Hacia 1956, en la Universidad de
Stanford y en Palo Alto, California, se encontraron varios terapeutas e
investigadores famosos de la época, todos de muy alto nivel, algunos aprovechando su año sabático, (Gregory
Bateson, Jay Haley, John Weakland, Don Jackson, Paul Watzlawick, Virginia
Satir, y otros), para intercambiar y confrontar puntos de vista de disciplinas
diferentes. Ellos propusieron por primera vez el concepto de “double bind”, que
fue traducido como “doble vínculo”, y que muchos opinan debería haberse llamado
“doble coacción”. ¿De qué se trata?
Es un concepto complejo que presupone
otros dos, también complejos: 1) Las familias son sistemas, y 2) Cada familia
busca conservar su propio equilibrio tal como está, sin que importe si dicho
equilibrio beneficia o perjudica a alguno de sus integrantes. Para conservarlo,
exige de sus miembros determinadas conductas y actitudes. El resultado es que los
individuos pertenecientes a ella no siempre pueden explicar por qué sienten y
se comportan y como lo hacen, aun si les llegara a quedar claro que sus
sentimientos o acciones les disgustan o dañan.
El “doble vínculo” es una explicación
de lo anterior. ¿Cómo funciona?
Una persona revestida de autoridad
exige a una subordinada que cumpla una orden imposible de cumplir. La
subordinada se esfuerza por obedecer y al hacerlo se siente inadecuada; pero
hay una segunda orden, secreta, que le prohíbe darse cuenta de que se le está
exigiendo algo absurdo. Si llegara a notarlo y protestar, el grupo la
consideraría rebelde, loca o incongruente, pues a fin de conservar su
“equilibrio” sin enmiendas, necesita que
ella permanezca atorada, patinando y sin percibir su situación. Daré dos
ejemplos.
Unos padres ordenan a su hijo: “Di siempre la verdad”. El niño se esfuerza por obedecer. Un día advierte
que su mamá está borracha y enuncia lo que ve, con voz clara y audible, entonces
ella contesta, disgustada: “No es cierto”, y el padre pone fin a la discusión diciendo:
“No quiero saberlo, y tú, no se lo digas a nadie”. El doble vínculo se esconde
en la palabra “siempre”, junto con el acuerdo de ocultar lo evidente.
Otros padres dicen a su hijo (o hija): “¡Si fueras un mejor
niño…!” El pequeño se esforzará por obedecer, lo cual en este caso implica, por
un lado, jamás sentirse un “mejor niño” y por otro, esforzarse indefinidamente
por ser lo que no es: un mejor niño. La orden es tan nebulosa que resulta casi
imposible discernir que la palabra “mejor” implica dos calidades, una inferior actual
y otra superior futura, esta última inalcanzable, porque aun cuando alguien
“mejore” siempre habrá un nuevo escalón qué alcanzar y nada será suficiente.
Quizá alguno de los lectores ha descubierto que en su familia
existen “dobles vínculos” en la comunicación (los hay en todas las familias y
son difíciles de identificar) y quiera escapar de ellos. Este artículo es una
invitación a un cambio profundo en la formas de interactuar, mediante la
asistencia a un diplomado en Constelaciones Familiares que dura dos años y
tiene lugar todos los viernes y alternados los sábados. En el diplomado se
aprende cómo mirar a la familia sin renegar de ella y al mismo tiempo, vivir la
propia vida con libertad.
En vista de que las familias son sistemas, es posible que se den
cambios en ellas por el aprendizaje de uno de sus miembros; sin embargo, lo que
principalmente se espera es que la persona pueda convivir armoniosamente donde
le tocó estar, nacer y crecer.
En el segundo caso descrito más arriba, probablemente serviría una
frase como ésta: “Queridos papás, por favor, miren con buenos ojos que yo sea
lo que soy, lo cual no significa que he dejado de quererlos a ustedes”.