lunes, 31 de agosto de 2020

PRESENTACIÓN DE MI LIBRO “RELATOS DE AMOR, VIDA Y MUERTE”

 

Hoy quiero hacer una invitación a mis lectores para que asistan a la presentación virtual de mi libro “Relatos de amor, vida y muerte” el próximo viernes 4  de septiembre a las 18,15 horas. Solo tienen que teclear el siguiente enlace:

 https://www.facebook.com/rmporrua/ 

Ingresamos a la tecnología. El COVID19 nos empuja. No solo es causante del “quédate en casa” sino que está ocasionando que hasta los niños de 6 años aprendan a manejar  Google Meet, Googleclassroom y otras aplicaciones que se utilizan para sus lecciones. Esos niños van a ser unos genios de la tecnología. Al principio tal vez batallen para controlar el “mouse”, elegir la materia que les toca de acuerdo a un horario, abrir o cerrar sus micrófonos y videos, pero pronto tendrán una familiaridad con  las computadores que los mayores solamente podremos admirar; difícilmente la obtendremos.

No nada más los niños y jóvenes se están beneficiando de la tecnología, también las instituciones, las empresas, los artistas y los escritores. Yo me cuento entre estos últimos y estoy muy contenta porque Editorial Porrúa hará una presentación virtual de mi libro “Relatos de amor, vida y muerte”. Y todavía me asombro de que la tecnología permita que la dueña de dicha editorial me entreviste, sin salir de casa ninguna de las dos. Comprendo que esto ya es común, pero no deja de ser maravilloso.

Me va a dar mucho gusto si mis queridos lectores asisten a la presentación y me dejan comentarios. Con sus comentarios a lo mejor hasta me siento famosa. Es mi primera vez y me encantará sentirme acompañada en este evento. No lo olviden: viernes 4 de septiembre a las 18;15  horas. Les agradezco de antemano su asistencia, y de nuevo les doy las gracias por seguirme semana por semana leyendo mis artículos. Que estén muy bien.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com

 

 

lunes, 24 de agosto de 2020

NO MÁS COMIDA CHATARRA

 

 

En esta cuarentena cuidemos la salud de los niños ¡no más comida chatarra!

En Oaxaca está por prohibirse la venta de “alimentos chatarra” a los niños. Es loable la intención de las autoridades, pero sabemos que la buena nutrición no se logra por decreto; en la manera de alimentarse intervienen demasiados factores de cultura, hábitos y costumbres que no pueden ser legislados. Es posible que legislar sobre el tema  traiga como resultados positivos obtener ingresos por multas solamente. Lo que debe ser cambiado es la mentalidad.

Se llama “comida chatarra” a todas aquellas preparaciones que contienen un alto nivel de grasa, sal, azúcares y sustancias que no poseen valor nutritivo (también si son preparadas en casa).

Algunos de los alimentos más habituales dentro de la alimentación cotidiana en los niños son: papas fritas, hamburguesas, galletas azucaradas, pizzas, bebidas carbonatadas (refrescos), los cuales, según los especialistas en nutrición, pueden conducir a un sinfín de enfermedades, como la hipertensión arterial, diabetes tipo 2, infartos, etc. Además, el consumo de comida chatarra impacta directamente al metabolismo y al sistema glandular, perjudicando a la salud física y mental. Estudios científicos han demostrado que el consumo frecuente de comida rápida y poco nutritiva es un factor determinante para el surgimiento de la obesidad temprana, en la niñez y la adolescencia.

La situación actual de aislamiento social es propicia tanto para enfermar como para crear conciencia en nuestros niños acerca de los hábitos alimenticios que son peligrosos. Como los pequeños no son quienes preparan las comidas, esta tarea educativa recae en los adultos y significa un esfuerzo considerable: es más fácil dar al niño dinero para que compre una bolsa de papas, que lavar, pelar, cortar y adornar frutas y verduras de manera apetitosa.

He aquí algunas sugerencias útiles para disminuir el consumo de comida chatarra en niños:

1.    Sustituir los alimentos grasos por alimentos saludables y preparar golosinas naturales que al niño le gusten y se asemejen a la presentación de la comida chatarra de su preferencia.

2.    Que los alimentos contengan una gran variedad de colores. La presentación hará que el niño los vea interesantes.

3.    Lograr que el niño enfoque su atención en comer sin realizar alguna otra actividad, esto hará que tenga un mejor control en sus hábitos alimenticios.

4.    Es importante señalarle al niño la importancia de un buen ritmo de sueño y enseñarle a comer lo suficiente en el desayuno y almuerzo, y más ligero en la cena.

5.    Es difícil (pero necesario) mantener al niño ocupado para evitar que se aburra. Asígnale tareas que pueda desempeñar y alábalo cuando las termine. Haz que cuente con un espacio de juegos. Aliéntalo a correr, moverse y hacer ejercicio. Enséñale que el aburrimiento no es justificación para el alto consumo de alimentos grasos.

6.    Ingéniate para mostrar al niño como engañar a los antojos mentalmente, es decir, cubrir esos “caprichos” con los beneficios de una alimentación sana.

7.    Explícale al niño que el dinero invertido en comida chatarra puede ser mejor utilizado en actividades o cosas más interesantes.

8.    Haz una presentación cero agradable de la comida chatarra, nunca la utilices como premio y si ocasionalmente das al niño permiso de consumirla, deja claro que es una excepción, porque él está aprendiendo a cuidar su salud.

Agradezco la colaboración de la psicóloga María Guadalupe Espinoza Medrano, cuya titulación está en proceso.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o al teléfono 7 63 02 51

 

lunes, 17 de agosto de 2020

LO POLÍTICAMENTE CORRECTO

 

¿Podemos hacer algo para liberarnos del miedo colectivo y permanecer sanos?

Actualmente, lo “políticamente correcto” consiste en sentir y propagar terror. Por el COVID19, las pérdidas económicas, el desempleo, la inseguridad, la amenaza de convertir nuestro país en otra Cuba o Venezuela y tantas otras a cual más intimidantes. Sin embargo, sabemos que el miedo es la tierra más fértil para contraer enfermedades. ¿Es prudencia, o cobardía, trabajar para que nuestro sistema inmunitario se fortalezca y sea capaz de enfrentar con éxito dichas amenazas?

Para muchas personas, la prudencia está consistiendo en lavarse continuamente las manos, usar cubre bocas también cuando están solas o hacen ejercicio, leer cuantas noticias alarmantes llegan por las redes sociales “para estar enteradas”, recluirse sin salir ni a tomar el sol, etc., etc. Además de lo anterior, incluyen vigilar a los demás y rechazarlos si no hacen lo mismo. Su estado “natural” es obedecer a las normas, adaptarse a las pérdidas y restringirse a condiciones antes inimaginables. ¿Ayuda esto a su salud? Piensan que sí, y que su necesidad de control es responsabilidad social.

Tener pensamiento divergente siempre ha sido riesgoso. Disentir de lo políticamente correcto suele generar angustia. Pero, o bien somos activos y decidimos lo que queramos, o la pasividad nos hace dominables. ¿Está permitido pensar con nuestra cabeza y elegir lo que consideramos más provechoso para nuestra salud? ¿Quién o quiénes otorgan dicho permiso? ¿Se necesita?

Lo novedoso de esta situación es que nos pone a dudar si es más importante que el individuo permanezca sano, o que el grupo comparta las mismas creencias aunque estas nos lleven a un estado de pánico y resignación, opuesto a lo recomendable para la salud mental.

Después de meses de confinamiento se ha ido haciendo evidente que la información que recibimos es caótica; no solo abunda en contradicciones sino que las medidas de protección no nacieron de las necesidades locales; son aplicaciones uniformes y a veces erróneas de criterios que sí y que no funcionaron en otros países. Si alguna autoridad se equivocó, va a ser difícil que lo reconozca. Me refiero a la OMS. Es más probable que sostenga sus normas aun cuando quienes las establecieron se percataran de que son nocivas.

Independiente de que la OMS tenga razón o no, todos sabemos que nuestra mente personal es capaz de coadyuvar tanto con la salud como con la enfermedad. Que el exceso de estrés genera sufrimientos y enfermedades. Que importa estar de acuerdo cada uno consigo mismo. Que la fuerza, la resistencia y la paz provienen de pensamientos armoniosos y de confianza.

Ponerse a cargo del propio bienestar, armonizarse consigo mismo y fortalecer el propio sistema inmunológico, todo esto es un derecho y una obligación. Significa mantenerse uno cuerdo, confiado y amigable dentro de unas circunstancias externas que no ayudan y parecen estar en contra. Se requiere un enorme trabajo interior y contar con el apoyo de una espiritualidad que devuelva a la persona la fe en la vida y la capacidad de ser feliz por sí misma. Es liberarse de las pautas que ordenan que se debe estar triste, resignado, sumiso, enojado, manso, manejable, aturdido, azorado, o lo que sea. Es difícil, pero no imposible.

El poeta Rafael Pombo escribió un verso que nos expresa a todos: “Yo quisiera ser un embajador de la alegría, un profesor que enseña el arte de vivir alegre cada día”. Creo que a todos nos gusta la alegría y quisiéramos poder experimentarla y comunicarla constantemente.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o al teléfono 7 63 02 51

 

lunes, 10 de agosto de 2020

NEUROSIS DE CLASE

 ¿Existen las clases sociales en la vida real, o se trata de abstracciones teóricas? ¿Tiene esto alguna importancia en Psicología? Mucha. Poder decir “yo pertenezco a...” es un factor importante de la identidad personal.

Cuando se habla de clases sociales, en mi mente ubico los extremos en un continuum, desde los muy pobres y sin poder, hasta los muy ricos y poderosos. En algún sitio intermedio estamos cada uno de nosotros.

Sucede que para poder estudiar algo se lo divide (en la teoría, porque en la práctica no siempre es posible dividir lo que se estudia). Por ejemplo, hay médicos especialistas en riñón, corazón, pulmones, etc., aunque ninguno de estos órganos sea independiente de los demás, pues actúa en sincronía con todos los del cuerpo. Lo mismo sucede con la sociedad, se la divide en clases hipotéticas aunque no haya claras fronteras entre ellas, y luego, se nos enseña a pensar con estereotipos.

Pensar con estereotipos es creer que los miembros de dichas clases sociales actúan de modo similar, y aceptar de buen grado la supuesta semejanza, aunque de ninguna manera sea exacta ni completa. Por ejemplo, no es cierto que todos los pobres son sucios, ni que todos los ricos siguen las normas de  higiene; tampoco que todos los pobres son honestos y todos los ricos tramposos y corruptos. En todas las clases hay de personas a personas, distintas entre sí.

¿Cómo nacen los estereotipos? Es difícil precisarlo, pero sí podemos localizar momentos o personajes que los alientan y favorecen. Para dar sólo dos ejemplos, el ídolo Pedro Infante actuó en películas cuyos personajes eran “pobres buenos” y “ricos malos”. Carl Marx definió a la historia y a la sociedad como una lucha de clases entre los explotadores (malos) y los explotados (buenos), que debía desembocar en una dictadura de los buenos, los proletarios.

Serge Tisseron, psiquiatra, psicoanalista, psicólogo e investigador francés, asegura que estos estereotipos permean en las familias y pueden ocasionar lo que él llama “neurosis de clase”. Ponía por ejemplo a Francois, un trabajador cuyo padre solía decir con apasionamiento: “Los burgueses son malvados, inútiles e inmorales” y al mismo tiempo lo alentaba a estudiar con ahínco para que no llevara “la vida de perro de su padre”. El hijo triunfó en los estudios, obtuvo un buen matrimonio con la hija de un político y se fue a vivir con ella a un piso con protección oficial de un barrio comunista. Pero allí la pasaba muy mal, con la terrible sensación de estar traicionando a sus antepasados y a su propia clase obrera; sentía que se había convertido en un malvado burgués.

Muchos hijos se han encontrado con este mismo mensaje: “No queremos que seas como nosotros, trata de escapar de esta vida nuestra” y luego, ya de adultos, cuando lo logran, la familia los rechaza y les echa en cara que se volvieron soberbios o con alguna característica “de la clase enemiga”. En ocasiones, estos hijos triunfadores se convierten en explotados al sentirse en obligación de hacerse cargo de la familia, como una manera de recuperar su amor.

Las personas siempre tenemos una narrativa acerca de la propia historia que afecta, para bien o para mal, tanto a la imagen de nosotros mismos como a nuestra salud mental. Por elevada y “políticamente correcta” que fuere la imagen que tenemos de nosotros mismos, si no podemos amarla debido a que no armonizara con nuestros ideales o los de nuestros padres, tampoco podremos sentirnos bien. Pareciera que desde nuestro interior, papá y mamá (aunque ya hubieran muerto) nos dijeran: “Te estoy mirando, sé bueno ante mis ojos”.

“No hay crecimiento sin culpa”, decía Bert Hellinger, el creador de Constelaciones Familiares. Se refería a que, para crecer, necesitamos dejar a nuestros padres con sus pensamientos, y dar valor a los nuestros. Esto, puntualmente, trae culpabilidad. Y sugería un segundo paso para solucionarla; decirles en el corazón: “Papá, mamá, que yo sea distinto no significa que haya dejado de quererte. Mira con buenos ojos mi diferencia”.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com , o al teléfono 7 63 02 51

 

lunes, 3 de agosto de 2020

OPTIMIZAR NUESTRA SALUD MENTAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA Parte 2


En el artículo anterior vimos que cada etapa en la vida del hombre tiene una tarea específica para completar, y que su resultado influye en el éxito de las etapas siguientes; por tanto, en el éxito de la vida completa. Describimos las etapas 1 y 2 del estudio que hizo Eric Erikson. Hoy continuaremos con las etapas 3, 4 y 5. 

Nuestro tema central es optimizar; es decir, buscar la mejor forma de hacer algo con los mejores resultados, en esta pandemia donde la vida parece detenida pero en realidad continúa. No queremos que nuestros niños y jóvenes salgan demasiado afectados de este confinamiento.

Etapa 3. De 3 a 5 años. Tarea: Iniciativa, versus culpa y miedo. Es la edad del aprendizaje psicosexual, afectivo y del comportamiento. Para el niño de esta edad ya existen hombres y mujeres, niños y niñas y otros humanos, y con cada uno se requiere un comportamiento distinto.
La fuerza opuesta en esta etapa es el sentimiento de culpa, que nace del fracaso en dichos aprendizajes. La experimenta el chico cuando no atina qué y cómo hacer o es reprendido en exceso.
El confinamiento, que ojalá termine pronto, afecta esta tarea al privar a los niños de un contexto social más amplio.
Aquí, optimizar consiste en tener claros cuáles límites y normas permiten, alientan y favorecen la iniciativa personal, así como secundar los proyectos que los pequeños inventen.

Etapa 4. De 6 a 13 años: industria versus inferioridad.  Es función de los padres y profesores ayudar a que los niños desarrollen sus recursos personales con autonomía, libertad y creatividad, de manera que el chico sea industrioso y se sepa competente. Lo contrario le ocasiona sentimientos de inferioridad.
En el confinamiento, gran parte de esta tarea está recayendo en los padres. Generalmente, es a la etapa que se le otorga mayor atención y coincide con la escolaridad primaria.

Etapa 5. Adolescencia, de 12 a 20 años. Actualmente, es posible que se extienda hasta los 24 años. Tarea: identidad versus confusión de roles.
El confinamiento afecta de manera especial a los adolescentes al reducirles sus espacios y presentarles un mundo incierto y desolado, limitar su sentido de pertenencia y orillarlos a desarrollar patologías como la depresión o la ansiedad. Ninguna otra etapa se ve tan afectada en sentido negativo como esta.
El adolescente, para saber quién es, necesita de sus pares, de formar grupos, tener amigos, compararse con ellos, competir, cooperar, sentirse parte, explorar, rebelarse contra lo que cree obsoleto y filosofar sobre el mundo mejor que puede crear.
Lo opuesto a la identidad es la confusión de roles. En este punto, el trabajo de Erick Erickson, que fue publicado en 1982, ha sido objeto de numerosas refutaciones de parte de las teorías de género. Sin embargo, queda fuera de toda polémica la importancia de que el adolescente logre una identidad consigo mismo, y sea consciente de la importancia del papel que desempeñará en el mundo y para la humanidad.
Optimizar, en esta etapa, es secundar la búsqueda constante que hace el muchacho de un nuevo perfeccionamiento del amor y la amistad, de la profesión, de la cultura y de la fe. Puede lograrse mediante conversaciones, rutinas, metas o proyectos que posibiliten y estimulen actitudes propositivas en las que el adolescente pueda tener fe y ser fiel y que, además, lo mantengan en contacto con sus pares, con las debidas precauciones de seguridad y sanitarias. Ya que es difícil que tenga prudencia, presentarle esta como una colaboración a un mundo mejor.

En el próximo artículo veremos las etapas 6, 7 y 8. Deseo para cada uno de mis lectores la máxima optimización de su vida durante esta pandemia y después.

Agradezco la colaboración de la  Psic. Irma Campos Escalante, directora del Instituto de Desarrollo Humano de León, A.C.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com