lunes, 23 de agosto de 2010

ESTILOS DE AMAR

ESTILOS DE AMAR
Todavía, con casi 30 años, me toca estar pidiendo permiso y escuchando sermones. Me gusta viajar, conocer personas y lugares y divertirme, lo cual hace que mi madre enloquezca. La última vez, cuando por fin terminó su perorata, le dije, “mamá, ya estoy lo suficientemente vieja para cuidarme sola, cuando era chica tenía que hacerle caso a todo el mundo, y ahora que estoy grande tengo igual que escuchar a todo el mundo y que me digan lo que tengo que hacer y decir. Si quieres una hija aburrida, búscate otra, porque yo no pienso dejar de vivir, sólo por hacer las cosas que tú quieres que haga”. Obviamente, nunca he podido hacer que entienda mi punto de vista y me responde con otro sermón como de cura el domingo, pero aplico mi mecanismo de defensa y al final le digo, “Madre, cuando esté en cada ciudad te llamo y te aviso que estoy bien, si eso te hace feliz, y cuando regrese te voy a contar lo increíble que me fue y te envío todas las fotos”. Tampoco la hago feliz, pero al menos no peleo más de la cuenta con ella. Le digo que le hago la vida más entretenida. Ahora está buscando otro recurso para detenerme: enfermar. Pienso que los papás se hacen más viejos y con ello, sus sermones son más largos y sus recursos más retorcidos. ¿Qué opinas?
RESPUESTA
Mi opinión es que tú ya decidiste lo que quieres hacer, cómo quieres vivir y de qué manera interpretarás los acontecimientos que se te presenten. Imagino que si mis palabras sirven para afianzarte en tu decisión, pensarás que soy una sabia, y si no, las considerarás “un sermón como de cura el domingo”. De todas maneras te diré la imagen que me formé al leer tu escrito.
Veo que estás ejerciendo tu derecho para decidir y saberte responsable de tus actos; es decir, para afrontar las consecuencias que tus decisiones traigan consigo.
Ignoro qué tan cierta y grave es la enfermedad de tu madre. También ignoro si es un recurso para detenerte. Lo que me pregunto si alguna vez la acompañaste con el médico, si a él le preguntaste su opinión y te cercioraste de que las cosas son como tú las ves, a fin de no exponerte a concluir a la ligera que “los papás se hacen más viejos y con ello, sus sermones son más largos y sus recursos más retorcidos”. Pienso: ¿todos?, ¿siempre? Las generalizaciones tienen el peligro de ser inexactas.
También me pregunto qué sitio piensas que ocupa el amor en tu corazón y cómo lo expresas. Todos tenemos amor, es una necesidad natural de sentirnos vinculados con otros seres humanos. La forma de satisfacer dicha necesidad natural es distinta en cada persona.
Leyendo tu escrito, no pude formarme una imagen clara de tu estilo personal de vivir el amor. Quizá tomar fotos y enviárselas a tu madre sea tu manera de mostrarle amor y sentirte vinculada. A lo mejor crees que amar consiste en que dos personas piensen lo mismo, y expresas tu amor intentando convencer a tu mamá de que adopte tus pensamientos. Quién sabe si para ti el amor consista en dejar libre a la otra persona para que piense y actúe como le parezca conveniente, y esperes de tu mamá que, si te quiere, no te amarre, ni tú a ella. Si éste fuera el caso, necesitarías dar lo mismo que pides y permitir que tu mamá piense y actúe como le parezca conveniente, y no darte el lujo de censurar las maneras elegidas por ella.
Como has podido ver, no es mucho lo que puedo aportar. Me despido deseando que la vida te sonría y te sientas plena de amor, siempre.

lunes, 16 de agosto de 2010

LA PAZ

Tengo 39 años. Me casé joven, al terminar la prepa. Mi ex era dos años menor que yo. Nos casamos muy enamorados, con el deseo de que nuestro matrimonio fuera para toda la vida. Solamente duró 20 años. Me salí de la casa con la finalidad de darnos un espacio y hubiera un cambio positivo, lo cual mi ex aprovechó para promover el divorcio. La desconocí porque en este inter decía que me quería mucho. Interpuso una demanda con pensión alta. Hizo muchos trinques con su abogado para quitarme propiedades. Lo que me desconcertó emocionalmente es que ahora tiene una relación con una lesbiana y su actitud es de libertinaje.
Mi pregunta es, ¿qué debo hacer para adquirir mi tranquilidad personal y la de mis hijos, y sanar el dolor que me causa este problema? ¿Cómo debería ser la relación con mi ex? Porque le tengo coraje.
RESPUESTA
Todo divorcio es un evento sumamente doloroso, del que nadie sale intacto. Se destruye un mundo para dar paso a otro. Muchas personas se quedan atoradas en el primero, reduciéndose a lamentar que “un tifón” arrasó con lo que más querían; en cambio, otras se dedican a ver qué quedó y qué pueden hacer para sobrevivir de la mejor manera posible. Tu pregunta acerca de cómo sanar el dolor y adquirir tranquilidad para ti y tus hijos, me hace pensar que eres de estos últimos, tienes fortaleza y estás creciendo. Al parecer, dentro de la aflicción tan grande que tienes, no pierdes de vista que tú y ellos necesitan paz.
Nota que cambié la palabra “tranquilidad” por la de “paz”. Una persona tranquila no tiene emociones fuertes y mucho menos encontradas, posiblemente se encuentra tumbada en una playa o viendo televisión. En cambio, quien tiene paz, ha logrado reconciliar los opuestos y darles un lugar en su interior, como cuando dos ejércitos que pelearon, mataron y saquearon pactan terminar la guerra y convivir. Necesitarán de gran fortaleza y claridad mental para poner rienda a los recuerdos y contener los sentimientos, pues un descuido basta para que regresen las hostilidades y la destrucción.
Las guerras suelen arrastrar y afectar también a los que no quieren participar en ellas. Ésta que vivieron tú y tu ex, es de ustedes dos. Ambos están heridos y sufren dolor. El dolor hay que llorarlo, solo así se mitiga. Los hijos de ustedes, que no son protagonistas, seguramente han participado en la refriega y tomado partido. Hay que sacarlos de ella a cualquier precio, o se dedicarán a vivir una vida que no es la suya, descuidando la propia. ¿Cómo?
Lo que te diré es muy difícil, pero necesario. Necesitas enseñarles a respetar y honrar a su madre. También, a respetarte y honrarte a ti. Que no se metan a juzgar quién de ustedes es mejor o peor, ni quién tiene la razón. ¡Fuera, no es su asunto! Vivan su vida y dejen la ajena.
Termino recomendándote hacer una Constelación Familiar, para acomodar el coraje que tienes, darle un buen lugar en tu corazón y transformar su energía en valor. El valor también destruye, pero solamente lo que debe ser destruido, es decir, los obstáculos para llegar a la meta. En tu caso, a la paz.

lunes, 2 de agosto de 2010

CRECER

CRECER
Leo sus artículos y me gustan. Me gustaría saber porqué en todas partes se habla de cambio: cambiar de hábitos, cambiar de manera de pensar, etc. Qué diferencia hay entre querer cambiarlo todo y ser inestable de carácter
RESPUESTA
El cambio es la esencia de la vida. Un antiguo filósofo, Heráclito, decía que nadie puede bañarse dos veces en el mismo río, pues cambia la persona y cambia el río, en un proceso continuo de nacimiento y destrucción al que nada escapa. Si esto es verdad, entonces no es que necesitemos cambiar, sino que cambiamos, y punto.
Ahora bien, ya que cambiamos aunque no hagamos nada, es preferible hacer algo para conducir este cambio hacia el crecimiento y no hacia la involución.
¿Esto es posible? En el cuerpo, sólo en determinadas edades; en la mente, siempre.
En el cuerpo, un bebé y un niño cambian hacia un mayor desarrollo; el maduro y el viejo, hacia un declinar que terminará en la muerte. La mente, por fortuna, puede crecer perpetuamente; no obstante, a veces también involuciona como el cuerpo. Para mantenerla en forma se necesita ejercitarla constante, firme y tenazmente con cambios dirigidos hacia la adaptación inteligente y armoniosa a las circunstancias. Esto es esencialmente opuesto a la inestabilidad de carácter, que consiste en que la persona no decide ni se hace cargo de dirigir su vida, sino reacciona a los acontecimientos de manera automática e impredecible. Imagino la diferencia entre ambos como el estilo de conducir un auto. En el primer caso, el conductor quiere llegar a un destino y se adapta a lo que encuentra; ve un bache o una curva y hace las modificaciones pertinentes en el volante, el acelerador o el freno, para pasarlos de la mejor manera; en cambio, el inestable de carácter no modifica nada, permite que el auto brinque o salga de la carretera y luego se queja o maldice su mala suerte, sin reconocer su colaboración en lo que está sucediéndole. Quiero decir que de todas maneras tuvo cambios, pero no hacia una mayor capacidad de adaptación.
Lo que necesitamos es crecer, no querer cambiarlo todo. Crecer es volvernos más grandes y poderosos que los retos y los problemas. Cuando éramos niños y llegamos al kinder, nos pusieron a hacer rayitas y bolitas. Para esa edad era una tarea bastante difícil, pero crecimos y sabemos hacer números, letras, sumar, restar y muchas cosas más... Aquellos retos ahora nos parecen pequeños. Así es cuando uno crece; lo que antes parecía muy pesado parece liviano, porque está capacitado para enfrentar retos cada vez mayores, y en el momento que éstos se presentan, no dice: “Pobre de mí, me ahogo con tantos problemas”, sino: “Puedo encontrar la solución”.
Me despido deseándote cambios felices, aun en las circunstancias más adversas.