lunes, 27 de agosto de 2018

LA PASÓ BIEN


El viernes nos reunimos varios a recordar con amor a Martha Angélica Vázquez Aguilera en un homenaje póstumo para ella. A celebrar su vida. Sus hijos presentaron un elocuente video que abarcaba toda su historia personal. Al terminar, uno de ellos exclamó: “Sí, la pasó bien”. Me sentí profundamente de acuerdo. La pasó bien y pasar bien la vida no es algo insignificante.

En mi mente quedaron después muchos pensamientos. Pasarla bien es equivalente a saber vivir. No significa ausencia de problemas y dolores, sino la capacidad para mantener buen ánimo a pesar de ellos.

Es común creer que tener una buena vida consiste en recibir sólo bienes; es decir,  eventos y circunstancias que evoquen sentimientos espontáneos de satisfacción, alegría, felicidad y regocijo. Pero la vida no es así, trae de todo, incluidos momentos y hasta épocas dolorosos, con sentimientos de tristeza, decepción, ira, desconcierto, frustración, carencia, soledad, humillación, etc., etc.
Lo que distingue a una persona que sabe vivir bien de otra que no lo sabe, son los sentimientos que alberga en su corazón. “De la abundancia del corazón habla la boca”.
Damos lo que poseemos dentro. Todos hemos conocido a personas que a donde van llevan sonrisas, diversión, paz y felicidad, y a otras que provocan lo contrario: llegan a un lugar y no tardan en suscitar un conflicto. Dan la apariencia de estar en guerra contra todo cuanto existe;  ellas mismas, la gente, las instituciones, las costumbres, las clases sociales, o lo que sea. Uno les dirige la palabra y encuentran algo criticable en lo que dice. Leen un comentario con o sin importancia en Internet y lo aprovechan para ofender y decir majaderías. Se topan con  cualquiera que se muestre feliz y no le creen, lo desmienten o exclaman: ¡Mientras te dure! Ven a una pareja besándose y parece que quisieran meterla a la cárcel. Podríamos dar más ejemplos. Solemos llamarlos amargados o infelices.
El vivir feliz o infeliz, satisfecho o amargado, nunca es gratis; algo tuvo que suceder para obtener dichos resultados, miles de elecciones pequeñas y grandes que lo ubican a uno donde está y lo hacen mostrarse como se muestra. Cada minuto, consciente o inconscientemente, uno escoge el “género” para el guión de su vida: de amor, romántico, de acción, de aventura, de guerra, de melodrama, de tragedia...
Son fugaces y trascendentales los momentos en que uno elige que tipo de reacción tener y cuáles sentimientos quiere guardar en su corazón.
Llegar a poseer sentimientos hermosos y positivos requiere una lucha mental disciplinada y constante que no es fácil, sino en verdad muy difícil, sobre todo después de alguna pérdida significativa: de un ser querido, de una fe, de una seguridad, de una ilusión, de un ideal... ¿Quién de nosotros está con seguridad libre de sufrirlas? Ninguno. Así que nos toca vigilar las 24 horas del día y elegir vez por vez. Por ejemplo, en una gran tristeza, uno elige diluirse en ella o buscar muchas experiencias que den alegrías aunque sea chiquitas: oler un perfume, dar un paseo, tomar un baño de burbujas, nadar, correr, maquillarse, platicar, ver películas de risa... En una decepción, uno elige perder de plano la fe en todo o investigar en qué cosas sí puede creer aunque parezcan triviales, como: creo que estoy vivo y respirando, creo que tengo comida para hoy, creo que mi casa es para mí, creo que le tengo afecto a tal o cual persona, creo que todo pasa y esto también pasará, creo que me agrada sentirme a gusto, creo que puedo hacer cosas a mi favor... 
Vale mucho la pena cualquier esfuerzo que hagamos para pasar bien la vida, porque es la nuestra y es breve. Así viviéramos cien años, la vida no dura mucho. Y el tiempo que nos queda, que sea bueno. Si uno tiene un dolor inevitable, puede darse sus mañas para soltarlo por períodos cada vez más prolongados hasta que se convierta en recuerdo que ya no daña, a fin de llegar a la vejez no cargados de amargura, sino de bellos sentimientos.
“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com


lunes, 13 de agosto de 2018

CELOS POR LAS REDES SOCIALES


¡Maldito Facebook! Mi esposo me regaló una tableta, me enseñó a entrar al Facebook y me consiguió amigos con los amigos de mi hermana. Para mi mala suerte, intervine en una conversación ajena con un comentario, se comenzaron a pelear y uno escribió: No trates así a la princesa. Mi esposo lo vio y se enojó, que quién me llama princesa. Me salí de Facebook y no fue suficiente, desde entonces duerme en el taller y no me habla, piensa que yo lo engaño. A veces se le olvida pero se vuelve a acordar. Yo digo que él está enfermito de su cabeza, no sé cómo ayudarlo y me siento preocupada, desesperada. Qué hago.

OPINIÓN

Tienes razón de preocuparte, imagino que te gustaría convivir en paz con tu esposo, que él confiara en ti y supiera que no lo engañas. Te sorprende que reaccione de esa manera tan fuerte ante una situación que no llevaba la intención de molestarlo. Fue pura mala suerte.

Voy a suponer que él está celoso; es decir, que te ve muy atractiva y piensa que para todos los hombres del planeta eres así de atractiva como él te ve y, por lo tanto, no ha de faltar alguno que quiera seducirte y apartarte de su lado. Obviamente, él no puede expresar esta verdad tal como la siente porque prevé algún peligro. La pregunta es: ¿cuál peligro?

El peligro debe estar en ti. ¿Qué harías o dirías si de repente él se animara a reconocer lo que siente y a decírtelo claramente? ¿Puedes imaginarlo? A lo mejor no. Esfuérzate e imagina que él te dice: Mujer, para mí eres preciosa y enormemente atractiva, tengo miedo de que encuentres otro hombre mejor que yo y te vayas con él. ¿Cómo imaginas tu reacción? ¿Le creerías? ¿Te sentirías honrada?, ¿o estallarías en carcajadas?

Para los seres humanos es demasiado doloroso manifestar los propios sentimientos y que estos sean rechazados. Entonces, con frecuencia, mejor les ponemos un disfraz. Que no se vean como son, así cree uno protegerse del rechazo.

¿Por qué uno rechaza una declaración amorosa? Puede haber muchos motivos. Mencionaré sólo tres: Si uno cree que es mentira. Si piensa que lleva trampa. Si no siente lo mismo y calcula que le será imposible corresponder.

Sigo suponiendo que el peligro está en ti, porque el celoso es él. ¿Piensas tú que es mentira que en verdad te quiera y tema perderte? Sería cuestión de analizar por qué te es imposible creer que alguien te ama de esa manera.

¿Pensarías que una declaración así oculta una trampa? Sería cuestión de saber qué te enseñaron y has visto con relación al amor. Por ejemplo, que si alguien dice te amo, en realidad está buscando sacarle provecho a una persona o esclavizarla de alguna manera.

¿Sentirías que no te es posible corresponder igual a una declaración así? Sería cuestión de analizar tus sentimientos y no sentirte víctima. Tampoco victimaria. Es frecuente que una persona ame a otra que no le corresponde igual, y sufra por ello. Sucede. Más triste sería engañarla diciendo que uno sí siente lo que no siente.

Por último, qué hacer. Dependiendo de  lo que hayas descubierto en tu corazón, toca decirle la verdad, por hermosa o dolorosa que sea. 

Voy a poner aquí frases de como si hubieras descubierto que lo amas y deseas estar con él, aunque sólo tú sabrás si son verdaderas: Querido: Estamos juntos, voluntariamente, porque queremos, con el propósito de vivir mejor que si estuviéramos separados. Por favor, te pido, que si decides estar conmigo, confíes en mí y me ayudes a ser feliz. Y si no puedes confiar, te pido que me dejes y seas feliz tú, sin mí, porque me molestan tus celos y no vivo a gusto.

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lunes, 6 de agosto de 2018

AUTOCONMISERACIÓN


A nadie le gusta causar lástimas. Tener lástima de alguien es olvidar su dignidad esencial y verlo hacia abajo, inferior, débil, tonto, con mala suerte, con decisiones locas, etc.

Es absurdo (pero también posible) tener lástima por uno mismo. Sentirse pequeño, vulnerable, despreciado, fracasado. A fin de perpetuar este pensamiento confuso, el afectado hace un esfuerzo por “tener razón” (el triste consuelo de tener razón) y ve a su alrededor lo mismo que piensa: todos lo miran insignificante, lo lastiman, lo relegan y lo hacen menos. 

La conversación de una persona que ha resuelto tener lástima por sí misma gravita en torno a desgracias y humillaciones injustas que ha tenido que sufrir a manos de la vida o de gente desconsiderada. En el trabajo, le dieron el ascenso a otro y el jefe lo ningunea; en su casa, la pareja lo insulta; en la calle, la gente lo agrede; y así, en cualquier contexto.

Para el aquejado de autoconmiseración, la vida es injusta y dispareja al brindar oportunidades; por tanto, le es doloroso mirar a alguien que se siente bien y contento. Dicho bienestar lo ofende y lo motiva a sospechar de sucias maniobras mediante las cuales pudo lograrlo, y piensa o dice: Lo pagó con cuerpomático. Donde quiera hay corruptos. A cuántos habrá despellejado. Enviudó de una pareja que no amaba. Ni siquiera le dolió su hijo, qué corazón tan duro...

La autoconmiseración no es humildad. Pensar y hablar mal de nosotros mismos, y mantener puesta la mirada en las cosas peores que hemos vivido o nos podrían suceder, no nos hace objetivos, sino asustados. No nos hace bondadosos, sino criticones. No nos hace amables, sino hostiles. No nos hace compartir la alegría y la buena suerte de los demás, sino envidiosos.

La autoconmiseración, como todas las reacciones y rasgos de carácter, tiene motivos que la explican, mas no la justifican (no puede justificarse una actitud que arrastra a su dueño a un dolor y sufrimiento constantes). Los motivos suelen ser desgracias reales, sobre todo las sufridas en la infancia, época en que uno es particularmente vulnerable, pero también en etapas posteriores: muerte o pérdida de los padres o de otro ser querido importante, del estatus socioeconómico, del buen nombre, etc., etc. Sin embargo, no todas las personas se amargan debido a este tipo de experiencias ni todas caen en la autoconmiseración.

¿Qué hacer si uno percibe que se le está enredando el pensamiento y en la mayor parte de los casos se siente víctima? 

Huir hacia la salud. 

¿Cómo? Apartando la mirada del pasado, de lo triste y doloroso y dirigiéndola hacia el presente y el futuro, a las cosas buenas que tenemos y podemos tener si decidimos luchar por ellas.

Conocí a una mujer que perdió a su esposo y a una hija en un accidente. Se sentía deshecha y sin motivación alguna. Luego de varios meses de intenso duelo, organizó  “una llorada descomunal” con parientes y amigos y botellas de tequila. Luego dijo: “Basta. A lo que sigue”. En alguna ocasión me comentó: “Me siento culpable si soy feliz, pero ni modo de quedarme atorada”. 

Para grandes males, grandes remedios. La autoconmiseración no se vence con fomentos de agua calientita ni con el amor y cuidado que los otros pueden dedicarnos; se vence teniendo la decisión y fortaleza de mirar hacia lo bueno y hermoso que podemos engendrar y la vida puede darnos. Se vence diciendo: “Basta de llorar, me toca actuar y ser feliz”.

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