lunes, 14 de noviembre de 2011

NO QUIEREN A MI NIÑO

Mis suegros murieron y nos seguimos reuniendo en su casa, les quedó a las hermanas, eran tres, pero una se cambió a un departamento, según vive sola. Las otras dos son muy especiales, sobre todo la chica, bien maldosa que es con nosotros, conmigo más, nunca me dirige la palabra y a mi niño igual, ella nada más consiente a una sobrina hija de un hermano, que es más grandecita. Esta cuñada domina bastante en la familia, como si le hubieran heredado también la autoridad, y todos le hacen comparsa, hasta los sobrinos, que son más grandes y le pegan a mi niño y pues a mí me da coraje y reclamé bien, con educación, pero no lo hubiera hecho, se armó la gorda. Yo le digo a mi esposo que ya no vayamos, pero como si lo tuvieran amarrado, se aguanta las malas caras y hasta me regaña porque me defiendo. ¿Qué puedo hacer?
RESPUESTA
Imagino lo desagradable que debe ser para ti sentirte mal recibida en la familia de tu esposo y ver que le pegan a tu hijo, cuando te gustaría que lo recibieran como lo que es, un miembro más, de la misma sangre. Según entiendo, lo tratan menos bien que a los otros sobrinos. ¿Es una discriminación?
Comprendo que estés enojada, toda madre desearía que la gente y los niños sintieran por su retoño el mismo amor que ella le tiene; sin embargo, también comprenden que es difícil que ocurra, porque el amor de la mamá siempre es más grande.
Pienso que tu amor de madre es motivación más que suficiente para que puedas hacer algo. Quiero decir, que te detengas y medites en cuál estrategia sería la más eficaz para proteger a tu hijo del maltrato y el rechazo dentro de su propia familia, situación que posteriormente puede tener graves consecuencias, sobre todo en la escuela, donde sus papás no podrán estar presentes para defenderlo. Ahora le llaman bulling.
Hasta ahora se te han ocurrido al menos dos métodos de solución; el primero, defenderlo tú misma. No mencionas qué fue lo que hiciste, ¿le reclamaste al niño que le pegó?, ¿a los papás?, ¿al grupo familiar completo?, ¿o tal vez intentaste involucrarlos a conversar con algo como: “Mi hijo está chiquito y ya también quiere sentirse familia y tomar parte de los juegos, pero impacienta a los grandes y le pegan, ¿qué me aconsejan que haga?”.
El segundo método aún no lo pones en práctica y consiste en cortar con todos y llevártelo. Ciertamente dejarían de molestarlo, y también de darle oportunidad de aprender cómo adaptarse a un grupo que le es significativo.
Cabe señalar que para tu esposo y tu hijo, este grupo familiar tiene la mayor importancia. Aciertas al decir que parece que a él lo tienen amarrado; a cada uno de nosotros, nuestra familia nos ata con lazos indestructibles. Si los “cortamos”, nos condenamos a oscilar entre estos dos extremos: sufrir como condenados por el alejamiento, descuidando toda otra relación, o dejar de sentir, ignorando los verdaderos sentimientos y volviéndonos más duros y fríos que el hielo: “no siento nada, ni me importa”.
Por último, creo que todos saldrían ganando si buscaras una terapia que te acompañara a identificar estrategias que ayuden a restablecer el respeto entre la familia política y tú, porque cuando los adultos ya no se respetan, los niños hacen lo mismo que los grandes; ellos son como amplificadores que vuelven evidente aquello que pudiera estar oculto.

lunes, 7 de noviembre de 2011

HÉROE CON SUPER PODERES

HÉROE CON SUPER PODERES
Me inscribí en un curso y dejé de ir porque teníamos que hablar en público. La vez que me tocó me preparé a conciencia y a la mera hora creí que iba a llorar, no sé cómo pude terminar, creo que hice el peor de los ridículos y no acabó allí, llevo tres meses en que si me acuerdo no puedo dormir y estando despierta me veo de nuevo frente al grupo que tengo que hablar, o lo sueño y se me aprieta la garganta, me levanto a comer algo o tomo agua y me digo a mí misma que ya pasó, no sé si sea el remordimiento por haber dejado el curso como una cobarde o qué será, pienso que la experiencia me hizo daño, cómo hago para olvidar algo que no tuvo importancia y parece un trauma.
RESPUESTA
Son cosas que pasan; quiere uno mejorar y descubre algo que no había imaginado. El descubrimiento puede caernos como piedra en el estómago: indigesto y pesado. Generalmente, pasado un tiempo, nos asomamos de nuevo a mirar qué era. Tal vez sólo nos volvemos a asustar, o quizá decimos: voy a tomar cartas en este asunto. De una forma u otra, lo que vimos, ya lo vimos.
Te preguntas: ¿cómo hago para olvidarlo? Y respondo: ojalá no encuentres la manera de hacerlo, sería como decir: Si no lo veo, no existe. Pero ahí está. ¿Qué fue lo que viste?
Antes de entrar a examinarlo, será bueno recordar que fuiste al curso porque deseabas mejorar. Tu intención era valiosa. ¿Aún la tienes?, ¿está presente? Imaginaré que respondiste afirmativamente. Ahora sí.
Lo que viste fue tu gran deseo de hacer las cosas bien. Bien y a la primera. Sin fallos, errores, dudas, vacilaciones, titubeos…; o sea, con total perfección desde un principio, como una experta, sin pasar por el período de entrenamiento que necesitaron los expertos, porque cuando escuchas a un guitarrista tocar una melodía, seguramente rasgueó previamente mil o diez mil veces las mismas notas, durante los ensayos.
Antes de ir al curso, ¿estabas consciente de ser tan perfeccionista?, ¿de que te exiges lo imposible como si fuera lo común?, ¿de que te aplicas castigos por no ajustarte a una exigencia super elevada que quién sabe cuándo se formó en tu mente, y de dónde la sacaste?, ¿de que en lugar de felicitarte por lo que hiciste bien (ir al curso, prepararte para hablar y luego realizarlo) te fijas en lo que te faltó (ser perfecta, dejar admirados a tus oyentes)?
Puedes seguir aplicándote castigo (no dormir, llamarte cobarde, considerarte ridícula, convencerte de que tienes un trauma), y también puedes bajar tus exigencias y tratarte como a un ser humano cualquiera (que necesita aprender, se equivoca, mejora poco a poco, conserva toda la vida un lado oscuro o vacío que puede recibir conocimientos nuevos). En mi opinión, saberse común y corriente es maravilloso, pues nos permite estar en paz con nosotros mismos aun sin realizar proezas de héroe con super poderes. Quizá quieras repetir interiormente: Soy un ser humano como los demás”