2018 se va. Se convierte en pasado. Llega 2019 como
futuro. Cada uno sabemos qué fue lo que vivimos en el año que expira, si en él
nos sentimos felices o no, si alguien muy querido que nos encantaría tener aún
aquí ya no está, si llegó un nuevo amor, una nueva ilusión, un nuevo
descubrimiento, un nuevo desarrollo, un segundo aire...
Hace 365 días estábamos recibiendo el 2018 y nos
propusimos que durante él... ¿qué cosas queríamos?, ¿las obtuvimos? Si sí, nos
toca agradecer al año que se va por lo que nos trajo, y si no, ¿confiamos en tenerlas
este año, o esperaremos aún más?
Hay quién dice que la esperanza es virtud de los débiles;
pasan la vida esperando. Otros dicen que la esperanza muere al último; triste consuelo,
esperar y esperar, luego morir, y que la esperanza muera con nosotros, fin.
Llegamos a 2019. No podemos decir que logramos llegar, es
sólo que la vida aún nos asiste. Muchos comenzaron y no terminaron el año, pero
no quiere decir que ellos deseaban irse. La vida les duró hasta donde duró.
Nosotros tenemos vida. Aún. Y podemos hacer muchas cosas que nos hagan felices
o desgraciados.
Estoy convencida de que nadie desea ser desgraciado. Lo
es porque no sabe cómo ser feliz. O lo sabe pero no se anima a romper con un
obstáculo y espera una mejor oportunidad. O está convencido de que su forma de
vivir es la única posible y debe resignarse.
La resignación es virtud de los que no son lo
suficientemente serios para ser optimistas ni pesimistas, sólo han perdido la
esperanza, y se supone que ésta debía morir al último. Resignarse no es lo
mismo que aceptar lo que es como es, sino vivir pensando que no debería ser así
pero ni modo. Tal vez la resignación no merece el nombre de virtud.
Comenzar el año nuevo con resignación es una perspectiva
demasiado triste. Comenzarlo con esperanza, bastante pesimista. Comenzarlo con
fe abre horizontes y los amplía. La persona se convence a sí misma que tiene
millares de opciones y capacidad para explorarlas. Confía en ella y dice
¡ahora!, porque todo comienza en un ahora. Ni el ayer ni el mañana ofrecen
posibilidad para decidir nada. Sólo el hoy.
2019 es un año como los demás, que no se resolverá a sí
mismo ni nos traerá buena o mala suerte. Sólo reflejará lo que habremos pensado
y realizado. Será nuestra creación. La de cada uno. Porque somos creadores y
podemos forjarlo a nuestra conveniencia... si tenemos fe en que es posible. Y
si no la tuviéramos, lo pasaremos deplorando la maldad de los demás y su falta
de compasión y compañerismo.
Querido lector que me has acompañado leyendo estos
artículos, gracias. Has contribuido a que yo sienta fecunda mi labor de
escribir. Hemos compartido este año desde lejos y establecido una comunicación
cada semana. Espero... ¡No! Tengo fe, confío, en que continuaremos
acompañándonos a la distancia durante este año, y que tu 2019 será exactamente
como lo deseas y lo piensas. ¡Es decir, excelente! Feliz año.