lunes, 31 de diciembre de 2012

FELIZ 2013


Algunas personas gustan de los inicios: contemplar a un bebé, comenzar una relación, estrenar auto, comprar casa, inaugurar un negocio, cambiar de empleo, adquirir nuevas perspectivas, pensamientos nuevos, mirar hacia el futuro, desear feliz año… Otras tienen predilección por los finales: una graduación, terminar de pagar un crédito, completar un proyecto, obtener resultados, cumplir un anhelo, decir “terminó este año”…

Todo tiene un principio y un final dentro de la línea del tiempo; también un proceso, y se ubica en medio del pasado y el futuro: es el instante presente. Allí, precisamente, ocurre todo. En ese instante fugaz decimos sí, o no, a la vida, la gente y la buena fortuna. También en ese instante podemos convertir un sí en no, y viceversa; el presente no es esclavo de lo sucedido, tampoco se somete a lo que vendrá. Sin embargo, contiene a ambos, pasado y futuro.

Estamos vivos hoy. Los que decimos “Feliz Año” somos resultado y actualización de la multitud de experiencias que ya vivimos. También somos proyecto, esperanza y trayectoria por vivir, no al azar, sino influenciados por el ahora.

Estamos vivos hoy. Quienes nos alegramos de haber arribado al 2013, podemos traer al presente los recuerdos de hace años y décadas, pero no revivirlos; pertenecen a su tiempo. E imaginar el futuro con optimismo o con temor,  y tampoco vivirlo anticipadamente; pertenece a su tiempo.

Estamos vivos hoy. Elegimos mirar o no al presente, puerta abierta que permite traer cualquier cosa y experiencia desde el infinito. Nos dedicamos a obtener  todos los regalos que podamos extraer de dicha puerta, o a darles la espalda porque todavía no podemos asimilar lo ocurrido en otros presentes, o esperamos determinado acontecimiento para comenzar a recibirlos: “Cuando me gradúe, cuando encuentre pareja, cuando tenga un hijo, cuando se mude mi suegra, cuando me aumenten el sueldo, cuando sea rico, cuando haya justicia social, cuando los políticos sean honestos…”

Estamos vivos hoy. El infinito nos lo ofrece todo. Podemos tomarlo, o decir NO, porque… me vería tonto. Haría el ridículo. Demasiado infantil. Demasiado pesado. Demasiado doloroso. Demasiado emocional. Demasiado bueno para ser cierto. Demasiada responsabilidad. Demasiado compromiso…

Estamos vivos hoy. HOY. La vida nos respalda. Llegará el día en que seamos sólo un recuerdo. Hoy estamos aquí, respirando. El presente,  serie de instantes que se desgranan frente a nuestros ojos como cuentas de rosario, pasa constantemente con su multicolor carga de regalos; brillantes y oscuros; para reír y llorar, trabajar y descansar, divertirse y concentrarse, iniciar y terminar...

¡Feliz 2013 con todo lo que guarda!

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martes, 18 de diciembre de 2012

MI ENTRADA AL FACEBOOK


No me decidía a entrar en Facebook, pero uno de mis hijos abrió una cuenta a mi nombre y dijo: “Apréndelo, es fácil”. ¡¡Fácil!!! Bueno, me dije, comencemos. Encendí mi PC y tecleé la dirección. Apareció un cuadrito donde pedía mis datos, los di todos. Entré. Allí no había nada. “¿Para qué me sirve esto?, pensé, ¿en dónde están los chismes, las fotos y todo lo que platican que hay?” Cerré, desanimada, y pregunté a cuantos quisieron escucharme. “No tienes nada porque no has invitado amigos”. Al día siguiente ya estaba de nuevo dispuesta a probar. Otra vez me pidieron mis datos y los di. No supe los resultados hasta que mis hijos me preguntaron para qué quería tantas cuentas; había abierto una nueva cada vez que intenté entrar, y como no he aprendido cómo se cancelan, deben existir en alguna parte.

Los jóvenes son amables y suelen brindar sus conocimientos con facilidad, así que me enseñaron cómo invitar amigos. Pronto, mi buzón estaba lleno de solicitudes. ¡Qué maravilla! “¿Y para qué quiere uno a tanta gente inscrita, qué hace con ella?”, pregunté. Por supuesto que algunos se me quedaban viendo con expresión de “¿Es posible que no entiendas?”. Yo me hacía la occisa, en espera de mi clase gratuita diaria con diferentes maestros. Me indicaron en qué sitio podía yo enviar mensajes y decir que algo me gustaba. Ni tarda ni perezosa repartí “me gusta” en donde quiera me topeé con la manita del dedo parado, también escribí un mensaje felicitando a uno de mis amigos por una foto. ¡Sorpresa! Me llegaron al buzón respuestas de varios estados y del vecino país del norte, incluidos unos exalumnos muy queridos a quienes no había visto en décadas. Por supuesto que me alegré, pero también me atemoricé: “¿Cómo puedo saber a quién le digo lo que estoy diciendo?”. Hace décadas, escribíamos una carta, la metíamos en un sobre y solamente el interesado la leía; inclusive el correo electrónico nos otorga cierto control, ¿pero esto? Debí haberme dicho: “Me haré cargo de lo que escribo”, pero escribí a mis amigos: “Gracias por sus saludos, me retiro del Facebook”, y lo hice. Me dolió la derrota. En otras épocas solía atribuir cualquier fracaso al clima, los malos profesores o cualquier otra cosa, pero descubrí que, pasados los sesenta, todo lo achaca uno a la edad. Traté de consolarme a mí misma diciéndome: “Ya no aprendes igual y esto es para gente joven”. No me daba cuenta de que en lugar de consuelo, me estaba dando matarile.

¡Qué fortuna son los hijos! Me preguntaron cómo me iba en Facebook y por qué había puesto un zapato en mi foto de portada. ¿Un zapato?, ¿cómo era posible? Me lo mostraron; quizá en alguno de mis intentos “inteligentes” quise subir una foto que no cupo, quedó como si fuera la mía y nada más se ve la extremidad inferior de un karateka. ¡Gulp! Me dije: “Tengo que aprender. Si los jóvenes lo hacen sin maestro, ¿por qué yo no?”. Volví a comenzar, dándome una instrucción interior: “Estás ejercitando tu adaptabilidad mental; vas a tener que soportar ver lo que sea, por lo menos diez minutos diarios”.

¡Qué tortura! Mi mente se sintió agredida con aquel “desorden”: comentarios incompletos (no sabía que debía dar clic en “ver más”), imágenes y fotografías de todo tipo, una misma aparecía al principio, un poco después, y nuevamente otro poco después, y si me detenía a ver alguna, podía ser que trajera ocultas otras diez o veinte y luego no supiera cómo regresar; anuncios, una hilera interminable de pequeñas fotografías de gente conocida y desconocida… ¿qué era aquello? Me dije: “No me extrañaría que pronto los jóvenes tengan pensamientos inconexos, si pasan tanto tiempo aquí”. No obstante, insistí en mirar, y en preguntar. Para mi sorpresa, poco a poco todo fue “tomando su lugar”. De todas maneras, en secreto me observo a mí misma para saber si tengo más pensamientos inconexos que antes, y creo que no en mayor cantidad.

Disfruto el Facebook, es una genial manera de permanecer en contacto, diez veces más fácil que hablar por teléfono a parientes y amigos. Todavía no sé bien lo que hago al dar un clic, pero estoy descubriendo que no es lo mismo que cuando yo aprendí a conocer el mundo. En aquel tiempo, era terrible equivocarse; a mí me decían: “Hay que pensar para hacer y no hacer para pensar”, o “fíjate antes y a nada le piques como sea, porque lo descompones; si es un disco, lo colocas y oprimes esta tecla. Ninguna otra, ¿oíste?, o lo arruinarás”. Ahora es al contrario; como inspirados en el  “Fusílenlos y después viriguan” de Pancho Villa, la estrategia es: “Da clic dónde sea y como sea, y luego te fijas qué pasó”. ¡Qué maneras tan opuestas de aprender! ¿Verdad que sería interesante sacar conclusiones?, ¿quién quiere ser mi amigo en Facebook? Teclea: Pascua Constelaciones Familiares. Allí nos vemos.

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martes, 11 de diciembre de 2012

PSICOGENEALOGIA


Vino una especialista a darnos un curso de Psicogenealogía, que estudia la manera en que nuestra conducta y personalidad son influidas por la historia de la familia en que nacimos, no solamente con algo tan obvio como la adquisición del lenguaje, la imitación de los modales y costumbres, la clase social que nos hereda y la religión o ausencia de ella que nos inculca, sino a través de interacciones más sutiles que definen lo que se ha llamado el “Proyecto Sentido”, algo así como un destino programado en forma particular para cada uno de los miembros. Éste, unas veces facilita y otras obstaculiza el bienestar del recién llegado. De entre las muchos e interesantes postulados expuestos, hoy compartiré dos: el ya mencionado “Proyecto Sentido” y  la asignación de un nombre.

El proyecto se llama “sentido” porque no necesariamente es “conocido”; se trata de algo así como un mandato que se respalda en el poder que confiere el hecho de comunicar la vida. Los padres lo asignan a los hijos. Ninguno de los protagonistas sabe lo que está haciendo, como si una programación subterránea los impulsara a cumplir con determinados requisitos para que la vida que comienza quede encuadrada en el drama, comedia o tragedia que vive la familia, equivalente a decir al hijo: “Éste será el guion de tu vida, interprétalo bien”. Por ejemplo: unos padres están sufriendo el dolor de haber perdido a un hijo y les nace otro, al que ponen el mismo nombre del que se fue. El guion: “Vive como si no fueras tú, sino el muerto”. O los padres están a punto del divorcio y surge un embarazo; el guion para el hijo sería: “Tu misión será mantenernos juntos y unidos”.

Otra manera de asignar un destino al hijo es elegirle un nombre, con el cual será identificado toda su vida. Los papás lo escogen con todo el amor del que son capaces, y también con sus traumas, alegrías, dudas, esperanzas, recuerdos, dolores…  Simbolizado en el nombre, entregan todo esto al niño, quien va a tomarlos sobre sí. Ejemplo: Un padre tuvo una hijo o hija con una antigua novia muy amada, pero el niño o niña murió o la relación terminó; pasado el tiempo, tiene un nuevo hijo con su mujer, recuerda aquella experiencia y “en su honor”, logra que le pongan al recién nacido el nombre del muerto o muerta o el de la antigua novia; es decir, le entrega al pequeño o pequeña el dolor de sus pérdidas, una nostalgia muy grande y tal vez culpa. El proyecto sentido, mandato o guion para el nuevo ser, será: “Tú no seas tú, sustituye a alguien que ya no está; vive tu vida como si fueras él o ella”. Quizá, cuando crezca, el hijo o hija se pregunte: ¿por qué me siento culpable sin saber el motivo?, ¿qué es lo que añoro?, ¿de dónde me viene esta tristeza tan grande?, ¿por qué se rompen mis relaciones amorosas aunque yo no quiera?

Con el proyecto sentido también podemos recibir cosas muy buenas, como tener el nombre de un abuelo, tío o conocido exitoso. Ya sea que dicho proyecto sentido sea de nuestro agrado, o no, cuando llegamos a la adolescencia o más tarde, podemos hacer consciente cuál es el mandato que recibimos y aceptarlo voluntariamente, o rescindirlo; de esta manera, estaremos libres para vivir nuestra propia vida, inventándola a cada paso para nosotros mismos.

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lunes, 26 de noviembre de 2012

ETERNAMENTE MADRE


Dios no nos escogió para sacarnos la lotería; Él nos escogió para llevarse a dos angelitos en la familia: un nieto que nació muerto y un hijo, en un accidente. Mi hijo. Querido por su esposa, hermanos, primos, tíos y amigos. Hizo su paso por la vida. Muy querido mi hijo. Quiero dar las gracias a familiares y amigos que llenaron de flores y presencia el velorio. Gracias.  Me dicen que él va a renacer en un nieto. ¡Imposible! Estoy renuente a que Dios no nos haya escogido para sacarnos la lotería, sino para quitarnos a ellos. Beso su foto y lloro. Mi pregunta es: ¿qué pasa si yo quiero tener sus cenizas en mi casa?

RESPUESTA

Estás muy triste. Mucho muy triste. El hijo que llevaste en tu vientre y diste a luz, dejó el planeta inesperadamente. Tuvo corta vida. Hubieras querido que te sobreviviera. Tu amor lo busca. Besas su fotografía. Si supieras cómo, le darías la vida de nuevo, como en otro parto. ¿Te dolió el primero? Éste te duele todavía más. Cada parto es una separación; de traerlo adentro, debió salir a respirar y enfrentar la vida. Ahora, de tenerlo cerca, debe irse a donde no lo ves, y continuar. Lo peor es que no sabemos cómo es allá; sin embargo, tu hijo sigue necesitando tu apoyo, que tu amor lo aliente a proseguir y encuentre lo que debe encontrar. A esto le hemos puesto nombres: paz, luz, eterno descanso, cielo… Igual a cuando tu hijo estaba en la tierra y lo llevaste por primera vez a la escuela, que posiblemente aguantaste las lágrimas para que no te viera triste y pudiera adaptarse a algo que tenía que vivir, y lo animaste a que hiciera amiguitos y obedeciera a la maestra, aunque te hubiera gustado que se quedara contigo y a nadie quisiera más que a ti. De hecho, no te importaba el bienestar de esa maestra, sino el de tu hijo; para ti ella era una servidora a quien más le valía querer a tu retoño. Luego, en la primaria o secundaria y después, querías que tu hijo aprobara los cursos. Más tarde, cuando se casó, querías que fuera feliz, a pesar de que su corazón albergaba nuevos amores. Lo entregaste, y te dolía; sin embargo, lo entregaste, porque eso era lo mejor para él. Hoy, su destino ha determinado que el tiempo aquí de tu hijo concluyó y debe pasar a otra etapa, también necesita tu apoyo.   Cierto que no se le preguntó si quería, ni a ti tampoco, porque la existencia no pregunta, conduce. También esta vez tienes que alentarlo a que siga adelante, sin atoramientos. Quizá, cuando beses su fotografía, quieras decirle: “Te amo, hijo, siempre te amaré. Ahora estás muerto y tu tarea es distinta. Pasaste de grado. También allá busca tu lugar, rodéate de amor, sé feliz. Tu mamá te apoya desde aquí para que lo logres. No te detengas. No te distraigas. Sigue adelante”.

Quizá la lotería para la que Dios te escogió no era de dinero; el premio que sacaste fue ser tú la madre, que tu hijo naciera de ti y te dijera: mamá. Tomaste el premio; él te reconoció como su madre y tú a él como tu hijo. Ambos saben que eso no termina jamás; siempre serás tú la madre, y el siempre será tu hijo. Donde quiera que él se encuentre, estarás apoyándolo. El premio que sacaste en esta lotería no se ha consumido, todavía te exige darle ejemplo de cómo se adapta uno a su destino; tú al de seguir viviendo por un tiempito más, el que te toque; él al de ir por delante y encontrarse con Dios. Mientras estés apoyándolo a continuar, poco importa si decides tener sus cenizas contigo o ponerlas en un sitio de honor; pero si tenerlas te significara retenerlo, renuncia a ello, podrías distraerlo y no estar a la altura de tu misión de madre.

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lunes, 19 de noviembre de 2012

TOMAR O RECHAZAR LA VIDA


En relación con la vida, podemos tener uno de estos movimientos básicos: de apertura y de retracción; o en unas zonas uno y en otras, el otro.

En el movimiento de apertura somos como los niños que quieren crecer, cumplir años, amar, ser amados, tener montones de amigos, ser populares, aprender, conocer el mundo; todo les interesa y todo les maravilla. Posiblemente a esto se refirió Jesucristo cuando dijo: “Si no os hacéis como los niños, no entraréis en el reino de los cielos”.

Con el movimiento de retracción somos como viejos acabados; o sea, que creen que ya crecieron todo lo que pueden tolerar; odian cumplir años, están decepcionados del amor,  esconden su cuerpo y sus arrugas, se encierran en casa, tienen pocos o ningún amigo, esperan que nadie los quiera y ser un estorbo, el futuro los aterroriza, añoran el pasado y desdeñan el presente.

Cada uno de estos dos movimientos puede ser una programación aprendida en la niñez, o el resultado de modificaciones introducidas más tarde, a través de la experiencia. He escuchado a personas que dicen: “Yo era muy alegre, y se me quitó”. También lo opuesto: “Yo me deprimía, y ahora me siento feliz”. Esto significa que dichos movimientos son modificables.

Observando nuestras actitudes y reacciones, podemos saber si nos encontramos orientados hacia la apertura o la retracción; es decir, hacia la salud o la enfermedad. La vida nos hace constantes invitaciones a vivirla, ya sea a través de éxitos, atoramientos o decepciones.

En la apertura, un éxito se toma con alegría y naturalidad y se agradece; en la retracción, no se le toma y se le buscan defectos para justificar por qué no fue aceptado: no es suficiente, no era lo que me había propuesto, nadie lo tomó en cuenta, me da una imagen indeseable… Por ejemplo: alguien recibe una herencia. Puede alegrarse, disfrutarla y agradecerla, y también puede decir: qué poquito me dejó, esperaba más; son bienes muy feos, ni para venderlos están bien; ahora todos me tienen envidia y piensan mal de mí; si me vuelvo rico voy a corromperme; y tantas expresiones más de no aceptación del regalo que ofreció la vida.

En la apertura, un atoramiento es un reto; en la retracción, una prueba más de lo mal que está el mundo, los humanos y uno mismo. Continuando con el ejemplo de la herencia, digamos que se prolonga el juicio y ésta no puede llegar a las manos del heredero, quien puede pensar: tendré la oportunidad de aprender algo sobre leyes; ahora me ejercito en resistir y sobreponerme a una dificultad; o también: tengo mala suerte; todos son unos tramposos que quieren despojarme; el mundo está corrompido; yo soy un tonto que no sabe hacer bien las cosas.

En la apertura, la decepción es una iluminación que acerca a la realidad; en la retracción, un hecho que confirma que es mejor mantenerse alejado y no exponerse al dolor del desencanto.  En nuestro ejemplo de la herencia, imaginemos que se descubre que no existía o que la persona fue excluida por el testador. Puede pensar: Estoy viva y fuerte, he vivido sin ella y puedo seguir haciéndolo; ahora tengo oportunidad de saber si amaba al muerto o solamente a sus cosas; o también: ya sabía que no hay qué esperar nada de nadie;  es mejor no hacerse ilusiones que luego se rompen; vale más solo que mal acompañado.

La apertura a la vida significa estar disponible para los acontecimientos que ésta presenta, de cualquier índole, sin sentirse excepcional ni víctima de una injusticia, y decir como Amado Nervo: ¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz! La buena noticia es que esto puede aprenderse.

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martes, 13 de noviembre de 2012

SER ABUELOS


Mi hija me dio la noticia de que está esperando su primer hijo, o sea, me convertiré en abuela. Me alegra pero, aquí está el pero, no me agrada desempeñar un rol para el que no me siento preparada. Quiero decir, que no me siento tan vieja y temo no estar a la altura de lo que puede esperarse de mí, sobre todo porque estoy en el proceso de un divorcio reciente, pienso que mis problemas corresponden a una etapa más joven que la de ser abuela.

RESPUESTA

Los abuelos de hoy no se parecen a los de hace algunas décadas. En primer lugar, muchas veces son más jóvenes y con una vida más intensa que aquellos. A veces trabajan de tiempo completo y no siempre tienen el ideal de tejer chambritas y sentarse a esperar a los hijos y nietos junto a la chimenea. Tienen vida propia, a la que se suma la experiencia de recibir un bebé de su sangre, del que no serán los responsables directos de su crianza y educación.

Estoy segura de que ya te alegra ver la continuación de la vida y cómo los genes de tu familia siguen trotando hacia adelante. Cuando nazca tu nieto o nieta, buscarás en él o ella los rasgos físicos que te son familiares. También sentirás temor de que tu hija y yerno flaqueen o de alguna manera no atiendan a ese bebé como tú consideras adecuado. Es el deseo de protegerlo y darle lo mejor, que nace del amor natural por la propia progenie. Posiblemente sentirás que tu punto débil es el divorcio, porque te hubiera gustado que tus nietos nacieran dentro de un sistema familiar estable, y tu transición entre ser pareja y convertirte en soltera te afecta a ti y también a la familia. ¿Verdad que la vida no siempre es como la habíamos imaginado? ¿Y a cuál vida debemos adaptarnos, a la ideal o a la real?

Como abuela, entregarás lo que eres a tus hijos y nietos. Compararte con ideales y encontrarte falta o sobrada, constituiría un bache para tomar la realidad con amor. Tú, con tus logros, errores, aciertos y desaciertos, eres “lo que hay”, “lo que está ahí” para apoyar a tu hija y nieto en la difícil e importantísima tarea de introducir a éste en el planeta; ejemplificarás ante ellos lo que es convivir con la realidad tal como es. Requeriste años y gran variedad de eventos para optar por las decisiones que has tomado, y en cada una de ellas subyacen determinados valores, que estás defendiendo con tu manera de vivir. A veces, condiciones  de mucho peso nos obligan a elegir un valor por encima de otro, cuando éstos se ponen en conflicto.  Son elecciones difíciles. La llegada de esta vida nueva tendrá mucho peso en tus decisiones futuras, porque el amor natural (que contiene la fuerza de la Naturaleza) tiene mucho qué decir en lo que hacemos.

Sólo me resta felicitarte por esta nueva etapa que trae consigo muchas más satisfacciones de las que ahora puedes imaginar. También retos. No tendrás oportunidad de aburrirte.

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martes, 6 de noviembre de 2012

TODO YO


Odio admitir que cada vez me parezco más a mi madre; ella dejaba que todo mundo se le recargara y cuando íbamos a visitarla tenía una serie de quejas para contarnos, de personas con las que había sido “buena” y le pagaban con ingratitud. Me está pasando igual, mi marido y mis hijos se recargan en mí, no ayudan, y cuando lo hacen, quieren que les dé en la mano lo que necesitan, que un lápiz, una hoja, bolsa para la basura o cualquier cosa, según ellos porque no saben dónde está, y me sale peor si la sacan por sí mismos, dejan todo tirado y tengo que volverlo a acomodar. Además trabajo y aporto dinero. No sé cómo llegué a esto, me siento agotada y como una bombita de tiempo.

RESPUESTA

Estás agotada y eres una bomba de tiempo. ¿Cuánto faltará para que explotes? Tu familia se niega a ayudar; posiblemente todos ¿tú incluida? creen que la obligación de mantener la casa en orden es solamente tuya. No quieres que esto continúe igual, te asusta, porque en la persona de tu mamá pudiste comprobar que no funciona; ella ha sido demasiado buena con los demás y abusaron de su actitud. Te preguntas cómo con tanto poder, el de ser madre y además aportar dinero, te encuentras en estas circunstancias.

Algunas situaciones que ocurren dentro del hogar tienen su origen en la ideología social predominante en la familia. ¿Podría ser tu caso? Las jóvenes de esta época necesitan preguntarse si quieren seguir una moda del pensamiento que les exigirle ser exactamente opuestas a sus madres y al estereotipo de cómo eran las mujeres de generaciones anteriores; es decir, en lugar de abnegadas, dependientes y sumisas, ser autosuficientes y jamás necesitadas de apoyo, especialmente del de un varón. Parece que es moda pensar que ellas pueden hacer todo solas, en ocasiones hasta tener hijos, mantenerlos y educarlos (literalmente, con inseminación artificial, como madres solteras o divorciadas, o como casadas que cargan toda la responsabilidad); pero ¿en verdad está mejor una mujer que no quiere apoyarse?, ¿que lo hace todo sola?, ¿que nunca pide lo que le hace falta?, ¿que utiliza su poder en dar y dar sin reclamar nada, hasta convertirse en el eje que todos necesitan para sobrevivir?

En las décadas de “liberación femenina”, mi generación y las anteriores lucharon para que las mujeres tuviéramos los mismos derechos que ellos. Nuestro éxito fue indiscutible: entramos a todos los ámbitos del mundo laboral, ganamos dinero y cooperamos con los gastos de la casa; pero faltó algo: estaba ausente el concepto de autoridad y responsabilidad compartidas. Las generaciones actuales siguen trabajando en favor de la familia. En lugar de vivir vueltas hacia atrás y asustarse, creyendo que forzosamente repetirán las situaciones que hicieron sufrir a sus padres o abuelos, o de pretender hacer lo diametralmente opuesto, muchas están inventando nuevas formas de relacionarse. La paternidad compartida es cada vez más frecuente. Se está abriendo paso la idea de que volverse pareja es formar un equipo, en el cual, unas veces toca a uno dar más y otras recibir más, y es necesario llegar a la compensación para que ambos y los hijos vivan una interacción satisfactoria.

Sentirte agotada y como una bomba de tiempo es información; tu alma está gritando que te urge compartir tu poder y responsabilidad con toda la familia. Si piensas que te es imposible, busca asesoría profesional en psicoterapia. Mientras tanto, quizás quieras repetir en tu interior: “En esta familia nadie se recarga en nadie; nos apoyamos mutuamente y nos hacemos cargo de la felicidad común”.

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lunes, 29 de octubre de 2012

EL TRIÁNGULO DRAMÁTICO


Mi terapeuta opina que estoy en un triángulo dramático. ¿Podría hablar algo del tema?

RESPUESTA

Si estás en un “triángulo dramático”, quiere decir que en tu medio ambiente existe un conflicto, y tú has recibido una “invitación” para participar en él; por lo tanto, tienes opción de hacerlo desde alguno de los tres roles clásicos: víctima, perseguidor  y salvador, o como persona responsable de sí misma que no se deja enganchar.

Voy a poner un ejemplo: Una abuela ama entrañablemente a su nieta. Durante una comida, el actor uno, la pequeña, empuja intencionalmente el plato y anuncia: “Está feo”. El actor dos, la madre, la reprende: “Esos no son modales”; el actor tres, la abuela, interviene y convierte la situación en triángulo dramático al decir a la hija: “Tú siempre desaprobándola, si no le gusta, dale otra cosa”. Ya está: ha puesto a la hija en el rol de perseguidora, a la niña como víctima y ella misma es la salvadora que viene a poner orden.  Desde ese momento, los  roles pueden ser intercambiados entre los tres protagonistas. Imaginemos que la hija se engancha y contesta: “Y tú siempre desaprobándome a mí”; ha tomado el rol de víctima, como si dijera: “Tú me haces daño”; por lo tanto, ahora la perseguidora es la abuela. A la niña le toca ser salvadora; acepta el rol y dice: “Mi abuelita sí me quiere (es buena)”. Así pueden continuar indefinidamente, lanzándose acusaciones (perseguidor); doliéndose de ellas (víctima) y entrando al rescate (salvador) al tomar partido.  El resultado es siempre enormes cantidades de dolor, resentimiento y frustración; crece cada día la sensación de soledad e incomprensión y los participantes, aun queriéndose, pueden tener la convicción de que se odian. Y solamente hay entre ellos un mal hábito de interacción.

Es difícil escapar de un triángulo dramático cuando ya se ha aceptado participar en él; sin embargo, es posible. ¿Cómo? Cada actor dedicándose a saber cuál es exactamente su responsabilidad, y limitándose a vivir lo que le corresponde. En el ejemplo, la responsabilidad de la niña es adquirir modales; la de la madre, enseñarlos y exigirlos; la de la abuela, estar presente dándoles amor a todos por igual, sin opinar sobre los métodos de educación, máxime si no se le pregunta.

El modelo del triángulo dramático puede aplicarse en cualquier interacción, ya sea entre personas o entre grupos. Una maestra llama a la mamá de un alumno y le informa: “Su hijo hace esto y aquello”. La madre puede limitarse a su responsabilidad y preguntar: “¿Qué solución sugiere?”, o decir: “Usted le tiene antipatía” o “sus métodos son inadecuados”. Con las últimas expresiones, estaría haciendo una invitación a participar en un triángulo dramático. En cuanto los otros dos actores acepten, tendrán en marcha un conflicto sin fin. En grupos: Digamos que un comité debe organizar una tómbola y pide al personal docente que les permita entrar a los salones y solicitar obsequios. Uno de los maestros dice: “Van a interrumpir, luego es difícil recuperar el orden”. Los miembros del comité pueden respetar la responsabilidad de cada campo y preguntar: “¿Cómo sugiere que hagamos?”,  o invitar al triángulo dramático: “Ustedes son maestros y no quieren a la escuela”. Si ellos se perciben como víctimas de una acusación y responden como tales, no faltará otro grupo o persona que sea invitado como salvador. En cuanto éste acepte el rol, tendremos conflicto para rato entre comité, maestros y el grupo o persona que quiso intervenir.  “El que mete paz, saca más”. Y ya sabemos que los roles se intercambian constantemente, así que pronto circularán acusaciones cada vez más graves y defensas más desgarradoras.

Fuente: Stephen Karpman describió este modelo por primera vez en 1968. Se utiliza en Análisis Transaccional.

 
 

 

lunes, 22 de octubre de 2012


RESONANCIA EN EL ALMA

Quiero destacar que me parece buena idea que su columna sea abierta e incluya teléfono y correo electrónico para comunicarse, de esta manera se establece un diálogo entre quien escribe y quienes leen; que presente vivencias, porque me parece un pleonasmo tratar de lo obvio si no tiene aplicación práctica, ¿y cómo replicar?; que personas con conocimiento académico para tratar temas, lo hagan; pero tener cómo responderles,  porque considero que es una obligación de los ciudadanos ser garantes de la libertad de expresión pacífica.  Mi sugerencia es que usted no se limite a escribir como una “Doctora Corazón”, sino que incluya las fuentes, de dónde saca lo que dice, cómo se relaciona con qué, estudios comparativos con otras partes del mundo, porque si queremos ser hombres integrales, necesitamos ver los continentes, qué sucede en ellos, en qué sitio estamos. Es como si me dicen: el SIT tiene excelencia, ¿comparado con qué? Por ejemplo, la arquidiócesis trata de cumplir en sacar adelante la pastoral de migrantes, y el día 30 va a venir a La Salle de León un líder que muchos conocen, el padre Solalinde, que dará una plática abierta al público, y un día antes habrá un evento. A él se le pregunta, porque conoce, no se cierran con sus ideas.

RESPUESTA

Agradezco tu colaboración; para mí es siempre satisfactorio que las personas quieran comunicarse y expresen sus pensamientos. Gracias también por tus palabras de aprecio por lo que escribo, y porque me llames “Doctora Corazón”. Esta expresión viene de un programa de radio de tiempos en que tal vez tú y yo no habíamos nacido; tuvo tanto éxito al introducir el sentimiento y la conducta entre los temas radiofónicos, que su nombre quedó incluido entre nuestras frases hechas o dichos con los que expresamos una idea más compleja, como cuando decimos “cantinflear” o “hacerle al jipie”. Gracias. De hecho, la intención de la columna es mantener una ventana abierta al público, y procuro responder a las solicitudes de la mejor manera que puedo. No siempre aparecen publicadas, en ocasiones solamente respondo por teléfono o por correo.

Respecto a incluir las fuentes que apoyan lo que afirmo y estudios comparativos, trataré de ser más explícita cuando los estoy citando, posiblemente han quedado poco evidenciados o como una mención no relevante; digo esto sin dejar de ser consciente de que todo lenguaje, no solamente el mío, tiene siempre un punto ciego, pues al intentar atraer la mirada del interlocutor hacia un tema específico, y lograrlo, se deja afuera algo más, que también forma parte del entorno. Dicho de otra forma, en cualquier intervención somos parciales, porque captar y expresar la totalidad, rebasa con mucho nuestras capacidades.

Ciertamente los humanos tenemos que aceptar la necesidad de reducirnos, de ubicarnos, porque nadie posee conocimiento sobre todos los temas; un político habla de política, un médico de medicina, y yo, al hablar de psicología, sólo intento llegar al alma de las personas y encontrar resonancia en ella, de manera que en el lector se dé una reconciliación interior consigo mismo y con su entorno, a fin de que conserve su armonía tanto en circunstancias que le gustan como en las que le desagradan. Nuevamente, gracias por tu aportación.

martes, 16 de octubre de 2012

LA MEDITACIÓN


Muchos recomiendan la meditación, ¿por qué es importante?, yo nunca he podido hacerla, dejar la mente en blanco no se me da, me distraigo pensando en lo que tengo qué hacer o lo que me preocupa. ¿Puede hablar algo sobre ella?

RESPUESTA

La meditación es una técnica muy antigua que consiste, esencialmente, en cerrar los ojos al mundo exterior y centrarlos en el interior, de manera que la respiración se acompasa y profundiza y el cuerpo se relaja.

Meditar es un regalo que te haces a ti mismo. Puede evitar que te sumerjas en una estampida frenética en la que ya nadie sabe por qué corre, de qué huye o hacia dónde va. Precisamente cuando estás muy estresado u ocupado, será excelente para ti que detengas tu carrera y te ocupes en centrarte.

Muchas personas creen que es muy difícil meditar, pero no es así; sólo se requiere decidir hacerlo y dedicarle unos minutos al día.  Luchar por poner la mente en blanco es sólo una de las muchísimas técnicas que existen: centrando la atención en algo: la respiración, los pensamientos, un objeto como la luz de una vela o una flor, un mantra (palabra o jaculatoria), un texto sagrado, un rezo repetitivo, una imagen mental, un propósito, deseo, visión, una parte del cuerpo, etc., etc. Lo importante es detenerse y “mirar”.

Para ti, quizá sea una buena idea centrarte en lo que te preocupa. Olvidas lo de poner tu mente en blanco y te dices: “Ahora me concentro en este asunto y lo miro con amor”. Respiras, y mientras el aire entra y sale de tus pulmones, formas una imagen (visual) del tema. No la juzgas ni la presionas para que aparezca, tu mente la creará y tú sólo das permiso para que se forme libremente.

La meditación es utilizada para lograr diversos objetivos. Es mejor tener uno. Por ejemplo, entrar en contacto consciente con la divinidad, la propia mente, el cuerpo, la sabiduría interior, la paz, la salud, la solución para problemas, soltar algo que obstaculiza el propio bienestar, como rencores, preocupaciones, obsesiones, contracturas musculares, etc.

Digamos que tu objetivo es encontrar una solución a lo que te preocupa. Ya con la imagen que formó tu mente, esperas a mirar qué ocurre con ella. Voy a inventar que dicha imagen fue un caballo con muchos lazos al cuello que no lo dejan caminar, unos tiran hacia adelante y otros hacia atrás. No es necesario que una imagen sea tan compleja, puede ser una simple hormiga cargando su hoja, o que te vas de viaje y estás abordando el avión. Como dije antes, no juzgas las imágenes ni piensas que son distracciones, sino que te detienes a mirarlas, especialmente a una. Te cercioras que tu respiración está acompasada y continúas observando pasivamente qué ocurre. Quizá sientas la inspiración de hacer algo, como por ejemplo, quitar un lazo del cuello del animal; lo haces y esperas a observar qué pasa, mientras te vuelves a cerciorar que tu respiración continúa pausada y profunda. Cuando, por los cambios realizados, sientes que la imagen está como tú la deseas, es tiempo de terminar la meditación. Éste es un ejemplo de una bastante larga; es decir, que requiere buen tiempo de concentración. Hay otras que son muy cortas.

Una meditación corta sería hacer algunas inhalaciones profundas, cerrar los ojos, localizar cualquier tensión en el cuerpo y centrarte en disolverla. Al inhalar, dices para ti: “Te amo y te apruebo”. Y al exhalar: “Con amor todo se puede mejorar”. Esto lo repites cada vez que te acuerdas, hasta que sientes que la tensión te abandona y tu ser se armoniza.

Los anteriores han sido sólo ejemplos, pero tu mente puede enseñarte muchas otras formas, si decides concentrarte en contactar con ella, escucharla, mirar o sentir lo que te comunica.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com o al teléfono 7 63 47 28

 

 

 

 

 

lunes, 8 de octubre de 2012

LA FUERZA DEL ESPÍRITU


Mis papás tienen 38 años de casados y nunca la llevaron muy bien que digamos, sin embargo estuvieron juntos, pero mi papá se fue de la casa, ya de 59 años, y tuvo una hija por ahí a los 57,  mi mamá se puso enferma no sé si de tristeza o del coraje, dice que tanto aguantarlo para que ahora salga con esto. Lo que yo más lamento es el ejemplo que están teniendo mis hijos, no sé cómo explicarles y temo que lo vean como normal.

RESPUESTA

Un psicólogo e investigador muy famoso, Bateson, decía que un problema nunca se resuelve en el nivel en que se planteó; su solución exige llegar a un nivel superior. ¿Cuál? Se le puede llamar “conexión con el Espíritu”, es decir, estar conectado con Aquel que da el mismo amor a todo lo que existe y “hace salir el sol sobre buenos y malos, justos e injustos”. Significa que, para integrar y superar lo que describes, todos ustedes necesitarán acceder a ese nivel superior; de lo contrario, no hay solución posible y todos seguirán afectados, también tus hijos. ¿Cómo se accede?

En cuanto asentimos a un conflicto, crisis, enfermedad o la vida tal como se presentan, entramos en resonancia con la fuerza del Espíritu; esto es, crecemos, sanamos y nos transformamos en una poderosa fuerza de sanación que eleva la frecuencia de todos y de todo lo que vibra con nosotros.

Este asentimiento muchas veces nos parece irracional: ¿acaso debemos estar de acuerdo con la injusticia?, ¿deberíamos quedarnos sin hacer nada? Y decimos: “¡De ninguna manera!”. Entonces, nos aplicamos a cambiar o detener el curso de las cosas, con el mismo éxito que si quisiéramos detener o modificar un caudaloso río. Después de enorme gasto y esfuerzo, tenemos que comprobar que el río tiende a seguir su cauce original.

Hacernos cargo de conflictos que ya pasaron, o que sus verdaderos dueños dejaron sin resolver, solamente nos inmiscuye en una situación sin salida y nos obliga a repetir una y otra vez las reacciones no deseadas, ahora en nuestra propia vida. ¿Qué significa?

Los verdaderos dueños del conflicto que describes son tu papá y tu mamá, a ellos les toca hacer o no hacer algo. Ustedes, los hijos y nietos, solamente serán afectados si se inmiscuyen. ¿Cómo nos inmiscuimos? Reclamando, juzgando, condenando, queriendo hacer algo para que las cosas sean diferentes de como son, apropiándonos de una responsabilidad que no nos corresponde. Ellos, los dueños, han tomado u omitido decisiones en sus vidas; las consecuencias son suyas. Nadie, aparte de ellos mismos, debe hacerse cargo de dichas consecuencias.

Tú temes por tus hijos y el ejemplo que están recibiendo; pero ésta es una magnífica oportunidad para que ellos aprendan de ti el respeto y el contenerse frente a una situación que no les toca resolver. Es un hecho que nacieron en este planeta y en él deben vivir. Contiene multitud de eventos agradables y desagradables. Tú no puedes crearles otro mundo a tu gusto; o aprenden a convivir con el bien y el mal, o toda la vida estarán quejándose de la injusticia. La fuerza del Espíritu nos permite actuar como Él: dejando que nuestro amor alumbre también a aquellos que no nos gusta lo que hacen.

 

 

 

 

 

 

martes, 2 de octubre de 2012

MI HIJA ES ADOPTADA


Tengo una hija que es adoptada. Su madre biológica la regaló al nacer y hace dos años vino hasta mi casa a pedirme que la dejara ver a la niña, yo me negué. Pienso que para ser padres no basta con haber traído hijos al mundo y luego desentenderse de ellos, en cambio mi esposo y yo la hemos querido, sostenido y dado todo nuestro apoyo y cariño. Mi pregunta es que ahora mi hija tiene 9 años y no sé de dónde ha sacado la obsesión por saber si es nuestra o adoptada, quién sabe si  alguien de la familia le haya insinuado algo y no sé cómo protegerla de indiscreciones, porque no puedo controlarles la boca a todos los que saben la historia. Pregunto qué hacer o decir para que mi hija deje atrás sus dudas.

RESPUESTA

Un hombre y una mujer que adoptan a un niño pasan a ser padres de éste, con los derechos y obligaciones que corresponden a cualquier padre. Ustedes hacen muy bien en sostener a su hija y darle todo su apoyo y su cariño, para que ella pueda enfrentar y manejar su vida de la mejor manera posible, hoy y en el futuro. Felicidades por esta generosidad y por el amor tan grande que le tienen, ella les agradecerá toda la vida. Con cada comprensión de cómo ha sido su destino, más motivos tendrá para sentirse afortunada de tenerlos como padres, a pesar de que no fueron ustedes la puerta que la trajo a la vida.

Tú preguntas qué hacer o decir para que tu hija deje atrás sus dudas, y yo imagino que te refieres a cómo decirle la verdad; lo contrario, es decir, fortalecer el secreto de su origen, no la hará “salir de dudas”, sino que las aumentará, puesto que sus células lo saben todo: que la niña está relacionada con dos sistemas a los que debe dar un orden en su corazón; que ustedes  le han proporcionado uno con abuelos, tíos, primos, quizá hermanos, y una forma cultural de vivir que contiene creencias, actitudes y conductas muy establecidas; que ella sigue perteneciendo a otro igualmente complejo, el de sus padres biológicos, que también debe ser honrado y reconocido.  

Decir la verdad a tu hija requiere de un proceso de preparación de parte tuya y del papá, en el sentido de que primero realicen ustedes, en sí mismos, los pasos que ella dará después, con el propósito de que la información le sea menos traumática. ¿Cuáles son estos pasos?

1)      1. Agradecer a los padres biológicos que hayan renunciado a su hija, y con ello dado oportunidad de que la adoptaran. Ayudará mucho que ustedes, los padres actuales, hayan comprendido que salieron beneficiados donde otras personas perdieron.

2)    2.   Honrar en estos padres el derecho a elegir -acertada o desacertadamente-  las opciones que en su momento consideraron mejores o menos malas, y dejar en sus manos la responsabilidad de su decisión. No es incumbencia de ustedes, ni de la niña, analizar la bondad o maldad de ellos, encontrar justificantes o agravantes, aliviarlos o condenarlos por lo que hicieron. El honrar este derecho a equivocarse, intrínseco a todo ser humano, será crucial respecto a la paz con que la niña pueda asimilar la verdad.

3)     3.  Honrar el dolor de los padres biológicos que, consciente o inconscientemente, de manera voluntaria u obligada,  se vieron privados de continuar con su labor paternal. Y el dolor y frustración de la niña al ser separada de ellos, lo mismo en el momento que sepa conscientemente  la verdad, puesto que no existe argumento que explique bastante a un hijo el que sus padres no pudieran tomarlo.

4)      4. Aceptar de buen grado y no negar que:

a.       la niña ha sido enriquecida con dos sistemas familiares distintos;

b.      que para lo anterior, uno, el biológico, debió retirarse. Reconciliarse ustedes con esta situación y agradecerla, será de capital importancia para el momento en que su hija deba hacerlo;

c.       la niña debe renunciar para siempre a “lo que pudo haber sido y no fue”; es decir, haber vivido ella con sus padres de sangre. No sucedió ni sucederá, sería vano y dañino incluirlo entre “lo posible”; el pasado es pasado. En cambio, si ustedes pueden ver que la Vida cuidó de la niña, también ella podrá comprender que la puso en un sitio seguro, un hogar, lo cual es un buen regalo de Dios o del Destino, que necesita agradecer.

Una vez logrado lo anterior, posiblemente ustedes ya sabrán cómo hablar y actuar. Si desearan ser acompañados en lo descrito, podrían hacer una Constelación Familiar, o varias, si resultara necesario.

 

 

martes, 25 de septiembre de 2012

LUZ EN LA OSCURIDAD


Es el segundo aniversario de la muerte de una sobrina que se suicidó. Todos en la familia hemos sufrido trastornos muy grandes a causa de eso, yo pienso que sobre todo los hermanitos de la muerta, quién sabe cómo se han de sentir, mi hermano está flaco que nos da miedo que se ponga diabético y la mamá, mi cuñada, se puso tremendamente gorda, casi creo que fue por eso. Yo estoy muy preocupada, quisiera poder hacer algo porque toda la familia se puso en desorden.

RESPUESTA

Qué dolor tan grande que muera un miembro de la familia, más si el miembro es joven, y se multiplica cuando la muerte fue por propia mano. Los familiares  se ven sumergidos en un mar de sufrimiento que parece inagotable y se preguntan ¿por qué?, tratando de encontrar culpables. A veces se enojan con Dios. Durante un tiempo sienten que no pueden continuar viviendo bien, como si no tuvieran derecho a estar saludables y alegres mientras uno de ellos, el muerto, sufrió en tal medida que puso fin a su existencia. Entonces se forma un círculo vicioso que les impide luchar por sobrevivir y reinsertarse a la vida, como si todos se hubieran muerto aquel mismo día, junto con el ser amado.

¿Puedes hacer algo? Sí. Antes de tratar de influir directamente sobre los que consideras más afectados, por ejemplo los hermanitos de la difunta, tu hermano o tu cuñada, necesitarás ponerte bien tú, porque nadie da lo que no tiene.

¿A qué me refiero? A que todos tienen sus miradas puestas en la tragedia y no pueden separarlas de allí. También tú. Alguien dijo que es mejor encender un cerillo que maldecir la oscuridad. Esta muerte los metió a la oscuridad, también a ti. Necesitas encender una lucecita. ¿Cómo?

Es imprescindible que te des cuenta de que tú y los demás familiares siguen con vida. Luego, que voluntariamente vuelvas tus ojos hacia lo que la vida significa. Entonces, en tu corazón, dices: “Yo me quedo”. Para despedirte de tu sobrina, en tu mente la miras y le dices: “Respeto tu decisión. Estabas en tu derecho de decidir lo que te pareció mejor, aunque no haya sido de mi agrado. Me duele lo que hiciste. Ahora estás muerta. Tu tiempo terminó; el mío continúa. Por favor, mira con buenos ojos que yo siga viviendo. Te dejo en donde te toca estar y yo me ubico en donde a mí  me toca estar. Siempre te amaré, con el dolor que tu ausencia me ocasiona. Renuncio a tratar de resolver este enigma y me entrego a vivir”.

Es probable que necesites varios intentos. Si tú logras reinsertarte en la vida, puedes ser como el accidentado que cae en un río junto con otras personas, pero él logra nadar hasta la orilla; entonces, desde tierra firme, lanza una cuerda o un salvavidas a los que se están ahogando, o corre a conseguir ayuda.

Quizá prefieras ser asistida en este proceso de soltar la muerte y tomar la vida. Puedes obtener esta asistencia haciendo una Constelación Familiar del evento. El proceso será similar al que te describí y probablemente habrá más información que te ayude.

Deseo que tú y los tuyos puedan volver a tener una vida buena y satisfactoria.

 
 

 

lunes, 17 de septiembre de 2012

DÉJANOS LA PREOCUPACIÓN


En junio leí su artículo sobre sentirse responsable o culpable y me lo estuve pensando para escribirle. Tengo dos hijas, ambas casadas y con hijos, una de 35 y la otra de 30 años. La mayor se casó con un profesionista que le va más o menos bien económicamente y ella es cuidadosa en administrar el dinero, en cambio la segunda y el marido siguen pensando en divertirse, van al teatro, al cine, a viajes de fin de semana y nos dejan los niños a mi esposa y a mí. Esto nos gusta, los nietos se han convertido en nuestra alegría, pero estamos preocupados por los papás porque nada conservan, a mi hija le regalé un coche y que tuvieran dos, pero lo vendieron y a cada rato me está pidiendo dinero prestado para pagar su tarjeta de crédito. Su madre y yo la aconsejamos, le decimos que ya es madre y siente cabeza y él también, y nos responde que no intervengamos en su relación de pareja. ¿Debemos abstenernos, o intervenir?

RESPUESTA

Tu hija tiene 30 años y una gran capacidad para divertirse junto con su marido, lo cual es excelente; muchas personas de esa edad pierden la alegría y las ganas de participar en eventos. Tú y tu esposa ¿creen que ella debería ser menos vivaz,  o más bien temen que la pareja no sea capaz de asumir sus responsabilidades como padres? Sería muy interesante saber qué es lo que le aconsejan ustedes, si el “sentar cabeza” quiere decir olvidarse de la diversión o hacerse cargo de sus gastos.

Dices que tu hija responde que no intervengan en su relación de pareja, y yo me pregunto qué significan estas palabras. Tal vez esté pidiéndoles que ya no le presten más dinero ni le hagan regalos costosos, porque mientras ustedes acudan a “salvarlos” de sus compromisos económicos, por supuesto que están interviniendo, como si le dijeran: “No estamos de acuerdo en la manera que gastas lo que te damos, pero nos sentimos obligados a seguírtelo proporcionando. Tú no te preocupes, déjanos a nosotros la preocupación”.

Decir “no” a los hijos es muy difícil, sobre todo cuando queremos protegerlos de un sufrimiento. ¿Qué sucedería si ustedes dejaran de prestarles cada vez que ellos no saben qué hacer? Los cambios que deberían efectuar serían espectaculares, quizá tendrían problemas de dinero y comenzarían a culparse mutuamente de no cooperar lo suficiente, y otras dificultades que no es necesario imaginar, porque ustedes ya las previeron y por eso, aunque no les gusta, siguen cooperando para posponer el momento en que los tórtolos se den cuenta de que la vida es más que diversión, también es responsabilidad y trabajo arduo.

Otra pregunta, muy importante: ¿realmente le hacen préstamos a su hija, o son regalos?, ¿ella les paga completo el importe, o les entrega un abono o dos y luego se olvida? Porque ustedes merecen absoluta seriedad en sus tratos. Si ella no los cumpliera, estaría perdiéndoles el respeto y pensando: “Ellos aguantan, puedo abusar”.

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lunes, 10 de septiembre de 2012

CUMPLIR CON EL DESTINO


Leí su artículo del 29 de Agosto, sobre el orden antiguo y el gran peso de la cultura y la educación mexicanas, y quiero compartirle que junto con el hombre que era mi esposo, pagamos el costo cultural del que habla en pérdida y separación concluyendo en divorcio, en gran parte  por la situación económica. Usted menciona que el cambio es posible, con el tiempo, y generará actos y hechos que van a repercutir en mis hijos, mis nietos...

Con todo el tacto y prudencia hacia mi destino y hacia usted, me pregunté, ¿qué hay de mí? En el sentido de que tengo 26 años y mi realización era casarme, tener hijos y trabajar. Ahora, después de mi divorcio, el costo del que usted habla es inmenso, doloroso, agonizante, pero la exigencia aumentó y todo cambia, por lo tanto, ¿qué se puede hacer?, ¿qué pensamientos o afirmaciones diarias tengo que repetir? Yo y las muchas mujeres que están en algo similar. Ya sé que aceptar el tiempo, darse tiempo, todos sabemos que el tiempo lo cura todo, pero cada segundo de ese bendito tiempo se sufre y aquí no es para pensar que se puede dar amor al prójimo, a la comunidad, a un servicio social etc., eso ya se pensó. Una mujer sabe que su complemento es el hombre, que su aspiración personal es vibrar en una misma sintonía con un hombre que elija y que la elija, mas allá de su entorno, mas allá de su educación y su pasado, con todo el amor que por generaciones se ha acumulado y que se quiere vivir ahora, hoy, y que seguramente de ese gran amor los hijos escribirán su historia, diferente a la nuestra.  

RESPUESTA

Estás ubicada en el “hoy”, lo cual es excelente, sólo que para ti ese hoy es sumamente doloroso y quieres respuestas concretas que no sean las clásicas de “se puede dar amor al prójimo, a la comunidad, a un servicio social, etc.” ¿Quedarían éstas descartadas? Luego señalas: “Una mujer sabe que su complemento es el hombre”. En este sentido, tu pregunta no es pregunta sino respuesta, tu respuesta, la que tienes en la mente y te guía. La experimentas urgente. Esta urgencia tiene doble motor, uno biológico y otro cultural. ¡Otra vez la cultura con sus mandatos!

Ya sabes que la cultura interpreta cómo debemos ver el universo; también determina cuáles son las formas permitidas y las prohibidas de satisfacer las necesidades; que las culturas cambian y lo que piensan sobre las cosas influye también en las relaciones. Me explico: En el orden antiguo, se juzgaba la calidad de un artículo (y de una amistad o matrimonio) por su duración, inclusive se los hacía durar mediante reparaciones: se ponía medias suelas a los zapatos, remiendos a la ropa, refacciones nuevas a los aparatos, y filosofías de resignación a las parejas: “Es tu cruz, aguanta”. En el orden nuevo, los productos son desechables, tienen obsolescencia programada, predomina lo pragmático y materialista y decimos: “Esto ya no sirve, otro nuevo”, sin ajustes, reparaciones ni remordimientos por tirar a la basura el último “tecnotrique”. En los matrimonios, ya no queremos hacerlos durar aunque no sirvan y, llorando, decimos adiós.

Tú, como hija de tu tiempo, estás recibiendo presión de ambos órdenes culturales; el nuevo te dijo: “Esta relación expiró; si necesitas llorarla, llórala, pero déjala ir”. Y el antiguo te dice: “Busca algo que dure”. Bajo estas presiones, te sientes tan impaciente como un atleta que dedicó su cien por ciento a conseguir una medalla de oro y luego sufrió una lesión temporal incapacitante. Ahora, lesionado, siente que él no es lo que debe ser, que su identidad está en entredicho y quiere salir del hospital de inmediato para continuar su entrenamiento. Cada minuto de espera le parece perdido y absurdo; sin embargo, si omitiera la espera, podría arruinar su carrera y sus ideales. El consejo es: “Paciencia, dale tiempo y atención para que sane”.

¿Qué frase repetir? Prueba con ésta: “Honro mi historia y mi experiencia. Me abro confiada y con amor a mi mayor bien. Es inútil resistirme, opto por cumplir con mi destino”.

En León existen grupos de separados y divorciados cuyo objetivo es apoyar a las personas a volver a tener esperanza, prepararse y estar listas para las oportunidades que están por venir. Allí escuché esta frase: "Para tener éxito en una relación, primero debes aprender a vivir solo, en tu sola compañía".Te conseguí el teléfono donde dan informes: 514 05 65.

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martes, 4 de septiembre de 2012

VOLVER AL AMOR QUE SANA


¿Qué pasa cuando alguien sabe que su mamá le pintó el cuerno a su papá y sospecha que un hermanito no es hijo de él?

RESPUESTA

¿Tu pregunta es hipotética? Voy a suponer que no y que se trata de tu caso o de algún amiguito o amiguita tuyo. Por lo pronto, pueden pasar dos cosas: que ese “alguien” esté en lo cierto, o equivocado. Sin embargo, para la persona que sospecha lo que describes, da lo mismo que sea verdad o una invención de su mente, sufrirá igual, porque ese pensamiento ya se instaló en él, o ella.

¿Y qué le pasa? Lo primero es que se siente tremendamente amenazado de perder a papá y mamá, de que su propio lugar deje de existir y de que su medio ambiente más cercano se vuelva caótico. El hijo o hija pone en duda su propia identidad, lo cual es aterrador. En otras palabras, se le puede hacer un trauma, lo cual sucedería si el reto resultara superior a sus fuerzas.

¿Hay algo que se puede hacer para evitar, o para sanar, un trauma como éste? Sí, muchas cosas.

De niña me gustaba leer historietas. En una de ellas encontré una afirmación que se me quedó grabada en calidad de duda: que en otras galaxias existían humanos tan adelantados que podían sanarse a sí mismos con el poder del pensamiento.  Con el tiempo resultó que esta afirmación es verdadera, y que los humanos de ahora podemos sanar de los traumas (o enfermar) teniendo determinados pensamientos; esto es la base de la psicoterapia en cualquiera de sus formas. La persona a la que se refiere tu pregunta necesita ayuda profesional, para que adquiera pensamientos que la fortalezcan y la pongan en posibilidad de vivir una vida satisfactoria, a pesar del “episodio traumático”. No puede salir por sí misma y sería un error que dijera: “Yo lo hago”, o “yo me aguanto”, porque lo más probable es que se sienta empujado o empujada a actuar, de acuerdo con lo que siente. Y lo que siente está impregnado de coraje, deseos de acusar, de destruir lo que le hiere y tantos más, cuando lo que subyace es un amor  herido y amenazado.

En mi opinión, antes o durante la psicoterapia, esta persona necesitaría hacer una o más constelaciones de su familia. En Constelaciones Familiares podemos ver que el amor a la familia es siempre muy profundo, el más profundo que podemos tener en esta tierra, pero circunstancias como la que describes hacen olvidar lo anterior y “disfrazan” dicho amor como odio, rencor, resentimiento, desconfianza y muchos otros sentimientos que enferman. Vemos que un hijo jamás deja de ser el hijo de sus padres, aunque éstos murieran, se alejaran o hicieran algo malo o incomprensible; que un hijo no puede resolver los problemas de sus papás aunque lo intentara, y necesita mantenerse al margen, sin adjudicarse una responsabilidad que no le corresponde.

Mientras este hijo o hija encuentra un buen terapeuta, posiblemente le sea provechoso repetir en su interior: “Papá, mamá, yo soy su hijo y jamás dejaré de serlo”.

Este viernes iniciaremos un diplomado en Constelaciones Familiares para personas que desean acomodar sus vidas y vivir en el amor. Está abierto a todo público.