lunes, 25 de abril de 2011

Matrimonio de por vida

Mi matrimonio está prendido con alfileres por causa de mi mujer, ella tiene pensamientos que a mí no me van, dice que nos casamos muy jóvenes y es cierto, ella de 16 y yo de 20, pero eso no justifica lo que dice, que le hace falta vivir la etapa que se brincó porque no tuvo adolescencia ni juventud ni oportunidad de terminar su carrera, quiere estudiar, salir con amigas y descansar por un tiempo de unas obligaciones que tomó a una edad en que no estaba preparada, exige que yo acepte o le dé el divorcio. Los niños, tenemos tres, por ahora están unos días con mi mamá y otros con la mamá de ella. Yo fui educado en la creencia de que el matrimonio dura hasta que la muerte nos separe, pero ella dice que eso es un chantaje, y le digo que tenemos la obligación moral de seguir juntos y seríamos irresponsables si nos dejáramos.
RESPUESTA
Existe un ideal muy difundido, que el matrimonio debe durar de por vida. No cabe duda que esto es muy grande y bello… cuando se logra. Actualmente, cada vez ocurre menos.
Vivimos dentro de un movimiento social que nos supera y arrastra, por el que muchos matrimonios terminan. Sentimos la tentación de compararlos con el ideal mencionado y condenarlos. También nos percibimos culpables por no poder realizar dicho ideal. Estamos hablando de uno de los temas que más duelen en la actualidad y que las religiones, los gobiernos, los adelantos tecnológicos y científicos, las asociaciones filantrópicas, etc. no han podido disminuir o contener.
¿Qué es un ideal? Es una construcción mental que motiva a las personas, a través de una interpretación de la realidad.
Los ideales pueden ser acertados o equivocados, y de todas maneras mover las conductas hacia donde ellos apuntan. A través de la historia podemos contemplar ideales que fueron poderosos y proporcionaron “sentidos de vida” en su tiempo, que ya no funcionan, como el de creer que la tierra era plana y centro del universo. Un día, alguien salió con “el absurdo” de que se trataba de una esfera y giraba alrededor del sol, ¡qué blasfemia! Ignorantes y eruditos de la época defendieron la creencia que cimentaba sus vidas, y se preguntaban: ¿acaso puede haber más “tierras”?, ¿otras creaciones?, ¿y la redención qué?, ¿también allá mandó Dios a su Hijo?, ¿o no pecaron? La humanidad tardó casi dos siglos en asimilar el nuevo ideal o explicación, y mientras tanto, surgía un nuevo mundo: América. Incógnitas similares: Sus habitantes ¿tienen alma?, ¿son hijos de Adán y Eva, o hubo varios paraísos terrenales?, ¿es lícito esclavizarlos como bestias? El ideal de evangelizar a los indígenas condujo a su casi extinción. Más cerca en el tiempo, otro ideal, el de la super raza, acarreó una guerra mundial. Debió ser muy traumático para los sobrevivientes que lo sustentaban, comprobar que la “super raza” perdía la guerra y debía ocupar un lugar común entre los demás seres humanos.
Hoy la historia nos presenta una incógnita igualmente dura y difícil de resolver. El ideal en el que crecimos reza así: la familia está formada por padre, madre e hijos; pero en la práctica, niños tienen dos “papás” o dos “mamás” y dos o más casas donde vivir, los adultos reclaman para sí el derecho de tener vidas individuales después de haber sido padres, los homosexuales el de adoptar hijos, y la familia parece estar adquiriendo una fisonomía más variada. ¿Conocemos la solución? No. ¿Crees que tu mujer rectificaría si yo contestara que debe volver y hacerse cargo de su familia? Posiblemente no. Creo que necesitas otros métodos.

JUAN MATUS

Hace algunas décadas que los libros de Carlos Castaneda hicieron furor y dieron la vuelta al mundo. Quienes los leyeron, yo por ejemplo, pudieron adentrarse y admirar mucho del conocimiento de los antiguos indígenas. El autor describe su experiencia con Juan Matus, un indio yaqui que no sólo le expuso la cosmogonía precolombina y actual de su etnia, sino que le enseñó a adentrarse en lo que él llamaba el mundo de los brujos o de los hombres de conocimiento. Es un fascinante relato que rescata prácticas y creencias que para mí resultaron tan increíbles como alucinantes, y no tenían cabida en nuestra concepción “criolla” del hombre y de la naturaleza. En aquel tiempo, pensé: ¡qué interesante sería conocer a Juan Matus y hacerle preguntas!
Pasaron los años y prácticamente olvidé aquellas lecturas, pero recientemente me llevé la sorpresa de saber que en Alemania iban a presentar al hombre conocido como Juan Matus, cuyo nombre verdadero es Tata Kachora, quien ya antes había sido invitado por el Dalai Lama, y que al inicio de esta primavera realizaría una ceremonia en Tecate, BC. No asistí, detenida en los vaivenes de pensar que la información proveniente de Internet lo mismo puede ser confiable que simples fantasías, ¿será Juan Matus o no? Me preguntaba.
Una amiga sí asistió, regresó contando que había multitud de personas de todos colores, provenientes de muchas partes del mundo, reunidas para la celebración. No es todo. Ella invitó a Tata Kachora a venir a León el próximo mes de mayo, y él aceptó hablar en público y conceder entrevistas personales con quienes lo desearan. Pensé: es posible que entre mis lectores exista alguno a quien le interese, voy a comunicar lo que sé y pienso, ya cada uno verá si le parece atrayente. Por lo pronto, yo iré. Desde en tiempos de mi lectura me quedé con una interrogación, Juan Matus le dice a Carlos algo como esto: la vejez es un acuerdo que tomaron sin estar yo, y no tengo por qué atenerme a él.
Mi amiga me proporcionó los siguientes teléfonos para hacer contacto: Fijo: 763 02 77, nextel:
Ángeles Ruelas 161 56 12, ID 52*24 20 63*1 y Adriana Podio ID 56*145*9369

NIÑOS PRECOCES

Mi nieta de tres años se queda a veces a dormir conmigo. Me sorprende de muchas maneras, pero me impactó descubrirla haciendo movimientos raros, como de hombre teniendo relaciones. Ya la había visto que se montaba en algún sillón o se ponía un cojín entre las piernitas, y esta vez se subió a mi pierna. Le pregunté: ¿Eso qué es? Dijo: Te estoy dando masaje. ¿Quién te enseñó? Mi tía Tal. Es una niña de seis años. ¿Y a ella quién le enseñó? Mi tío Cual. Otro niño de diez, ambos de la familia de mi nuera. Van mucho para allá. No he sabido qué hacer, porque si le digo a mi nuera no me va a creer y posiblemente se enoje, y mi hijo es tan explosivo que temo su reacción. ¿Habrá que llevar a la niña a tratamiento?
RESPUESTA
Te felicito por tu prudencia. No armaste impulsivamente un lío. Estás detenida, tomándote tu tiempo, pensando cuál será la mejor manera de manejar el asunto. A veces, un evento así pone de manifiesto nuestros miedos y queremos “acabar con esto para siempre”, como si fuera posible y deseable: “Hay que darles un castigo ejemplar”, “que ya no se junte con esos niños”, “¿A quién le pongo una demanda, ante cuál autoridad?”, “¿qué clase de tendencias traerá esta niña?”.
La reacción de los adultos frente al descubrimiento infantil de las zonas erógenas es de capital importancia, pues da pautas de comportamiento al futuro adulto. Hace la interpretación básica del significado de los impulsos sexuales, que están presentes toda la vida.
Cierto que los niños de ahora nos sorprenden, parecen traer chips integrados que antes no existían, o que funcionaban con mayor sigilo. Tu nieta, absolutamente sin malicia, siente la confianza suficiente para preguntarte con acciones: “Mira, abuela, otros niños y yo descubrimos esto. ¿Qué opinas?”. Es imposible dejarla sin respuesta, pues incluso el no contestar contiene una visión, como si dijeras: “Perfecto, sigue adelante”, o: “Arréglatelas sola, aquí no hay permiso para hablar de eso”.
¿Qué se debe cuidar? Sobre todo la relación de la niña consigo misma y con su familia: sus padres, primos, tíos y abuelos. En este caso, fue algo que ocurrió entre la pequeña y tú, y tú eres la adulta. Te toca poner los puntos sobre las íes. Invitar a otros a que participen puede afectar la interacción entre ustedes dos y con la familia. Necesitas poner límites, hablar de modales e introducir los conceptos de “espacio vital”, “respeto”, “auto control” y “tiempo y lugar”, con palabras y actitudes que ella pueda entender.
Lo anterior significa que así como no se debe entrar en una casa ajena sin ser invitada, tampoco es adecuado “ofrecer masajes” si la otra persona no quiere. Puedes decir algo como: “Eso no me gustó. Estoy de acuerdo que te sientes en mis piernas si vas a estar quietecita. Siempre y cuando yo quiera. No será buen momento cuando estoy en la computadora o haciendo la comida, y si quisieras que a fuerza, me enojaría y te pondría mala cara”. Respecto a modales y auto control: “En la familia tratamos de ser bien educados, no eructamos en la mesa ni subimos los pies a los asientos del coche. Cuando queremos hacer pipí o popó, vamos al baño y dejamos todo limpio. Hay adultos y niños que son mal educados y no les importa: rayan las bancas en misa, corretean y atropellan a los clientes en el restaurante, se comen los mocos enfrente de todos o hacen movimientos como esos que no me gustaron, sin fijarse en quién los ve y qué imagen dan”. También: “Tú no hagas lo que hacen los niños mal educados, y si alguno sigue o te quiere obligar, puedes decirle “no” con firmeza, y comunicar a tus papás lo que sucede”.
Lo anterior es sólo un ejemplo, no debe ser puesto en práctica textualmente. Tú conoces mejor a tu familia y sus circunstancias, confía en tu buen juicio y haz lo que tu amor te dicte. Posiblemente evitarás que lleven a la niña con el especialista a esa edad tan temprana, ella podría interpretar de mil maneras el hecho de “necesitar” tratamiento, cuando en realidad sólo está creciendo en un mundo alocado.

PAZ INTERIOR Y FELICIDAD

Generalmente vivo atareada o preocupada y pienso en cuánto me gustaría vivir tranquila, eso me gustaría. Cómo hacen las personas que viven tranquilas y felices, cuál es el secreto y si todo el mundo lo puede lograr.
RESPUESTA
Conozco a personas felices que lo son, por un breve lapso, cada vez que logran una meta que se habían propuesto: terminar una carrera, obtener su primer millón, casarse, tener un hijo… Dije por un breve lapso. La felicidad existe, pero no es duradera.
Todos buscamos la felicidad. También la conocemos. Es como una cerilla luminosa que alumbra la vida y la vuelve bella, luego se apaga y nos queda el recuerdo. Recuerdos felices que atesoramos en el corazón. En ocasiones alumbran tenuemente los momentos negros, pero también pueden hacer que la negrura nos parezca más espantosa, cuando la comparamos con aquel fugaz instante en que nos sentíamos iluminados. Querríamos volver atrás, prolongar el momento feliz, volver a vivirlo, como si no fuera cosa del pasado. Pero es pasado. Se ha ido. Nos negamos a reconocer que así es. Que el presente siempre es nuevo. Que necesitamos encender otra cerilla y ésta tampoco durará eternamente.
¿Hay diferencia entre la felicidad y la paz interior?, ¿son lo mismo que la tranquilidad? Los verdaderamente tranquilos son los muertos; nada los inmuta. Podemos decirles: “murió tu mamá”, “se esfumó tu fortuna”, “la gente murmura de ti”… y no reaccionarán. Solamente los vivos subimos y bajamos en el volantín de las emociones, las felices y las atormentadoras, porque estamos vivos. Sentimos. Podemos experimentar la tranquilidad momentáneamente: unas vacaciones, la playa, arena, una silla, el relajamiento total… y durante ese lapso caemos en la inactividad.
La felicidad y la tranquilidad ocasionales son distintas de la paz interior. Esta última permanece. Puede traer consigo las dos primeras, pero no necesariamente. Es un logro espiritual. Consiste en reconciliarse, “ponerse en paz” con Dios, el mundo, las personas y uno mismo tal como son y se presentan. Decir sí a lo que acontece, incluso teniendo los ojos llenos de lágrimas. Es confiar en que una Sabiduría Superior está a cargo y sabe. Ponerse al servicio de Ésta sin saber a ciencia cierta qué ordenará enseguida. Entregarse, he aquí el secreto que todo el mundo puede lograr, siempre y cuando posea fe, esperanza y amor. Como estas tres actitudes son dones, es decir, que no nos es dado adquirirlas, primero habrá que pedirlas. ¿A quién? A esta misma Sabiduría Superior: “Dame lo que pides, y pide lo que quieras”.

lunes, 4 de abril de 2011

MATRIMONIO DE POR VIDA

Mi matrimonio está prendido con alfileres por causa de mi mujer, ella tiene pensamientos que a mí no me van, dice que nos casamos muy jóvenes y es cierto, ella de 16 y yo de 20, pero eso no justifica lo que dice, que le hace falta vivir la etapa que se brincó porque no tuvo adolescencia ni juventud ni oportunidad de terminar su carrera, quiere estudiar, salir con amigas y descansar por un tiempo de unas obligaciones que tomó a una edad en que no estaba preparada, exige que yo acepte o le dé el divorcio. Los niños, tenemos tres, por ahora están unos días con mi mamá y otros con la mamá de ella. Yo fui educado en la creencia de que el matrimonio dura hasta que la muerte nos separe, pero ella dice que eso es un chantaje, y le digo que tenemos la obligación moral de seguir juntos y seríamos irresponsables si nos dejáramos.
RESPUESTA
Existe un ideal muy difundido, que el matrimonio debe durar de por vida. No cabe duda que esto es grande y muy bello, cuando se logra. Actualmente, cada vez ocurre menos.
Vivimos dentro de un movimiento social que nos supera y arrastra, por el que muchos matrimonios terminan. Sentimos la tentación de compararlos con el ideal mencionado y condenarlos. También nos percibimos culpables por no poder realizar dicho ideal. Estamos hablando de uno de los temas que más duelen en la actualidad y que las religiones, los gobiernos, los adelantos tecnológicos y científicos, las asociaciones filantrópicas, etc. no han podido disminuir o contener.
¿Qué es un ideal? Es una construcción mental que motiva a las personas, a través de una interpretación de la realidad.
Los ideales pueden ser acertados o equivocados, y de todas maneras mover las conductas hacia donde ellos apuntan. A través de la historia podemos contemplar ideales que fueron poderosos y proporcionaron “sentidos de vida” en su tiempo, que ya no funcionan, como el de creer que la tierra era plana y centro del universo. Un día, alguien salió con “el absurdo” de que se trataba de una esfera y giraba alrededor del sol, ¡qué blasfemia! Ignorantes y eruditos de la época defendieron la creencia que cimentaba sus vidas, y se preguntaban: ¿acaso puede haber más “tierras”?, ¿otras creaciones?, ¿y la redención qué?, ¿también allá mandó Dios a su Hijo?, ¿o no pecaron? La humanidad tardó casi dos siglos en asimilar el nuevo ideal o explicación, y mientras tanto, surgía un nuevo mundo: América. Incógnitas similares: Sus habitantes ¿tienen alma?, ¿son hijos de Adán y Eva, o hubo varios paraísos terrenales?, ¿es lícito esclavizarlos como bestias? El ideal de evangelizar a los indígenas condujo a su casi extinción. Más cerca en el tiempo, otro ideal, el de la super raza, acarreó una guerra mundial. Debió ser muy traumático para los sobrevivientes que lo sustentaban, comprobar que la “super raza” perdía la guerra y debía ocupar un lugar común entre los demás seres humanos.
Hoy la historia nos presenta una incógnita igualmente dura y difícil de resolver. El ideal en el que crecimos reza así: la familia está formada por padre, madre e hijos; pero en la práctica, niños tienen dos “papás” o dos “mamás” y dos o más casas donde vivir, los adultos reclaman para sí el derecho de tener vidas individuales después de haber sido padres, los homosexuales el de adoptar hijos, y la familia parece estar adquiriendo una fisonomía más variada. ¿Conocemos la solución? No. ¿Crees que tu mujer rectificaría si yo contestara que debe volver y hacerse cargo de su familia? Posiblemente no. Creo que necesitas otros métodos.