Agradezco a las personas
que, en mi muro, por inbox o email, me han pedido expresar mi opinión acerca
del tema que en días pasados estuvo de actualidad: las marchas del movimiento
en favor de la familia vs. el matrimonio legal entre personas del mismo sexo; la
adopción legal por dichas parejas; la enseñanza en las escuelas de que existen
homosexuales y heterosexuales y cuáles son las diferencias.
OPINIÓN
No es ésta la primera vez
que nuestra sociedad se ve estremecida por temas sexuales. Cuando yo era niña se
hizo gran alboroto en contra de que en la enseñanza primaria hubiera niños y
niñas en la misma aula y se incluyera la educación sexual como materia. Los
padres de aquella época pensaban que lo mejor era el silencio y que los
pequeños crecieran separados por sexo. Se asustaban muchísimo. Quienes ahora
tienen cincuenta años o más pueden atestiguar que en aquellas épocas no se
hablaba de sexo en voz alta. ¡Y cuánta curiosidad despertaba el tema! ¿Así es
nuestra cultura, todavía?
Posiblemente algo queda. ¿Seguimos
creyendo que el secreto y la prohibición son los mejores métodos para “hacer
que la gente sea buena”? ¿Nos da curiosidad saber qué sucede en las alcobas
ajenas para luego murmurar o condenar lo espiado?
Hoy se habla abiertamente
de estos temas. Sabemos que en todos los tiempos ha habido homosexuales. Antes,
muchos de ellos preferían morir que reconocerlo. Algunos “hacían el sacrificio”
de casarse para seguir teniendo un lugar en la sociedad. ¿Era aquello
preferible? Luego, si se llegaba a saber la verdad, ¡cuánto dolor en las
familias! Dolor y vergüenza. Porque las parejas y los hijos pensaban, y todavía en
muchos lugares se piensa, que se trata de algo vergonzoso e inmoral. En lugar
de darse cuenta de que es un destino pesado con el cual se debe vivir.
El destino pesado al que
me refiero se vuelve aún más pesado por la intervención de heterosexuales que,
por el hecho de serlo, se catalogan como moralmente buenos. Me pregunto si de veras esperamos que los
LGBTI jamás tengan relaciones estables y pasen su vida buscando, huyendo,
ocultándose y solos por siempre. ¿Es mejor que tengan sexo ocasional? ¿Que
nunca ejerzan su sexualidad? ¿En realidad podemos creer todo esto?
En el fondo me estoy
apartando del tema, pues sólo se trata de algo legal; que un miembro de la
pareja pueda darle prestaciones al otro, tomar decisiones de salud cuando el otro está gravemente enfermo y heredarle aun en caso de intestado;
es decir, que no lleguen los hermanos o sobrinos a reclamar los bienes que
hicieron entre los dos. Y heredar a los hijos que cuiden.
La adopción es el tema que
suscita más controversia. Personas me han escrito: “que ellos vivan como quieran,
pero qué culpa tiene un niño de que sean así, lo que vería”, o: “Un niño tiene
derecho a tener papá y mamá”. No hay que olvidar que todo niño tiene papá y
mamá, incluidos los que nacen por inseminación artificial. Otro asunto es que
los tengan disponibles.
Un menor que necesita
ser adoptado no tiene a sus padres disponibles. ¿Estaría mejor en un orfanato
que viviendo con dos personas del mismo sexo que se aman entre sí y se ponen al
servicio del niño? ¿O con dos
personas del mismo sexo que también tienen dificultades en su relación, como
cualquier pareja heterosexual? Al menos contaría con alimento, ropa y un
domicilio. ¿Dudamos de la educación? ¡Quién sabe qué tipo de experiencias se
vivan en un orfanato, ojalá sean todas buenas!
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