lunes, 23 de julio de 2018

GRACIAS, MARTHA ANGÉLICA


Acaba de pasar el centenario del nacimiento de Nelson Mandela, quien falleció en 2013. Uno de los reporteros que cubrieron el evento fue Carlos Loret de Mola, y le sorprendió que la gente en Johannesburgo, Sudáfrica, durara bailando y cantando durante 4 días y sus noches para festejar el legado y la lucha en que participó “Madiba”, como lo llamaban. Decían estar felices de haber conocido a un hombre tan singular. Hasta el día 6 derramaron lágrimas.

Algo equivalente me sucede a mí y creo a muchas personas más, con motivo del reciente abandono del planeta por parte de mi muy querida amiga y colega, Martha Angélica Vázquez Aguilera. En primer lugar, festejo y doy gracias por haber tenido la suerte de conocerla y trabajar con ella. Para mí su vida fue un faro y una bendición, y deja tras de sí un reguero de semillas de vida, alegría y esperanza.

Yo la conocí hace 20 años, cuando comenzamos a trabajar en la consolidación de Clínica Pascua. Muy joven y entusiasta, ella alimentaba el proyecto con su fe en Dios, la gente y el futuro.  Vivimos milagros juntas. Me atrevo a decir que tuve el privilegio de convivir con un alma avanzada que tenía una visión luminosa de la vida. Siento profunda gratitud por haber tenido la oportunidad de experimentar el tesoro de una amistad diáfana, serena e inmensa que perdura para siempre, porque para los que creemos en el Espíritu la muerte no existe, es sólo una graduación de final de cursos, un ser trasplantados de una maceta a otra para continuar la expansión de la conciencia, hasta que ésta se vuelva infinita con el Infinito.

Lo que más recuerdo y admiré siempre en ella fue su inmutable serenidad, aquella capacidad suya de enfrentar los retos más disímiles evitando confrontaciones innecesarias, de aceptar a las personas sin cuestionamientos, tal como somos, aportando una palabra, un gesto o un silencio que impregnaba de luz  y claridad el paso siguiente, la acción adecuada.

Las personas como Martha Angélica Vázquez Aguilera dedican su tiempo a encender luces, en lugar de sufrir o preocuparse por la oscuridad. Derraman amor en lugar de crítica. Regalan aceptación en lugar de establecer parámetros para obtenerla. Su método de vida es un secreto y un misterio para quienes apuestan por la lucha, la competición o la pelea. Cuánta diversidad en los humanos durante el intermedio entre nacer y morir, nuestro leve paso por la historia de la humanidad.

A pesar de todo lo dicho, el momento de las lágrimas llega forzosamente. Porque mientras más grande es el bien que se va más duele la pérdida. Porque los ojos corporales anhelan ver a la persona de carne y hueso. Porque si bien se recibe un legado, su presencia material era un ingrediente importante en la interacción humana. Porque aunque la muerte no exista, en este mundo físico resentimos la ausencia.

Muy querida Martha Angélica Vázquez Aguilera, Dios te recibe, te bendice y te colma. Míranos desde allá con buenos ojos y continúa tu camino. Te recordamos con amor.

“Psicología” es una columna abierta. Puedes participar con ideas, temas, preguntas o sugerencias en psicologa.dolores@gmail.com



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