Dedico este artículo dedicado a
las mujeres abnegadas de hoy. ¿Aún existen? Sí, y también hombres, pero a ellos
no se les inculca la abnegación como virtud, o no en el mismo sentido ni tanto
como a ellas.
Por abnegación entiendo privación,
renuncia; que una persona se olvide de vivir la propia vida para dedicarse al bienestar ajeno, sacrificando su voluntad, afectos o intereses;
renuncia a gozar, divertirse o esforzarse
por algo que la haría sentir mejor a ella. Generalmente,
esta abnegación se basa en motivos religiosos o de altruismo.
No entiendo por abnegación hacer o
dejar de hacer acciones para obtener un objetivo cualquiera.
Las mujeres no somos abnegadas por
naturaleza, sino por educación. Nos enseñaron a agradar, a estar más pendientes
de las miradas ajenas que de la nuestra (“con esto te verás bonita”, “lo más
importante es ser bella”), a ver el mundo a través de los ojos de otros: el
marido, el posible novio, las amigas, la sociedad en general, los propios
padres… (“Eso es mal visto”, “¿y tú reputación, qué?”); nos prepararon para
obedecer, de preferencia con gusto, y a no ser dueñas de nosotras mismas, (“¿Acaso
te mandas sola?”, “si quieres hacer tu voluntad te quedarás sin casar”, “no
creo que tu marido te dé permiso”); nos premian la conducta heroica de tipo
altruista (“es tan buena que come hasta que les sirve a todos”), en cambio la
asertiva o de amor propio, castigada (“no hables bien de ti, deja que otros lo
hagan”).
Necesitadas de afecto y de pertenencia
como cualquier ser humano, de pequeñas hacemos cuanto sea necesario para
ganarnos el amor y un lugar en la familia. Ya se sabe que los años de la
infancia son decisivos en la formación del carácter. Como culturalmente se
espera que las cargas de la familia sean de responsabilidad preferente (a veces
única) de la mujer, se procura enseñarle que las acepte como propias, como su
ideal y como lo que le da sentido a su existencia. No es de extrañar, entonces,
que deba decir que “la boda es el día más feliz e importante de su existencia”,
así como las fechas de llegada de los hijos. Digamos que esto corresponde a la
abnegación antigua.
La nueva abnegación consiste en
exigirnos determinada manera de pensar. Siempre existirá la amenaza de ser
consideradas “traicioneras a la causa”. ¿Cuál causa? La de convencer al mundo que
lo femenino es mejor, la mujer más poderosa y necesitada de nadie, invulnerable;
que la relación mujer/varón ha sido invariablemente de humillación y
sometimiento para ella; que los sinsabores que han sufrido las generaciones
anteriores a manos de “bichos depravados” (los varones) deben ser vengados. En
otras palabras, mientras se critica la abnegación de nuestras madres y abuelas,
se exige a la mujer actual tener una actitud de una venganza que resulta en
otro tipo de abnegación. ¿Cuál? La de renunciar a los propios pensamientos y
sentimientos para quedar bien con alguien, ahora desconocido, una moda.
Contra abnegación enfermiza, amor
propio y libertad.
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