Respondo a la pregunta: “¿Qué opina del matrimonio
igualitario?”. Mi respuesta va a ser múltiple.
Mi primera respuesta es que están perfectamente
utilizadas las palabras “qué opina”, porque este tema es cuestión de opiniones
y cada persona tiene derecho a la suya. Tener una opinión es distinto a
decretar un dogma o promulgar una ley; las opiniones personales sólo tienen
relevancia para la persona que las sustenta.
En cuanto a la palabra “matrimonio”, cuando yo era chica
se refería a un convenio entre un hombre y una mujer de convivir y formar una
familia, abarcaba una promesa de exclusividad en las relaciones sexuales, y una
de apoyo mutuo. Se entendía que era de por vida: “Hasta que la muerte nos
separe”, prometían. Dicho convenio era ratificado por un ministro religioso y
uno civil; es decir, uno como testigo de una obligación de conciencia y el otro
de obligaciones civiles.
Es superfluo agregar que dicho convenio no siempre se
cumplía y el número de divorcios ha ido creciendo, pero posiblemente no se ha
encontrado otra manera más eficaz para evitar un desorden de todos con todos.
Agregando a “matrimonio” la palabra “igualitario” me
encuentro con una confusión de términos. Según el diccionario, “igualitario”
significa: “Que se fundamenta en
la igualdad social o pretende conseguirla”, y también: “Tendencia política que
propugna la desaparición o atenuación de las diferencias sociales”. Con estas definiciones
me parece estar entrando en temas políticos, no de relaciones interpersonales y
familiares. En política, según yo, suelen imponerse las opiniones de los que
detentan el poder, aunque aparenten que escuchan a todos.
En la vida diaria, me he
vuelto desconfiada con las confusiones de términos, no me gusta que alguien
matice lo que verdaderamente desea, siento como si dijera: “No quiero que te
des cuenta de lo que estás aceptando”. Al utilizar la palabra “igualitario”, la
expresión puede entenderse de mil maneras: matrimonio entre gente de clases
diferentes, quizás económicas, raciales, religiosas, de distinta nacionalidad, etc.,
etc. Creo que debería llamársele con todas sus letras “matrimonio entre
homosexuales”, para que no parezca que hay necesidad de disimular el verdadero
significado del asunto que se trata.
Regresemos al principio,
qué opino yo acerca del matrimonio entre homosexuales. Opino que es un tema
político y económico, no psicológico. En política es frecuente el “yo te voy a
ayudar en tu lucha” y no porque al político le importe, sino para llegar al
poder. En lo económico, es para lograr prestaciones y pensiones que actualmente
se otorgan sólo a la familia clásica. En lo psicológico, opino que quien quiere
amar a alguien no necesita de permisos ni de leyes, y que la homosexualidad no es
invención de este siglo, ha existido siempre. Lo curioso es que muchos
jóvenes heterosexuales en edad de casarse parecen estar perdiendo la fe en el
matrimonio y prefieren la unión libre, mientras que los homosexuales le están
tomando veneración, luchan por resucitarlo y poder tenerlo. Cada quién lo que
piensa y cree.
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