Cuando entré a estudiar
Psicología, me intrigaba saber si en verdad las personas podían sanarse
hablando. Allí aprendí que la relación entre lenguaje, pensamiento, salud y
desarrollo abarca mucho más que a un individuo aislado, también a los grupos. La
lengua influye en la sociedad y ésta en la lengua. Modificando el lenguaje se revoluciona
el pensamiento, y revolucionando éste, la sociedad mejora o empeora. Las
palabras jamás son neutrales sino realidades colectivas que reflejan a quienes
las construyen y utilizan. Con aprender un idioma, también se adquiere lo que
dicho idioma expresa (y oculta) en sus vocablos, construcción y sintaxis; o
sea, la filosofía que predomina en determinada cultura, incluido lo que es
inconsciente, así como su historia. Cambian los pensamientos y algunos términos
caen en desuso, aparecen otros nuevos o los anteriores adquieren significados distintos.
Por ser las palabras
realidades colectivas y resultados de un pacto, por el cual millones de
individuos han coincidido en producir determinado sonido para referirse a un
ente en particular (ej.: “perro”, “dog”, “chien” u otro para el animalito de
cuatro patas) nadie, por iniciativa propia, puede cambiarlas aun si quisiera. Supongamos
que de todas maneras modificáramos una palabra conocida, o creáramos otra nueva;
las consecuencias podrían ser que nadie nos entendiera, o que sí y varios otros
individuos utilizaran el nuevo vocablo. En este último caso, tendríamos una influencia
del pensamiento sobre la cultura. Me pregunto, por ejemplo, si llamar “güey” a
un amigo es el resultado de un cambio de pensamiento y en tal caso, qué
expresará esta palabra en el futuro, o si caerá en desuso.
A veces me gustaría
cambiar el significado de algunas palabras, pero luego comprendo que éstas expresan
la historia de nuestro pensamiento cultural y son, tal vez, explicaciones de
por qué se dan determinados estereotipos en nuestra cultura. Algunos ejemplos:
Patrimonio, (raíz
etimológica: padre) se refiere a bienes, ya sean recibidos en herencia o
adquiridos por esfuerzo propio. Posiblemente recuerda los tiempos en que las
mujeres no eran sujetos para heredar y poseer. ¿Tendrá qué ver con que algunas
de ellas dejen su patrimonio en manos del marido?
Matrimonio, (raíz:
madre) es un compromiso, una alianza de vida e intereses. Quizá explica la
creencia de que la mujer se compromete en la relación más que el hombre.
Me fue divertido leer
los siguientes ejemplos en Internet. Decía que se entiende distinto que el
hombre esté hecho un toro o la mujer una vaca; que un león sea una fiera en los
negocios y una leona, fiera en la cama; que un perro sea el mejor amigo del
hombre y una perra, una malnacida; el verdulero
es una persona que vende verduras y la verdulera, una mujer descarada y ordinaria; Zorro, hombre muy taimado y astuto y zorra, prostituta; gobernante, hombre que se mete a
gobernar algo y gobernanta, mujer
que tiene a su cargo el servicio en un hotel o la administración de una casa o
institución; hombre público, el
que tiene presencia e influjo en la vida social y mujer pública, prostituta; Fulano,
alguien cuyo nombre se ignora o no se quiere expresar y Fulana, prostituta. Me
hubiera gustado citar y dar crédito a quien escribió esto pero no tengo idea de
cómo volver a encontrarlo.
Si Freud y compañía
tienen razón y traer contenidos inconscientes a la conciencia es un primer paso
hacia la salud mental, ¿fijarnos en estas particularidades idiomáticas
empujaría a nuestra sociedad a sanar? ¿Qué más se te ocurre que podría
ocasionar esta información?
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