¿Qué tan cierto es que en las Constelaciones Familiares
se practica el espiritismo y se invoca a los muertos?
RESPUESTA
Falso, rotundamente falso. Una versión así debe provenir de alguien que
nunca ha estado en una Constelación o si estuvo, se le escapó la esencia de lo
que ahí sucede.
En una sesión espiritista, una persona llamada “médium”,
un consultante y otras personas, forman un círculo para entre todas llamar a un
ser querido difunto, quien supuestamente se hace presente mediante ruidos,
luces, movimientos, cambios en la voz del médium… Entonces, el interesado en
llamar a ese ser le hace preguntas, que éste “responde”. Tal o similar es la
creencia de quienes practican el espiritismo.
En una Constelación Familiar no se llama a los muertos.
Se trata de mirar las dinámicas de relación existentes dentro de un grupo, las
cuales generalmente van asociadas con imágenes mentales que el consultante
tiene dentro de su mente, relativas a sí mismo y a los miembros de su familia,
vivos o muertos. Entonces se utilizan personas o figuras para representar dichas
imágenes y ver cómo interactúan entre ellas. Subrayo la palabra “imágenes”.
Una imagen no es la cosa en sí. Cuando me miro en el
espejo y veo mi imagen, puedo tener información acerca de mí, pero no significa
que ahora existen dos “yo” ni que pararme junto a una superficie reflejante sea
una invocación a mi alma, espíritu o como quiera llamarlo. Igual, si le pido a
alguien que me represente en una constelación, es para que yo pueda permanecer
sentada mirando lo que ese alguien me muestra de mí. Y si representa a algún
miembro de mi familia; puedo observar con toda claridad si tengo armonía con
esa persona o “no la puedo ver”.
De la misma manera que Freud consideró que los recuerdos
reprimidos ocasionan enfermedades, dentro de la teoría de Constelaciones
Familiares se afirma que la exclusión de un miembro de la familia, por
justificada que parezca (personalidad repulsiva, crímenes, cárcel, adicciones,
ofensas graves a la unidad familiar, etc., etc.) ocasiona enfermedades físicas
y mentales en los demás miembros, especialmente en los más jóvenes. Entonces,
se pregunta al consultante si en su familia hay excluidos y en caso afirmativo,
se asigna un representante para el ausente, se le coloca en el lugar que es el suyo,
se le reconoce y devuelve su responsabilidad, luego, se da tiempo y apoyo para
que el alma del consultante pueda reconciliarse con los hechos, por dolorosos
que hayan sido, y los deje en la persona, tiempo y lugar les corresponde;
opuesto a llevar cargando responsabilidades que no le tocan (como cuando un
hijo “debe” vengar la muerte de su padre o abuelo, o un hermano “debe” sustituir
a un hermano muerto, etc.).
¿Y qué pasa si dicho pariente ya murió? Se le honra como
miembro de la familia inclinándose ante el representante, de manera que el alma
del consultante comprenda que eso no es suyo y quede libre de mandatos, odios,
resentimientos e injusticias que se hayan cometido en su sistema familiar. Así,
podrá vivir su propia vida, sin cargas del pasado. He descrito uno de los
muchos casos en que se usa un representante para un muerto. Queda claro que es
muy distinto recordarlo y honrarlo, que supuestamente obligarlo a venir para
que toque campanitas o apague velas.
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