martes, 28 de mayo de 2013

MI HIJO ODIA A SU MAESTRA


Mi niño está en kinder y se ha vuelto rebelde y agresivo, no se relaciona con otros niños y cuando la maestra le llama la atención por algo, él le grita que la odia. Mi esposo y yo estamos muy preocupados; era un niño tranquilo y agradable hasta antes de entrar a la escuela, lloró mucho cuando lo dejamos el primer día y tuvieron que quitarlo a fuerza de junto a la puerta, yo creo que se sintió traicionado y no puede entender que lo hayamos dejado allí, por las mañanas no quiere levantarse y también a mí me dice que me odia. Parece que nos lo hubieran cambiado por otro niño. ¿Qué nos recomienda?

RESPUESTA

Puedo imaginar el estado de angustia y preocupación tuyo y de tu esposo ante este aparente cambio radical en la conducta de su hijito, les cuesta trabajo reconocer en él al pequeñín sonriente y satisfecho que seguramente atendieron siempre con todo su amor, y piensan: “Me lo han cambiado”.

Efectivamente, la labor del kínder consiste en sacar a los niños del nido familiar y exponerlos al trato social, donde no hay una mamá disponible para contenerlos y proveerlos de todo cuanto necesitan; cada pequeño entra en un ambiente nuevo donde él es uno entre muchos educandos, todos igualmente necesitados de amor, y para “agradar a la maestra” y “evitar que se enoje” debe modificar sus conductas y expectativas. Además, también debe hacer espacio a los compañeritos y “permitirles” existir; si tiene suerte, admitir a uno o más como amigos, a pesar de que también ellos compiten y comparten las atenciones de la maestra, los materiales y tal vez el propio sándwich. Pero a veces el niño no puede asimilar estas tareas indispensables. Describiré tres causas, hay más.

1)   Cuando la experiencia es demasiado nueva: no ha tenido otro hermanito con el que deba compartir a mamá; a lo mejor es primer nieto y los adultos se comportan como una corte de vasallos deseosos de complacerlo, o papá obliga a mamá que lo atienda personalmente día y noche y nunca lo deje llorar ni en manos de las abuelas u otras personas; quizá la madre ha pedido a todos, incluido papá, que abandonen sus propias rutinas para que el bebé lo tenga todo a su medida y “no se traume”, sin darse cuenta de que asigna al pequeño el papel de líder de la manada y la separación será un trauma comparable al del nacimiento o el destete; sin querer, se favorece un retraso en su desarrollo y que tenga la afectividad de recién nacido, en el sentido de estar absolutamente necesitado de su madre.

2)   La madre o ambos padres están resentidos con sus propios padres (hablan mucho de haber sido víctimas de ellos) e inconscientemente intentan demostrarles (aunque hayan muerto) que ellos sí saben cómo tratar a un hijo. Dicen: “Tendrá todo lo que a mí me faltó”.

3)   Los papás tienen terror a envejecer (madurar) y verse a sí mismos como adultos (se sienten de la generación joven); les interesa percibirse joviales y amorosos (son pares o amigos del hijo, “forman una pandilla” con él) y creen traicionar su amor si permiten que el pequeño tenga alguna frustración, no quieren los vea como “los malos de la película”; el niño intuye y asimila la visión de sus progenitores, exige aquello a lo que cree tener derecho y si no lo obtiene, presiona, se venga o “aplica castigos”, en una lucha de poder sin final. Y los padres se preguntan: “¿En qué fallé?”, en lugar de intervenir para poner límites, y para “corregir el error” aumentan el amor.

En todos estos casos recomiendo las Constelaciones Familiares, seguidas por Terapia de Contención. Dedicaré un artículo a esta última para explicar en qué consiste.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o en facebook.com/Pascua Constelaciones Familiares.

 

 

 

 

martes, 21 de mayo de 2013

ABANDONAR EL NIDO


Me gustaría saber su opinión desde el punto de vista de la psicología, cómo ve usted los programas de apoyo social, que desde hace tiempo en nuestro país se han utilizado para ganar votos, dan un poco de dinero mensualmente para tener al "pueblo contento", con dinero “del gobierno”, que sin duda es de los ciudadanos. Mi punto de vista es que a los programas les falta; no es solo dar el "pez", si no enseñar a pescar; me gustaría que nos compartiera algo acerca del desarrollo personal y la visión que cree usted que tiene la población mexicana, porque muchos de estos programas solo nos dan un zona de confort.

RESPUESTA

Con gusto. Mi visión es que la población mexicana, como toda población del planeta, está inmersa en el proceso de crecimiento que implica pasar de ser niño y necesitado de cuidados, a ser adulto y capaz de cuidar de sí mismo, convivir en igualdad con los semejantes y proporcionar cuidados a los más pequeños. Éste cambio fundamental indica que un ser vivo ha crecido lo suficiente para abandonar el nido, hacerse cargo de su propia vida, y en su momento, formar su propia familia. ¿La población mexicana mayor de 18 años ha logrado este crecimiento?, ¿y la del planeta?

Si todos los individuos del género humano pasaran exitosamente de ser niños a ser adultos, los psicólogos y los de muchas otras profesiones estaríamos de sobra. Pero la transformación es ardua; muy en el fondo, todos conservamos resabios infantiles que nos hacen soñar en obtener cosas gratis y que a nuestro alrededor existan uno o más seres humanos desvelándose para darnos bienestar, como lo hacían mamá y papá.

Es más fácil establecer un criterio de distinción entre inmaduros y desarrollados, que volverse uno de estos últimos. Por ejemplo, hasta hoy no me ha tocado conocer a un hijo o hija que no tenga quejas de cómo lo cuidaron sus padres, porque dejaron de darle cosas a las que “tenía derecho”: no le cuidaron su autoestima, no le proporcionaron un medio ambiente suficientemente estimulante, no lo mandaron de viaje, no lo pusieron en contacto con gente interesante, no le dieron buenos ejemplos de cómo convivir con la pareja o en sociedad, etc., etc., etc. Éstas quejas, a cualquier edad, nos ubican dentro del nido y abriendo el piquito para ser alimentados, en lugar de decir: “Ya crecí, ahora obtengo yo lo que me haga falta”. ¿Podría ser distinto en relación con el gobierno? Probablemente no.

Veámoslo a la inversa: En el patio de mi casa coloqué un comedero para colibríes; me gusta verlos revolotear y nunca entraban a mi jardín por sí solos. Interesada en seducirlos para que permanecieran al alcance de mi vista, no me pregunté si con mi “generosidad” estaba desalentando el desarrollo de estos animalitos. Para mi sorpresa, las aves no se conformaron con mi “apoyo social” sino que siguieron buscando polen en flores y desaparecían por horas; no se ha dado el caso que uno deje de volar y se quede flojeando porque ya tiene asegurado el sustento. ¿Podría suceder que los humanos sí se hagan perezosos a causa del dinero que reciben? En mi opinión, no sería por el apoyo, sino que desde antes se percibían a sí mismos como niños necesitados de cuidados e incapaces de mantenerse a sí mismos. Y como dije más arriba: si todos los individuos del género humano pasaran exitosamente de ser niños a ser adultos, los psicólogos y los de muchas otras profesiones estaríamos de sobra.

Ahora una noticia y una invitación. Dos de mis libros, “Amor con Púas” y “Calixto el Castor”, estuvieron en LéaLA, feria de libros en español de Los Ángeles, Calif. Hubo más de 70 000 visitantes. Y la invitación: El miércoles 11 de junio me toca dar la charla informativa mensual de entrada libre. El tema: “Autoimagen y autoestima”. Están todos invitados.

 

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martes, 14 de mayo de 2013

LA SOBERBIA

Si alguien nos dijera: “Tienes mucha soberbia”, lo percibiríamos como un enemigo que nos juzga y nos considera engreídos sin base, que piensa que nos damos una importancia que no tenemos. Al escuchar esta palabra aplicada a nosotros, retrocedemos en busca de argumentos que confirmen lo correcto de nuestra actitud u opinión, nos reafirmamos en lo que pensábamos y posiblemente soltemos un torrente de palabrería en nuestra defensa.

¿Qué es la soberbia? Una lealtad a determinada creencia que consideramos incuestionable; es decir, a un dogma personal, a una convicción. Solemos pensar que solamente las religiones tienen dogmas, y no es así; todas las personas protegemos nuestras convicciones.

Las convicciones son creencias intocables. Las adquirimos de la historia personal y familiar, constituyen imágenes mentales y subjetivas de cómo es y cómo debería ser el mundo. Nos está prohibido ponerlas en tela de juicio. Si dudamos de ellas, nos sentimos culpables; si alguien pretende discutirlas, nos percibimos ofendidos;  si no se cumplen tal como las pensamos,  vivimos una “crisis existencial” u horrible decepción respecto a algo que habíamos tenido como firme y duradero. No soportamos el tambaleo de nuestras convicciones, quisiéramos regresar al “paraíso perdido” de como eran las cosas antes del desengaño, porque creemos estar volviéndonos locos, la desilusión nos abruma y no le encontramos sentido a la vida ni a los acontecimientos.

Las convicciones a las que somos leales pueden ser expresadas en paradigmas. Por ejemplo: “Amar es no tener que pedir perdón”, “amar es darlo todo”, “el que ama no traiciona”, “quien ama se funde con el amado hasta ser dos en uno”. La lista sería interminable, pero quien está convencido de alguno de estos paradigmas, se siente sin poder para cambiarlos. Sabemos que toda persona comete errores aunque ame y lo más funcional es decir “lo siento”; la convencida no lo hará, tampoco perdonará, necesitaría abandonar la lealtad a su creencia, es probable que prefiera pensar que ya no ama o que ya no será amada y rompa la relación. La que lo da todo y luego se siente estafada, sin derecho para poner límites, sigue dando por temor a perder el amor y no oirá razones, se sentiría extremadamente mal consigo misma si fuera “más egoísta”. Y la que traiciona o es traicionada no puede admitir que cada cabeza es un mundo y la naturaleza es cambiante. O si se fundió con el ser amado hasta no saber dónde comienza uno y termina el otro y se siente perdida, sin personalidad ni derecho para tener ideas propias, si no deja de ser leal a su convicción, preferirá morir antes que enfrentarse con la realidad de ella es individuo y el amado también, separados uno del otro.

Más arriba dije que la persona soberbia ha fabricado una imagen mental de cómo es o cómo debería ser el mundo, y se siente obligada a ser leal a dicha imagen, por equivocada que ésta pudiera ser. La humildad, por el contrario, sería la capacidad para ver las cosas como son. ¿Existe alguno de nosotros, los humanos, que no tengamos convicciones? Ninguno; todos necesitamos de nuestras imágenes mentales para manejarnos, de ahí que podamos sospechar que todos tenemos nuestra dosis de soberbia; es decir, de error o falsedad, y lo único que puede salvarnos de la obcecación es abrirnos a las ideas distintas, escucharlas, examinarlas y abstenernos de condenar a los que no han podido hacerlo. Por ejemplo: solemos reprobar al clero que obligó a Galileo Galilei a retractarse, y no consideramos en qué medida el científico retaba las convicciones, ejes del pensar de aquel tiempo, que atribuía a la Biblia la verdad en todos los órdenes, en todos los terrenos y en todas las circunstancias. Obviamente, cuestionar aquellas convicciones era punto menos que imposible para los intelectuales de la época. Nosotros, siglos después, cuando el pensamiento social ha evolucionado, nos sentimos con derecho para juzgar duramente a quienes, con buena conciencia, se aferraron a la lealtad para con sus convicciones. ¿Tú, querido lector, no crees que la humildad es una virtud hermosa, y ayuda a la evolución de la humanidad?

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martes, 7 de mayo de 2013

ESPOSA O MADRE


Siento que he perdido pie, no sé qué debo hacer. Hace 7 meses mi esposo comenzó a llegar muy tarde oliendo a vino, decía que por trabajo, y hace un mes me confesó que hay otra mujer en su vida, su secretaria. No le armé un tango, de hecho no supe qué contestarle, no estamos impuestos a discutir y me desagrada hacerme la odiosa. Le conté a una amiga y ella me aconseja paciencia, que el tiempo trabaja a mi favor porque llevamos 15 años de casados y tenemos dos hijas. Pero mi paciencia se agota, más que él me pidió que lo dejara pasar el fin de semana con ella. Por supuesto que me disgusté y le pregunté qué onda, cómo queda la relación entre nosotros dos. Cedí contra mis deseos, se fue y volvió más cariñoso que nunca, ya no me acordaba lo maravilloso que era estar con él, no quiero perderlo y no sé cómo saber si esto es una aventura que terminará de por sí o si hay algo que yo pueda hacer para que acabe.

RESPUESTA

¿Estás triste?, ¿preocupada?, ¿con ira?, ¿decepcionada?, ¿temerosa del futuro?, ¿tienes dolor?, ¿cuáles son tus sentimientos? No los mencionas. Los sentimientos nos dan información acerca de nosotros mismos, nos ponen en contacto con nuestro interior, son energía disponible para que podamos hacer lo que sea necesario. Si los conocemos, podemos atenderlos, manejarlos y utilizarlos; si no, explotan de cualquier manera, incluso destructiva. A veces son tan grandes que nos asustan y volvemos nuestra mirada hacia otra parte, con deseos de que, ignorándolos, desaparezcan. No desaparecen.

Tus sentimientos son importantes. La primera persona que debe reconocer su importancia es la propia dueña; si tú los pasas por alto, sin darte cuenta invitas a los demás a que tampoco los consideren dignos de aprecio. Tengo duda sobre si fue tu esposo quien comenzó a dejar de pensar en ti y en lo que sientes, o si fuiste tú. Necesitas ayuda profesional para recobrar la conciencia de tu importancia.

Por otro lado, me pregunto hasta qué punto sueles expresar tu amor cuidando del bienestar de la otra persona y olvidándote del tuyo, como se hace con los hijos. Una mamá cansada y con sueño, de todas maneras se levanta para amamantar y cambiar a su bebé, así es el amor maternal; la madre sabe que necesita dormir y que ella es la encargada de su propio bienestar, sin embargo, lo pospone en aras de que su niño esté bien y cómodo. Estas manifestaciones de amor son adecuadas para con un pequeño de corta edad, mas no para con un adulto. Tratarlo como se trata a un niño es no tomar en cuenta su dignidad de adulto, no respetarla. Me pregunto cuál es tu lugar en esa relación, porque tu esposo te está haciendo las confidencias que en todo caso se harían a una madre, no a una esposa; te pide permiso de tener una aventura como si tú fueras su autoridad. Existen madres que realizan grandes sacrificios para poder proporcionar al hijo algún viaje o algún juguete que él pide, con tal de no verlo llorar. Si hicieras una constelación familiar acerca de tu relación, posiblemente descubrirías y acomodarías muchas cosas para ubicarte en el sitio que te corresponde.

Ahora una invitación: hoy, miércoles segundo de mes, toca charla informativa mensual, el tema es “Tomar la vida”, entrada libre, los esperamos a las 8pm en San Sebastián 408, La Martinica.

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