martes, 18 de febrero de 2014

LA VIDA ME DEBE


Quisiera decir que estoy pasando por una mala racha económica, sin embargo, para mí siempre ha sido así en todo. Tal vez se relacione con que mis padres me abandonaron  y crecí como hijo adoptivo de una familia de comerciantes que con sacrificios me mandó a una escuela de nivel socioeconómico alto, donde mis compañeros tenían otras exigencias. Me casé y pasado el tiempo me divorcié de una compañera de esa clase social a la que creí pertenecer, lo que resultó falso, pues su familia siempre me vio menos y la apoyaron para que volviera con ellos, no exactamente a su casa, pero sí a las comodidades que precisaba y acostumbraron a mis hijos a un nivel de vida que yo no puedo darles. Me cansé de seguir soportando tanta intromisión y rechazo, nos separamos y nadie pensó en lo que yo perdía: mi familia y mis esfuerzos realizados en los 12 años que duramos casados, lo cual considero una injusticia. Me urge salir de esto.

OPINIÓN
Trato de imaginar qué te duele más: estar separado de tu ex mujer e hijos; comprobar que a los ojos de ellos no puedes competir económicamente con tus ex suegros, imaginarte excluido de una clase social que sentías tuya; sentirte indeciso acerca de a dónde perteneces; modificar las costumbres que te viste obligado a asumir a fin de convivir con tus familias nuclear y política; experimentar la injusticia de que no sean reconocidos tus esfuerzos para adaptarte y ponerte a la altura de las exigencias de que eras objeto; ver truncados tus sueños de formar un hogar bien avenido… Has tenido grandes pérdidas, es posible que sientas que la vida te sale debiendo demasiado. Deseas salir de este remolino que te engulle y te deja sin fuerza.

Puedes observar con cuánto vigor nos influyen los pensamientos que se vuelven ideales. Te has esforzado, primero, por sobrevivir al abandono de tus padres biológicos; luego, por aceptar los dones y expectativas de los adoptivos, a quienes su amor aconsejó inscribirte en una escuela de clase social elevada, y con ello te daban tácitamente el mandato de que pertenecieras a ésta; después, al casarte, por ser “uno de ellos”, de los de la familia de tu ex mujer. Has sido un hombre de ideales, y de esfuerzo.

Los ideales son ilusiones, existen sólo en la imaginación; sin embargo, nos mueven poderosamente. Hay casos en que deploramos tener que dormir, preferiríamos seguir persiguiéndolos. Los ideales se vuelven verdaderos cuando se logran, entonces dejan de ser ideales y también dejan de motivarnos. Realizarlos, o perder la fe en ellos, ocasiona que ya no nos suministren energía y que hasta levantarnos por la mañana sea imposible, ¿para hacer qué?

La gran ventaja de los ideales es que son pensamientos, y por lo tanto, pueden ser cambiados con relativa facilidad. Observa que dije “relativa” y no “gran” facilidad. ¿Por qué “relativa”? Tienen relación con alguien o algo muy amado. Es probable que tu necesidad de lograr un sitio en las clases altas sea expresión de amor a tus padres adoptivos, y/o tus maestros, compañeros y escuela, y/o a la mujer que desposaste y los hijos que tuviste con ella. Dicho amor te hizo querer ser como tus amados deseaban que fueras. Y tú, ¿cómo eres en realidad?, ¿puedes distinguir entre lo que otros desean de ti, de lo que deseas tú mismo?

Creo que la expresión “me urge salir de esto” significa que estás comenzando a distinguir entre los requerimientos ajenos y los tuyos. Probablemente tus amados todavía ambicionan que tú “reacciones y hagas lo que sea” con tal de llenar sus parámetros. Tú quieres salir de ese juego. Y saldrás. Tendrás el valor de pensar: “No tengo obligación de ser rico ni de pertenecer a las clases altas. La vida no me debe ni yo le debo a la vida; ella es un regalo y yo soy el que soy. Me amo como soy”.

Te haría bien buscar ayuda profesional.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , al teléfono 7 63 02 51 o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.

 

 

PADRES ADOPTIVOS


Mi esposo y yo adoptamos una niña desde recién nacida y para evitar cualquier problema futuro la registramos como nuestra en lo civil y en la fe de bautismo. Ahora tiene 13 años y la hemos querido siempre con todo nuestro corazón. No estaba en nuestros planes decirle que es adoptada, pero a una prima de mi marido se le salió el comentario enfrente de su hija de la misma edad que la nuestra y ella se lo dijo a mi niña, le metió dudas y mi hija me preguntó. Por supuesto que yo  lo negué, le dije que era mentira, porque nosotros quedamos en no decírselo nunca y me tomó de mucha sorpresa, me sentí terrible, lo comenté con mi esposo y él dijo un montón de maldiciones contra su prima, yo creo que le va a reclamar, pero ya lo dijo. Me interesa una opinión.

OPINIÓN

Los padres adoptivos hacen algo muy hermoso al brindar a una criatura su casa, su corazón, su nombre y su familia, tesoros invaluables. La acción misma de adoptar les amplía el corazón y aman de manera especial, pues sin tener la obligación de cuidar y educar a un hijo, la adquieren voluntariamente, con todos los riesgos de la paternidad que son muchos, más los de manejar y acomodar la información sobre el origen del adoptado.

Ustedes, como padres adoptivos, han hecho y siguen haciendo algo grande y bello a favor de su hija adoptiva, pero todavía no terminan; les toca acompañarla y apoyarla en estos momentos de crisis. ¿Cómo? Reconociendo,  validando, respetando y acomodando  todos los sentimientos, ilusiones y desilusiones de todos los protagonistas; es decir, los de su hija, los de ustedes y los de los padres biológicos. Todos son reales, respetables y desempeñan una función en la trama, no solamente algunos.

Ustedes, sus padres, son los que pueden ayudar a su hija a que aprenda a encarar de frente las situaciones que la vida presenta, o bien a mentirse sobre ellas y tomar decisiones que oculten algo. También le enseñarán (siempre con el ejemplo) a mirar los sentimientos suyos y de otros con amor y la mayor serenidad que le sea posible, o a constituirse arbitrariamente como juez que absuelve o condena. La realidad es que ella solamente recibió la vida biológica de un hombre y una mujer que se amaron y acercaron entre sí al menos para concebirla, lo cual es una maravilla que debe agradecer, y de ustedes recibe los cuidados necesarios para conservar esa vida y hacerla fecunda, y también esto lo tiene que agradecer. Es deudora de muchos beneficios recibidos. Si logra dar las gracias por ellos, podrá tomarlos como suyos y hacer cosas muy buenas en su existencia; pero si les encuentra defecto y en dicho “defecto” centra su atención, adquirirá la actitud de “nada es suficiente” para ésta y cualquier otra situación de la vida; en consecuencia, se sentirá “por default” en desventaja, al percibirse como acreedora (y no deudora) de los bienes reales o imaginarios que considera debió recibir y no recibió. Esta última actitud es frecuente en  hijos adoptivos y no adoptivos, y les ocasiona mucho daño.

En cuanto a los papás biológicos, que eligieron entregar a su hija para que ésta viviera mejor de como preveían viviría con ellos, renunciaron a su derecho y obligación de padres y educadores; sin embargo, en la fantasía del hijo, es frecuente que él intente “restituirles” aquello a lo que voluntariamente renunciaron, aunque sea imposible. Si su hija insistiera en ver y conocer a sus padres biológicos, y ustedes  la apoyan en su búsqueda, les tocará respaldarla en el dolor y la desilusión que va a sufrir al percatarse de que no estuvo presente en la vida de sus progenitores y que eso es irreversible, y en cambio, sus padres adoptivos la están apoyando hasta en los momentos en que parece olvidarse de la gratitud, y esto porque a pesar de no haberla engendrado y parido, la aman tal como era y es, la tomaron con todo lo bueno y lo malo que su corta vida ya portaba, aunque hacerlo los obligue a pasar por crisis como la que ahora están viviendo. ¿Puede alguien pedir más que esto?, ¿acaso podemos manipular al destino y determinar las circunstancias de nuestro nacimiento? ¡Cuántos otros niños sin padres quisieran tener la suerte de ella y ser amados como lo es ella! Creo que no le hará bien a la niña ignorar su origen, o que ustedes pretendan suavizárselo; más provechoso le será que confíen en su fuerza y capacidad de raciocinio.

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DÍA DE REYES


Según la ilusión e inocencia de los niños, cuando los Reyes Magos se vienen acercando se les puede ver en el cinturón de Orión, montados sobre las estrellas Alnilam, Alnitak y Mintaka. Desde hace décadas, ¡qué digo, centurias!, en la Noche de Reyes, los pequeños en turno han mirado al cielo con la esperanza de un regalo celestial que la imaginación agrandaba  hasta que la alegría era insoportable; no podían esperar más, sólo durmiendo pasaría el tiempo velozmente, pero la excitación no ayudaba a que los ojos aceptaran cerrarse mientras los Magos apresuraban la marcha a fin de llegar a tiempo. ¡Inocencia e ilusión, fuentes de alegrías profundas!

¿En todas las edades? En todas. También los enamorados poseen inocencia e ilusión suficientes para soportar el adorado tormento de estar al acecho de la mirada, el beso o la entrega del amado o la amada. Y sin inocencia, o sin ilusión, es imposible vivir tanta dicha.

Y esa dicha ¿es verdadera, o falsa? Es tan verdadera que cada uno de nosotros podemos atestiguarla: nos estremecía, hubiéramos querido hacer lo que el Josué bíblico pero al revés: no detener al sol, sino empujarlo para que caminara más aprisa. Lo vivido, vivido está y aquellas alegrías no perecen, son experiencias; “lo comido y lo bailado nadie nos lo quita”. Pero después la mencionada dicha “demostró” ser falsa: el regalo no fue el esperado, o el amado resultó distinto del que teníamos en mente, porque la realidad jamás podrá competir con la imaginación. Quienes  tomaron el juguete o el amado con reverencia y ¡otra vez, imaginación! hicieron que uno pasara a transformarse de humilde carrito en cohete o ambulancia y el otro, el amado, en el ser más cotidiano y entrañable, y quienes no tuvieron reverencia ni imaginación, el choque con la realidad se convirtió en desencanto, quizá amargura. La primera dicha no era falsa, fue la segunda la que no llegó a concretarse.

¿Es bueno o malo tener inocencia e ilusión? Ni bueno ni malo, sólo bonito o feo. Niños o grandes que tienen  capacidad para alegrarse con ellas, a sabiendas de que sólo están en la imaginación, sonríen; en cambio, los que exigen que sus pensamientos sean reales, concretos y comprobables, rara vez lo hacen. Y aquí la paradoja: por aquello de la subjetividad, de que cada cabeza es un mundo, nadie puede estar seguro de que tal exigencia no es también ilusión; es decir, un producto de la mente; ni siquiera los ultra objetivos científicos están capacitados para hacer una descripción exacta de la realidad, de ahí que las afirmaciones de la ciencia se modifiquen con los años y los descubrimientos. Entonces, no cabe la pregunta acerca de si es bueno o malo vivir de ilusiones, puesto que nos está vedado desprendernos totalmente de ellas. Más bien tendríamos qué preguntarnos: ¿cómo son las  ilusiones que alimento?, ¿me hacen sentir bien y contento, o que me desgarran y llevan a sentir absurda la existencia? Porque hay de ilusiones a ilusiones, algunas nos inyectan entusiasmo, y otras, veneno. Hagamos votos para que en este 2014, todos engendremos ilusiones de las que hacen sonreír y tener alegría.

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VALORES TATUADOS


Me encuentro mal, triste y pensando qué hacer. Tenía yo 20 años y cursaba el tercer semestre de carrera cuando sobrevino el embarazo de la que hoy es mi esposa. Mis padres indicaron "tienes que casarte y cumplir con tu obligación".  Lo hice, después vinieron otras hijas, llevamos 20 años de matrimonio en los cuales he sido siempre fiel debido a que me quedaron “tatuados” los valores de mis padres. Yo deseaba y necesitaba el apoyo y cariño de una mujer y tener relaciones como las tiene cualquier pareja, pero a ella le diagnosticaron menopausia prematura a los 27 años y no sentía deseos. Dediqué todo para que mi esposa estuviera mejor y me siento tranquilo con mi conciencia, pues no repetí la historia de mis suegros y su separación. En el punto que estoy ahorita es: ¿Qué habría pasado si no me hubiera casado, o si en vez de querer salvar y curar a mi esposa hubiera dejado que la vida tomara su curso? ¿Qué pasaría si hoy o mañana le soy infiel y busco lo que sexualmente nunca he tenido? ¿Habría alguna "justificación" para mí por lo que me ha sucedido, o tengo que "auto compadecerme"? ¿Cómo dejar de pensar que la vida está en deuda conmigo?
 
OPINIÓN
La vida te apoya para cualquier cosa que decidas. Sin ella no podrías elegir; estarías muerto. A la vida le toca apoyar; a nosotros, elegir. Y siempre elegimos lo que creemos lo mejor o menos malo, inclusive en las circunstancias más difíciles y confusas. Con el tiempo, solemos volver la mirada atrás y juzgarnos, pero con ojos distintos, intereses nuevos y circunstancias cambiadas. Ya no somos los mismos. Tú te preguntas qué habría pasado si hubieras tomado decisiones diferentes, y yo respondo lo que ya sabes: tu existencia y la de los tuyos habría sido distinta. ¿Para mejor o para peor? Imposible saberlo.
 
¿Quieres que divaguemos un poco en el campo de los posibles? Bueno. Imaginemos que tú, un joven que se preciaba de ser responsable, confiaba en sus padres y además estaba enamorado, ese joven decide abandonar a su novia embarazada. ¿Y al hijo? También, o volvería a verlo y a la mamá, y seguro se casaría después, ya que era muy responsable. ¿Cómo viviría este joven su abandono? Como una acción insoportable. ¿Sería feliz? Tú tienes la palabra.
 
Este joven se casó, tuvo otras hijas y se sentía tratado injustamente por la vida que, en su pensamiento, le debía corresponder con felicidad absoluta, puesto que él había sido responsable en grado heroico. Pero la vida ni en cuenta; al parecer, a nadie le entrega la “prometida” felicidad completa. ¿Y él, por qué no se divorciaba? Era un chico súper responsable.
 
Sigamos divagando: Por muy responsable que fuera, llegó un momento en que se dijo: “Para todo hay límites”, y se divorció. ¡Ahora sí, la felicidad completa! Su decisión estaba “justificada”, ¡tanto aguantar! Negado a auto compadecerse, salió en busca de una mujer distinta, nueva, sin achaques. ¡Fuera de mí las programaciones tatuadas! , pensó. ¿Ya lo imaginaste? Digamos que encontró a la mujer ideal, sin tacha. ¿Sus “tatuajes” quedaron borrados como por encanto? ¿La familia (papá, mamá, hermanos) se pusieron de su lado? ¿Su ex esposa e hijos desaparecieron, o los siguió viendo?, ¿a quiénes sí y a quiénes no? ¿Cuál fue la explicación para ellos? ¿Les daba pensión? ¿Tuvo nuevos hijos? Las posibilidades se multiplican.
 
Bien, después de haber fantaseado juntos, tendremos que admitir que todo esto ha sido  invento y que solamente viendo (viviendo) se podrían responder tus preguntas. Existe otro método para “ver”, no el futuro sino el presente atemporal, que yo te recomiendo: hacer una Constelación Familiar acerca de tú y tu esposa. Podrías asistir solo o con ella. Tus hijos no. Puede ser que no se vea nada, que se acomoden hilos retorcidos que llevan años molestando, o que se modifiquen los tatuajes.
 
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EL LEGADO


Mi esposo se jubiló hace casi un año, ahora pasa más tiempo en casa, pero no puedo decir que  conmigo. Me gustaría saber si puedo hacer algo por él, también por mí. Tiene 67 y yo 59; nunca había sentido tanto la diferencia de edades, es como si él trajera un muerto cargando y yo tuviera que ayudarle, está retraído, nada lo satisface, ni siquiera cuando vienen los hijos con los nietos se alegra, luego que se van se encierra en la recámara y dice que lo cansan demasiado con su bulla, siento como si me mirara con rencor, como si yo tuviera la culpa de lo que le pasa. Yo qué más quisiera que poder hacer algo en su favor, quitarle los pesos, también yo me estoy aislando de mis amistades para acompañarlo.

OPINIÓN

Cada etapa tiene sus propios retos, ¿verdad?, y la tercera edad se caracteriza por el cumplimiento de todas las fantasías y realidades de edades anteriores. Es el tiempo de la cosecha de todo, bueno o malo. Luego, con dicha cosecha, de entregar un legado a las generaciones siguientes: la propia experiencia, conocimientos y conclusiones que se han obtenido por vivir una larga vida. No significa que terminaron las oportunidades de aprender y crecer; éstas perduran hasta el momento mismo en que abandonamos el planeta; siempre podemos seguir enriqueciendo nuestro legado. Lo que logremos ser y vivir, eso será lo que regalemos a nuestra descendencia, aparte de las cosas materiales que podamos dejarles. Viviremos en ellos tan felices o infelices como pudimos ser en nuestra vida, hasta que cada descendiente invente algo y lo aporte a su propio legado para los que le siguen.

Dices que tu esposo está retraído y cansado, y que a veces crees que te mira con rencor. ¿Tienes idea de cuáles fantasías subyacen en esto? Tuyas y de él. Se me ocurre una: que tú debes ser la fuente de la eterna juventud para los dos. ¿Es posible realizarla? Posiblemente, no, puesto que no existe la eterna juventud, sino el recorrido por las diversas etapas de la vida.

Influenciados por pensamientos materialistas de moda, podemos creer que solamente los treintones y cuarentones tienen oportunidad de ser activos y felices, o que la vida tiene sentido exclusivamente realizando lo que es propio de esas edades: conquistar una pareja, trabajar por una remuneración económica, tener hijos y cuidarlos y cosas relacionadas con ello. Nuestra cultura casi nos obliga a creer que esto es verdad cuando nos dice (o decimos): Eres demasiado joven para… o demasiado viejo para…

Más perniciosas aún son las fantasías en las que solamente la infancia o la adolescencia merecen ser vividas y la persona imagina que su estado ideal sería permanecer protegida y atendida por un “papito” o una “mamita” sustitutos que le laven la ropa, la alimenten, le proporcionen un sitio para vivir, tomen decisiones por ella… y no necesite hacerse responsable de sus actos. Y cuando llega a la adultez o a la tercera edad, siente que la vida le debe, pues no le ha proporcionado la seguridad que, en su fantasía, le era debida.

Con frecuencia, las crisis como la que refieres son un detonador para que las personas de la tercera edad caigan en la cuenta de que necesitan un segundo proyecto de vida, puesto que el primero ha sido cumplido. Y este segundo proyecto es mucho más amplio y generoso: abarca varias generaciones y, además, la necesidad de trascender e incluir al espíritu en sus vidas.

Te recomiendo buscar ayuda profesional para los dos y hacer una Constelación Familiar que les permita mirar y asumir el importantísimo y trascendental lugar que ocupan en su familia.

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martes, 4 de febrero de 2014

MEXICANOS RELIGIOSOS DE NACIMIENTO


En estos días pasaron por aquí los peregrinos a San Juan. Cada año, miles de ellos caminan kilómetros para ir a visitar a la Virgen, vuelven cansados, algunos con ampollas en los pies, otros platicando del frío, de lo que debieron dejar en alguna parte porque ya no podían seguir cargándolo, o de la grata impresión que les causaba que gente les regalaba agua y alimentos. Dicen que es una gran experiencia. En España existe una costumbre similar, “el camino de Santiago”, que se considera una metáfora de lo que vive el alma que busca a Dios, cómo se olvida de todo: trabajo, familia, bienes materiales, y se entrega a su búsqueda, libre de ataduras, en una vivencia mística.

En México, yendo o no a San Juan, la fe tiene un lugar preponderante. Desde antes que vinieran los españoles, los dioses acompañaban cada paso, cada fecha, cada acontecimiento, en la vida de nuestros ancestros. Y para nuestros otros ancestros, los españoles, la fe también era importante: ellos sentían que la mortandad que ocasionaron en estas tierras valía la pena porque iban a convertir a los indios al catolicismo. Estas dos maneras distintas de fe, mezcladas a la manera como la herencia biológica hace que surjan unos u otros rasgos en los descendientes, sin que éstos sean exactamente iguales a los progenitores, están presentes en nosotros. Heredamos la fe y la religiosidad. Necesitamos sabernos conectados con Algo más Grande y que nuestras vidas obedecen a un proyecto superior al entendimiento. En grupos o a solas, cuando nadie nos ve, en el corazón, hablamos… ¿con quién?

Muchos se dirigen a su mamá o papá muertos, les piden ayuda y protección. Otros a santos, a la Virgen, a Jesucristo o a Dios Padre. Algunos veneran a la Santa Muerte. Están los que se reúnen en sesiones espiritistas para contactar con el más allá y hablar con algún ser querido, como hacía nuestro héroe Madero y algunos de sus contemporáneos. Hay quienes no tienen una figura definida de a Quién se dirigen sus pensamientos y sentimientos, posiblemente ni siquiera se atrevan a llamar a esto plegaria u oración, pero se saben conectados con el misterio. Y también están los que tienen presente a Ése más Grande para reclamarle o insultarlo: “Por qué te llevaste a mi padre, a mi hijo…?”, ¿no te da nada de ver tanta pobreza y dolor en la tierra? Pero ahí está, en sus vidas, Alguien a quién dirigirse.

No siempre es fácil comprender nuestra religiosidad, inclusive para nosotros mismos. Quisiéramos que los demás se dirigieran a ese Poder Superior como nosotros lo hacemos, nos parece que la manera de ellos no es la correcta. Yo me he preguntado: ¿escucha Él mejor nuestras conversaciones si son en español, en inglés o en Náhuatl? ¿Entiende todos los idiomas? ¿Tiene preferencia por alguno? ¿Y si nuestra comunicación es con hechos, como el de ir a pie hasta San Juan o encender veladoras en casa, también la recibe? ¿En verdad existen tantos dioses como imágenes de Él están en nuestras mentes?

La religiosidad heredada de nuestros ancestros ocupa un lugar importante y fundamental en la cotidianidad de la mayoría de los mexicanos; entre nosotros hay pocos auténticos ateos que crean que una vez terminada nuestra vida mortal, desaparecemos y no existimos más. Nuestras historias de aparecidos y muertos que no descansan hablan del anhelo de que la existencia se prolongue más allá del último suspiro, en ellas subyace la creencia de que después de la muerte hay destinos distintos para las almas que ya no tienen cuerpo. No siempre es algo que hayamos cultivado; al parecer nuestra religiosidad tiene siglos de anidar en las mentes y corazones de nosotros. Tal vez a esto se refieran los que dicen que la fe es un regalo, un don que nos es dado y que no podemos adquirir por nosotros mismos. Muchos hemos recibido este obsequio.

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