada”, etc. 
Solemos sorprendernos al descubrir que a veces pensamos de un modo, y a veces del opuesto.
Definir si lo más importante es el individuo, o lo es el grupo (que está formado por individuos) es como preguntar qué fue primero, el huevo o la gallina; nos empantana en falsas disyuntivas basadas en la premisa llamada de suma cero (+1-1=0) en la que uno gana si otro pierde, pero no pueden ganar ambos.
La teoría sistémica, de reciente creación, no se plantea ese tipo de elecciones destinadas al fracaso. Ella afirma que cada ser humano es un sistema y forma parte de otro sistema (su familia), que a su vez forma parte de uno mayor (la comunidad), y así sucesivamente hasta el sistema llamado humanidad. Y que cada elemento interactúa directa o indirectamente con todos los demás, afectándolos y siendo afectado por ellos; por lo tanto, el bienestar y la salud del sistema y del individuo son una misma cosa, aunque parezca que no es así. El individuo que es feliz colabora con el bienestar social por el solo hecho de serlo; e igual el desdichado, conflictivo o rencoroso, su propia vida es la colaboración que ofrece al grupo y lo arrastra hacia la insatisfacción.
Pensemos en un cuerpo humano; cada célula cumple su función con una regularidad asombrosa aunque nadie lo advierta, y se siente bien. Sin embargo, la infección en un diente lo hace sentir enfermo e incapacitado aun si posee millones de células sanas y funcionando correctamente, y un tumor de células cancerosas puede ocasionarle la muerte.
Es tremenda la importancia de que cada uno de nosotros, células de la humanidad, encontremos la manera de funcionar bien y ofrecer a ésta nuestra propia salud física y mental.
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lunes, 4 de junio de 2018

CUANDO EL QUE HACE BULLYING ES TU HIJO


Si tu hijo hace bullying, posiblemente la escuela te lo dijo. Los padres de una víctima hablaron con las autoridades escolares y ellas te confrontaron pidiendo que tu hijo cambiara, o lo expulsarían. Si lo expulsan, la solución beneficia a la escuela y un poco a la víctima, pero no a tu niño; él ya está desarrollando comportamientos que dañan sus relaciones sociales.
Solucionar el bullying es difícil cuando los padres también actúan y piensan con bullying, se muestran cómplices, niegan lo que hace el hijo, lo reprenden por haberse dejado descubrir (no por haber hecho bullying) o porque los citaron en la escuela. A veces lo justifican y disculpan o prometen a los maestros llegando a casa le voy a pegar, como si la empatía pudiera inculcarse con golpes. Precisamente las causas del bullying son la violencia y la falta de empatía.
Violencia es querer lograr algo por la fuerza. Un acosador pone apodos, se burla, esconde o estropea un bien ajeno, empuja, mete zancadilla, difunde rumores, acusa en falso, publica textos o fotos en redes sociales, amenaza, golpea, o lo que sea, para atemorizar y dominar a su víctima.
La falta de empatía es sentirse distinto y ajeno a los demás: Ni me quieren ni los quiero. Suele volverse más complicada y sutil con la edad, como aquel jefe que acosaba sexualmente a una chica, su empleada, le asignaba trabajos desagradables y luego se presentaba como su salvador: Si me dices que sí, conmigo te iría muy bien; pero si no, te ha de seguir yendo mal. No la quería ni esperaba que ella lo quisiera.
Es falso que la violencia -abierta o solapada- sea un buen método para resolver problemas y establecer relaciones. Abunda lo beneficioso cuando es voluntario, y forzado se estropea. Pero el acosador está convencido de que nadie hará o dirá voluntariamente cosas a su favor y no confía en conseguir lo mismo por las buenas, de ahí que intente forzar a los demás.
¿Qué pueden hacer los padres por un hijo acosador? Inculcarle respeto y empatía.
Confrontarlo con amor: Hiciste bullying y no está bien. Yo te quiero y te voy a querer siempre, pero el bullying no es aceptable, también a nosotros nos hace sufrir. Necesitas cambiar, respetar a tus semejantes, conquistar su amistad y hacer que te quieran por lo que eres, no por miedo.  
Dejar de ver al hijo como rebelde y a la humanidad como a una selva de gente que no entiende. Hijo: tú y todos los humanos necesitamos descubrir y seleccionar a semejantes que serán nuestros amigos y colaboradores voluntarios.
Hacer de la familia un grupo irrompible de amor, apoyo, respeto y protección para sus miembros. Hijo: nosotros somos familia y nos queremos todos, aunque alguno no esté o se aleje. Nos ayudamos y cooperamos. Tú seguirás siendo amado en esta casa siempre, aunque reprobemos tus actos; pero nuestro amor no te librará de las consecuencias de lo que hagas.
Pedir al hijo favores y cooperación en familia, y siempre darle las gracias. Hijo, gracias por poner la mesa, traer las tortillas y sacar la basura. Tu generosidad y esfuerzo hacen que te sintamos más cercano y perteneciente.
Enseñarlo a que también él pida lo que necesita por favor y diga gracias, que no lo robe ni lo exija.
Tocar, abrazar y besar al hijo. Localizar sus cualidades y describírselas, cuidando de nunca exagerar ni mentir sobre ellas. Si él descubre alguna mentira, pensará que lo manipulan para conseguir algo.
Mostrar orgullo del hijo cuando es amoroso, y dejar sin respuesta violenta sus maneras inadecuadas de llamar la atención. Un niño prefiere que lo regañen a que lo ignoren, por eso muchas veces intenta acercamientos que más bien parecen agresiones. Implicarse en una pelea no ayuda a nadie.
También aquí recomiendo hacer una constelación familiar. La consulta la hacen los padres, no el hijo. Suele indicar por dónde se inicia el tratamiento.
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