lunes, 26 de febrero de 2018

EL ARTE DE ENTENDER A LOS DEMÁS



“El arte de entender a los demás” se titula un libro que para mí tiene una importancia especial. Aparte de su excelente contenido, me encanta que una de sus coautoras, Margarita Puente Munguía, fue mi alumna hace muchos años, en el tiempo en que yo era asistente salesiana y ella cursaba la secundaria. Hemos conservado buena relación por décadas y ahora me emociona hacer la presentación de su libro en esta ciudad, el próximo viernes 2 de marzo, a las 18 horas, en Clínica Pascua. Invito a quienes deseen asistir. ¡Qué coincidencia, parece que cada año presentamos un libro a inicios de marzo!

A Margarita le decíamos Navis porque nació en Navidad. Cuando la conocí, ella atravesaba una de las experiencias más dolorosas de su vida: acababa de morir su mamá. Uno ve a niños y jóvenes, especialmente si sufren, y no tiene idea de lo que pueden lograr en la vida. No imagina lo que sigue. Con los años, ella llegó a ser especialista en Educación, catedrática de la UNAM a nivel licenciatura y posgrado, licenciada en Comunicación, doctoranda en Derecho y diplomada en diversos temas, como el lenguaje de señas. Tiene dos hijos, ambos profesionistas y con excelentes trabajos en la ONU, y ahora es escritora. Tras desafiantes situaciones personales y cambios, Margarita inició un arduo y permanente trabajo en su crecimiento espiritual, asistiendo a cursos, leyendo textos, investigando y cultivando el hábito de la meditación. Ahora ella busca compartir las herramientas que conoce y ayudar a otros a descubrir su propio interior y mejorar su vida.

EL ARTE DE ENTENDER A LOS DEMÁS es una coautoría; la otra autora es Clara Vargas, licenciada y maestra en Derecho por la UNAM, también catedrática. Aunque se ha desarrollado en ámbitos jurídicos, le ha interesado aquello que nos permite percibir más allá de los sentidos y  que se considera común, ha realizado lecturas e investigaciones sobre temas místicos y esotéricos, y cree que la espiritualidad es el estado idóneo del ser humano.

Con enorme agrado acepté hacer la presentación de este libro que considero trata un tema importante: cómo se relaciona el desarrollo espiritual con la capacidad para comprender a nuestros semejantes, y de qué maneras transitamos todos los mismos senderos, aunque en ambientes distintos. 

Me va a dar mucho gusto saludar a quienes asistan y que compartamos temas que son entrañables, profundos, íntimos e inagotables: los relacionados con el Espíritu. Los espero en Clínica Pascua. Por favor, reserva lugar al 763 02 77. Gracias.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com ,  o en facebook.com/Psic-Ma-Dolores-Hernandez-Gonzalez




lunes, 19 de febrero de 2018

HACER LO QUE TOCA



Por el hecho de haber nacido, nos toca vivir, hoy. Abandonamos aquel mundo “ideal”, el seno materno que nos protegía, abrigaba y mantenía con las necesidades satisfechas por alguien más: mamá. Debimos salir a la vida, esta montaña rusa de retos, subidas y bajadas. Nos toca vivir por nosotros mismos. La cooperación de los otros disminuyó gradualmente y aprendimos a cuidarnos.

El reto de cuidar de nosotros mismos puede parecernos tremendo, tranquilizador o fascinante. Pensar que una vida hermosa depende de nosotros, sean cuales fueren las circunstancias, quizá nos resulte agotador o lo opuesto, nos proporcione la fuerza y alegría para lograrlo. Cualquiera que sea la perspectiva que elijamos, será eso: nuestra elección.

El mundo que fue ideal antes de nacer no puede ser ideal hoy. Pensar o esperar: “Lléname, aliméntame, sírveme, hazme feliz, hazme sentir seguro, dime quién soy”, es  receta infalible para la frustración. Nadie puede darnos estas cosas. Los demás suelen tener sus propios pensamientos y expectativas acerca de cómo debiéramos ser y generalmente no llenamos esas medidas. Entonces, nos quedan al menos dos opciones: 

1) Esforzarnos por ser aceptados y admirados, para que a cambio nos proporcionen la felicidad que nos hace falta, lo cual no sucederá. En consecuencia, nos sentiremos víctimas de una injusticia: ¡tanto esfuerzo para no ser tomado en cuenta! 

2) La otra opción es no esperar que nadie se sacrifique por nosotros y ser lo que somos y como somos, eligiendo cada vez lo que más nos conviene.

Elegir a nuestra conveniencia suele ser mal visto, pero, ¿quién, conscientemente, escogería para sí mismo la enfermedad, la pobreza, el ostracismo, relacionarse con personas violentas o con criminales? Nadie; por el contrario, escogería la salud, la abundancia, la amistad y vivir en un vecindario de gente decente. Eso lo logramos a través de las pequeñas o grandes elecciones que hacemos a cada instante.

Hay elecciones que parecen ser a nuestra conveniencia y no lo son. Si elijo tirar basura en la calle o no limpiar mi casa o mi cuarto, estaría eligiendo vivir en la mugre. Eso no es mi conveniencia. Si elijo agredir a mis vecinos o guardar rencor por las ofensas, mi alma estaría llena de hostilidad y desencanto. Eso no sería en mi conveniencia.

Cuando nos despojamos de la expectativa de que los otros cambien o nos sirvan para nosotros poder ser felices, desaparece el sufrimiento, porque ¿quién sufre por no ser mantenido si no espera serlo?,  ¿o por comprobar que el o los otros no trabajan para vernos dichosos, si nos negamos a dejar nuestra felicidad en manos ajenas?

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lunes, 12 de febrero de 2018

EL ÉXITO DE HABER NACIDO



Hay cosas que no vemos de tanto verlas. Muchas. Los niños, su niñez; los jóvenes, su juventud; todos, la vida. Pudimos no haber llegado; sin embargo, aquí estamos. Nacer fue nuestro primer éxito como humanos ya formados, y ese éxito también se pierde de vista entre las cosas que olvidamos.

Es posible que conozcas a personas que se niegan a pensar en el propio nacimiento como éxito; es decir, arribo a una meta deseable. Son personas cuyas creencias las traicionan. ¿Qué tipo de creencias?

¡Pueden ser tantas! “Mi madre intentó abortarme”, “mi padre se largó al saber que yo venía en camino”, “mi padre estaba casado con otra, su esposa, cuando yo fui engendrado”, “mis papás se casaron porque yo aparecí”, “arruiné los mejores años de la vida de mi madre”, “mis padres no me querían y me dieron en adopción”, “a nadie le pedí nacer”, “soy fruto de una violación… de un incesto… de un secreto…” ¡La lista de pretextos puede ser infinita! Se olvida que cada vida procede de la unión de un óvulo y un espermatozoide, es nueva y en adelante debe luchar contra millones de obstáculos para sobrevivir! Si logra nacer, por supuesto que es un éxito, el primero de su historia, y una impronta.

En Etología se llama impronta a un proceso biológico de aprendizaje que compartimos con los animales, por el cual, las crías se identifican con los adultos de su especie y aprenden de ellos, mediante observación e imitación, los distintos métodos de supervivencia, búsqueda de alimento y refugio, así como modelos de defensa, ataque, convivencia y apareamiento. Dicho en otras palabras, los pensamientos, opiniones y creencias que guardamos acerca de nuestro nacimiento fueron adquiridos a una edad muy temprana, y son la absorción de la totalidad del ambiente que circundaba al evento. Los creemos nuestros y es difícil distinguirlos de lo que en verdad estábamos viviendo: el éxito de nacer.

La importancia de esta impronta es que tiende a repetirse sin variaciones a través de la existencia, en relación con el éxito en cualquier área. La misma reacción ante esta primera victoria vital (si la tomamos y asimilamos, o la rechazamos y despreciamos), la calcamos ante cualquier tarea completada. Ya hicimos cuanto estuvo de nuestra parte para lograrla y la logramos, luego, o nos sentimos felices y orgullosos de lo que hicimos… o la abandonamos, le encontramos defectos para poder despreciarla, la juzgamos poca cosa y nos parece insuficiente, así se trate de haber concluido una carrera, obtenido un empleo, conseguido a la pareja soñada o escalado el Everest.

Las personas que queremos tener éxito en nuestras vidas, necesitamos mirar la verdad de nuestra llegada al planeta. ¿Fuimos bienvenidos, colmados de cuidados y regalos? ¡Qué bueno! Agradezcámoslo a nuestra buena suerte y a las personas que nos enseñaron a considerarnos valiosos. ¿Fue al contrario y desde muy pequeños debimos enfrentar la adversidad? Entonces nos urge reconocer nuestro propio mérito al haber logrado el éxito de nacer en circunstancias desfavorables. Reconocido esto, podremos reconocer también nuestra enorme capacidad para remontar lo que sea, cualquier cosa que suceda.

Puedes hacer un “test” contigo mismo y conocer tu impronta, observando lo que sientes y piensas al decir la siguiente frase, hablada o en el pensamiento: “¡Viva yo, que estoy aquí y he vivido el éxito de mi nacimiento!”.
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lunes, 5 de febrero de 2018

HONRAR EN CONSTELACIONES FAMILIARES



¿Por qué en Constelaciones Familiares se obliga a los consultantes a inclinarse o arrodillarse ante sus padres para honrarlos, aun si éstos no lo merecen?

RESPUESTA

En Constelaciones Familiares no se obliga, se pide “¿puedes honrar esto?”, porque la teoría que las sustenta postula que la persona es libre y ejerce su libertad en la medida que puede y quiere hacerlo. Sin embargo, existen circunstancias que pueden obstruir dicha libertad (nunca anularla), tales como inmiscuirse en cargar con méritos, culpas y responsabilidades ajenas. 

En el diccionario, la palabra “honrar” significa respetar a alguien, enaltecerlo, premiar su mérito, o como fórmula de cortesía: “nos honra con su presencia”. En Constelaciones Familiares “honrar” tiene todos los significados anteriores y otros más, de acuerdo con sus contextos. 

La honra se expresa con palabras o con rituales como inclinar la cabeza, el tronco o todo el cuerpo y se dirige a los padres, a una situación específica, al destino y a muchas cosas más.

Honrar a los padres es lo más común. Significa que se les respeta igual que a los demás seres humanos y que se les honra de una manera especial por el hecho de haber engendrado y permitido nacer al hijo; pudieron haberse negado. En este sentido la honra vuelve al hijo, puesto que al inclinar la cabeza está considerando a su propia persona como valiosa en sí misma y fuente de enaltecimiento para sus padres, quienes al traerlo al mundo hicieron una obra magnífica.

Honrar también significa mirar, tener presente, dar un espacio a algo en la propia vida y el propio corazón. Podría traducirse en palabras como “veo que así es”. Este tipo de reverencia puede ir dirigida a toda clase de cosas agradables y desagradables: padres famosos y con méritos, o con alcoholismo, perfidia, traición, abandono, injusticia, abuso… Esta honra ubica al hijo en su propia vida, no en la de los padres: él es quien mira, se da cuenta y no niega lo que ve, pero tampoco lo carga como suyo. A veces se agrega otra frase: “Lo dejo contigo”.

La culpa asumida no siempre es fácil de soltar; la lealtad inconsciente (amor) del hijo hacia el padre, la madre, abuelos u otros ancestros hace que éste se sienta culpable junto con el que cometió el error, como si también hubiera estado presente y colaborando. En la constelación, suele sentir necesidad de honrar profundamente y echarse de bruces en el piso, aunque no se le indique. Es frecuente en hijos o nietos de estafadores, presidiarios, asesinos, incestuosos, suicidas, etc., porque al hacer juicios, el hijo se inmiscuye en vidas que no son la suya, toma sobre sus espaldas responsabilidades ajenas y las expía como propias. 

En Constelaciones Familiares nunca se juzga, puesto que no se buscan culpables sino lo esencial; esto es, el vínculo que permite fluir la corriente de la vida o amor primordial de unos a otros y los mantiene como familia o como grupo.

También es frecuente honrar al destino, entendido como aquello que es dado a la persona sin mérito ni culpa de parte de ella, y tampoco puede hacer nada para cambiarlo, aumentarlo o disminuirlo. Ejemplos de destino serían el sistema familiar donde se nace, la fecha de nacimiento, el sexo, el lugar en familia, el número de hermanos, los talentos personales, la ciudad, la nación, la raza, el estrato sociocultural, el idioma, la historia familiar y nacional, las implicaciones y más cosas, todas involuntarias.

Cuando se pide honrar al destino propio o de otra persona, la reverencia significa que se acepta conscientemente lo que esa persona es y ha vivido, y se abandona la pretensión de ignorar, disimular, variar, rechazar, quejarse, sentirse víctima o de alguna manera menos o más humana que el resto de los humanos. El destino es como es y con él se debe vivir. La ilusión de que el destino podría haber sido distinto es sólo eso, ilusión, puesto que se refiere a hechos consumados que siguen influyendo en el presente y en un futuro que aún no sucede, y es libre. 

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ACTUAR VS. AGUANTAR



Cuando una persona en verdad no aguanta más, deja de decirlo y hace algo: cambia sus rutinas, abandona una relación tormentosa y jamás vuelve a aguantar lo inaguantable, ni siquiera cuando tratan de convencerla que debe hacerlo por amor a alguien, sus hijos, por ejemplo. Se vuelve una persona nueva.

La vida no es para ser aguantada sino vivida, lo más felizmente posible. Los hijos aprenden de los hechos que no es el aguantar lo que da felicidad, sino hacer cosas activamente para el propio beneficio. Dejan de creer que lo que vivieron sus padres era lo normal. Los amigos también se atienen a los hechos: su amigo o amiga cambió, es una persona nueva, y ya no está dispuesta a soportarlo todo.

Las personas nuevas cuidan la dirección de su mirada; es decir, hacia dónde dirigen sus pensamientos y acciones: el sufrimiento o la felicidad. No se estancan en lo que sufrieron ni le dan vueltas a lo vivido. Salen de allí. Vencen la tentación de permitir que lo pasado sea su presente. Dejan de pensar: “¡Qué injusto, esto no puede quedar sin castigo!”, “¿por qué me pasó a mí?”, “tengo mala suerte”. Tampoco se enfrascan en largas discusiones para buscar quién tuvo la culpa. En cambio, miran a la felicidad y la tienen presente en cada decisión: “¿Esto sirve para mi bienestar y el de los que amo?”. 

Una auténtica renovación personal consiste en crecer; es decir, expandir la conciencia de manera que ésta admita conceptos y experiencias que había rechazado antes, lo cual asusta: ¿dará buenos o malos resultados? Los resultados no siempre se pueden prever, será hasta con el tiempo que sean claros. Es obvio que la persona nueva puede equivocarse, pero, ¿de qué otra manera se volvería nueva, si sólo elige lo que ya se ha hecho y comprobado? He aquí el gran dilema de la libertad: preferiríamos acertar siempre y no es posible, dentro de ser libres está la posibilidad del error.

Para una persona nueva es útil recordar que ella es única y su proceso será suyo, distinto a cualquier otro y distinto a lo que ya ha vivido. Suena fácil, pero las costumbres están grabadas en la mente, empujan en forma de hábitos hacia adelante y hacia atrás. El peligro es que “la costumbre sea más fuerte que el amor”. La tentación de “re-crear” el pasado es fuerte; o se inventan rutinas nuevas, o se repite el libreto con actores nuevos, en una situación nueva, en un país nuevo, pero con el mismo guión y mismos contenidos.

Existen multitud de ayudas para renovarse: la psicoterapia, talleres, diplomados, libros de autoayuda, clubes de acondicionamiento físico, terapias alternativas y muchísimas posibilidades más.  Lo que importa es que la persona permanezca amándose a sí misma y estando siempre de su parte. Con amor propio, es decir, amor por ella misma, buscará y encontrará muchas cosas bellas de la vida para sí y su familia. 

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