Lectores me
han solicitado esta parte 2 e incluir qué pueden hacer los padres cuando sus
hijos sufren bullying. Con gusto. Hoy hablaré de los yunques,
y en una parte 3, de los martillos (analogía proveniente de la
ópera La Vida Breve, que dice: Mal haya quien nace yunque,
en vez de nacer martillo).
Ya sabemos
que dicha frase expresa una visión específica del mundo y de la sociedad; es
decir, la creencia de que unos nacen para recibir golpes y otros para golpear,
e ignora otras estrategias de convivencia. Uno se pregunta: ¿Prefiero ser
yunque, o martillo? ¿Me gustaría educar a mis hijos para que sean yunques, o
martillos?
Puedo
asegurar que la inmensa mayoría de padres preferimos que nuestro hijo pegue y
no que le peguen, porque estamos dentro de esta visión que ha dado origen a
multitud de martillos que nos hacemos la vida desdichada unos
a otros, comenzando con los padres y maestros que se sienten autorizados a usar
castigos físicos y psicológicos para obligar al pequeño a educarse, en lugar de
hacer con él convenios que favorezcan su formación y, si no los cumple,
ayudarlo a identificar las consecuencias naturales de su omisión y permitir que
las sufra.
El rodeo
anterior es para explicar que el bullying NO es un
problema individual del niño, sino de su medio ambiente y en especial de su
familia, debido al credo: Mejor pegar a que te peguen. De ahí que
si un niño no pega ni se defiende se le considera problemático, en lugar de
analizar qué tipo de entrenamientos se le están inculcando.
¿Qué pueden
hacer los padres de un niño que sufre bullying? Muchas cosas.
Dejar de
verlo como víctima, y a la humanidad como a una selva de enemigos, y cambiar esta
visión por la de que el niño tiene frente a sí un reto vital: descubrir y
seleccionar a semejantes que, con el trato adecuado, pueden ser amigos.
Presentarle
a la familia como un grupo irrompible de amor, apoyo y
protección para sus miembros aun si éstos no están o llegaran a alejarse, donde todos
se ayudan y cooperan. Él también.
Exigir
al niño que hable para pedir lo que necesita. Opuesto a: Cállate,
los adultos estamos hablando. Es importante que aprenda a usar su voz
en su propio beneficio. Y cuando hable, atenderlo.
Enseñarlo
a encontrar ayudas. Que en la escuela tenga su bolita de amigos. Que
permanezca con ellos en los recreos y nunca solo. Que procure pasar los tiempos
libres a pocos metros de un maestro, asesor, conserje o cualquier personal de
la escuela.
Enseñarlo
a gritar. Si alguien lo molesta, que grite lo más fuerte que pueda, sin que
importe quién lo oiga: No me robes mi sándwich. No maltrates mi
mochila. No me pegues, etc., lo que esté sucediendo.
Enseñarlo
a denunciar. No mañana, ni pasado, hoy. Si va al baño y lo molestan, cuando
regrese al salón debe entrar gritando: Niños de sexto están en los
baños y molestan. Puede ser que la maestra se enfade por la
interrupción, pero ya lo dijo. La denuncia es esencial. Que hable con sus
padres, con la maestra o el director, cualquiera que pueda ayudarlo.
Enseñarlo
a no estar donde cae el golpe. Si ve una riña o una pelea, alejarse y no participar ni tomar
partido. Los humanos necesitamos estar alertas y protegernos de los peligros.
Enseñarlo
a no caer en trampas y provocaciones. Niños expertos en bullying suelen
dar golpes ocultos para que el acosado reaccione y, cuando voltea la maestra,
dar la apariencia de que éste comenzó. Prevenirlo que no responda golpes con
golpes (aunque nuestra cultura enseñe lo contrario), porque los acosadores
suelen ser buenos con los puños, andan en grupos y tienen peleas frecuentes.
Que nunca acuda a citas ni se crea de buenas promesas a las que debe ir solo.
Yo
recomendaría a los padres (no al niño) hacer una constelación familiar. Con
frecuencia se ha visto que un pequeño o pequeña está siendo fiel a un ancestro
y se identifica con la víctima, o con el perpetrador, o con ambos. Nadie somos
culpables de la historia de nuestra familia pero nos toca como herencia. A
veces es necesario que pongamos orden en ella.
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